lunes, 15 de noviembre de 2010

GLORIA DÜNKLER [1.910]


Gloria Dünkler

Gloria Dünkler (Pucón, 1977) es una poeta y narradora chilena que se ha desempeñado como profesora de lenguaje y técnico en bibliotecas. Nació en una familia de artesanos, músicos y pescadores.

Estudió en la Universidad de la Frontera en Temuco y se graduó como Profesora de Castellano y Licenciada en Educación. Luego se tituló como Técnico en Bibliotecas en la Universidad Tecnológica Metropolitana de Santiago.

La temática de su obra aborda principalmente el asentamiento de los primeros colonos alemanes en territorio mapuche y los contrastes entre ambas culturas e identidades. Ha participado de numerosos certámenes literarios y obtuvo importantes reconocimientos. Parte de su obra ha sido antologada en Chile, Argentina y México y traducida al alemán, polaco y catalán.

Poemas, reseñas y conversaciones aparecen en las revistas Daf-Brücke de la AGPA (Asoc. Profesores de Alemán filial Chile), Santiago 2010 y en Nachrichten (Frankfurt 2009). Textos suyos junto a los de otros poetas nacionales, polacos y alemanes fueron parte de los “Bombardeos de Poesía” en Varsovia 2009 y Berlín 2010 organizados por el Colectivo Casagrande.

Invitada a la VIII Versión de Latinale 2013, festival de poesía itinerante latinoamericana en la ciudad de Berlín, organizado por el Instituto Cervantes de Berlín en colaboración con embajadas, el Instituto Iberoamericano; el Instituto Latinoamericano de la Universidad Libre de Berlín y la Universidad de Jena, entre otros. Curadores y coordinadores del evento los académicos y escritores Timo Berger y Rike Bolte.

Premios y distinciones

2004 Tercer lugar nacional en el 3º Concurso de Poesía del Mundo Rural, y primer lugar regional en el 12º Concurso de Historias y Cuentos del Mundo Rural, FUCOA.
2005 Primer premio regional en el 13º Concurso de Historias y Cuentos del Mundo Rural, FUCOA (Fundación de Comunicación del Agro, Ministerio de Agricultura).
2007 Primer premio en el concurso de ensayo del CFT-UTEM (Universidad Tecnológica Metropolitana), Santiago.
2008 Premio Edición Certamen Internacional “Los Puños de la Paloma”, Santa Fe, Argentina.
2010 Premio “Academia” otorgado por la Academia Chilena de la Lengua por Füchse von Llafenko.
2010 Mención Honrosa en el Premio Municipal de Literatura de Santiago.
2013 Premio de la Crítica por Spandau.

Becas

2011 Beca de Creación Literaria otorgada por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura.
2013 Beca de Creación Literaria otorgada por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura.

Libros publicados

Quilaco seducido, autoedición (2003)
Füchse von Llafenko, Ediciones Tácitas (2009)
Spandau, Ediciones Tácitas (2012)
Yatagán, Ediciones Tácitas (2015)

Antologías

Mujeres en la poesía chilena actual, Editorial Semejanza (2000)
Mujeres frente al mar, Editorial Semejanza (2000)
Desde todo el silencio, Los Puños de la Paloma, Santa Fe, Argentina (2008)
Antología latinoamericana Comer con la mirada, Editorial Desde la Gente, Buenos Aires (2008)
¡Basta!100 mujeres contra la violencia de Género, Editorial Asterion, (2011)
Gutiérrez: antología de textos literarios, Santiago de Chile (2012)
Doce en punto, poesía chilena reciente (1971-1982)11, Dirección de Literatura de la UNAM, México (2012)




"ANKUNFT DER EMIGRANTEN" (De Fûchse von Llafenko)

No fuimos descendientes de reyes ni licenciados
y mi abuelo recogía la nieve
amontonada en las calles de Hamburgo.
Lo único que trajimos fue coraje, el buche
y los sueños en las maletas.
Aferrados al mástil del buque
taconeado de niños enfermos
de vivir con la peste y el hambre,
de mujeres que parían en la cubierta
y otros que dormitaban en los pasillos
o de a tres en los camarotes.
La maldición de errar por los mares había terminado.


*

¿Qué sabe un forastero sobre tomar un buen mate?
Nadie le dijo cómo se ceba: si amargo o untado en miel,
hojitas de cedrón o cáscaras de naranja.
Que el agua no se deja hervir,
que amaina el apetito y sosiega la mente.
¿Qué pienso? Quizá me complazca
y un día me instale con mi bombilla
en la arena movediza de la yerba.


*

Tu trabajo es despejar los caminos,
inventarlos a machete y prender fuego a las campiñas.
No te conozco, indio, no te comprendo.
Vendido, rumorean los tuyos, apatronado,
¿y tú sólo guardas silencio?
Mientras fabricas la batea para salar nuestra carne
y junto al padre unes tu fuerza,
yo te observo y me pregunto:
¿quién te dejó esa cicatriz en la frente?

Mi oficio es construir, encender motores,
soltar amarras, no volver atrás.
La miseria se despidió de mí
agitando su pañuelo al viento
comprendí entonces, mi destino era triunfar.
Era sostener las esperanzas amarradas al cinto,
remar en busca de tu orilla,
sembrar el poema y dejarlo brotar.

Aquí nadie se conoce
ni sabe uno si la familia del vecino no vale un cobre.
Aquí podemos inventarnos una sangre,
un escudo, una leyenda, una muerte gloriosa,
podemos ser, si se nos place,
una estirpe ungida por el rayo.


*


Las tierras de Llafenko jamás fueron un edén.
Las huellas yacían pobladas de espinas,
el curso de vientos y lluvias
resultaba a menudo devastador y antojadizo
y el páramo cerraba sus entrañas a la siembra.
Frutos silvestres y ovejas ramoneando los prados
se negaban a dejar su cautiverio presintiendo la esquila.
El bosque no se permitía derribar
y los ríos se abrían paso esculpiendo la piedra al humor de su cauce.
Las tierras de Llafenko siempre fueron un laberinto de hojas,
un enjambre de preguntas sin respuestas.


*



A Ignacio Llanquimán

Tu trabajo es despejar los caminos,
inventarlos a machete y prender fuego a las campiñas.
No te conozco, indio, no te comprendo.
“Vendido”, rumorean los tuyos, “apatronado”,
¿y tú sólo guardas silencio?
Mientras fabricas la batea para salar nuestra carne
y junto a papá trabajas, yo te observo y me pregunto:
¿quién te dejó esa cicatriz en la frente?





Füchse von Llafenko. Gloria Dünkler. Ediciones Tácitas. Santiago, 2009

EL PÁRAMO CERRABA SUS ENTRAÑAS A LA SIEMBRA

Por Carlos Labbé 
http://www.sobrelibros.cl/

Y que me atreva a sentarme acá para escribir sobre un libro diminuto, en sus bordes, encima de ninguna página fundamental cuando el terremoto nos dejó inmóviles y sin embargo nada nunca termina de asentarse en uno. Que las palabras parezcan no moverse lo suficiente para así poder hablar de que nuestras  coyunturas son frágiles, que la tierra y el agua y el fuego harán lo suyo sin pactar con nosotros a pesar de las ficciones de ingenieros, sacerdotes y comunicadores. Pienso en el primer poema de Füchse von Llafenko, de donde he extraído el título de esta nota y también la sensación de que “las tierras […] jamás fueron un edén como se nos dijo”, según señala ese hablante extranjero que, recién llegado a tierras sureñas, pone en palabras ajenas eso que quienes hemos vivido toda una vida aquí decimos, por generaciones: este montón de tierra que llamamos Chile no nos quiere, se sacude de nosotros pero no de los pájaros ni de los árboles; esa enorme masa de agua quiere llevarnos hacia su fondo, quiere arrancarnos de ese arenal de tranquilidad que ha formado y que estos pequeños seres vivos insisten en ocupar con sus pulsiones, llenar de fuegos artificiales, acalorar con sus cuerpos; hacemos sentir a la tierra que adolece con nuestros festivales de la canción y con nuestras miradas de deseo sobre la arena, le impedimos olvidarse que ya completó, hace millones de años, su transformación desde la lava, su picazón de placas tectónicas y su propia inmadurez de continentes. Pienso en que los dos terremotos chilenos que me ha tocado padecer ocurrieron al final del verano, me pregunto si también en California, en el Vesubio y en Tailandia una masiva sexualidad humana se volvió demasiado magnética cierta noche de luna llena. Imagino el amor de los mapuches como contraste: que declaran su pertenencia a la tierra antes de cualquier emparejamiento, que alejados del pensamiento occidental, de Platón, de la patrística y la escolástica, no separaron el cuerpo de la mente ni del alma ni del espíritu, sino que se integran minúsculos como somos a este suelo, a la montaña, al volcán y al río por el que caminan cotidianamente para así, cuando en las explosiones bilabiales de la palabra con que dijéramos “nuestra tierra” estuviera incluido el deseo de tener en nosotros el temblor, su apetito subyacente, su necesidad de integrar otros cuerpos, no viniera el cataclismo de la palabra castellana, alemana, gringa que, desarraigada de su entorno, grita, balbucea y finalmente encuentra en el silencio su verdadero consuelo, en una introspección que en sí misma halla el sentido, siempre a posteriori como somos los romanos, nunca en el aquí ni en el ahora. Deambulamos como los personajes de Füchse von Llafenko, como fantasmas de la Recta Provincia, de los valles de rulo, de la Ciudad de los Césares o de los bosques repletos de espíritus perdidos de Chiloé; vivos o muertos, no lo sabemos, desesperadamente buscamos echar raíces y el suelo no nos deja: fundamos ciudades que son destruidas cada cien años porque los nombres que decidimos darles no resuenan en ninguno de los rincones. ¿Qué se ha concebido en Concepción? ¿Qué se ha constituido en Constitución? ¿Qué apostolado ha surgido de Santiago? Los españoles, los alemanes, los gringos llegaron a colonizar una tierra ya habitada por gente que desde hace cientos de años estaba entretejida con esa misma tierra y, cuando araron su suelo, navegaron su mar y creyeron ser los zorros –füchse– del valle, juraron que jamás se rendirían, ni siquiera ante la aparición de un puma mítico de nombre Llafenko. Pero ese juramento fue en vano; en la expresión de esa vanidad el pueblo de Llafenko de Gloria Dünkler limita con el Spoon River de Edgar Lee Masters, allá y acá las páginas llevan el epitafio de la profesora incrédula cuyas alergias, cistitis y enfriamientos la hacen rendirse ante la curandera local, el epitafio del joven mapuche al que su gente escupe por ayudar a los alemanes a abrir caminos con su machete o el del joven Karl, que en plena batalla por el ejército nazi se masturba con la foto de esa india a la que se unió una noche allá en Llafenko, y aunque se siente racialmente impuro es arrebatado por la certeza de que sólo en ese temblequeo se unió con su lugar, con su tiempo y consigo mismo. Hay una idea heterodoxa de pureza –alguna esperanza en la catarsis colectiva de este terremoto chileno– que Lao Tse sugiere en la sextuagésima primera meditación de su Hua Hu Ching: “La energía de la tierra, centrada en el vientre, se expresa como sexualidad”. Las imágenes televisadas de los caseríos de Cobquecura, Constitución, Dichato o Talcahuano enterrados, aterrados y diluviados no nos hacen bien; no estamos hechos biológicamente para presenciar todo el sufrimiento al mismo tiempo. Apenas podemos ser ubicuos y simultáneos en el éxtasis erótico. “No cantaremos a la rosa ni la haremos florecer aquí, / vamos a desojarla hasta hacerla sangrar, / hundirla en sus espinas, asesinarla, que así sea”, escribe quien habla en Füchse von Llafenko, un hombre anciano que hizo del erotismo una conquista, del deseo una empresa veraniega, un negocio con aquello íntimo que no se puede vender ni comprar, una siembra que si logra echar raíces tal vez haga que la tierra reaccione con violencia para expulsarnos de nuevo.



MENDEL (fragmentos)

I

La vida nos ligó al mismo árbol, tu brote y el mío,
erguidas nuestras hojas, enredadas.
En tiempo de cosecha unimos los pedazos de un mural secreto,
en el carozo, en el jugo, en la pulpa, se estruja lo rubio y lo moreno.
No fuimos cerezo ni manzano, sino un injerto de lenguas,
un canto de huesos y nervios.


II

Es el ejercicio de navegar en tu humedad
apretar el nudo de nuestros muslos en trance
comunión de planetas empapados de hambre y fuego.
Desentierras este féretro, mi cuerpo,
y te entregas al oficio modelándome.
En esta ceremonia única de nuestras almas
en la historia de la carne.


III

Jamás nos prometimos riquezas
más que labrar los huertos
y amaneceres con tinajas vacías.
Éramos libres, aprendimos a dar la cara,
y en la kermesse brindamos por lo nuestro
amándonos contra indios y alemanes,
criando desertores de la patria
tarados mentales, mestizos deformes,
al decir de mis vecinos y los suyos
en esta esquina del planeta.


VI

Ancianos y decrépitos, sentados bajo la parra,
aquel verano supieron de un cadáver que apareció flotando en río,
y de otros que se fugaron por las fronteras con identidades falsas.
Entonces me acordé de Karl y su pasión por la guerra.
Cuántas jornadas me sentí un ganador junto a él
chapoteando en los barriales.
Zorro bruñido, sabueso de las quebradas,
¿qué habrá sido de él después de tantos años
lejos de esta, su colonia?


VII

Quiero pensar que llegó a ser un gran barón
y estuvo al mando de sangrientas escuadrillas.
Que derribó a miles, torturó a cientos,
y no tuvo un gesto amable con sus rivales.
Quiero suponer que mi amigo vive oculto
en los archipiélagos del sur,
quizás allí encuentre clemencia su alma fugitiva.


VIII

En los cuarteles chilenos nos admiraban,
porque les recordábamos al gran pueblo elegido,
al Führer y su doctrina de limpieza.
Pero nadie hablaba de ese asunto.
Para bien o para mal,
nos llevaríamos el secreto a la tumba.



DÜNKLER

Bajo la luna de los emigrantes
en las sombras brilla un secreto.
Allí respiran criaturas, se aman,
lo deforme y lo bello.



SAUCES FRENTE A LA PLAYA

Estamos en el centro de la arena
y has decido enfrentarme, domar el corazón de esta foránea.
Pronto soltarán a la bestia de su jaula,
hambrientas, las felinas se pasean.
Pero tú lograrás vencer el enojo,
zafar de sus artimañas, darle vuelta,
acallar sus fauces con un golpe de tu escudo,
empujarla a tu red, mansa y overa.
Apuesto mi alma, auguro la victoria,
imagino que soy domada por un beso tuyo,
que rasguñas mi monte, que talas mi arboleda.
Que me tienes en prisión, sumida en arenales,
que me induces al amor
recostada sobre piedras calientes.



"Spandau", de Gloria Dünkler

Los primeros días se mantuvieron
con el pan añejo y las sobras de la travesía.
Qué será del preso que orinó en sus barracas
y tragó el insulto fácil.


*


Con este caos se encontraron los gringos:
traidores huyeron de su engaño
otros resistieron con sus vidas
borrachos hasta olvidar agacharon la cabeza.
Indios contra indios se odiaban a muerte
desde la Pacificación de la Araucanía.
Esperaron la traición del enemigo
jamás la de su raza.
So ein Mist!


*


Una tarde el cacique le brindó asiento
y parlamentó con esa gente primitiva
la perra ladraba con sospecha
vecinos desde hoy, un lenguaraz trajo luces.
Al echar un vistazo a la furia de esa negra
pensó si morir en combate habría sido mejor
que llegar a una tierra sin orden.
Ser invitado a un guillatún
un privilegio que no comprendió.

en Spandau, 2012




Que no quede ni uno vivo
Yatagán, Gloria Dünkler, Tácitas, 2015

Por Juan Manuel Vial
La Tercera, Sábado 2 de enero 2016


Yatagán, el cuarto poemario de Gloria Dünkler, es tal vez el menos lírico de sus libros. Ello se debe, en parte, a que aquí la poesía se hace cargo de la historia, valiéndose muchas veces de declaraciones oficiales, sesiones de la Cámara de Diputados y documentos de carácter historiográfico y político, para entregar un relato notabilísimo de una época oscura, el año 1938. Al centro de esta “mirada de un ciudadano común que se ve enfrentado a un tema desconocido, chocante, confuso”, se encuentra la participación de los nacionalsocialistas en la política chilena y un crudo desenlace: la Matanza del Seguro Obrero, ocurrida luego de que un grupo de jóvenes nazis se tomaran dicho edificio con la esperanza de derrocar al gobierno de Arturo Alessandri. Aunque finalmente se rindieron, los amotinados fueron asesinados a sangre fría por las fuerzas policiales.

La miseria en que vive gran parte del país es una situación que la autora aborda con imágenes filosas y elocuentes, imágenes que cobran trascendencia precisamente porque están dotadas de un frío realismo. La otra cara de la medalla se aprecia en versos como el que sigue: 

“Los senadores con dietas carnudas  
tenían en los huesos al rebaño 
a pan duro y sopa desabrida”. 

El año 1938 es uno de tensiones sociales que se vuelcan al combate político callejero. Los nacistas (con c, para diferenciarse de los nazistas de Alemania) se enfrentan a golpes con las fuerzas de la izquierda. Aunque, paradójicamente, no era demasiado en lo que ambos bandos diferían.

Dünkler repara en un hecho llamativo y a la vez decidor, la muerte del poeta marxista Héctor Barrueto en una trifulca iniciada en un restaurante. Barrueto era íntimo amigo del escritor Miguel Serrano, quien, en aquel entonces, todavía simpatizaba con la izquierda y aún no se convertía al nacionalsocialismo. Antes de ser asesinado por el grupo de choque nazi, Barrueto se sacó el anillo de su dedo y desafío a los agresores a que intentaran pasar sus balas por el aro. “Entonces la muerte diabla se lleva al poeta rojo”.

Personajes relevantes en el magnífico retrato de época contenido en Yatagán son Arturo Alessandri, Jorge González von Marées, Joaquín Edwards Bello, Gustavo Ross, Carlos Ibáñez del Campo, Pedro Aguirre Cerda y Marmaduke Grove. De González von Marées, llamado “El jefe” por sus seguidores nazis, Dünkler escribe lo siguiente: 


“Puma Gris es viento, señor de los granizos.  
En la soledad de su cueva  
lame sus heridas de caza, 
busca el punto débil de gallinas y terneros,  
la palabra convincente, la carne viva. 
Sabe que posee dos rostros 
uno para alarmar al mundo 
el otro para lamer su desgracia”.



La candente y movediza arena política que antecede a la masacre de los nacistas está bien detallada a punta de breves comentarios o documentos clave. Por ejemplo, el candidato que ganaría las elecciones presidenciales de fines de 1938, Pedro Aguirre Cerda, no contaba con grandes seguridades respecto de su campaña: 

“Don Tinto advierte:  
-Se acabó la plata. 
No tengo un cobre y tenemos la batalla perdida.  
Ahí les dejo chicha y buen vino de mi viña 
para que busquen la solución.  
Firmen letras, hagan lo que quieran 
y busquen una salida.  
Si no, yo renuncio mañana mismo. 

Y se acostó tranquilamente”.


El desenlace está dado por la matanza misma. 


“Y ese médico que cumplía su turno  
y acudió al rescate, 
que oía golpes y quejidos, descargas,
le dijeron que su ayuda estaba de más  
pues no habría heridos”. 


Y un poema después: 


“Que fueron cincuenta y ocho o sesenta  
que saquearon los cuerpos molidos a yataganes  
‘masas de carne’ hijos y hermanos 
reclaman familiares que han viajado de lejos”. 


La impunidad que se le concedió al responsable del exterminio, Arturo Alessandri, queda expuesta con versos gélidos de un escalofriante tenor oficial.





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1 comentario:

  1. Muchas gracias por la información. Me ha servido mucho para la difusión de la poeta en un seminario.
    Saludos
    Jona

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