miércoles, 22 de octubre de 2014

MERCEDES MATAMOROS "OFELIA" [13.785]


Mercedes Matamoros "Ofelia" 

(1858-1906).
Poetisa, dramaturga y traductora cubano-española, nacida en Cienfuegos (Cuba) el 13 de marzo de 1858, y fallecida en La Habana el 25 de agosto de 1906. Asidua colaboradora en los principales medios de comunicación cubanos (en los que publicó numerosos escritos bajo el pseudónimo literario de "Ofelia", sobresalió en su época como una de las voces más fecundas y personales de la lírica hispanoamericana escrita por mujeres.

Quedó huérfana de madre cuando sólo contaba tres años de edad, por lo que toda su educación y crianza pasó a ser responsabilidad exclusiva de su padre, quien se esforzó en dar a la joven Mercedes una formación académica poco frecuente entre el resto de las mujeres de su tiempo. Así, entre las múltiples disciplinas humanísticas a las que tuvo acceso, pronto se decantó por el conocimiento de idiomas, lo que con el paso del tiempo le aseguró una brillante carrera profesional como traductora.

Sólo tenía nueve años cuando, sirviéndose ya del pseudónimo de "Ofelia", comenzó a enviar sus primeras colaboraciones a los periódicos más difundidos en su entorno geo-cultural, como El Siglo y El Occidente. Tal precocidad literaria no se quedó en mera anécdota, ya que en 1868 empezó a colaborar en La Opinión, de donde pasaría, poco después, a los rotativos El Triunfo, El Almendares y -cuando era ya adolescente- a la Revista de Cuba (1880-1883). Sin embargo, el próspero futuro que se le anunciaba como escritora se vio bruscamente ensombrecido por una repentina ruina de la economía familiar, sobrevenida a raíz de una enfermedad que acabó con la salud mental de su padre.

Este imponderable obligó a Mercedes Matamoros a abandonar su dedicación exclusiva a la creación literaria para centrarse en el ejercicio de la docencia y en la realización de traducciones de obras escritas en inglés, en francés y en alemán. De la primera de las lenguas mencionadas, vertió al castellano obras de Lord Byron, Henry Wadsworth Longfellow, Geoffrey Chaucer, Alfred Tennyson y Thomas Moore; del francés, tradujo a André Marie Chénier y a Alfred Victor de Vigny; y del alemán, hizo versiones de algunas obras de Johann Wolfgang von Goethe y de Johann Christoph Friedrich von Schiller.

Sin embargo, y a pesar de que había abandonado por razones económicas el cultivo de su vocación literaria, los ecos de antiguos poemas publicados en los medios de comunicación mencionados impulsaron a sus amigos y allegados a promover, en 1892, una feliz iniciativa: a instancias del escritor Antonio del Monte, se abrió una suscripción particular con vistas a recaudar fondos para la edición de las Poesías completas de Mercedes Matamoros. El éxito de esta iniciativa de sus amigos fue inmediato, ya que aquel mismo año de 1892 salió a la calle dicha edición, espléndidamente acogida por críticos y lectores. Este éxito animó a la poetisa de Cienfuegos a retomar sus afanes literarios, y así, al poco tiempo pudieron volverse a leer en los rotativos y revistas cubanos los artículos de "Ofelia", ahora prodigados en La Ilustración de Cuba, La Golondrina, El País, La Habana Elegante, La Habana Literaria y El Fígaro.

La palabra poética de Mercedes Matamoros cobró nuevos alientos a finales del siglo XIX y comienzos del XX, cuando quedó enmarcada en un grupo generacional integrado también por las poetisas Aurelia Castro y Nieves Xenes. En 1902, diez años después de la aparición de sus Poesías completas, ocupó los anaqueles de las librerías un espléndido poemario de la autora, El último amor de Safo, obra compuesta por veinte sonetos que tuvieron una enorme repercusión en los círculos literarios cubanos. Con esta nueva obra, la poetisa alcanzó un sólido prestigio entre los escritores de su tiempo, hasta el punto de que, cuando sobrevino su muerte, el Ateneo de la Habana se hizo cargo de los gastos ocasionados por sus funerales.

Al parecer, Mercedes Matamoros no sólo se dedicó al cultivo de la poesía y el artículo de costumbres. En su Bibliografía cubana del siglo XIX, Trelles cita una pieza dramática de la escritora de Cienfuegos, titulada Un invierno en flor, y fechada en La Habana en 1882. Se trata de una obra compuesta de un solo acto, que en la actualidad se considera perdida. Tampoco han llegado noticias hasta nuestros días acerca de su posible estreno.



CLEOPATRA

Del baño de alabastro, ante la clara
linfa, que ondula fresca y bulliciosa,
entre siervas, la infiel y voluptuosa
reina, al nuevo deleite se prepara.

El manto se desprende y la tiara,
y la seda de túnica lujosa,
quedando al fin desnuda y tan hermosa,
que la Venus de Milo la envidiara.

La sierva entonces que en su torno gira
al etíope le muestra allá en la entrada,
guardián inmóvil que en silencio admira;

Mas ella le responde indiferente;
-¡No es un hombre el esclavo! -y extasiada
se abandona entre espumas blandamente...





ANHELOS

Quiero aromar tus rizos abundosos
con perfume embriagante de verbenas;
y tu cuello enlazar con las cadenas
ardientes de mis brazos amorosos.

¡Quiero encender con besos fervorosos
la sangre que circula por tus venas;
y trocar en fogosas las serenas
miradas de tus ojos luminosos!

Porque siempre han de ser en mis amores
Venenosas las más fragantes flores,
borrascosas las noches y os días,

y así no olvidarás sus horas bellas;
¡que siempre dejan en el mundo huellas
las tempestades locas y sombrías.





CELOS

¡No me nombres jamás a otras mujeres!
Yo no anhelo saber si tus hermosas
sílfides son, o si parecen diosas...
Las odio a todas porque tú las quieres.

¡Cállate, por favor! No más alteres
mis sombrías pasiones silenciosas:
cual furias del Averno, tumultuosas
se alzarán contra ti, si me ofendieres.

Mas perdona...¡Oh dolor! ¡Yo bien ansió
doblar el cuello como dulce oveja,
y tras el golpe, acariciar tu mano!

¡Pero dueña no soy de mi albedrío!
Quien manda en mí y el crimen me aconseja,
es sólo el corazón, el gran tirano...!  





TORMENTO

Yo no puedo vivir sin contemplarte
ni puede ser dichosa sin oírte,
¡alas no tengo ya para seguirte;
voces no tengo ya con qué llamarte!

¡Quisiera ser voluble para odiarte;
quisiera tener fuerzas para huirte;
esquivez y desdenes para herirte;
orgullo y dignidad para olvidarte!

Mas no me atrevo ningún daño a hacerte
¡yo no puedo dictar fallo de muerte
contra el tirano cruel que me tortura!

Medito mi venganza hora tras hora
¡y en lo íntimo del pecho que te adora
para ti, caro bien. sólo hay dulzura!...





VENGANZA

Me levanté, febril, sin hacer ruido
a media noche; y cautelosamente,
fui a tu estancia, pensando amargamente:
-¡Podré matarlo cuando esté dormido!

¡Por tu abandono el corazón herido
lloraba sangre! Con furor creciente
a ti llegueme...¡te encontré sonriente
de blando sueño en el profundo olvido!

¡Cuán bello estabas! ¡por un breve instante
a la luz de la lámpara, mis ojos
vieron de Apolo el poderoso encanto!

¡Entonces recordé que fui tu amante!
¡Junto a tu lecho me postré de hinojos,
dejé el puñal y me deshice en llanto...!





VII. La orgía 

¿Te acuerdas...? Fue una noche deliciosa. 
¡Cupido en torno nuestro sonreía, 
y en el loco bullicio de la orgía 
a tu lado me hallé, tierna y gozosa!

Dulce vino de Chipre, en la preciosa 
copa, te dio a libar la mano mía; 
con mis trémulos brazos te ceñía 
¡más que nunca incitante y voluptuosa!

¡Sentí en mi boca un ósculo de fuego! 
Después, voluble, con suprema calma 
¡te fuiste, sin oír mi blando ruego!

Mas del beso fugaz quedó la huella, 
¡y aún palpita, encendido, aquí en mi alma, 
como en cielo nocturno, ardiente estrella!...





La bestia

En lo más negro de aquel monte umbrío, 
nuestro lecho, Faón, he preparado, 
¡de mi pecho el volcán se ha desbordado! 
¡de la fiebre fatal ya siento frío!

¿No escuchas a lo lejos al sombrío 
león, que con rugido apasionado 
responde a la leona, en el callado 
y hondo recinto de su amor bravío?

¡Amémonos así! ¡Ven y desprende 
de mi ajustada túnica los lazos, 
y ante mi seno tu pupila enciende!

¡Es el amor que humilla y que deprava! 
¡No importa! ¡Lleva a Safo entre tus brazos 
donde tocó el Placer le rinda esclava...!

Notas:
Poema retirado para no ofender los oídos de las damas habaneras...






La muerte del esclavo

Por hambre y sed y hondo pavor rendido, 
Del monte enmarañado en la espesura, 
Cayó por fin entre la sombra oscura 
El miserable siervo perseguido.

Aún escucha a lo lejos el ladrido 
Del mastín, olfateando en la llanura, 
Y hasta en los brazos de la muerte dura 
Del estallante látigo el chasquido.

Mas de su cuerpo de la masa yerta 
No se alzará mi voz conmovedora 
Para decirle: –¡Lázaro, despierta!–

¡Atleta del dolor, descansa al cabo! 
Que el que vive en la muerte nunca llora, 
Y más vale morir que ser esclavo.





I. Yo

Tengo el color de golondrina oscura; 
sombríos los cabellos ondulantes, 
y mis ojos ¡tan negros! ¡son diamantes 
en cuyas chispas la pasión fulgura!

Es urna de coral y esencia pura 
mi boca, en que los besos palpitantes 
buscan -cual pajarillos anhelantes- 
¡de la tuya el calor y la dulzura!

Mi cuerpo es una sierpe tentadora 
y en el mórbido seno se doblega 
¡lánguidamente el cuello como un lirio!

¿No es verdad que es tu Safo encantadora? 
¡Oh, ven! Y en este amor que a ti me entrega, 
¡tú serás el Placer y yo el Delirio!





XIX. Al amor carnal

Por tí olvidé -cual flores sin esencia- 
ilusiones de bien que fueron mías; 
y troqué por culpables alegrías 
lo más bello del alma, !la inocencia!

Lleváronse la paz de mi existencia 
tus locas noches y revueltos días; 
en el fuego mortal de tus orgías 
quemó sus níveas alas mi conciencia!

Hollé por tu favor lo más sagrado; 
apagué con tu risa el sentimiento; 
escondí en tu cinismo mis sonrojoas;

y en cambio, ingrato amor, ¿qué me has dejado? 
¡Sombrío, cual la noche, el pensamiento, 
inerte el corazón, secos los ojos!





En la muerte de Martí

Como aullidos feroces de jauría 
llega hasta mí la inmensa vocería 
de la turba española, que tu muerte 
hoy celebra con gritos de alegría. 
De espanto llena, con atento oído 
escucho ¡ay Dios! La historia infortunada 
del águila que ha sido 
por famélicos buitres destrozada; 
y siente el corazón el dardo agudo 
de un profundo pesar, como si viera 
hundirse para siempre en negro abismo 
al Genio, a la Virtud y al Heroísmo. 


Notas:
Primer homenaje literario hecho al Apóstol



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