miércoles, 8 de septiembre de 2010

936.- CARLOS DRUMMOND DE ANDRADE




CARLOS DRUMMOND DE ANDRADE

Carlos Drummond de Andrade (Itabira, Minas Gerais, 31 de octubre de 1902 – Río de Janeiro, 17 de agosto de 1987) fue un poeta, periodista y político brasileño. A los 23 años edita junto a otros escritores La Revista, cuyo objeto era dar difusión a las expresiones del modernismo brasileño, movimiento que tiene su inicio durante la Semana de Arte Moderno realizada en São Paulo durante 1922.

En 1925 Andrade ingresó en la Facultad de Farmacia en Belo Horizonte, se graduó aunque nunca llegó a ejercer su profesión. Junto a su amigo Emilio Moura y otros amigos fundó La Revista, que fue uno de los principales órganos de difusión del modernismo local. En 1930 publicó su primer libro Alguna poesía. En 1934 se trasladó definitivamente a Río de Janeiro, ocupando el cargo de jefe de gabinete del nuevo ministro de Educación y Salud Pública. En ese mismo año ve la luz su segunda obra Brejo das Almas y en 1940 Sentimiento do Mundo.
Al finalizar la segunda guerra mundial y caer el gobierno de Getúlio Vargas, ocupó por un corto período la dirección del diario Tribuna Popular. Regresó al ministerio de Educación desempeñándose en la Dirección de Patrimonio Histórico y Artístico. En forma paralela una intensa actividad periodística a la vez que una riquísima labor poética. Ejerció en su país primero y luego en el mundo la representación de los altos valores del modernismo de Brasil (nacionalismo no dogmático, empatía con el pueblo, creatividad no académica y libertad total a la palabra). En su momento no tembló su conciencia al renunciar a un importantísimo premio nacional que iba acompañado de una gran cantidad de dinero ya que éste era otorgado por el entonces gobierno militar de su país.
Desde sus primeros libros la poesía de Drummond se destacó del resto; es un obsequio verbal de la más alta calidad; es auténtica, legítima y grande. Siempre mantuvo una estrecha relación con la gente ejerciendo el poema y su prosa de prensa. Este enorme autor brasileño (tiene 28 libros de poesía editados) es considerado por la crítica como uno de los mayores poetas del Brasil.
Murió el 17 de agosto de 1987 en la ciudad de Río de Janeiro, doce días después de la muerte de su única hija María Julieta Drummond de Andrade. Alcanzó gran repercusión con sus libros y a pesar de haber sido un fuerte candidato al Premio Nobel de Literatura rechazó cualquier nominación al Premio.

Obras

Poesía

Alguma Poesia (1930)
Brejo das Almas (1934)
Sentimento do mundo (1940)
José (1942)
A Rosa do Povo (1945)
Claro Enigma (1951)
Fazendeiro do ar (1954)
Quadrilha (1954)
Viola de Bolso (1955)
Lição de Coisas (1964)
Boitempo (1968)
A falta que ama (1968)
Nudez (1968)
As Impurezas do Branco (1973)
Menino Antigo (Boitempo II) (1973)
A Visita (1977)
Discurso de Primavera e Algumas Sombras (1977)
O marginal Clorindo Gato (1978)
Esquecer para Lembrar (Boitempo III) (1979)
A Paixão Medida (1980)
Caso do Vestido (1983)
Corpo (1984)
Eu, etiqueta (1984)
Amar se aprende amando (1985)
Poesia Errante (1988)
O Amor Natural (1992)
Farewell (1996)
Os ombros suportam o mundo(1935)
Futebol a arte (1970)
Naróta do Coxordão (1971)
Da utilidae dos animais
Antologías poéticas[editar · editar fuente]
A última pedra no meu caminho (1950)
50 poemas escolhidos pelo autor (1956)
Antologia Poética (1962)
Antologia Poética (1965)
Seleta em Prosa e Verso (1971)
Amor, Amores (1975)
Carmina drummondiana (1982)
Boitempo I e Boitempo II (1987)
Minha morte (1987)

Literatura para niños

O Elefante (1983)
História de dois amores (1985)
O pintinho (1988)
Rick e a Girafa

Narrativa

Confissões de Minas (1944)
Contos de Aprendiz (1951)
Passeios na Ilha (1952)
Fala, amendoeira (1957)
A bolsa & a vida (1962)
A minha Voda (1964)
Cadeira de balanço (1966)
Caminhos de João Brandão (1970)
O poder ultrajovem e mais 79 textos em prosa e verso (1972)
De notícias & não-notícias faz-se a crônica (1974)
Os dias lindos (1977)
70 historinhas (1978)
Contos plausíveis (1981)
Boca de luar (1984)
O observador no escritório (1985)
Tempo vida poesia (1986)
Moça deitada na grama (1987)
O avesso das coisas (1988)
Auto-retrato e outras crônicas (1989)
As histórias das muralhas (1989)

Traducciones al español

La bolsa & la vida (Instantáneas de la vida brasileña), traducción María Rosa oliver. Ediciones de la Flor, 1973.
El amor natural. O amor natural en versión de Jesús Munárriz. Con un epílogo de Manel Graña Etcheverry. Edición bilingüe. Madrid, Ediciones Hiperión, 2004. ISBN: 978-84-7517-796-0.
Sentimiento del mundo (Sentimento do mundo). Traducción de Adolfo Montejo Navas. Edición bilingüe. Madrid, Ediciones Hiperión, 2005. ISBN: 978-84-7517-865-3.






NOTA SOCIAL

El poeta llega a la estación.
El poeta desciende.
El poeta toma un auto.
El poeta va para el hotel.
Y mientras hace eso
como cualquier hombre de la tierra,
una ovación lo persigue
hecha algarabía.
Banderolas
que despliegan sus alas.
Bandas de música. Cohetes.
Discursos. Gente con sombreros de paja.
Cámaras fotográficas disparadas.
Automóviles inmóviles.
Bravos...
El poeta está melancólico.

En un árbol del paseo público
(gestión de la actual administración)
árbol grueso, prisionero
de anuncios en colores,
árbol banal, árbol que nadie ve,
canta una cigarra.
Canta una cigarra que nadie oye
un himno que nadie aplaude.
Canta, bajo un sol terrible.
El poeta entra en el elevador
el poeta sube
el poeta se encierra en su cuarto.

El poeta está melancólico.

De frente a los últimos acontecimientos


¡Oh! seamos pornográficos
(dulcemente pornográficos).
¿Por qué seremos más castos
que nuestro abuelo portugués?

¡Oh!, seamos navegantes,
pioneros y guerreros,
lo que se quiera seamos,
sobre todo pornográficos.

Puede ser triste la tarde
y la mujer puede doler
como duele un puñetazo en el ojo
(pornográficos, pornográficos).

Están sonriendo tus amigos
de tu última resolución.
Pensaban que el suicidio
fuese la última resolución.
No comprenden, pobrecitos,
que lo mejor es ser pornográfico.

Propónselo a tu vecino,
al chofer de tu tranvía,
a todas las criaturas
que son inútiles y existen,
propónselo al hombre de gafas
y a la mujer con el bulto de ropa.
Dile a todos: mis hermanos,
¿no queréis ser pornográficos?



BÚSQUEDA DE LA POESÍA

No hagas versos sobre acontecimientos.
No hay creación ni muerte ante la poesía.
Ante ella es un sol estático la vida,
ni calienta ni ilumina.
Las afinidades, los cumpleaños, los incidentes personales nada cuentan.
No hagas poesía con el cuerpo,
ese excelente y confortable cuerpo, tan adverso a la efusión lírica.
Tu gota de bilis, tu careta de gozo o de dolor en lo oscuro son indiferentes.
No me reveles tus sentimientos,
que se aprovechan del equívoco e intentan el largo viaje.
Lo que piensas y sientes, eso aún no es poesía.

No cantes a tu ciudad, déjala en paz.
El canto no es el movimiento de las máquinas ni el secreto de las casas.
No es música oída cuando pasas; rumor del mar en las calles junto a la línea de
espuma.
El canto no es la naturaleza
ni los hombres en sociedad.
Para él, lluvia y noche, fatiga y esperanza, nada significan.
La poesía (no saques poesía de las cosas)
omite el sujeto y el objeto.

No dramatices, no invoques,
no indagues. No pierdas tiempo en mentir.
No te aburras.
Tu yate de marfil, tu zapato de diamante,
vuestras mazurcas y supersticiones, vuestros esqueletos de familia
desaparecen en la curva del tiempo, son algo inútil.

No recompongas
tu sepultada y melancólica infancia.
No osciles entre el espejo y la
memoria que se disipa.
Si se disipó no era poesía.
Si se partió cristal no era.

Penetra sordamente en el reino de las palabras.
Allí están los poemas que esperan ser escritos.
Están paralizados, pero sin desesperación,
hay calma y frescura en la intacta superficie.
Helos aquí solos y mudos, en estado diccionario.
Convive con tus poemas antes de escribirlos.
Ten paciencia, si oscuros. Calma si te provocan.
Espera que cada uno se realice y consuma
con su poder de palabra
y su poder de silencio.
No fuerces al poema a desprenderse del limbo.
No recojas del suelo el poema ya perdido.
No adules al poema. Acéptalo
como él aceptará su forma definitiva y concentrada
en el espacio.

Acércate y contempla las palabras.
Cada una
tiene mil facetas secretas bajo la faz neutra
y te pregunta, sin interés por la respuesta,
pobre o terrible, que le des:
¿Has traído la llave?

Observa:
yermas de melodía y de concepto
se refugiaron en la noche, las palabras.
Húmedas aún e impregnadas de sueño,
ruedan en un difícil río y se transforman en desprecio.



Canto órfico

La danza ya no suena,
la música dejó de ser palabra,
el cántico creció del movimiento.
Orfeo, dividido, anda en busca
de esa unidad áurea que perdimos.

Mundo desintegrado, tu esencia
reside tal vez en la luz, más neutra ante los ojos
desaprendidos de ver; y bajo la piel,
¿qué turbia imporosidad nos limita?
De ti a ti, abismo; y en él, los ecos
de una prístina ciencia, ahora exangüe.

Ni tu cifra sabemos. Ni aun captándola
tuviéramos poder de penetrarte. Yerra el misterio
en torno de su núcleo. Y restan pocos
encantamientos válidos. Quizás
apenas uno y grave: en nosotros
tu ausencia retumba todavía, y nos estremecemos
R una pérdida se forma de esas ganancias.

Tu medida, el silencio la ciñe, la esculpe casi,
brazos del no-saber. Oh fabuloso
udo paralítico sordo nato incógnito
la raíz de la mañana que tarda, y tarde,
do la línea del cielo en nosotros se esfuma,
tornándonos extranjeros más que extraños.

En el duelo de las horas, tu imagen
atraviesa membranas sin que la suerte
se decida a escoger. Las artes pétreas
recógense a sus tardos movimientos.
En vano: ellas no pueden ya.
Amplio
vacío
un espacio estelar contempla signos
que se harán dulzura, convivencia,
espanto de existir, y mano anchurosa
recorriendo asombrada otro cuerpo.

La música se mece en lo posible,
en el finito redondo, donde se crispa
una agonía moderna. El canto es blanco,
huye a sí mismo, ¡vuelos! palmas lentas
sobre el océano estático: balanceo
del anca terrestre, segura de morir.

¡Orfeo, reúnete! llama tus dispersos
y conmovidos miembros naturales
y límpido reinaugura
el ritmo suficiente que, nostálgico,
en la nervadura de las hojas se limita,
cuando no forma en el aire, siempre estremecido,
una espera de fustes, sorprendida.

Orfeo, danos tu número
de oro, entre apariencias
que van del vano granito a la linfa irónica.
lntégranos, Orfeo, en otra más densa
atmósfera del verso antes del canto,
del verso universo, lancinante
en el primer silencio,
promesa del hombre, contorno aún improbable
de dioses por nacer, clara sospecha
de la luz en el cielo sin pájaros,
vacío musical a ser poblado
por el mirar de la sibila, circunspecto.

Orfeo, te llamamos, baja al tiempo
y escucha:
sólo al decir tu nombre, ya respira
la rosa trimegista, abierta al mundo.

Versión de Jorge Gaitán Durán y Dina Moscovich






Dulce fantasma, ¿por qué me visitas...

Dulce fantasma, ¿por qué me visitas
como en otros tiempos nuestros cuerpos se visitaban?
Me roza la piel tu transparencia, me invita
a rehacernos caricias imposibles: nadie
recibió nunca un beso de un rostro consumido.
Pero insistes, dulzura. Oigo tu voz,
la misma voz, el mismo timbre,
las mismas leves sílabas,
y aquel largo jadeo
en que te desvanecías de placer,
y nuestro final descanso de gamuza.
Entonces, convicto,
oigo tu nombre, única parte tuya indisoluble
música pura en continua existencia.
¿A qué me abro?, a ese aire imposible
en que te has convertido
y beso, beso esa nada intensamente.

Versión de Ángel Crespo







El mundo es grande y cabe ...

El mundo es grande y cabe
en esta ventana sobre el mar.
El mar es grande y cabe
en la cama y en el colchón de amar.
El amor es grande y cabe
en el breve espacio de besar.







En mitad del camino había una piedra...

En mitad del camino había una piedra
había una piedra en la mitad del camino
había una piedra
en la mitad del camino había una piedra.

Nunca olvidaré la ocasión
nunca tanto tiempo como mis ojos cansados permanezcan abiertos.

Nunca olvidaré que en la mitad del camino
había una piedra
había una piedra en la mitad del camino
en la mitad del camino había una piedra.

Versión de Rafael Díaz Borbón







Los que sufren

Las plantas sufren como nosotros sufrimos.
¿Por qué no habrían de sufrir
si esta es la llave de la unidad del mundo?

La flor sufre, tocada
por la mano inconsciente.
Hay una ahogada queja
en su docilidad.

La piedra es sufrimiento
paralítico, eterno.

Nosotros -animales- no tenemos
ni siquiera el privilegio de sufrir.







No, mi corazón no es más grande que el mundo...

No, mi corazón no es más grande que el mundo.
Es mucho más pequeño.
En él no caben ni mis dolores.
Por eso me gusta tanto contarme a mí mismo
por eso me desvisto, por eso me grito,
por eso frecuento los diarios,
me expongo crudamente en las librerías:
necesito de todos.
Sí, mi corazón es muy pequeño.
Sólo ahora veo que en él caben los hombres.
Los hombres están aquí afuera, están en la calle.
La calle es enorme. Más grande, mucho más grande
de lo que yo esperaba.
Mas en la calle tampoco caben todos los hombres.
La calle es más pequeña que el mundo.
El mundo es grande.
Tú sabes como es grande el mundo.
Conoces los navíos que llevan petróleo y libros, carne y algodón.
Viste los diferentes colores de los hombres,
los diferentes dolores de los hombres,
sabes cómo es difícil sufrir todo eso, amontonar todo eso
en un solo pecho de hombre... sin que estalle.
Cierra los ojos y olvida.
Escucha el agua en los vidrios tan calmada. No anuncia nada.
Sin embargo, se escurre en las manos,
¡tan calmada! va inundando todo...
¿Renacerán las ciudades sumergidas?
¿Los hombres sumergidos -volverán?
Mi corazón no sabe.
Estúpido, ridículo y frágil es mi corazón.
Sólo ahora descubro cómo es triste ignorar ciertas cosas.
(En la soledad de individuo
desaprendí el lenguaje
con que los hombres se comunican).
Otrora escuché a los ángeles, las sonatas, los poemas,
las confesiones patéticas.
Nunca escuché voz de gente. En verdad soy muy pobre.
Otrora viajé por países imaginarios, fáciles de habitar,
islas sin problemas, no obstante exhaustivas
y convocando al suicidio.
Mis amigos se fueron a las islas.
Las islas pierden al hombre.
Sin embargo algunos se salvaron y trajeron la noticia
de que el mundo, el gran mundo está creciendo todos los días,
entre el fuego y el amor.
Entonces, mi corazón también puede crecer.
Entre el amor y el fuego,
entre la vida y el fuego,
mi corazón crece diez metros y explota.
-¡Oh vida futura! nosotros te crearemos.







No lo hagas

Carlos, fácil, amor
es lo que ves:
hoy un beso, mañana nada,
y el siguiente día es Domingo
y por Lunes, quién sabe
qué sucederá.

Tonto, deberías resistir
o matarte, aún.
No lo hagas, Oh, no lo hagas.
Guárdalo todo para
la fiesta de bodas, nadie sabe
cuando vendrá,
o aún si vendrá.

Amor, Carlos, hijo de la Tierra,
pasaría la noche contigo
y, vencidas tus hesitaciones,
dentro crecería una maravillosa barahúnda:
rezos
estéreo
santos bendiciéndolos
avisos para las mejores marcas de jabón,
una barahúnda nadie sabe
de dónde, qué por qué.
Aún caminas
melancólico, vertical.
Eres la palmera, eres el grito
que nadie escuchó en el cine
y las luces se apagaron.

Amor en la oscuridad -no- amor por día
es siempre triste, Carlos, mi hijo,
pero no le vayas a contar a nadie,
ellos no saben y no tienen que
saberlo.







Permanencia

Ahora recuerdo uno, antes recordaba otro.

Día vendrá en que ninguno será recordado.

Entonces en el mismo olvido se fundirán.
Una vez más la carne unida, y las bodas
cumpliéndose en sí mismas, como ayer y siempre.

Pues eterno es el amor que une y separa, y eterno
el fin
(ya comenzara , antes de ser), y somos eternos,
frágiles, nebulosos, tartamudos, frustrados:
eternos.

Y el olvido todavía es memoria, y lagunas de
sueño
cierran en su negrura lo que amamos y fuimos
un día,
o nunca fuimos y que con todo arde en nosotros
a la manera de la llama que duerme en la leña
apilada en el galpón.



Reconocimiento del amor

Amiga, cómo carecen de norte
los caminos de la amistad.
Apareciste para ser el hombro suave
donde se reclina la inquietud del fuerte
(o que ingenuamente se pensaba fuerte).
Traías en los ojos pensativos
la bruma de la renuncia:
no querías la vida plena,
tenías el previo desencanto de las uniones para toda la vida,
no pedías nada,
no reclamabas tu cota de luz.
Y te deslizabas en ritmo gratuito de ronda.
Descansé en ti mi fajo de desencuentros
y de encuentros funestos.
Quería tal vez -sin percibirlo, lo juro-
sádicamente masacrarte
bajo el hierro de culpas y vacilaciones y angustias que dolían
desde la hora del nacimiento,
estigma desde el momento de la concepción
en cierto mes perdido en la Historia,
o más lejos, desde aquel momento intemporal
en que los seres son apenas hipótesis no formuladas
en el caos universal.
¡Cómo nos engañamos huyéndole al amor!
Cómo lo desconocimos, tal vez con recelo de enfrentar
su espada reluciente, su formidable
poder de penetrar la sangre y en ella
imprimir una orquídea de fuego y lágrimas.
Pero, él llegó mansamente y me envolvió
en dulzura y celestes hechizos.
No quemaba, no brillaba, sonreía.
No entendí, tonto que fui, esa sonrisa.
Me herí con mis propias manos, no por el amor
que traías para mí y que tus dedos confirmaban
al juntarse a los míos, en la infantil búsqueda del Otro,
el Otro que yo me suponía, el Otro que te imaginaba,
cuando -por agudeza del amor- sentí que éramos uno sólo.
Amiga, amada, amada amiga, así el amor
disuelve el mezquino deseo de existir de cara al mundo
con la mirada perdida y la ancha ciencia de las cosas.
Ya no enfrentamos al mundo: en él nos diluimos,
y la pura esencia en que nos transmutamos perdona
alegorías, circunstancias, referencias temporales,
imaginaciones oníricas,
el vuelo del Pájaro Azul, la aurora boreal,
las llaves de oro de los sonetos y de los castillos medievales,
todos los engaños de la razón y de la experiencia,
para existir en sí y para sí,
con la rebeldía de cuerpos amantes,
pues ya ni somos nosotros,
somos el número perfecto: Uno.
Tomó su tiempo, yo se, para que el «Yo» renunciase
a la vacuidad de persistir, fijo y solar,
y se confesara jubilosamente vencido,
hasta respirar el más grande júbilo de la integración.
Ahora, amada mía para siempre,
ni mirada tenemos para ver, ni oídos para captar la melodía,
el paisaje, la transparencia de la vida,
perdidos como estamos en la concha ultramarina de mar.







Unidos por las manos

No seré el poeta de un mundo caduco.
Tampoco cantaré al mundo futuro.
Estoy atado a la vida y miro a mis compañeros.
Están taciturnos pero alimentan grandes esperanzas.
Entre ellos considero la enorme realidad.
El presente es tan grande, no nos apartemos.
No nos apartemos mucho, vamos unidos por las manos.

No seré el cantor de una mujer o de una historia,
no hablaré de suspiros al anochecer,
del paisaje visto desde la ventana,
no distribuiré estupefacientes o cartas de suicida,
no huiré hacia las islas ni seré raptado por serafines.
El tiempo es mi materia, el presente tiempo, los hombres presentes,
la vida presente.







Vamos, no llores...

Vamos, no llores...
La infancia se ha perdido.
La juventud se ha perdido.
Pero la vida aún no se ha perdido.

El primer amor ya pasó.
El segundo también pasó.
El tercer amor pasó.
Pero aún continúa vivo el corazón.

Perdiste a tu mejor amigo.
No realizaste ningún viaje.
No posees tierra, ni casa, ni barco,
pero tienes un perro.

Algunas duras palabras
en voz tenue, te golpearon.
Esas, nunca, nunca cicatrizan.
Sin embargo, ¿existe el humor?



___________________________________
La Máquina del Mundo

Poema de Carlos Drummond de Andrade




Ponto Morto Pedro Sevylla de Juana

Había traído al castellano
desde el idioma portugués varios cientos
de poemas, hijos de muy distintos
bardos;
por eso me atreví con uno de los grandes:
Carlos Drummond
de Andrade y su audaz
y celebrado
“A Máquina do Mundo”;
pilar del Modernismo en este
Brasil
de mis desvelos.

“…se foi miudamente recompondo,
enquanto eu, avaliando o que perdera,
Seguia vagaroso, de mão pensas.”

Llegué al punto muerto,
ciertamente,
en la postrera estrofa, piedra angular
y cierre del poema.
Mas stricto sensu 
la dificultad,
insalvable por entonces,
de mão pensas
premeditada falta de concordancia
estaba en las tres palabras
últimas.

“Y como mis pies palparan suavemente 
una carretera de Minas, empedrada,
y en la aldaba de la tarde una campana ronca…”

Me animó el principio, lo confieso,
y creyéndome 
capaz de traducirlo entero
continué cargado 
de optimismo contagioso contagiándome:

“…la máquina del mundo se entreabrió
para quien de romperla ya se arrepentía
y solo por haberlo imaginado lagrimaba.”

Presentía mi inmodestia
algún inconveniente 
de los considerados menores.
Nada ni nadie iba a suponer obstáculo bastante
para que, mi fuerza expresiva, expresara
-raíz y tallo nutriéndose, armonía encadenada-
lo mucho que mi inteligencia compartía.

“Arrancó suntuosa y reservada,
sin emitir un sonido considerado impuro
ni un resplandor mayor que el soportable…”

Progresivos
sonido y movimiento, amanecían
martes y miércoles unidos,
jueves y viernes de la mano
y yo me las prometía
tan felices.

Ignorando aún
lo que ahora sé, mi conocimiento
borraba: Se abrió, para escribir
en su lugar: “Arrancó”: 
palabra clave.

“…esa exégesis integral de la vida
ese vínculo inicial y único
que no llegas a interpretar pues tan arisco…”

Filosofía, metafísica, teosofía, naturalismo,
sociología, sicología: entiendo al hombre 
en su conjunto y en las partes:
homo homini lupus; amor, primera fuerza
metafórica:
estoy bien preparado:
me dije: exégesis sin duda tiene ahí su hueco.
Sé adónde voy?: conozco un sendero.

“…y la gloria de los dioses y el imponente
sentimiento de muerte, que florece,
en el mástil de la existencia más gloriosa…”

Exultante estaba y convencido
de mis inestables reservas, ente yo
que se autoalimenta
alimentando la propia cambiante duda;
ya, viernes nueve,
poco antes
de las dos de la mañana,
desconociendo que en una noche 
posterior de insomnio
el laberinto de mão pensas
pensando y repensando 
iba a mostrarme su salida.

“…como olvidados credos requeridos
pronto y vibrantes no se dispusieran
a colorear de nuevo la cara neutra…”

Presto y fremente: pronto y vibrantes:
pluralizo porque preguntada Rê, 
momentáneamente lisboeta, no
puede darme ayuda,
ni el diccionario Priberam siempre tan 
atento a mis necesidades.
Recurro a Mario
también Andrade de apellido,
a sus cartas cruzadas con Carlos 
y no está en ellas la salida.
A Ester Abreu voy, último recurso,
y en su respuesta rauda y contundente,
minucioso análisis de las palabras,
leo, acepto,
y resuelvo 
motu proprio, escribir:
“olvidados credos requeridos”.

“…pasara a dirigir mi voluntad
que, ya de por sí inestable, se cerraba
semejante a esas flores indecisas...”

Descubría admirables el nexo literario, 
el ritmo, la pasión,
la vehemencia sujetada; pero en la amanecida
me intrigaba más aún
el sentido exacto que el poeta
quiso dar a las indómitas palabras
 “de mão pensas,” su concreción abstracta.

Me encontraba en punto muerto
esperando una resurrección imposible 
o un entierro profiláctico, cuando
la primera luz de la alborada, en otra noche,
iluminó mi mente trasladándome,
infante, a mi pueblo;
época agitada del trazado 
de esa breve carretera que va de Valdepero
 a Valdeolmillos.

Allí el burrero y su reata de asnos,
serones repletos de rocas;
allí los pedreros, que
con sus martillos largos
machacaban peñas, alisando;
allí los peones con sus paladas de tierra,
allí la máquina aplanadora,
apisonadora por buen nombre:
férreo cilindro macizo la rueda delantera
destinada a compactar el suelo, 
transformando
tierra y piedra sueltas 
en calzada resistente. 

Eso era, ahí estaba el quid.

Esclarecido y esclarecedor
me dispuse a retirar del engranaje el palo
en la traducción de "A Máguina do Mundo".

La acompasada voz silente de la cachazuda máquina,
vino a mí: atrás y adelante, adelante y atrás,
guiada por un operario experimentado,
sutil e inteligente,
que se hacía preguntas y respuestas,
y en los descansos muchos
bajaba a tierra para palpar con el pie el empedrado
o apoyaba, pensativo, en el timón 
los brazos cruzados, las manos sobrepuestas,
observando los trajines de los demás oficios
desarrollados a sus pies.

Saturados de murmullos: “hálito, eco
o simple sacudida”, mis oídos internos.
Lleno yo de un vigor intuitivo
destinado a seguir vertiendo
al castellano
esas “verdades más altas que tantos
monumentos erigidos a la verdad;”:
las tres robustas palabras últimas del vibrante
poema 
de Carlos Drummond de Andrade, 
adopté la decisión de terminarlo así:

“…poco a poco se fue recomponiendo,
mientras yo, valorando lo perdido,
permanecía indolente, mano sobre mano.”

PSdeJ El Escorial a 15 de agosto de 2013





La Máquina del Mundo

Poema de Carlos Drummond de Andrade
Traducción de Pedro Sevylla de Juana


Y como mis pies palparan suavemente
una carretera de Minas, empedrada,
y en la aldaba de la tarde una campana ronca

se mezclara con el murmullo de mis zapatos,
pausado y áspero; y aves flotasen
en el cielo de plomo, y sus formas negras

lentamente se fueran diluyendo
en la crecida oscuridad, bajada de los montes
y de mi propio interior decepcionado,

la máquina del mundo se entreabrió
para quien de romperla ya se arrepentía
y solo por haberlo imaginado lagrimaba.

Arrancó suntuosa y reservada,
sin emitir un sonido considerado impuro
ni un resplandor mayor que el soportable

por las pupilas gastadas en la observación
constante y dolorosa del desierto,
y por la mente rendida al registrar

toda una realidad que excede
su  propia imagen esbozada
en el rostro del misterio, en los abismos.

Se abrió en inocente quietud, e invitando
a cuantos sentidos y presentimientos conservaba
quien de haberlos usado ya los perdiera

y no deseara recobrarlos,
si en vano y eternamente repetimos
los mismos periplos tristemente desorientados,

invitándolos a todos, en tropel,
a habituarse a los desconocidos nutrientes
de la naturaleza mítica de las cosas,

así me dijo, empero, cierta voz 
 hálito, eco o simple sacudida
atestiguando que alguien, sobre la montaña,

a otro alguien, noctívago y desventurado,
en conversa se estaba dirigiendo:
“Lo que indagaste en ti o fuera de 

tu pequeñez y nunca se mostró,
incluso aparentando darse o rindiéndose,
y encogiéndose más a cada instante,

mira, observa, reconoce: esa abundancia
excedente en toda perla, esa ciencia
sublime y tremenda, pero impenetrable,

esa exégesis integral de la vida,
ese vínculo inicial y único,
que no llegas a interpretar, pues tan arisco

se reveló ante la vehemente investigación 
en que te desgastaste... percibe, considera,
abre tu pecho para hospedarlo.”

Los más soberbios puentes y edificios,
lo que en los talleres se da forma,
lo que discurrido fue y, seguidamente, alcanza

distancia superior al pensamiento,
los recursos de la tierra sometidos,
y las pasiones y los impulsos y los suplicios

y todo lo que explica al ser terreno
o se prolonga hasta en los animales
y llega a las plantas para filtrarse

en el sueño resentido de los minerales,
rota al mundo y vuelve a abismarse
en la insólita disposición geométrica de todo,

y el absurdo primigenio y sus enigmas,
sus verdades más altas que tantos
monumentos erigidos a la verdad;

y la gloria de los dioses, y el imponente
sentimiento de muerte, que florece
en el mástil de la existencia más gloriosa,

todo se manifestó en ese destello
y me reclamó para su reino soberano,
sometido por último a la visión humana.

Pero, como yo me resistiera a responder
a solicitud tan prodigiosa,
pues la fe se adormecía igual que el ansia,

la esperanza más exigua — esa aspiración
de ver desvanecida la densa obscuridad 
que entre los rayos del sol aún se filtra;

como olvidados credos requeridos
pronto y vibrantes no se dispusieran
a colorear de nuevo la cara neutra

que voy por los caminos mostrando,
y como si otro ser, distinto de aquel
habitante de mí hace tantos años,

pasara a dirigir mi voluntad
que, ya de por sí inestable, se cerraba
semejante a esas flores indecisas

en sí mismas abiertas y cerradas;
como si un don tardío ya no fuera
deseable, antes bien desdeñando,

bajé los ojos, negligente, distendido,
rehusando aceptar la cosa ofrecida
que se abría gratuita a mi intelecto.

La sombra más tupida ya descansara
sobre la carretera de Minas, empedrada,
y la máquina del mundo, rebatida,

poco a poco se fue recomponiendo,
mientras yo, valorando lo perdido,
permanecía indolente, mano sobre mano.

PSdeJ  El Escorial 11 Agosto 2013

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Biografía

Pedro Sevylla de Juana nació en plena agricultura de secano, allá donde se juntan la Tierra de Campos y El Cerrato; en Valdepero, provincia de Palencia y España. La economía de los recursos a la espera de tiempos peores, ajustó su comportamiento. Con la intención de entender los misterios de la existencia, aprendió a leer a los tres años. Para explicar sus razones, a los doce se inició en la escritura. Ha cumplido ya los sesenta y siete, y transita la etapa de mayor libertad y osadía; le obligan muy pocas responsabilidades y sujeta temores y esperanzas. Ha vivido en Palencia, Valladolid, Barcelona y Madrid; pasando temporadas en Ginebra, Estoril, Tánger, París y Ámsterdam. Publicitario, conferenciante, traductor, articulista, poeta, ensayista, crítico y narrador; ha publicado veintidós libros, y colabora con diversas revistas de Europa y América, tanto en lengua española como portuguesa. Trabajos suyos integran seis antologías internacionales. Reside en El Escorial, dedicado por entero a sus pasiones más arraigadas: vivir, leer y escribir. www.sevylla.com








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