domingo, 3 de octubre de 2010

1363.- JESSICA FREUDENTHAL

Foto: Anuar Elías.


Nació, de pura casualidad, en Madrid el 6 de junio de 1978. Es boliviana. Actualmente vive en la luna y desde allí contempla la ciudad ladrillo. Es glamorosa, en stereo y totalmente reciclable, hermosa como una botellla de cristal índigo llena de saliva. Dicen los gnomos del jardín que es orgiástica e insciplinada, intuitiva, mordaz y belicosa. Ha publicado hardware (Plural, 2004, Mención de Honor Premio Nacional de Poesía "Yolanda Bedregal") y Poemas Ocultos (Yerba Mala Cartonera, 2006). Dirigió el único número de la revista armatestum literario el mostro. Colabora con diversas revistas literarias. Parte de su obra puede encontrarse en antologías de México, España, Perú, Estados Unidos y Alemania.

Forma parte del consejo editorial de la revista de literatura La mariposa mundial

Es una de las organizadoras del Festival de Poesía La Paz y El Alto





Poema curita

Tú no ves, con tus ojitos de botón,
que yo podría volarte la cabeza;
tú no escuchas,
con tus orejas de corcho,
la música que engendra mi saliva.

Tú no sientes,
con tu corazón de hormiga,
que mi corazón,
es de carne molida por tu culpa.

Y cada vez que me golpeas
ni te fijas
que los moretones
pintan un hermoso lienzo
en mi piel blanca
abandonada.

Y yo no entiendo,
como tú
con esos ojitos de botón,
tus orejas de corcho,
el corazón de licuadora
y tu lengua de alfiletero,
puedes tenerme así:

Empolvada y rota,
hecha jirones debajo de la cama,
con las piernas abiertas
y el vestido levantado,
la piel de porcelana y los labios de papel,
toda enamorada
chorreándome
las ganas en las bragas.

Y yo no entiendo por qué admito
que me tengas así,
si yo podría volarte la cabeza....





Sophokleis

Hay que ser glamoroso
pero sin caer en la extravagancia obvia.
Hay que tener un peinado a go-go,
un piercing y un tatoo.
Hay que ser punky,
glam, rocker hippie,
raver y darketo.

Pero ante todo
hay que ser fashion.
Hay que tener un novio que piense
que la palabra “monogamia” es el nombre
de una comida japonesa.

Hay que oír música de elevador o de supermercado,
Pop desechable, enlatado,
easy listening digerido y masticado.

Pero ante todo hay que taparse los oídos.

Hay que ser culto,
Intelectualoide de café,
periódico y cigarro.

Pero ante todo hay que leer a Paolo Coehlo.





Polillas

Montes
ahora
pasajes invadidos por piratas.

Estanterías de la nostalgia,
del serrucho
y el más crudo olvido.

Marina apolillada
observa al graffiti
retorcerse en la pared

y yo
juego a perseguir a Faulkner
y a no hallarlo,
es pues intruso en el polvo.

-En este polvo-

Me invade
esa nostalgia,
la ridícula pose de poeta
en busca de la palabra que cierre
mi boca, la tuya,
la del abismo.

Esta nostalgia
pretendida
de calles que nombran nada,
la ciudad vacía,
la palabra que encalla
permanece inmóvil
olvido
colgando en la pared.





Princesas Disney




La Sirenita

La pecera tiene rajaduras.
Gotea.
Soy la niña gotera.

Ni pies ni cola de pez.
Tampoco ciempiés.

Yo soy, aquí estoy: sin mar y sin botas.

Los anzuelos flotan alrededor
junto a las luces de neón, las hamburguesas
y los cigarrillos húmedos.

Lo he mordido. He picado.

Tengo los labios agujereados
Por todos tus besos de plástico.

No puedo alcanzar la superficie
y todos los barcos han partido atormentados.

Tu no eres ni mitad príncipe,
ni tierra firme, ni isla desierta.

Yo no soy ni mitad pez, ni mitad hembra.

Yo soy sólo espuma
en la boca de una epiléptica
convulsionándose.






La Caperucita Roja

Consagraron mi vida
injustamente
a una canastilla.

Consagraron mis entrañas
a una caperuza
a un disfraz de niña.

Consagraron mi vida
injustamente
a un cuento sin final.

Jamás creceré.
Jamás conoceré las delicias de la carne.
Nunca regresaré con mi madre.

Me habré quedado con la idea
de que el mundo es un lobo hambriento.

¿Porqué la vida es tan dura?
Para dolerte mejor.

Quise vivir, pobrecita.
Quise crecer.
Quise creer.

Pero consagraron mi vida a las mentiras.





Jasmine

Aladino me frota la panza,
cree que soy una lámpara maravillosa.
No es mentira que yo le haya hecho realidad
muchos de sus deseos,
como el de hacerlo volar en una cama.

Aladino delira, hace mucho tiempo ya.
Olvida que soy una mujer y no una lámpara,
además yo ya he dejado de iluminarle los días.

El switch de encendido está roto como yo,
Y el genio no es más que un mal genio de rutina.

Aladino está a mi costado
y no deja de frotarme la panza.

Morimos de tristeza con un “había una vez”
atravesado en la cortina.





La Bella y la Bestia

De este cuento no hay mucho que contar.
No más que es puro cuento
y que yo soy bella
y tú un bestia.

Fin.



LAS AFINIDADES ELECTIVAS DE BOLIVIA

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