Mario Antonio Rosa
Mario Antonio Rosa (Puerto Rico, 1966). Poeta, Periodista Cultural, Crítico Literario, Editor y Profesor de Literatura. Ha publicado Misivas para los Tiempos de Paz (1997), Editorial Isla Negra; Tristezas de la Erótica (2003), Editorial Isla Negra; y Duelo a la Transparencia (2005), Editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Ha obtenido el Premio Nacional de Poesía Guajana 2010 auspiciado por el Festival Internacional de Poesía de Puerto Rico, Premio "Turpial de Oro" de Poesía Sociedad Venezolana de Arte Internacional (2011), Premio Internacional de Poesía auspiciado por The Latin Heritage Foundation (2011). Es Delegado Cultural para Puerto Rico conferido por la Unión Hispanoamericana de Escritores con sede en Perú-Madrid-Israel.
PASAJE O ALMA
En la carretera un silencio
un arpa de hojas, alguien que se siente y solo es sombra;
esa lejanía desconocida sin transeúntes
esa voz de luz, indescriptible de todo.
El subir quebrado y perfilado de los robles secos
como el rostro de un patriarca dormido
la ausencia del agua, y lo que la imaginación duerme
como un corazón, a mapa de muchos ojos.
Miro al silencio,
toco el silencio y es el aire en panderos vivos
chasquea en los dedos sus auras nocturnas
se suben a la frente, no avisan su vacío,
oh la voz de la luz me va naciendo lejos
o tú, paisaje, en esa cortadura tibia de tu cercanía
vas abriendo artesanos surcos de ecos,
y nadie te ofrece, yo no te ofrezco, mis ojos se han ido,
contigo en otra noche sin encontrarnos,
alma y no sé qué cosa de tu desnudez, de tu valija,
donde siempre un eclipse guarda milagros
mientras voy en el auto, esta invasión solemne
se callando conmigo, todo es alma, en luces y desgarres,
o todo pudo haber sido yo
lejos de la palabra.
MAR DE VERANO
El mar amarillo del verano
con su fuego mojado y sus pronombres
la sensación de soledad bajo morada
y una ola pequeña consolándose en los pies
el mar herido con el sol
las nasas que se extravían al escándalo de resplandores
y los peces de otras noches cierran el escalofrío
en el mar amarillo de una mujer desnuda,
el viento que llega ciego en sus cruzadas,
se va en extranjería y amanece en tu cara
con ese ropaje dulce de náufrago rendido
porque las barcarolas que perecen tienen dueños en el alma
quizás tu propia astronomía,
esta es una flaca canción del mar,
puede ser esa acuarela que intentaba pintarme arrepentido,
en ese abuso de quemarme marinero en tierra
y no mirar atrás,
imaginado por tu único amor
imaginado sin nada,
rebelde y tuyo.
BOINA GRIS
Boina gris, es el último pájaro que conozco,
que trae pedazos del alba hasta mi ventana y los picotea
como si estuviese adivinando un cuerpo para astros
o echándole el rostro a la hierba
viaja a contraluz con el aire del campo
es dueño de las cosas pequeñas para el mundo
no tiene amigos; solo esa mansedumbre del aire que escribe sus abrazos,
que llegan hasta algún latido del mar,
para que el milagro del vuelo prevalezca.
Día a día le he ido escribiendo este poema,
lejano de los hombres, y hecho a su idioma puro,
coloreado con los racimos de sus vuelos y cantos desvariados
a veces desnudo en rebeldía, semisoleado de visiones,
a veces como yo, de frente a la noche
olvidado del tiempo, casi fuera de mí, en navegación ciega,
hacia cualquier tránsito,
como él, llegando con la aurora,
dios contrariado y tierno,
hermoso en sus eclipses.
VENTANA NOCTURNA
Dejo que el aire habite su costado,
las islas rotas desangradas por el sueño
el después de esa música donde cada quien se desnuda,
y va con su sudor, bajo lámparas calladas,
misa para desterrados, otros fuegos sin lenguajes
dejo que el aire sea tu ventana,
escucha,
lo lejano llueve sobre lo lejano
se acerca un aliento, unos pasos, un invisible,
escucha y esconde nuestra herida,
es mejor que tus manos sean esta noche
donde cada voz toca su despojo, agrede con ciudades,
imagina camas sitiadas de estatuas,
escúchame si estás enamorada, o fuiste enamorada
quédate de espaldas al mundo, nadie llega,
la noche nos derrumba en rebeldes invasiones,
es mejor que te escuches en el sublime oscuro
es alta la oscuridad en la suma de los seres,
deja que el aire te imagine,
escucha por el aire,
la fuerte herida del infinito.
DE KILÓMETRO SUR
VIII.
Este hombre, este pájaro interior
este milagro degollado de viajes hermosos
levanta su nueva marejada del desierto.
Ahora sientes el verano blanco y en pendientes
colinas hechas con agua de ciegas huellas
anacondas vigilan el próximo salto de la noche
deseando de la sed los mejores pantanos de amor
ya calcinadas de hambre
regulan el puerto de las estrellas,
hasta nunca saber qué muerte es cierta, reyerta de vacíos
al paso que nunca sabrá el tiempo.
Camino sin pensar en una pisada fiel
nada más con mi mochila, un cigarro y ron
apretándome el recuerdo de unos senos pequeños.
Llena de desvelos se enciende una cigarra
la noche es otro ojo que parte un océano de negación
¿yo?
De pronto nuevos robles se brindan en las alturas
una niebla para extraños sesga la cosecha de los sueños:
duermo.
(de Kilómetro sur, 2013)
Como un rastro...
Como un rastro de vino hacia la ausencia
tus ojos se despiden
ofrecen los cansancios de un celaje
y el baile manso
se apalabra en el espectro que nos usa.
Desnuda y última
la miel de un sueño creador
va tallando el viaje pronunciado
el cuerpo se retira a las cenizas
la vestidura es nueva
en infinita cal sobre luces
cuerpo final
al que no se puede nacer con mi semen y mis palabras
para vivir libre sobre los días de una fábula soleada
cantando los hijos del destierro
te voy amando extraño
el cuerpo miente y tus ojos se marchan.
MANIQUÍ
hoy estaba en el eclipse
el sol atacado en la vitrina
se hizo más imposible, más amado a muerte,
umbra espesa en secretos solitarios
y él, tan espigado en su tinta de prisioneros
con silencio unánime, brumoso en asomos
el cauce de la ropa y la intimidad del frío
el color servido en números y pliegues
fácil de romper los ojos, frente de alientos
la piel, como si fuese un sismo de muñecas
carrousel donde el pasajero se disipa
porque el sueño del maniquí se hace con raptos
y un cascabel lujoso en caídas ebrias
estaba en el eclipse con su humo
el sol sin escape en su barranca momentánea
puso sobre la sombra el aura de los pedazos
un brillo de cuerpo ronco, lápida de alas
pero es que él, maniquí, nunca huye,
no sabe hacer otra cosa que derrumbarse
perderse poco a poco contra mis ojos
lucir la lengua en charol de su pez cuchillo
preparada para los encuentros y los corredores
es una mujer exacta, es un hombre exacto
puede llegar a la belleza por su cacería de movimientos
y tiene fondo de ciudad, una ciudad hecha a martillos
pesados novilunios, trasmutaciones de metal
el sexo fuerte de las rúbricas, la estampa de espejismos
y el tren donde el silencio se cambia la ropa del milagro
lo miro casi suspendido en mis labios
bajo la vitrina del mundo, ahora soleada en cansancio
luego del eclipse y las soledades de la luz.
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