jueves, 2 de septiembre de 2010

DANIEL J. MONTOLY [822]

Daniel J. Montoly 


(República Dominicana, 1968) estudiante de la carrera de derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Fue finalista en el concurso de poesía Latin Poets for Humanity, ganador del concurso de poesía de la revista Niedenrgasse y del "Editor's Choice Award" de The Internacional Poets Society. Ha publicado en el Primer Volumen de Colección Sensibilidades (España, Alternativa Editorial), Maestros desconocidos de la poesía contemporánea hispanoamericana (USA, Ediciones El Salvaje Refinado), Antología de jóvenes poetas latinoamericanos (Uruguay, Abrace Editores) y en Jóvenes poetas cantan a la paz (Sydney, Australia, Casa Latinoamericana). El Verbo Decenrrejado (Apostrophes Ediciones, Santiago de Chile) Antología de Nueva Poesía Hispanoamericana (Editorial Lord Byron, Lima, Perú) y en la antología norteamericana: A Generation Defining Itself- In Our Onw Words (AMW Enterprises, North Carolina). Algunos de sus poemas han sido traducidos al portugués, inglés y alemán. Colabora activamente con diversas publicaciones literarias y dirige el blog The Wrong Side, dedicado a la difusión de la literatura hispanoamericana.


Los pergaminos de salitre.

Una noche, se alzó por encima

de la monotonía,
sus manos viejas resonaron
como jóvenes pergaminos de salitre.
Sin renegar, su rostro
montó un caballo desolado
con cascos de fecha y viento.
El dolor estaba en apogeo,
o hacía, con cada lágrima,
a lo lejos, canciones invernales:
hojas prendidas de su cuerpo.
Se alzó ciego de angustia,
llenó con garabatos su alforja negra,
y en medio de los senos de la sombra,
pintó un aviso
con letras color a miércoles borrosos
para los hijos rotos de cada hombre
que le siguiera.
Nunca vimos apagarse su colilla,
mientras, se fumaba el cielo
con ambos dedos.


Labios de oscuridad.
Ese barco que se acerca
con su naturaleza
misteriosa
a morir entre mis dedos.

Un poema es un pedazo de luz
en la inexorable oscuridad
cuando se nos cae la máscara
y la ley del silencio
lo vuelve una pieza de orfebrería
o en la caja de resonancia
donde su significante
se confunde por los ruidos.





Atlántida dormida


To miss Eniva

Te cruzas a obscuras con mi boca
como sílaba
que se pronuncia
con la punta
de la lengua;
sin puntos y apartes
que entorpezcan
su lectura.

Mas mis torpes labios
no alcanzan
a adorar tu plenitud
de cuerpo,
porque te desbordas,
mar apetecida
bajo nocturnos visos
de lunas
que te cantan
boleros eróticos.

Y voy a tumbos
tocando cada contorno
que pronuncia
las ínsulas de tus caderas
como minero
que se expone al furor
de un derrumbe.

Te enciendes
como llamarada joven
que la brisa
del norte instiga
con melodías
reproducidas
con los roces del festejo.

Te entregas, Atlántida
dormida al saqueo
del paladar
que te conquista
con sus tambores de espumas
cuyos ecos de fuego
se canonizan
en tus sentidos.



la muchacha de Johannes Vermeer

(…) entre conjeturas que se vislumbran
antagónicas
a su origen –incierto- la sombra apuntalada
por la luz
sobresale a un primer plano
absorbiendo colores contraproducentes
dentro del marco de su mirada

la ambigua genuflexión del cuello refleja
dentro del juego con la imagen
el joven ejercicio de un rostro, cuyo destino
oscila perpedincular al de un arete:
“Habeas corpus” contra el tiempo



CANTO DEL LEVIATÁN

"Hoy se me ha perdido el mundo."
-Martha Kornblith-

I

Surges de mi oscuridad, refulgente monstruo
con los albores lascivos
te ensañas como un sátrapa
sobre su débil víctima.
Mis penas se suceden
como burlescos malabares
de grises trapecistas
por mi cuerpo anoréxico.
Siento escalofríos
apropiándose de mis preguntas.
Hoy reina el invierno en toda parte.
Entre viejas y dolorosas nomenclaturas
duermo este espíritu
sosegado, y sin escapatorias.

II

¡Bendita la noche que alberga tanto sueño!
- María Baranda-

Tu boca completa roza lo inocultable
disecando pedazos de cristales
de sordina en los extremos.
Tus ondulantes alas
inferiores
sellan mis huecos vacíos,
sacuden mis viejas ansias.
Siento que con la lejanía
tu voz se atraviesa en mi garganta,
forma bulliciosas olas
que como navajas placenteras
naufragan en mi piel indemne.
La maldita inquietud se desplaza
por mis frágiles huesos
barcaza arrastrada a orillas nocturnas.

III

"No habrá en ese atardecer
un color único que los cuerpos destelle."
-Gabriela Saccone-


Extiende tus labios para convertirte
en apetecible tormento.
Cansado ya del hedonismo platónico,
soledad, sueño que te ahogas
en aguas increpadas por mi boca.

Mas tu silueta permanece inmune
porque jamás logro quebrar
el péndulo que borrará en mí tus huellas.

Te rebelas contra mi voz. Pisa
por mis habitaciones húmedas
con bolsas de cenizas en tus ojos
con gritos de loba herida por resplandores.

Es el noveno día, y, aún el embrujado beso
pende del extremo sur del labio.
Tu halo me persigue como a una mosca.

IV

"Te damos gracias por la tiniebla
que nos recuerda la luz."
-Gabriela Saccone-


Detrás de frases difíciles la realidad
pesca con un desbordarse del asombro.
Las diarias preocupaciones
se juntan a formar escenas
para rendirle culto al sin sentido.
Mi espíritu por atarse al silencio
encalla en un largo espejo
que sólo refleja sombras.
Afuera, el olor a metales
y el haz de luna cruzan la plaza.
El fulgor rabioso de la noche
cae sobre la inercia del reloj de sol.
El hombre y las cosas dialogan
uniendo sus identidades.
Exiliado en otra dimensión
el mago mezcla oscuras hierbas
buscando escapar a su infierno numinoso.

V

"Uno debe oírlos, pero no aliarse
con sus huesos..."
-Julio Hubard-



Una vez beba de tus manos "La Cicuta"
bailaré un intenso tango
con melancólica incertidumbre.

Escucharé tus amargas pisadas
como fúnebres campanadas
despedazar mi entusiasmo.

El rigor del miedo apertrechado
en mis venas flácidas
construirá una estatua virgen
con despojos arrebatados al tiempo.

Seré un efímero desplazamiento
tu inaudible oscuridad
nombrando inexacto a un cuerpo
que la misoginia del otoño
se confundió de huellas
con el escarceo de las hojas.




REQUIÉM A LOS CEREZOS

A José Watanabe

Poeta, el cerezo florecido lágrimas
sobre la levedad de la tumba
te acoge como distinguido huésped.
Los bueyes llevan púrpuras guirnaldas
en sus menguantes cuernos
las garzas blanquean el lago
y en el fondo los peces
zurcen una estrella en tu destino
con el fulgor de sus escamas.
La brisa ruge detrás de los montes
como una leona enamorada
los pájaros escuchan sus rugidos
despiertan con sus vuelos
la apacibilidad del río de los rostros
donde millones de piedras encendidas
forman un bosque de arco iris.
Poeta, con tu muerte el cielo se cubre
con lentejuelas arrancadas
al vestido de lo incierto.
Las visibles huellas del invierno
se extienden a lo largo.
El guardián del hielo arrastra en soledad
sus pasos hacia el Monte Fuji.




Balada de los suburbios

Te escondes tras el makeup y el rimel,
triste, con la nostalgia retroactiva
en el útero marchito.
Masticas los malos días
con mecánica alegría de píldoras
y dejas hundir tus labios
en la parodia de la televisión.
El cartero no trajo hoy rosas para ti,
tampoco una notita
con la palabra: Te quiero.
Loretta, las flores del jardín
se llevaron su perfume
hasta confines foráneos.
Y tú, te aferras a su fotografía,
juras jamás volver
a pararte frente a la ventana
para no ver en el horizonte, a ese niño
de ojos vivaces y pelito negro,
ir en bicicleta a cazar relámpagos.




ILUSIÓN NOCTURNA

Los monjes de Egipto cavaban tumbas
para verter lágrimas en ellas;
hoy cavaría yo la mía y no caerían mas
que colillas.
-Cioran-


Partí mi corazón con un enigma
con la noche escondida
entre mis huellas
excavé, ebrio, en sus oscuros brazos
por una voz o un dedo
sobre los hombros
de mi angustia, mas sólo silencio
y sombra vi en el túnel.
Un rostro ahogado en hierbas
salió a mis pasos, a sellar mi boca
con sus besos de medusa.
Ya no siento miedo
todo bajo mis pies se rige por el cadalso.
Mi corazón es una flor
a intemperie de la niebla.




(V)

Los árboles mueren pero el sueño prosigue
-Ezra Pound-


A Karmen Blaquez


... La luna tiende
un sendero de peces
encontrados.
La palabra florece,
perdida,
olvidada,
donde habitaban las hojas,
sueño de un árbol
que desaparecía en la noche.

Ana Bolena

Ella durmió la muerte
entre sus brazos
cantándole nanas
de sirenas. Su vientre
se volvió
el juez inquisidor,
el negro zafiro de su tiara.
Sobre la renegrida torre
el primogénito
afila la guillotina,
la muchedumbre
celebra la salud del reino.




ROSA

Extraigo gotas de tu mirar
de alas breves, Rosa,
crezco en tu raíz de macramé
y me cuajo en tus versos
de baúles perfumados
con olores de tiempos añejos.
Encuaderno tu piel,
renuevo silencios ya maduros
para tener mañanas
entre mis dedos siderúrgicos.
Léeme en tu carne
el infinito que desconocen
las iglesias, dame tus temblores
para hacer jardines
grabados con manos tristes.
Muéstrame la litografía
de tus lunares púbicos,
tus secretos,
tus ojos vidriosos,
tus códices;
no economice limosnas
para ángeles:
son vértebras ambiguas
en las epístolas de Pablo.
Dámelo todo Rosa,
porque soy un niño
que orina átomos
de soledad por las uretras
y pluralizo polvo voluble
cuando duermo.
Déjame leerte en mis yemas, Rosa,
y verás orbitar tu vientre
en mi futuro
como un satélite florido y verde
poblado de lilas y lirios,
con largas nubes de cerezas...




SOME TIMES

Cuando la vellonera
y los llantos de los neones del olvido
deambulen por tu cuerpo,
por favor léeme en la ceniza del cigarro
que se pasea por tus manos de vampiresa,
búscame en el desgarro de tus pupilas...
Espero escucharte decir: Some Times.

Yo gnomo al fin,
me sentiré alegre curiosamente,
cruzaré los gélidos meridianos de la censura
a cubrirte con una hipótesis.
Se quebrará tu mutis en cuatro versos rítmicos
escritos por mí en tus papiros erectos,
empapelando tu futuro con anécdotas.

En ese instante negarás haberme visto
llenar tus flancos con agua fresca,
suave y tibia.
Resonarán las huellas de tu líquido
corriendo por mi habitáculo
como reflujos o lluvias de jóvenes inquietudes
a morir en los acantilados de mi pecho.

Yo seré el casto sacerdote de tu niebla,
ideólogo y creador de tus imágenes melancólicas,
poeta y dios. Nunca lo olvides,
que soy el orfebre de tus futuras vocaciones.
El Kama y Sutra de tus juegos sórdidos,
y tú serás mi auriga dentro y fuera
de este sueño angosto.

Si oyes que la vellonera llora
cuando la música son los roces de los cuerpos,
si observas tres tragos y un poema dormir sobre la mesa,
nómbrame en el dialecto que prefiera tu vagina.

Ya estaré lejos... Tal vez te duela.






MATEMÁTICA AMOROSA

Eres la dulce mariposa
que se arrastra en los cabellos
de mis páginas
a retozar con mis deseos
enfebrecidos por tus versos.
Desoyes los llantos del hastío
porque vengo a regalarte
las dulces pisadas de mi pluma,
a ahogarte con ángeles nocturnos
sintiendo aún sus pétalos mojados
de las caricias de mis besos.
Siénteme nevar sobre tus soledades,
y en voz baja
discute la magnitud de mis desvelos
disfrazados en la niñez
de tus lozanas retinas.
Pienso ser el espía
que en algún lugar de tus oídos
deje el mensaje de mi reloj
envuelto en ópalos trigueños.
Minaré con juramentos creíbles
los litorales de dudas
en el desconcierto de tus mejillas:
sabré plantarte océanos, ecos,
colinas de almohadas imparciales.
Entenderá mi dialecto
cuando mis signos crucen lenguas
con tus piernas, y mis brazos
enrejen tu cintura
fermentando delirios en tu sangre
que cicatricen mis huecos.
¡Ven!, vamos a firmar un armisticio
sin dicción, ni argumentos:
dame tus manos desamparadas
y siente a él fuego
prometerte un hoy sin adversarios
en el zodíaco oloroso
de jardines con claveles muertos.
¡Ven mujer, anhélame!,
que somos sol y luna:
la aritmética perfecta de dos cuerpos
que se juntan para amarse.



BALADA PARA KATMANDÚ

A las mujeres y hombres nepaleses
que tratan de hacer algo más que sueños.

Son las seis:
no sé si Katmandú duerme
o está despierta
aferrada a los gruesos párpados
de un Buda ceremonioso y cómplice.
Esta Katmandú:
mujer vejada por llevar úteros
y por ser reflejo de la luna.
Eterno cementerio de sombras analfabetas,
vadeado por los halos de humo
de los muertos incomprendidos,
que abandonan el mundo
montado en el rickshaw del misterio.
Dos gruesas pestañas rojas
bajan de tus cerros tristes:
la savia joven de Rukum y Rolpa,
que anegan los arrozales con futuros secos
debajo de las costillas salobres.
Tus uñas se hunden en el lodo diurno
por el linaje azaroso que te amordaza,
que te empobrece las médulas
de mujer oculta tras un manto sucio
con incienso lúgubre.
¡Oh, Katmandú!, lavas tu aura,
recoges tus vástagos dispersos
tras las huellas difusas de un Buda miserioso.
¡Levántate!, rompe en pedazos
este maldito silencio de siglos
que te ha circulado como mariposa grisácea,
y dejaras de ser
esa mancha negra sobre el fondo blanco
del Everest majestuoso que te inunda.






LOS MOSÁICOS DE ALEJANDRÍA

A Constantino Kavafís
Iba contigo escarabajo,
y me nacieron alas
en el camino del destierro.
Volé, Volé infatigablemente
hasta llegar al precipicio,
antes que aquello se hundiera,
pero el olvido metió sus manos, escarabajo,
y olvidé que la sombra de la esfinge
era yo mismo.






LA SOLEDAD DE LAS MÁSCARAS


En mi propia soledad encuentro la muerte.
Me veo entre los glaciares ancestros
como pez fluyendo por los siglos
con la boca sin horizonte,
siempre en silencio sobre esta tierra,
asilo impertinente,
casa de diarias preocupaciones
para subsanar la herida de los labios
y el hondo peso de los hombres
encerrados en las trampas de sus personas.




MIRADA EN SOMBRA

I

Sus manos se encerraron en la oscuridad
para no ser polvo, o sombras.
La inutilidad del pozo del oasis
forzó contra el viento las miradas de las alas,
de esos jinetes apocalípticos.
Tal vez, el camino empedrado de paciencia
le muestre la mujer
que gritó esa mañana, en sus pupilas
y desnudó ante él,
su escarabajo devorador de aliento,
el hueso mismo en su acrobacia.
No ha llegado el día. Toda la ausencia
reposará deficiente, en el sueño de grandeza,
o en el ojo de buey,
una galaxia casi extinta.
Jamás la marca será suya,
aunque Mamón le haya vendido cien historias,
aunque los pies de sus serpientes,
hayan borrado del futuro
las huellas de su infancia
en una tormentosa tarde. Jamás,
porque aún existe un lienzo
donde a soledad beberse el ojo.



II

Mientras góndolas y palomas
ahogan las catedrales,
se suceden eclipses
en las cúspides azules.
Ellos van a contarle a mis mujeres:
He ahí el vértigo de sus vaginas tristes
la dicha, por la que ahora sufren
y lloran, sulamitas, por el beso
de un extraño que nunca les dijo su nombre.
Toda su infancia han de reinventar
ese árbol… genealogía de viento.
¿Fui yo ese rico vagabundo
entre las dunas del bazar
o el amante, que al sol de Venecia
lamía sus femeninos genitales?
He de llegar al círculo. Existir,
a pesar de la máscara
escondida en una tumba de relojes.






HIGH


Ésta jeringa chupa más
que todo el legado de Drácula...

Oye, baby, que no sé mentirte
cuando pones esa cara
arrugada, y lloras,
y ruegas que no te deje
a mediocamino,
porque te sientes “high”.
Ahí, en la cima, y alcanzas
al ver la luz detrás
del par de tenis Chuck Taylor,
el ruido de la tele,
la voz inquieta del vecino
gritando: “estarán locos,
van a quebrar el piso”.
Entonces, te beso fuerte, y creo,
que somos dos torpedos
teledirigidos por la muerte.

(Referencias: El Wrong Side de Daniel J. Montoly)

No hay comentarios:

Publicar un comentario