viernes, 26 de noviembre de 2010

2124.- MARÍA NEGRONI


María Negroni 


Nació en Rosario, Argentina. Tiene un doctorado en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Columbia, Nueva York. Ha publicado varios títulos de poesía: De tanto desolar (Libros de Tierra Firme, 1985); La jaula bajo el trapo (Libros de Tierra Firme, 1991); Islandia (Monte Avila Editores, 1994; Station Hill Press, N.Y. 2001); El viaje de la noche (Editorial Lumen, 1994); Night Journey (Princeton University Press, 2002); Diario Extranjero (La Pequeña Venecia, 2000; Maison des Ecrivains Etrangers, 2001); Camera delle Meraviglie (Quaderni della Valle, 2002), La ineptitud (Alción, 2002) y Arte y Fuga (Pre-Textos, Valencia 2004). También publicó tres libros de ensayos: Ciudad Gótica (Bajo la luna nueva, 1994), Museo Negro (Grupo Editorial Norma, 1999), El testigo lúcido (Beatriz Viterbo Editoras, 2003), una novela, El sueño de Ursula (Seix-Barral, Biblioteca Breve, 1998) y un libro-objeto en colaboración con el artista plástico Jorge Macchi, Buenos Aires Tour (Ediciones Turner, Madrid 2004), que acaba de ser reeditado en Aldus (México 2006). Tradujo, entre otros, a Louise Labé (Sonetos, Lumen, 1998); Valentine Penrose (Hierba a la luna y otros poemas, Ediciones Angria, 1995); Georges Bataille (Lo arcangélico, Fundarte, 1995); H.D. (Helena en Egipto, Ediciones Angria, 1994) y Charles Simic (Totemismo y otros poemas, Alción, 2000). Obtuvo las siguientes becas: Guggenheim (1994), Fundación Rockefeller (1998), Fundación Octavio Paz (2002) y New York Foundation for the Arts (2005). Su libro Islandia recibió el premio del PEN American Center al mejor libro de poesía en traducción del año (Nueva York, 2001). Actualmente enseña Literatura Latinoamericana en Sarah Lawrence College, Nueva York.

"Estos poemas nacieron de una audacia: la de aprender a bailar el tango. Sin porqué, como un complejo ejercicio de nostalgia, me dejé embeber por esos movimientos que el cuerpo de la mujer dibuja, cuidadosamente, para abandonarse al goce mayor: el de ser llevada a lo que ignora. Y, de paso, algunas lecciones curiosas. A saber, no importa cuán bien se escriba la andanza femenina, la danza es imposible si el varón no sabe llevar. Eso, más las preguntas de siempre, el amor, el deseo, los aquí que son allá y viceversa, el imán de la jerga porteña callejera, y el espejo de Buenos Aires, adonde tal vez pueda encontrarme -como dice el tango María- con la más mía, la lejana, la que siempre se me escapa."

María Negroni, octubre 2006.



[sin título]

¿Esa mujer soy yo? ¿la que en el baile
levanta como luz su inexperiencia
y se dirige leve como pluma
al sitio más oscuro de su adónde?
mirada que la elige y que la lleva
a imaginarse cosas super lindas
una embriaguez un cuerpo que se colma
dejé pronto un tendal que te incluía.









[sin título]

Intensísimamente inexplicable
como raíz ya nunca trasplantada
esta reina parada en su verdad
a pesar mío y como nunca antes
pensar que chapuceaba y ahora verla
disoluta la boca el pelo suelto
es tanto el predicado que desea
tan ágil lo espigado que la busca.







El espejo del alma

Como el alma que canta por sí misma
en su limpia casa de cristal
Hermann Broch

Tuve que viajar a Nevada para verte. Una gran planicie rodeaba la casa donde me esperabas con una túnica blanca, más alta que de costumbre.
Presentí que la casa existía en la memoria, cosa que confirmaste atravesando con tu brazo el hielo que suplantaba ahora a las paredes. Acostumbrada a esconderme en las palabras, quise darte una carta. Esa carta hablaba de las diferencias del río: lo que fue, lo que es, lo que será. Pero vos eras el río y la imagen del río, visto desde la altura (quiero decir, la furia misma). Me miraste, morada de ternura, bajo el color inconstante de la niebla. Terminé por tratar de pinchar la carta a tu plumaje pero te negaste, afable, como quien aprecia el esfuerzo de simular lo imposible. El pico tembló ligeramente. Me dejaste a merced de la felicidad, contemplándote, ahora que eras un enorme pájaro blanco.






Ut pictura poesis

habría que decir
un trazo
de ningún lado a ningún lado

o bien esa minúscula
alegoría de lo abstracto

el mundo
acaso
efímero
tejiendo

signos imprecisos
de un alfabeto olvidado

o estrellas
donde comienza el deseo

de no morir
y morir

esas ganas de arder
en lo incompleto

como un rojo que colmara
una ausencia con su ausencia

habría que decir lo que promete
una moneda a la absoluta
casa imaginaria

y trae siempre
lo que tuvo que traer

como deriva luminosa
de un fracaso







La Ciudad Nómade

Como si de tanto ser abril, abril se esfumara.
Y yo, esa mujer cansada, sin saber qué hacer
con tanta huida, dónde esconder las armas
del exilio y la astucia. Al entrar, primero
a un corredor y luego a un patio cuadrado
y generoso, alcanzo a ver al hombre que tal vez
me enseñe a amar. Por un beso, recogería ese
umbral, ese cielo más hondo donde sueñan sus
labios, abrazaría mis lágrimas futuras, esta penosa
vida que me avanza.
Pero no me detengo, el patio hierve: unos jóvenes
corren, un auto frena en seco, rugen ametralladoras,
la noche clandestina, hay un algo de nupcias
con fantasmas, de cita cantada. De pronto, dice
una voz a mi lado:
Córrete para atrás que ahí viene la ciudad.
Veo que la ciudad se acerca y pasa por delante como
si fuera un río.
Una novia clara. Transcurre, de izquierda a derecha,
lentamente, con su perfil de almenas y de lumbre.
Alborozada, me pregunto por dónde he de cruzarla.







Fata Morgana

Venecia completamente hundida. Sólo se ven los duomos,
estatuas sobre los duomos, el cobre de algún campanil.
En la tarde, el agua tiene el color de los espejos falsos.
Melancolía en gris, duelo a la deriva. Pasa un zapato
de charol negro, enorme, de taco altísimo. Féretros envueltos
en terciopelo rojo se mecen en el agua, como góndolas. Pienso;
Estoy a salvo. El cementerio es esta isla amurallada.
No hay nadie más que yo, e hileras de camisas con corbata
(siempre en tono gris), manos que salen de la tierra, si uno
levanta una de esas manos, aparece una mujer en vestido
de otra época, al instante se desvanece, su expresión no es
infeliz.. (Siguen los ataúdes, siguen los espejos bajo la tarde
en vilo.)
Una bufanda azul se agita sobre una cruz, una fecha
improbable sobre un muro. Entonces aparece el ángel
con una pluma en la mano y dice:
Ahora, cierra los ojos y vuelve a perder el sitio de tu extravío.



Improvisaciones En Babel

al estilo de cendrars o del franco alsaciano arp
que posaban de
políglotas

enamorada de las palabras que acentúan
lo inentendible o verosímil

en aras de pequeñas
desorientaciones
imprescindibles

querida:

exponerse por ahí es verdad que luce el gesto / pero fluctuar entre
representar algo y ser eso / ha sido tarea de cíclopes / desde mary
carmichael para acá.
lo que sucede en el n° 3 de mercer street /
(hay un museo holográfico) / no entra en el atadito de sus cosas / y
el calor y la violencia de un corazón de poeta / negocian desde siempre
mal con el cuerpo.
me pregunto / si no tirarse por la ventana
cual anónima / que no pudiera caminar hasta londres bastaría / o si la
guerra con su destino es el leit motiv del canto.
te escucho hablar / como si escribieras tu
epitafio / como si lo hicieras adrede.

(a Virginia Woolf)



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