sábado, 13 de noviembre de 2010

1862.- NAÍN NÓMEZ


NAÍN NÓMEZ , Talca (Chile), 1944: Poeta y académico, ha trabajado en diversas universidades en Chile y el extranjero. Actualmente es profesor titular de Literatura Chilena e Hispanoamericana en la Universidad de Santiago y miembro del Consejo Editorial de Lom Ediciones. Ha publicado una docena de libros, entre ellos obras poéticas, antologías, ensayos, crítica literaria, estudios culturales y numerosos trabajos sobre el poeta Pablo de Rokha. Entre sus obras podemos mencionar: “Historias del reino vigilado” (1981); “Países como puentes levadizos” (1986); “Pablo de Rokha, un escritura en movimiento” (1988); “Pablo de Rokha y Pablo Neruda, la escritura total” y “Antología crítica de la poesía chilena” (Lom Ediciones), tomos I y II. Su libro de poemas “El movimiento de las salamandras” publicado en 1999, fue premiado por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura. Ha participado en diversas charlas, cursos y seminarios en Chile y el extranjero abordando temas literarios y culturales.






Del poeta como ser humano

De oráculo sagrado a empleado
público; de eléctrico cantor bajo las tiendas
de campaña, de ovidio, a druida venido a menos;
de ardiente silencioso, devorador de tules,
cortesano de palabras y ritos, a despistado social,
acuarela de turistas, coloquio de usureros;
de oficio fatigoso pero digno, a profesor de tinieblas;
de escarbador de cielos, de ángel,
de prometeo de fiesta y agua,
a esta estatura mediana de sueldos,
a este engrillado de premios,
a este venderse al mejor postor.

¿En dónde estamos?
El poeta ya no cree en su misión.
El poeta se rebela contra el relámpago de la inspiración.
El poeta reniega de sí mismo.

El poeta se siente cansado con la libre competencia
y entabla diálogos de sordos.

Le han quitado sus pájaros errantes,
sus mordisqueados pezones de alabastro,
sus lirios polvorientos.

Las ratas le han roído los mármoles,
y sus ríos ignotos se han cubierto de smog.

Ahora
el poeta debe abrir la boca sin llorar ni reír,
sin moverse de este mundo,
sin hacer estallar las palabras,
moviéndose pesadamente por la tierra
como el resto de los mortales;
no hacer de moscardón, no emputecerse
con los reyes del mundo ni con los delatores.
Moverse más allá de los límites está prohibido
desde ayer y para siempre.

Digamos por último,
no importa si se ha muerto;
ocupará los micrófonos,
se redescubrirán sus peores versos,
dejará de hacer daño con sus palabrotas de mal gusto.
El poeta
ahora iluminado.

¿En dónde estábamos?
Los poetas se agachan y toman posiciones.

Detrás de ellos
una nube de libros
es empujada por el viento de la Historia.

Las imágenes empiezan a vivir.







HISTORIAS DEL REINO VIGILADO

Las sombras de los árboles siguen creciendo
alrededor del lado más lejano de mi cuerpo
alrededor de mi mano oscura
cubierta de vellos espejeados por la luna
bastante mas inexistentes
que las delgadas espadas de las hojas
mi brazo libre asoma al otro extremo
con un tímido resplandor de espera
mientras las sombras espesean
carcomiendo los resquicios luminosos
ya más vagos
tiniebleándose
haciendo ovillos de sombra
artísticamente dispuestos alrededor de las calles
donde mi mano se apoya aún humeante
y mi rostro se estira en lo brumoso
tal vez impotente y creciendo también con la noche
tal vez esperante de sombra acumulada
con uno o los dos oídos tensos
por una música de tacos que la anuncian
y un familiar perfume de días anteriores.
Mis manos inquietas
se incorporan a los crecientes monstruos de aquelarre
aguardamos
somos ambos (árboles y sombras)
aumentando su grosor y su modelo hemético
crecimos entre la una y las dos de la mañana
con algo de temor o de destino
(delirando mis brazos vegetales
mi corteza de grumo blanquecino
y mi larga cabellera de hojas derramada en la ya casi total oscuridad)
por el contrario
otros árboles inverdaderos
mascullan en las veredas paralelas
fuman sus ramas de ébano
y aguardan cualquier majadería humana
como un complot con amigos de la infancia
o una desconocida a quien no odio
pero debo atacar por unas horas
y no todo es exacto
porque las sombras en el cenit
han devorado mi cuerpo y mi blanda pupila
y hasta (quizás) algunas cosas ignotas que me pertenecían
como estar triste o cansado
o beber sin horarios ni fronteras
y aún así
la exactitud permanece insostenible
alrededor de las crecientes sombras
desparramadas en un área tan extensa
que ya no puedo controlar
ni sentir
o decir
alrededor de mi mano oscura
y la sombra creciente de los árboles
Mi cerebro
Las tinieblas de mi cerebro
Las cada vez más frías y apagantes
tinieblas de mi cerebro.








ESCRITOS PARA UN LUGAR DE REUNIÓN

Cuando acabe esta guerra
Cuando acabe esta guerra
juramos que nos daran ganas de correr y de volar
la oscuridad, de sacar este perro en las solapas
que no nos deja respirar,
de tirarnos de rodillas escupiendo tierra santa
y acémilas de estrellas entre los párpados,
de mojarnos las sienes para que la fiebre
no nos dilate el mundo, de iniciar el diálogo
y sin apretar los dientes,
solo dejando que la vida se descuelgue como una hoja
de nuestros pies cansados
Cuando acabe esta guerra
nos beberemos la sangre de todas las heridas,
el hilo el laberinto de estos países,
el pliegue de ilusiones que tuvimos a los veinte,
las cadencias isotéricas de heráclito, el fuego de tus labios,
los clichés literarios;
cuando acabe esta guerra
me cruzaré de manos y pies
en medio de la buhardilla atónita de huesos,
te pondré las espaldas alartijadas de leyendas,
romperé mi pipa mordida por tus besos
contra la llovizna y me declararé de nuevo
ciudadano de ese país inexacto
Cuando acabe esta guerra
me dedicaré a todos los oficios archivados en mis placeres:
recogedor de musgos, calafatero, ladrón de prostitutas, buhonero,
saqueador de iglesias de provincia,
poeta de primera categoría en la alcheringa,
micrósafo, arlequín de cortesanas impúberes,
bestiario artesanal, buda y cagliostro,
recolector artesanal de la historia final del universo,
apátrida tonante, curaguilla y amante,
amante y más amante
de ese sol silencioso solemne
sátrapa y sátiro
Cuando acabe esta guerra
(¿cuando acabe?)
empezaremos a preguntar
si de verdad habitamos cantones de cemento
si como caballeros naturales estuvimos durante largo tiempo,
de verdad, morando en lo instantaneo;
si para qué pusimos tantas balas y nos clausuramos
el deseo con la metafísica, si para qué en fin
con esa ingenuidad que nos hizo famosos,
nos declaramos tan videntes, tan dueños de la mística,
tan estrictamente rítmicos, fanfárricos, alucinados.
Con estos mismos adjetivos
empezaremos de verdad a preguntar y a preguntar
si cuando acabe esta guerra (cuando acabe)
la pregunta aún tiene sentido.









VISITAS DE MI MADRE ( I )

La primera vez viniste en primavera
vivíamos en la casa de tres pisos
con manuel y la carmen
francisco no había nacido todavía
y los italianos cosechaban las uvas
de los patios traseros
dejando acidarse el aire con ese fermento
repugnante de los vinos de ontario
tú te maravillabas de la suavidad esponjosa
de los quesos de holanda
del calor que te aplastaba al porche
y al zumbido de abejas enfiestadas con las flores
tejías incansable esas chalecas coloridas
que a sebastián le fastidiaba ponerse
(tan gringo él que prefería un cortavientos liviano)
y rumoreabas con el viento tu lenguaje de palabras inmóviles
y gestos hieráticos
mientras en la zona oscura de nuestra conciencia
volvía una y otra vez al horroroso país
de donde no quisimos salir nunca.







EXPERIENCIA CANADIENSE ( II )

Indicaciones de mirarse al espejo con la barba
raleando en las mejillas, los ojos hundidos
y entreverados a la ebanistería de los muebles.
Una súbita inclinación a volver más temprano,
un tangible cansancio en medio de la tinta
que va dejando en la caoba sus marcas polvorientas.
Las explicaciones están de más por ahora
y el tiempo abunda en las habitaciones desiertas
donde un gesto sigue cansadamente a otro, donde
las páginas se tornan amarillas y los libros
esconden su rostro verdadero tras las ventanas
de la memoria.
¿Qué puede uno saber ya en esos rasgos
dolientes, en todas esas voces que han llenado tu oído
en estos años? ¿Qué puede uno saber si el aire
se mantiene tibio y suave con su tono escarlata,
si la muerte es como un gesto borroso en un carnet
de direcciones, si los dos nos seguimos cayendo
como hace la comida de un tenedor tembloroso?
En este escritorio lleno de marcas húmedas
se acumulan las cartas y los poemas
como un bosque de palabras reunidas por el amor.
De todos estos años se te quedan pegados los deseos
que siempre son eternos: tus hijos que se llenan
de sonidos, esa cadena de parques soleados, un temblor
de caminos, el quehacer de la casa cada día,
y los años, uno tras otro, habitando cada hendidura
de nuestros cuerpos, con su color implacable.
Y de ésto estamos hechos: de horas grávidas y secas.
De la mujer que pasa resbalando sin ojos y de la otra,
entera en el ardor de hacerse cada día su mirada;
de esta mano que recorre la madera y recuerda
los hechos fatigados sin la carga que los hizo sublime
en los poemas, de esa imprecisa fotografía familiar
que perdura en los almuerzos y prosigue en los sueños,
de estos amigos que se nublan en un quehacer
de cajones secretos. De esta substancia enorme
de la alegría y la tristeza.
Ya viene el día en que estos anaqueles se vaciarán
mientras aguardan los camiones, en que nuestros nombres
se borrarán de las libretas y los registros municipales,
en que nuestras puertas y llaves desaparecerán en el olvido,
en que nuestro polvo y nuestra suma de sigilos
y hasta la manera de meternos el uno dentro del otro,
se convertirán en una pura posibilidad del pasado
y en que se buscará en cada rajadura
la huella de nuestros pasos perdidos.
Pero ¿qué puede uno saber? En este escritorio
lleno de páginas que crecen y se caen como dientes gastados,
los poemas seguirán escribiéndose y las viejas imágenes
moviéndose en el aire,
llenando celdas de silencio, cartapacios,
la huella de una cara en el envés de la luna,
las voces resonando en el hogar, saturando las escaleras
con su fervor y removiendo las sábanas
de estos diez años, aún tibios, aún
estremecidos, todavía
incendiándose
en el calor del acto





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