domingo, 7 de noviembre de 2010

1756.- LOURDES GIL

Lourdes Gil y Heberto Padilla


Lourdes Gil
Nació en La Habana, Cuba (1950). Poeta y ensayista. Estudió en la Universidad Complutense de Madrid y en New York University, Lengua y Literaturas Hispánicas. En la actualidad es profesora en el Programa Latin American and Caribbean Studies de Baruch College, CUNY, en la ciudad de Nueva York. Ha publicado los libros de poesía: Neumas (1977), Vencido el fuego de la especie (1983), Blanca aldaba preludia (1989), Empieza la ciudad (1993) y El cerco de las transfiguraciones (1996). En preparación, Anima vagula (poesía) y Paisaje extrainsular (ensayos). Poesía y ensayos de su autoría han sido publicados en revistas, antologías y libros en España, Inglaterra, Alemania, Suecia, México, Venezuela, Cuba y Estados Unidos. Pertenece a la Junta Directiva del Centro Cultural Cubano de Nueva York y es miembro del Comité de Literatura. Ha recibido premios y becas de las siguientes organizaciones: Fundación Cintas (1979 y 1991), Ford Foundation, Geraldine R. Dodge Foundation, Poetry Society of America y Virginia Center for the Creative Arts, entre otras.


LA EXTRANJERA

a Amelia Peláez
y a Carmen, por supuesto

Cada día se asoma a su jardín
de pájaros y helechos,
ensarta el reino
de lo visible a lo invisible.
Cada día fosforecen las ausencias
la ciudad se hace más dulce y más distante.
Cada día es invierno y primavera
cada día es guerra y pacto venturoso.
Más alla del patio y los vitrales
trituran su mural.
Cada día Amelia se sumerge
en el raído mimbre de su silla.
Allá afuera
llueve a torrentes y triunfan las urracas.


A BENAZIR BHUTTO

Morirían los vuelos siderales de tus ojos
moriría el musgo de tu cuerpo
el acorde de tus manos
el espliego de tu cuello en una ola de sangre.

No fue la hora prevista --tantas veces
falló el deseo de aniquilarte.
Más que bombas o balas
estalló el odio sucio, vertical
que te asediara desde tu nacimiento
que condenó a cada uno de los tuyos.
Vertiginoso Tántalo acechante
que aprendiste a iluminar de amaneceres
y pájaros febriles.

Hoy que la muerte y la violencia son el diseño cotidiano,
no recordamos los crímenes de ayer.
A chorros de manguera barrieron la evidencia
creyendo que el horror se aplacaría con el agua.
Pero la belleza es un prodigio
o un huérfano
un rayo de luz, una clave de sol.

Morirían tus ojos y tu cuerpo,
tu rostro babilonio
de Semíramis golpeada en las tinieblas,
el destino ifigénico legado por tu padre.
Pero aquí están tus libros
y tu escritura crece como plegaria unánime
imaginada para un país inexistente
--el sueño de esa cosa frágil que los griegos llamaron democracia.

La belleza es un rayo de luz, Benazir,
es un prodigio o un huérfano, una clave de sol.


MISERERE AL ALBA

“th’ isle, that will not let you
believe things certain …”
La Tempestad, Shakespeare

I.
Cómo aparecen
tus alas
sacuden el aire
las campanas de El Carmelo.
Domingo y amanece.
En el agua un cúmulo de cisnes
esparce la rubia ceniza
de tu pelo.
Y se encienden los hornos
la levadura crece
en las horas canónicas
y el cielo se inflama
y se posan las águilas
en las plazas vacías.

Cómo se anuda al corazón
la luz imprecisa de tenerte y no tenerte:
humo blanco, aceite ungido, camuflaje.

Porque en las islas no existen las certezas.

II.
Desde lejos se enuncian las liturgias
desde lejos los mitos y los anales cámbricos
desde los aguázales del África profunda
las plantas de papiro nos golpean la frente:
no auguraron esplendor de virreinatos
sólo humildes esquelas de retablos barrocos.
De más allá del Cunaviche
donde las islas no son ciertas
no son ciertas sus noches ni sus brisas
ni sus arenas traslúcidas son ciertas.
Desde el vértigo altísimo
cuando bajaban de los Andes
caravanas de mulas cargadas de plata
nosotros
solamente tendríamos
los tres inmensos pétalos
en la Bahía inexpugnable de La Habana:
flor trinitaria, historia muda, camuflaje.

Porque en las islas no existen las certezas.


CANARIEDAD

para Oscar Méndez Almeida

Gracias por este corazón
porque antes que los vándalos
descendieran sobre Roma
mucho antes
de que los berberiscos tomaran posesión
de los celajes y la niebla
antes que hollaran el polvo gris y las arenas
y transformaran
en constelación marina el archipiélago
tú invadiste
estas islas secretas
te acercaste
a su más profunda sima
y fecundaste
la raza de los guanches.


LA AMANTE DEL TENIENTE FRANCÉS

a Andrea O’Reilly

Yo inventé tu amor como se inventan tantas cosas.
Salía en la niebla y la llovizna solitaria,
daba largos paseos por la costa
mientras se hablaba de mí en voz baja.

Nunca te amé.
Ni a tu fantasma que acechaba en la maleza
y velaba mi sombra reflejada entre los patos del estanque.
Yo amé mi soledad. La amé con furia.
Amé la libertad de ir y venir por todas partes
mientras me señalaban con el dedo
como se hace
con las mujeres que sucumben a la pasión de un hombre.

Tejí la historia de tu abandono.
Fue necesario que existieras en la lengua suelta
de los pueblerinos de Lyme,
este baluarte inglés frente al océano.
Que las mujeres apartaran a sus hijos de mi paso,
sin sospechar que yo te fabriqué como se falsifica un pasaporte
por salir para siempre de aquel sitio.

Fuiste mi estrategia para la fuga.
Mi triunfo sobre la mediocridad
y la somnolencia de la provincia.
Mi mentira creció como la capa oscura
que protegía mi cuerpo en las heladas.
Yo les hurtaba el rostro para que no me apresaran con los ojos
mirándome de frente.

Dejadlos pasar, pobres seres
sin imaginación para el pecado.
Dejadlos hablar, a esos hijos de la maledicencia.
Dejadlos que permanezcan en su rincón del puerto
carcomidos por la ojeriza.
Quedaos allí,
junto a todos los tenientes venidos de Alsacia o de Lorena
que soñaron con hacerme su amante.

Mi burla ha sido el precio de mi libertad.
Me he salvado (por ti)
al huir de la tierra de mi nacimiento.


SUBLEVACIÓN DE PIRANDELLO

a Blanca y Raúl Rivero

el mito y la palabra nos engullen
su bocado
aplaca el vértigo impalpable

ya nada dicen
reposan sobre el mar
la brisa
es membrana sobre el agua
es otro el aire que respiro
el tiempo traga
deseo y voluntad

la luz distiende su arco frágil
irisa el latido de las olas
abarca espacios inaudibles
hace visible el huevo de oro

regresa a tu pálido elemento
al trueno interrumpido
al carruaje secreto
donde la desmemoria asciende
como ángel fellinesco


HABLANDO EN DIÁSPORAS

a Edward Said

Habría en tu vida un día como el de hoy:
asciende Orfeo en un avión lleno de niños
sin dejar rastros de migajas
como en los cuentos de hadas.
Un día en que a los cuatro vientos
esparce el miedo sus semillas
en una línea azul.
Un día en que los pasos fueran eco
de otros pasos
ruidos desconcertantes
penumbras del exilio.

Habría en tu vida un día así:
trazos de nuevos mapas
nos desplazan
y otras gentes
ocuparían nuestras casas

Un día en que el polvo quieto de las almas
removido
se apagara
como invisibles lilas
brotaron nuevas almas de la húmeda tierra
y los muertos caminan
entre los seres vivos.

Un día en tu vida como el de hoy:
23 de agosto de 1961
se rasga el velo de la esfera
cae su cáscara inservible.
Seríamos poetas
libres, esperpentos.

Un día para poder al fin
hablarnos
cruzar tantos océanos
atravesar distancias.


FINISTERRE

Quería preguntarte
si existen túneles entre las estrellas
si en tu noche total hay lapsos que engullen los relámpagos
si ves tábanos de luz.

Quería decirte que amanece
aunque te has ido
y que el asta violeta de Amaltea
hiere mi lengua embadurnándola
de mosto, sal caliente, hambre de dos.

Quería preguntarte, sobre todo,
si te alcanzó el diluvio de las piedras
el caos febril, la despedida,
la locura de Pound que ambos supimos era falsa.
Quería saber si tus oídos
abren su vuelo ante la curvatura del espacio
si alguna música te llega (Bach más que nada)
si te perturba el anillamiento de las aves.

Quería preguntarte tantas cosas.
Si sabes que el amor imita tus delirios
trastorna el orden de la vida, sus deleites
y en vano enciende cábalas y pozos y simientes.

Quería, finalmente, preguntarte
cómo haces
para que siempre seduzcan verbo y poesía
si desde donde ahora en libertad padeces
ves cómo se desliza tu barro incandescente
por las cálidas combas de mis manos.

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