RITA GEADA
(Pinar del Río, CUBA 1934) Doctora en Filosofía y Letras por la Universidad de La Habana. Poeta, ensayista, investigadora y narradora, ha alternado su quehacer literario con la docencia por casi tres décadas. Obtuvo la beca “Cintas” para Creación Literaria en 1978. Su obra ha aparecido en variadas antologías hispanoamericanas y cubanas, y tiene nueve libros publicados, de los cuales dos le han valido primeros premios internacionales en España: el “Carabela de Oro” por Mascarada y el “Luys Santamarina-Cieza”, en 2001, por Espejo de la tierra.
Geada salió de Cuba en 1961, tras graduarse de Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana, para ampliar sus estudios en la Universidad de Buenos Aires, y en vista de que la situación de su país se complicaba con el nuevo régimen comunista, decidió no regresar a la isla y, en 1963, viene a vivir como exiliada a Estados Unidos.
La autora, nacida en La Habana y criada en Pinar del Río, piensa que la decisión de exiliarse de su país y lo que ello conllevó para su vida y para su obra, es parte del aprendizaje humano y del destino, y que no se arrepiente de haber optado por vivir fuera de Cuba.
La poesía para Geada es una vocación que ella piensa heredó de su padre, y en sus poemas aborda temas variados con raíces en su infancia allá en Pinar del Río, temas que plasman el asombro humano ante la muerte, el mar, la enfermedad y el desgarramiento de vivir en el exilio.
Por varias décadas Geada fue catedrática de Lengua y Literaturas Hispanas en Southern Connecticut State University, New Haven, Connecticut, de donde es actualmente Profesora Emérita.
Fue por otra parte honrada con el primer Faculty Scholar Award otorgado por esa casa de altos estudios a sus profesores, y becaria Cintas para escritura creativa del 78 al 79, entre otras distinciones. Vive actualmente en Miami Beach.
Poemas suyos aparecen traducidos al inglés, por Donald Walsh, Catherine Perricone y Lori Carlson para numerosas antologías, y dos de sus libros le han valido premios internacionales de poesía: el “Carabela de Oro”de Barcelona por Mascarada, en 1969 y el “Luys Santamarina-Cieza” por Espejo de la Tierra en Murcia, en 2001.
La obra de Geada es estudiada en antologías, libros y revistas con trabajos dedicados al acto escritural poético. También en diccionarios críticos e historias de la literatura hispanoamericana y de la cubana.
Tiene publicadas, además, entre otras obras: Cuando cantan las pisadas, Desvelado silencio, Y el mar sigue batiendo y Esa lluvia de fuego que nos quema. En la Feria Internacional del Libro de Miami del 2013 presentó su nuevo volumen de cuentos Antes de que cambie la marea.
Rita Geada es nuestra pena mayor. Nacida en Pinar del Río, pertenece a la generación de poetas cubanos del sesenta. En 1959 su primer libro Develado Silencio recibe merecidos elogios de la critica. Recién doctorada en Filosofía y Letras en la U.H. recibe una beca de la Unión Panamericana para realizar estudios de postgraduado en Buenos Aires (1960) desde donde se traslada a vivir a los E. Unidos, Ha sido catedrática de Lengua y Literatura Hispanoamericana en la Souther Connecticut State University de New Haven. Es colaboradora asidua de publicaciones literarias dentro y fuera de los EE.UU. y su obra poética ha estado incluida en numerosas antologías como la bilingüe Women Who Has Sprouted Wings (EE.UU.), y en cursos de literatura hispanoamericana impartidos en diferentes universidades de los E. Unidos como: «La Literatura Cubana» curso ofrecido en la University of Souther California, «The Woman's Poetry» del Russell Sage College de New York y «Women Poets of Spain and Latín America» del Briarcliff College. Ha publicado Develado Silencio (La Habana, 1959), Ao Romper Da Aurora (Lisboa, 1963), Cuando Cantan Las Pisadas (Buenos Aires, 1967), Mascarada (Premio Carabela de Oro. Barcelona, 1970), Vertizonte (Madrid-Miami, 1977), Esa Lluvia de Fuego que nos Quema (Editorial Playor. Madrid, 1988) y recientemente la plaquette Poemas de New England.
Rita, en su mayoría de edad poética, pertenece al grupo de escritores cubanos del exilio cuya formación intelectual concresionó y está de inicio estrechamente vinculada a las formas de escritura de la Cuba prerrevolucionaria; la lucha entre su identidad y la inminente inserción en un nuevo y complejo sistema intercultural, que a todas luces fue visto en primera instancia como espacio temporal e itinerante, por momentos la nostalgia y el apego a una forma de escritura tradicional (no se entienda conservadora) como valladar al desarraigo y continente de la transculturación hacen excluible a Rita Geada de esa nomenclatura de escritores Cubano-Americanos, por cuanto se mantiene fiel, dando continuidad, a los preceptos renovadores que trajo consigo la escritura de los 60's en Cuba y es a través de estos que proyecta su experiencia vivencial, las más de las veces como recurso referencial comparativo, donde los «otoños de Connecticut», «las primaveras de New England» no son simples otoños ni primaveras, tienen sus adjetivos que les cualifican, y son poesía por cuanto representan una realidad anímicamente diferente a las estaciones de la isla añorada. No es sin embargo su poesía simplemente nostalgia, esta es superada en el oficio de quien entrega sensibilidad mediante la hechura consciente del verso. Su poesía tiene altos como de mar al romperse contra los arrecifes: oficio y alma, aquellos que en la temprana fecha de 1959 harían exclamar a Dulce María Loynaz. «Es Usted una poetisa verdaderamente inspirada y auténtica», y esa temporalidad que le salva para nuestras letras como si cada texto hubiese sido escrito cada día, cada segundo, en los comederos de la insularidad, puede que siendo isla ella misma.
La casa iluminada
A mi madre, a mi hermana, a René mi tío.
Todo vuelve al pasado
cuando la muerte aúlla
y el crepitar de los días
se deshace en cenizas.
Vuelven las mismas voces
vagando en la memoria
llenando en las estancias.
Y aquella casa
-viva para mí de nuevo-
de pronto se ilumina.
Casa clara de amor, de libros y de plantas.
Mi padre al escritorio leyendo o trabajando
o pasadas las diez con mi madre,
desde el portal llamándonos.
Y yo regreso a saltos de mis juegos
contando las estrellas por la acera
soñando más allá de los luceros.
Mientras en el portal ellos me esperan.
Y allá en la casa grande, la de al lado,
mi abuela -dulce panal donde abrevó mi infancia-
contándome historias de familia venida de muy lejos,
historias tan bellas y raras como leyendas.
Y recuerdo vagamente aquel daguerrotipo
donde estaba su abuelo junto a Schilier
en Austria o Alemania
con la romántica chaqueta roja del «Sturmer und Dranger».
Y en otro retrato
mi bisabuelo francés que en Nueva York fuera
orfebre de la iglesia «Sant Patrick»
ebanista de sus puertas.
Lo recuerdo en la pared con las cuencas (de sus ojos
hundidas
de tanto llorar al hijo que le fuera asesinado.
Todos regresan juntos a la memoria ahora,
todos portando lámparas, de lejos, del otro lado.
Y la casa, apagada, se hace toda de luces
(para mí de nuevo.
Una fiesta encendida en esta noche inmensa.
Y vuelvo al justo sitio de raíz y hierba buena
junto al naranjo de mi infancia
(y al columpio en que
soñaba.
Y regreso junto a días lluviosos y barquitos de
papel
navegando aquel patio vuelto luego arco-iris
en tardes bañadas en colores de trópico
ya sin este desgarro que me quema.
El tiempo se detiene.
El agua lo ha bañado.
Todo se enciende. Sí,
como era entonces.
La casa sobrevive iluminada.
POEMA DE LA ESPERA
Te espero así, sin conocerte,
renovando mis sueños eternos
al borde de la tarde refrescada de arena.
Te aguardo, desde siempre.
Con la ilusión y la agonía inútil
de las largas esperas.
Tal vez nunca llegues o tal vez no existas,
mas si acaso nuestras vidas convergieren,
mi nombre será el buscado con ansias
en tus noches azules,
en tus noches aladas.
La mujer de tus sueños he de ser.
Y tendrás mi corazón de agua
para aliviar tus sienes,
mi corazón de pétalos
para anidar tus sueños,
mi corazón al rojo
rendido a tu llama.
Y tendrás más que eso:
Mi corazón de estreno.
Tú vendrás viajero en tu bogar nocturno,
de tantas horas desesperadamente iguales,
oteando un nombre para darle a tu ensueño.
Arribarás al mío para en ti mecerlo,
me ofrecerás tus ojos de luna y de estrellas.
Me ofrecerás sincero tu corazón vehemente.
Y vendrán las olas a dormir en la playa...
Y vendrá un silencio a acunar nuestro amor.
Y entre cantos marinos y veleros lejanos,
entre enyodados besos y murmullos de espuma,
se besarán dos mundos.
V
Es la isla
la isla a la deriva
sola y desamparada.
Su historia es ya su pasado.
Tanto heroísmo, tantas vidas
por labrar un destino invicto
¿Qué fundaron? Quemadas las raíces ¿de qué
valieron?
Es el ahogado, la ahogada en el océano.
La isla
navegando sola y desamparada
quien por todos sufre
por la que todos padecemos.
ALGUNA VEZ EN UN TIEMPO SIN CADENAS
Si todo esto
no fuera más que un mal sueño
una pesadilla y no estos clavos.
Pero he aquí que nos despertamos cada día
trabajamos religiosamente
soñamos y amamos hasta el delirio
y vuelve la noche de cada noche
(con sus sombras
y llega el día en que caemos
en ese sueño último del que jamás
(despertaremos
sin que la pesadilla haya terminado
sin que la sangre y el crimen
hayan dejado de enlutarnos
ni las lágrimas de madres, ni de hijos,
ni de enteras familias desgarradas,
sin que el Golfo haya dejado de hacer de
(ergástula
sin que la maldad, la indiferencia y la ignorancia
(cesen
ni cesen los cantos de loas al crimen
de todos los falsos predicadores de paz
que portan amuletos de religiones falsas
con antifaz de novedosas,
Y he aquí que sobrevivimos,
un año y otro año
en medio de tantas catástrofes
de tantas hogueras que alimentan la historia
de tantos funerales calcinados de trenos
pensando que tal vez
todo esto no sea más que una pesadilla
y que como Segismundo despertaremos
alguna vez en el tiempo sin cadenas.
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