viernes, 19 de noviembre de 2010

ROBERTO RESÉNDIZ CARMONA [1.984]




Roberto Reséndiz Carmona



Nació en 1954 en Zitácuaro, Michoacán, México. 


Director del Encuentro Internacional de poetas y escritores que se organiza en Zamora, Michoacán, desde 1997. Promotor cultural independiente. Dirige la Editorial, Cultural, Arte y Tradición. Es creador del Festival del Chongo Zamorano. Ha participado en Encuentros y festivales de poesía en diversas partes del mundo. Varias veces en la feria del libro de: Bogotá, Colombia, Santo Domingo, República Dominicana y La Habana, Cuba. Ha dado más de cien recitales individuales y más de cien colectivos en: México, España, Colombia, Italia, Chile, Ecuador, Perú, Cuba, República Dominicana, Estados Unidos de Norteamérica, Brasil, Argentina, Venezuela y Costa Rica. En Ourense, Santiago de Compostela, La Coruña y Pontevedra, España, dio más de veinte recitales en 2011. En 2012 y 2013 dio lecturas en Galicia, España, en el Festival internacional de poesía Carlos Pellicer de Villahermosa, Tabasco, Feria del libro de Bogotá, Colombia, en el 16 Festival de Poesía de La Habana, Cuba, en Santander, Facatativá y en Bogotá, Colombia, en Córdoba, La Rioja, Salta y Cafayate, Argentina, en San José y San Ramón, Costa Rica, Chañaral y Santiago de Chile. Enero del 2014. Lectura en el Museo de las Artesanías, Toluca, Estado de México y en marzo en Costa Rica y Colombia. Algunos de sus textos están traducidos al italiano, francés, portugués y sueco. Ha publicado: Poemas de Espejo,1982, La Noche Rueda del Tintero, 1985, Diez Años Después,1994, Recuerdos de Pasión, 1996, De Peces y de Colores, 1999, Vino Blanco Para Dos, 2002, De Amargo Color Salado, 2003, Agua de Mar, 2005, Elegías a la Muerte de mi Padre, 2005, Desnudo en el Espejo, 2006, Mujeres de Luz…, 2007, Esa lengua tuya (Antología, nueve Poetas latinoamericanos) en 2008, Tal vez seremos inmortales,(Universidad Nacional de Colombia) 2008, Sin la cordillera de por medio, 2008, en coautoría con la poeta argentina Cristina Ramallo, La líquida fatalidad del escalpelo, Nueva York, 2009, Mundos por descubrir, Poesía gallega y mexicana, con los poetas; Olimpia Badilla Iracheta, San Luis Potosí, México, José Antonio Santos Guede y José Ramón Fernández Morgade, Ourense, Galicia, España, 2010, El negro temor que maravilla, Pontevedra, España, 2011, Esquirlas de aire, 2011, Alexia cuatro veces dijo no, 2013 



DEL LIBRO TAL VEZ SEREMOS INMORTALES


Mineral abrazo

Guarda el cabello negro
las piedras de agua que colocó en la boca
el perfume del sol
la sábana que la envolvió de prisa.

Guarda
el suspiro del ramo de la novia
una novela de Mario Benedetti
la cadencia de Kenny G
y dos líneas de Imagina.

Guarda
las lágrimas en el saco y la camisa
el fuego del silencio
el desamor en la constelación del remolino.

Guarda el hambre
el llanto
el extravío
los sutiles desmayos de las once
la sonata de Mozart
y el mineral abrazo que lo deja.

Guarda
la página invernal
la cumbre de la errancia
el crimen perfecto del comienzo.

Guarda el polvo
la señal de la cruz
el incensario
un rostro oscuro que mira sin mirarlo.

Guarda
el manantial de voces
un abanico de instantes sin retorno...

Zamora, Mich., México







Piedras blancas

Me asombra el sol
la tinta roja de los libros
las minas que sonríen bajo los arcos de la plaza.

Me asombra
Salvador Dalí
las calles que saben a nostalgia
que saben
a cada uno de los días que se quedaron.

Me encantan
los besos furtivos
lamer el silencio
sostener un café con la media luna.

Me asombran las miradas tristes
las ojeras de talle largo
la noche que deja la piel sin epidermis.

Me siguen asombrando los espejos
las piedras blancas de las nubes
la línea del corazón en el papel pautado
el roce de fantasmas
saberla
en el tierno follaje del almendro.

Me asombra
el fruto de los árboles
el aroma original de los segundos
la historia de Helena con cuatro vasos de candela.

Adoro
la libertad del vuelo en la ventana
beber el fuego azul de su costado
languidecer
sobre las grecas de la Alhambra.

Me asombran
las partituras de Vivaldi
los manuscritos de Leonardo
los poemas que calzan
la mirada de otro...

Zamora, Mich., México








Brazos colgados

Tengo los brazos colgados
y el mundo me duele hasta el cansancio.

Pincha la tristeza
los lunares de la cara
el antebrazo cardo
y la arteria pulmonar izquierda.

Lloro por la crueldad
con la que asesinan a los niños
por la maldad que habita entre los hombres
en cada barrio y su costumbre.

Danza el ciego
en el espacio donde estaba el alma
se inundan las prisiones
con tormentas
y la incertidumbre de castores.

Cuelgan los brazos
me declaro infeliz por la barbarie de los hombres
grito por la injusticia genocida
por la rastrera barca
calafateada con sangre de chacales.

En medio de la estupidez que inexorable avanza
libero maldiciones
mariposas que tejen
capullos de esperanza…

Zamora, Mich., México







Apiádate de mí

Apiádate de mí
dame un poco de amor
de ese que ofreces por las noches
besa mis labios
con aquellas miserias que te han dejado
araña mis ojos
muerde mi lengua
desgarra los sueños guardados de siempre.

Apiádate de mí
deshiela mi copa de fracasos
llena de calor las arterias incorregibles de mi alma
glorifica mis pulmones con el vapor de tu boca
destruye los muros de una casa de muertos
que citan al amor para no seguir penando.

Bésame la boca
arranca el lodo reseco de la cara
la vida que a veces me resulta sin sentido
las nubes oscuras
domeña al animal que juega al hombre
alivia el dolor que calla por recordar tu nombre.

Apiádate de mí
sirena de autobús
de carro de sitio en las esquinas
lame mis heridas
libera mis ojos
los versos que he escrito con sangre
en las paredes del destierro.

Desangra al corazón de una vez por todas
resguarda los fantasmas de la espalda
destruye la ira de las manos
dame tu amor a cuenta gotas
ofréceme un tarro de cerveza
acerca tus ojos a los míos
extirpa mi lengua
el universo que aún no hemos explorado.

Apiádate de mí
escribe mi epitafio
enciende con gasolina los huesos de la cara
oculta tus deslices con perfume
teje en el viento
unta petróleo en la madrugada del hastío
corrompe la piel
retira las uñas a golpes de martillo
salvajemente
inventa la fiesta colosal del exterminio.

Besa mi boca
por amor a Dios y sus designios
encanta a las serpientes
lava mi llanto
aprieta la corbata hasta que ahogue los suspiros
embota los sentidos
para no sentir el canto de la lluvia
cauteriza mis labios
divide las manos
lánzalas al mar
disloca los hombros
quema los muñones
saca mi corazón
no tengo ya nada que ofrecerte.

Apiádate de mí
dame un poco de amor
de ese que ofreces por las noches...


de Vino Blanco para dos







A dónde ir

A Playa del Carmen
A dónde ir
cuando sólo tres clavos te quedan en el alma
cuando tan sólo
un pedazo de luna
muerde el agua salada de la playa
cuando el hambre de la ausencia
devora las anclas del silencio
y enfermo te revuelcas
en la oscuridad que te destroza.

¿A dónde ir?
Cuál dolor puedes ensartar en los anzuelos
qué grano de arena escoges
para colocarlo debajo de la lengua
qué tributo puedes pagar
para viajar en la barca de la muerte.

El traje de tristeza
lo he dejado
en el último hotel que habitamos
en la arena sin flores
en la esquina del pueblo
donde morimos de hambre.

El gran Anubis
el más orgulloso ser
que habita entre los muertos
cierra su largo hocico
muerde
el terrible calor del desierto
el color amarillo-verdoso de las mariposas
la reseca carne
en su delirio inmenso.
Dame una piedra de jade y otra de amatista
cuelga un collar de turquesa en los tobillos
danza
con la máscara de cristal de roca
violenta la sal
vomita la noche sin muelles
sin faros que alivien los aullidos.

No hay
ninguna calle que lleve a la esperanza
ninguna habitación
que tenga la claridad azul
del fondo de sus ojos.

Nada consuela las noches sin arena
nada consuela
el final de la tragedia.

¿A dónde ir…?
¿a dónde...?

de AGUA DE MAR











De ahora en adelante

De ahora en adelante
grafitaré paredes
lloraré a solas
morderé los labios
la lengua
para volverme duelo
animal herido
aullido
rasgando la noche con los dientes.

De ahora en adelante
entraré a los panteones
buscaré la lápida
olvidaré las palomas
el llanto que escurre sobre las ramas secas
la señal de la cruz
la espada temblorosa de su cuerpo.

De ahora en adelante
colgaré de la luna
los jirones de piel
barreré los huesos de la playa
bajo la lluvia
podré subir a la montaña
para observar
cómo se deslavan las salinas
los gritos circulares del sollozo.

De ahora en adelante
estallaré la garganta
hasta partir la lengua en dos mitades
cortaré el cabello
el dolor del sueño
los dedos amargos
la parquedad del horizonte.

De ahora en adelante
me hundiré
en la zozobra del infierno...


de De Amargo Color Salado






Serenade

Líquida permanece la semilla del recuerdo
gaviotas silenciosas
hogueras de San Martín
la agonía
el mortal abanico de los quince.

Su nombre
jamás oculta los sobresaltos de la arena
húmeda
desciende los veinticuatro escalones del infierno
las plegarias de su amante
recostado en el acuoso lecho de madera.

Serenade
usurpadora de un sueño inverosímil
abre los brazos
para estar más indefensa
ante los minotauros de la cama
mueve el tronco
el cuello de serpentina blanca
los labios de adolescente invertebrada.

Después de todo
le quedan pocas noches al lado de la muerte
islas sin piedras de colores
estrellas de mar en la punta de la lengua
un salmo para gritar
el desamor
hasta quedarse ronca…

De Mujeres de Luz






Elegías a la Muerte de mi Padre

Al Profesor José Reséndiz Urbina

Te moriste
te enterré
dejé de verte
recé dos oraciones
me perdí
en un cometa de papel
agonizante.

Nada te di
nada te dejé
nada nos debíamos
sólo
nos dejamos
huérfanos sólo
nos dejamos
sin padre
sin madre
sin corazón
sin alma
sin razón
sin fuerza
solos doloridos.

Te moriste
nos dejaste
¿qué afán de irte?
¿qué afán de los silencios?
que afán
de no molestar a nadie
de quedarte callado
de guardar todo
de guardar tu muerte.

Cediste
nada te importaba
todo se moría
para qué maldecir
para qué saber
cruzar el cielo.

Nos dejamos
te pedí como ángel de la guarda
como hermano
junto a este corazón
que va penando a diario.

Nada me pediste
ni el consuelo
el padre nuestro
el padre mío.

Te moriste
solo
de madrugada
al final de la noche
como las estrellas
cansado
sin ganas de vivir
sin ganas de morirte.

Después de todo
la vida se te hizo insoportable
te dolía saber
comer respirar latir llorar
navegar contra corriente
depender lastimarte comprender
que todo era en vano.
Te moriste
te pedí en mi paso
en mi vida
en la agonía
en mi holocausto.
Te moriste
con tu verdad
con el grito
con la orfandad
que dejan los silencios.
Te moriste
sin ganas de vivir
sin ganas de morirte...

de Elegías a La muerte de mi Padre



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