jueves, 9 de octubre de 2014

RAFAEL DUYOS [13.600]


Rafael Duyos

Rafael Duyos Giorgeta, poeta español de la Generación del 36, nacido en Valencia el 23 de noviembre de 1906 y fallecido en Madrid en 1983.

Nació en Valencia el 23 de noviembre de 1906. Pasó su infancia en Valencia, para más tarde trasladarse a Madrid donde cursó bachillerato, donde coincidió con los también poetas Agustín de Foxá y Luis Felipe Vivanco. Se graduó en 1922. Acabado el bachillerato ingresó en la madrileña facultad de medicina de San Carlos, especializándose en cardiología. Acabados sus estudios de medicina en 1929 comienza a dirigir la revista poética valenciana Murta, donde colaboran entre otros Max Aub, Juan Gil Albert y el dibujante Josep Renau. Perteneció al grupo de poetas españoles conocidos como Alforjas de la Poesía que había sido fundado por Conrado Blanco. Trabajó como médico en Tánger desde 1934 hasta 1941.

En 1942 deja de ejercer la práctica de la medicina para dedicarse a la poesía. Recorre Hispanoamérica en calidad de embajador poético. De su poesía destacan los temas taurinos, amorosos y religiosos siendo sus principales obras: Toros y pan (1932); Cabanyal (1933); Fragmentos de cartas jamás escritas (1934); Siempre y nunca y Junto al Plata (1941); Los ángeles hacen palmas y su segunda parte Desde los balcones del cielo (1946); Muecines y campanas (1952); Versos de la Pasión del Señor (1964); La Hora Décima (1967) y Versos a Roma (1981). Tras enviudar, su profunda religiosidad le llevó a la vocación religiosa, convirtiéndose en sacerdote en 1973 de manos del cardenal Tarancón. Falleció en Madrid el 24 de septiembre de 1983 tras someterse a una operación de próstata.




Yo no sé lo que es 'el mar'...
'La mar' sí que sé lo que es...
No digáis 'el mar', amigos,
porque 'la mar' es mujer...
Amante del pescador,
amiga del timonel,
esposa que siempre aguarda,
novia y hermana a la vez...
hembra de espuma que tienta
con sus olas en vaivén...,
sirena de blanco nácar
-mitad niña, mitad pez-
que a los hombres de la orilla
les tiende su verde red...
Quienes la llaman 'el mar'
de tierra adentro han de ser,
hombres sin brújula, ciegos
de su gracia, que no ven...
Yo, que he nacido a su vera
y mil veces la crucé,
niño almirante de sueños
en mi barco de papel
y, hombre ya, sobre los buques
gigantes, de ella a través...
Yo, que respiro su brisa
y esclavo soy de su ley,
y he crecido entre sus velas
y morir quiero a sus pies...
Si voy a bordo del verso,
con mi nombre -Rafael-
en el mascarón de proa
de mi mañana y mi ayer...
Si el coral mediterráneo
de sus labios mío fue
y amo sus besos de brea
en el oro de mi piel...
Si he bebido su salitre bajo el sol de los Roger
-de Lauria y de Flor, marinos
en la estela de la Fe...
Si es castigo a sus espaldas
vivir, para mí, y no ver
los cambiantes con que juega
la esmeralda de su tez..
Si esto que siento por ella
como entraña de mi ser
es amor y yo soy hombre,
¿cómo -¡oh, mar!- la nombraré?
Yo no sé lo que es 'el mar'...
'La mar' sí que sé lo que es...
No digáis 'el mar', amigos,
¡porque 'la mar'...es mujer!





Dos sonetos de amor

I

Ese perfume de tu piel que inunda
los poros de la mía si te abrazo,
deja en mi sueño el venturoso trazo
del rosal que, a mi mano, se fecunda…

Otra cosa no soy, si no profunda
semilla, polen sobre tu regazo,
estambre de clavel que aprieta el lazo
que te injerta a mi carne vagabunda…

Hueles, amor igual que los jardínes
de mi Levante moro de azahares…
Hueles, amor, a algas de mis mares

revolcada en la arena entre los jazmínes…
Y a nardo, a muerta, a estío en los pinares
¡y a la espuma que anuncia a los delfines!



II

¿Qué haré, amor mío, amor sin tu cuidado,
cuando noviembre llegue por mis venas…?
Ya no estarán en pie las azucenas
que yo cortaba en tu jardín vedado.

Pero de aquel jazmín que yo he guardado
entre dos hojas de sonetos llenas,
quedará la nostalgia de mis penas
junto al perfume de tu amor callado.

Y cuando me pregunten: y esto ¿qué era?
¿para qué esta biznaga mustia y rota
en el cuaderno de tus versos viejos…?

yo les diré que fue… ¡la primavera!
¡el zumo de unos labios, gota a gota,
sembrando la ilusión de huir muy lejos…!





Mantenedor cinco veces
y un año Flor Natural,
soy poeta de Requena,
por amor, por vecindad,
y por constancia en el dulce
menester,
de ser siempre su juglar,
llevando, a toda la rosa
de los vientos,
su Bandera Vendimial...

La Fiesta de la Vendimia
-Fiesta, por ser popular-,
suena dentro de mis venas
con requenense compás...

Mantenedor cinco veces
y un año Flor Natural,
lo sería,
por ella, mil veces más.

Siempre en puertas de septiembre,
cuando el estío se va,
por Requena y su Vendimia
mi musa rompe a cantar,
y m i corazón recorre,
gozoso,
Villa, Peñas y Arrabal...

Siempre en puertas de septiembre,
con sobresaltado afán,
el poeta, por Requena,
centinela... ¡Alerta está!

Verano - 1970



EL VINO

     ¡AQUI está el vino, aquí, sangre del hombre,
sangre de Dios, fontana de alegría...
     Aquí está el vino, aquí, para exaltamos
sorbo a sorbo, con tiento ó sin medida...
     Aquí está el vino dándole al camino
del corazón la luz que necesita...
     El vino con la aurora es ilusión
y fortaleza al mediodía
y en el tramonto es pórtico
del madrigal que por amor suspira..,
     El vino hace saltar
las cuerdas de la lira
y que reinen la calma y el silencio
en el mundo de ensueño de ras rimas...
     El vino -un vaso más, una penúltima
copa-, nos pone a punto las clavijas
de la guitarra y rompe la quietud
y abrasa, canta, ríe, llora y gira...,
     El vino... ¡Aquí está el vino...
Y en el Vino... ¡la Vida!

SAN ANTONIO - VERANO 1959





A la memoria del gran poeta requenense V. Serrano Clavero,
en el primer centenario de su nacimiento. R.D.G.

     Requena suena a piedra inconmovible
que en las murallas iza sus banderas
cuando el verano y el otoño juntan
sus vendimiales manos en la Fiesta.

     Requena sabe a señorío añejo
donde las uvas exprimidas llenan
ánforas con que el Cid escanció un día
para brindar por la feraz Valencia.

     Requena dice clara y susurrante
a todo aquel que hasta su lar se acerca
cómo el amor es más amor templando
los labios con el mosto de sus cuevas.

     Requena cuelga en sus bodegas hondas
un misterio de siglos y soleras
y enciende con el sol los caldos nuevos
rosándolos de luz a flor de tierra.

     Requena pone, sobre los altares
de su Virgen de los Dolores, velas
para el cáliz honrar cuando sus vinos
en la sangre de Cristo se conviertan.

     Requena da en la Villa un monacal
silencio a sus antiguas plazoletas
cuando septiembre apunta de amoríos
y entre pámpanos une las parejas...

     Requena escucha el son de una guitarra
que acompasa el rimar de sus poetas,
mientras jazmines y geranios pintan
los hierros de balcones y de rejas.

     Requena ofrece a todo caminante
que cruza por sus calles y glorietas
posada para el logro del descanso,
el que a Teresa de Jesús le diera...

     Requena con sus huertas y viñedos
en la idílica paz de sus aldeas, .
deportiva en sus nuevas avenidas,
comercial, industriosa, grácil, nueva...

     Requena sabe, dice, escucha, da,
enciende, suena, ofrece, pone, cuelga...
Requena dentro de mi pensamiento
siempre que sueño y quiero ser poeta...

     Requena sustentando las raíces
del pino que, en mi casa solariega,
dará sombra a mis años y a mis versos
en San Antonio hasta que Dios lo quiera...

     Requena, sin ser cuna de mi vida,
siéndolo de mis gozos y tristezas...
Requena, cerca o lejos, en la noche
de mis nostalgias, siempre tú... ¡Requena!

San Antonio de Requena
Verano de 1970






Romance de la Infanta Isabel

(LA CHATA EN LOS TOROS)


"Deprisa, que no llegamos,
quiero la mantilla blanca."
¡Qué run run por los salones
del Palacio de Quintana!.
Mayo y tarde de domingo;
en el piano, una sonata.
Se le deshacen los dedos
gordezuelos a la Infanta.
"Maestro Saco del Valle,
tanto Beethoven me carga.
Os lo digo sin rodeos,
Chopín sí me llega al alma.
Mientras me visto, tocad
este nocturno. ¡Caramba!
Son las cuatro menos cuarto,
no llegamos a la plaza."
Las damas transmiten órdenes,
"El coche a las cuatro". Pasan
las doncellas, con el traje
de su alteza lila y grana,
con encajes de Bruselas,
apretando cuello y mangas
y rematando la orilla
manola de la gran falda.
Mientras la visten, no cesa
de hablar la señora Infanta,
"Dame el abanico verde,
de Mercedes, mi cuñada,
el que ella llevó a los toros
cuando era Reina de España.
No, no quiero ese collar,
ni esos pendientes, no, nada.
Unos claveles prendidos
en el pelo, y a la plaza.
Vamos deprisa, ligeras,
que las cuadrillas no aguardan.
¡Ah! Recuerda que Romanones
viene a merendar mañana."
"¡Armas, armas a su Alteza!"
Grita el teniente de guardia.
Flecha de seda y charol,
sale el landó de la Infanta
y a ritmo de pasodoble,
van las yeguas alazanas,
llevando a Doña Isabel
de Borbón, casi en volandas.
Princesa, Bailén, Mayor,
Alcaláà"Dame el programa.
¡Ah!, hoy torea mi torero
¿Cuál es tu torero, Juana?"
"El mío es el Gallo, alteza".
"El Gallo, quien lo pensara,
torero gracioso, pero
no te arriendo la ganancia.
Yo de Vicente Pastor.
Uy qué raro, Antonio Maura.
Adiós, adiós, ¡cuánta gente!".
La Reina se queda en casa,
pretextando una jaqueca,
los toros la asustan. "Vaya,
ya estamos, ¿y mi abanico?"
Junto al coche de la Infanta,
la gente se arremolina
"Buenas tardes, muchas gracias
¿qué tal, Arbós? ¿a los toros?
No faltaré esta semana,
quiero asistir al estreno
que anuncian de ese tal Falla.
¿Qué hay, Benlliure?, Hola, Tamames,
con Dios, Duque de Veragua,
ya se, ya se que los toros
que hoy lidian son de tu casa".
Abren paso como pueden
los de la guardia montada.
Quitasoles, abanicos,
Almohadillas, naranjadas.
"¿Qué hay, empresario? ¿Contento?
Vengo yo sola, más ancha.
Si, si que me brinden toros,
no, no al contrario, me agrada.
Ya traía en previsión tres pitilleras de plata."
La Infanta llega a su palco,
y al entrar toda la plaza
puesta en pie se arremolina
batiendo alegres las palmas,
mientras la marcha de infantes,
resuena en la altas gradas,
y el sol pone al rojo vivo,
las barreras encarnadas.
En la andanada de sol,
con popular algazara.
Los morenos se alborotan
y gritan: ¡Viva la Chata!
Y en los tendidos de sombra,
las cabezas inclinadas
se rinden por un segundo,
ante su augusta mirada.
Cuando se sienta Isabel,
resuena el clarín de plata,
y entre un clamor, las cuadrillas,
cruzan la arena dorada.
Pastor, Machaco y el Gallo,
un trío de rompe y rasga.
La Almudena, la Mezquita
y un poquito de Giralda.
La corrida se desliza
bien y mal, una de tantas.
Doña Isabel de Borbón,
tras de la regia baranda,
bulle, ríe, palmotea
y hasta jalea en voz baja,
y rompiendo el protocolo
mas de un ¡ole! se le escapa
con el acento chispero,
que suspira en su garganta,
cuando Rafael el Gallo
tras su clásica espantada,
se adorna por bulerías,
con la larga afarolada.
La Infanta luego al salir,
la tarde ya de oro y malva,
desde Alcalá por Cibeles,
remonta la Castellana,
dan una vuelta, y por Génova,
suben después hacia casa.
En Glorieta de Bilbao,
al pasar piden horchata
de un puesto en que se le antoja
beber. No pueden pagarla,
no llevan ni un perro chico,
apuros de la azafata.
La Infanta y el horchatero,
ríen de muy buena gana,
"Ya te pagaré otro día."
"¿Pagarme? está convidada;
yo estoy ya pagao tan sólo
con verla a usted en mi casa,
y con poner un letrero:
¡Proveedor de la Infanta!"
Palmoteos, sombrerazos
el coche sigue su marcha,
"Fijaos, la Infanta Isabel,
¡Mirad, mirad si es la Chata!".
Cuando llegan a palacio,
la tarde ya declinada
un organillo en la esquina,
con ritmo alegre desgrana,
notas de "El cabo primero",
mientras presentan sus armas
al paso de la señora,
los soldados de su guardia.
"Vamos, que hay cena en Palacio
y en el Real, la Traviata;
como siempre llegaremos
al acto segundo. ¡Ah! llama
pregúntale por teléfono,
a la empresa de la plaza,
para el domingo que viene
qué corrida nos prepara,
yo quizá no pueda ir,
con esto de ser Infanta.
Demonios del protocolo.
No me negarás, mi dama
que este Vicente Pastor,
es el que manda en España,
se entiende, después del Rey.
¿Cómo dices? Si, si claro,
la noche, es noche de alhajas.
Quiero el collar de chatones,
y ese broche de esmeraldas,
quiero epatar a esa tonta,
embajadora de Francia."
"En fin, vamos a Palacio
¡ay! Con lo bien que se está en casa,
o como mi hermano hacía,
cenando por esas tascas
de tapadillo íay! Era un hombre
que aun siendo Rey se saltaba
las cosas a la torera.
¡Ay, madre y señora, quién
volver a nacer lograra
para ser solo mujer
en vez de nacer Infanta!..."
Unos segundos después,
con sus sobrinos estaba.
Las dos Reinas impacientes
se acercan para besarla.
Chicoleo con los nobles,
sonrisa a la diplomacia,
taconazos de saludos
golpes de las alabardas.
"Paso a su Alteza Real,
la Infanta Isabel de España!"
Fuera en la Plaza de Oriente,
las violetas pregonaban,
"el Heraldo, con la corrida
del Santo, fresquiiiiita el agua."
Y un chavea, un raterillo
con la colilla apagada,
por la calle Arrieta arriba
diciendo: "¡He visto a la Chata!"








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