lunes, 13 de octubre de 2014

PABLO ABRIL DE VIVERO [13.639]


Pablo Abril de Vivero

Pablo Abril de Vivero (Lima, 28 de octubre de 1894 - Montecarlo, 11 de abril de 1987) fue un poeta, escritor y diplomático peruano, hermano del poeta Xavier Abril y padre del pintor Francisco Abril de Vivero. Fue además un entusiasta promotor de la literatura y el arte; se le recuerda mayormente por su gran amistad con el poeta César Vallejo, con quien mantuvo una rica correspondencia durante las estancias de ambos en Europa.

Fue hijo de Carlos Abril y Borgoño y de Amalia de Vivero y Merino. No bien concluyó sus estudios escolares pasó a servir en la administración pública. Sucesivamente sirvió como amanuense en las subprefecturas de Chancay y Huarochirí (1912), y en el Ministerio de Justicia (1913-1915). Fue secretario del prefecto de Moquegua (1915) y de los ministros de Gobierno (1916-1917) y de Guerra (1918). Simultáneamente cursó estudios en las Facultades de Letras, Ciencias Políticas y Administrativas, y Jurisprudencia de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Perteneció esporádicamente al grupo Colónida que encabezó el escritor Abraham Valdelomar y colaboró en la revista revista del mismo nombre, asi como publicó algunos poemas en ¨Suramérica¨, la publicación semanal a nivel nacional dirigida por el periodista y también agente diplomático consular Carlos Pérez-Cánepa, seguido de un grupo de poemas de su autoría en la antología que publicaron los “colónidos” con el título de Las voces múltiples (1916). Por entonces ganó el primer premio en un concurso de madrigales realizado en Lima, que le fue entregado el 29 de abril de 1916.

En 1919 inició su carrera diplomática, que lo llevó sucesivamente a Buenos Aires Quito y Roma. Con su gran amigo, el escritor y poeta peruano César Vallejo, fundó en París una publicación literaria, La semana parisién, que tuvo efímera vida. En 1929 fue apartado temporalmente del servicio diplomático. Se estableció en Madrid, donde editó la revista Bolívar (1930-1931), quincenario cultural hispanoamericano en el cual colaboró Vallejo, entre otros notables plumas.

De vuelta al Perú, se desempeñó como bibliotecario del Ministerio de Relaciones Exteriores (1935-1937). Sucesivamente fue primer secretario de la legación acreditada en Colombia (1938-1941); consejero en la de Cuba ( 1941-1945); ministro plenipotenciario en Honduras (1945); y embajador en Uruguay (1945-1946), México (1946-1948), Bélgica (1957-1958), Venezuela (1959-1961) y finalmente, Dinamarca y Suecia (1961-1962). Fue también uno de los miembros que fundaron en 1945 el Instituto Peruano de Investigaciones Genealógicas.

Obras literarias

Publicó dos poemarios de entonación modernista:

Las alas rotas (Lima, 1917), con prólogo de Alberto Ureta, es una compilación de sus versos juveniles, a menudo abundantes y demasiados sonoros, a decir de Luis Alberto Sánchez.
Ausencia (París, 1927), con prólogo de Ramón Pérez de Ayala, reúne los poemas de su segunda juventud. Fue muy celebrado por César Vallejo en un célebre artículo publicado en la revista limeña Variedades, titulado: “Contra el secreto profesional. A propósito de Pablo Abril de Vivero” (7 de mayo de 1927). Vallejo destaca su estilo antielocuente y conciso.
En la prensa periódica publicó diversas poesías satíricas, a veces sin firma, así como ensayos y crónicas.

Hay que mencionar también un volumen de Cartas (1975), compilado por José Manuel Castañón, que incluye 114 cartas que Vallejo dirigiera a Pablo Abril y 37 respuestas suscritas por éste.

Valoración

Temperamento literariamente romántico, cultivo una poesía madrigalesca, de indudable fondo romántico. Al mismo tiempo, practicó el tono festivo y satírico, en intencionado sonetos, ninguno aparecido impreso ni firmado… Hombre ingenioso, encarna, por muchos aspectos, la inteligencia limeña, finamente engarzada con las novedades europeas. Abril es un poeta fino. Una de sus composiciones típicas es “Elegía ingenua” en la que se reúnen los elementos del neorromanticismo modernista
Luis Alberto Sánchez, en La literatura peruana, 1975, p. 1320.



A continuación, un ejemplo de sus celebrados madrigales:



COMO SOMBRA IGNORADA

No tener un regazo que nos brinde, piadoso,
tras los rudos cansancios del humano fracaso,
la ilusoria certeza de un sereno reposo.
¡No tener un regazo!

No tener una estrella cuyos níveos fulgores
en el alma nos rimen la sonata más bella,
en la noche enlutada de los torvos dolores,
¡No tener una estrella!

No tener un perfume redentor del cautivo
corazón, que en las redes del pesar se consume,
con la amarga nostalgia del recuerdo más vivo,
¡No tener un perfume!

No tener una amada, melancólica y buena,
que nos cante, muy quedo, la canción ya olvidada
del amor, y que sepa suavizar nuestra pena...
¡No tener una amada!

Y estar lejos, muy lejos del edén florecido;
y seguir siendo triste, soñador, dolorido,
y pasar por la vida como sombra ignorada,
sin tener para el alma que triunfó del olvido,
¡ni regazo, ni estrella, ni perfume, ni amada!...





Las alas rotas 

Tú desde entonces eras la elegida
para mi corazón aventurero,
y tenías que ser para mí, pero,
¡estabas tan distante de mi vida!.
Estabas tan lejana y escondida
en no sé que recodo de un sendero,
que te buscaba en vano...¡oh! el artero
destino cruel de mi ilusión florida.
En la inquietud de mi peregrinaje,
todos los privilegios del paisaje
decoraron mis múltiples derrotas,
Y al fin mi corazón, por un acaso,
se durmió para siempre en tu regazo,
ciego de luz y con las alas rotas!...






Estética

Realidad, incierta realidad o sueño.
Mujer siempre dormida en el poema.
Gacela despierta en suave paisaje de nube.
ausente de césped y horizonte





Exaltación de las materias elementales

(En desnudez intacta,
escalofrío, desmayo y sueño.
Debajo de sus senos nace un río
que olvida los temblores de su cuerpo).

¿Te quieres dar a mí hasta palidecer
desmayada en la noche?
¿Y que tu cabellera encienda
los trópicos íntimos del amor?

¿Sentir la claridad del alba
anegada en tus senos?
¿Hundirte en mí,
en la temeraria orfandad de la sangre?

Yo sueño verte un día
desnuda de tallos y de aurora,
señalando la transformación de las esferas,
alta de mediodía, cenital y luminosa,
solitaria, única: ¡eterna rosa!






Patética

Caída del éxtasis,
en el atardecer, entre pasiones e incendio,
música de silencio.

Tu frente se eleva como el fuego.

Se oyen los ríos, la corriente de la libertad y del paisaje.

La hoja independiente, la gota de agua,
iguales a un cosmos o poema.

Estás allí donde la sangre canta,
en lo desnudo del aire, en la vena del alba.




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