Nok Nogueira
(1983)
Emilio Miguel Casimiro es el nombre de registro de Nok Nogueira. Nacido en Luanda el 24 de diciembre de 1983, este escritor marcó pauta en sus inicios al conquistar, en el 2004, el premio Antonio Jacinto con el libro Señales de sílabas.
Nok Nogueira es periodista de profesión y ve en la literatura un escape del mundo real.
Ha trabajado en la televisión pública de Angola (TPA), y colaborado en el Diario de Angola con la publicación de textos poéticos y análisis críticos sobre música, literatura y artes plásticas.
Por la Unión de Escritores Angolanos (UEA) publicó los poemarios Tiempo africano (2006), y su tercer libro, Jardines de estaciones, en el que reúne composiciones escritas durante el período en que vivió en África del Sur.
Los siguientes poemas fueron escogidos del libro Sinais de sílabas (Señales de sílabas), Edición/INALD, 2004.
[Selección, traducción y nota: María de los Ángeles Rezk Pimienta]
Melodía
El alma busca en mí la melodía del pasado,
el brillo de las voces reprime fronteras de miedo,
el gusto del gesto, el pasto, el amor, mente perdida en cuerdas de
guitarra ardiente que suscita recuerdos a la vieja Chica del barrio obrero.
La tristeza de la melodía invoca el deseo de vivir, entrelaza el ansia
de lo vivido,
el amor brotando por las venas, el sudor intolerante entre los dedos
el júbilo insano de las voces atesorando espacios perdidos
juegos antiguos y amigas, pues el alma busca en mí la melodía del
pasado
el cuerpo esculpe el gesto en el compás de la danza, gotas de
lágrimas y sudor se estremecen en las banderas y en la emoción de la abuela
—¿Qué es esto, hijo?
—¡Independencia, madre, independencia!
Zungueira1
cabellos negros y rizos desplegados en la languidez de la brisa
delicadeza de canción feliz, historia de mis días,
risa linda en los dientes de marfil
ama cuando llama con la llama de su voz por las curvas de la ciudad
lleva al niño a la espalda, vence el miedo, vence feliz el asfalto,
pregona con fina voz, pierde el miedo, conquista la diversión
perdida en la infancia
y desciende por la calzada balanceándose con prisa
ternura de lince en la mirada que sondea la inmensidad del espacio
camina suave, airosa, sonriente, dominante, irguiendo el edificio de la vida.
Soneto para una flor oculta
ven osada, ven alegre morena
a pregonar a todos los aires tu sonrisa linda y alada
ven, no renuncies a la flor oculta del milagro,
quiero tenerte extasiada a mi lado
déjame sentir el aroma de tu perfume
buscar perdido e impedir la queja de las sombras
ven negra-mulata solo tú me faltas, solo tú agradas
a la creación con lucir tus ojos de plata
quiero dejar el brillo de las manos en tu senos
sellar en ti mi existir sin tristezas y sin recelos
sentir los latidos de tu corazón en el mío,
compás clandestino, desatino cóncavo de mi regazo
y dejar palpable en tu labios el aroma agradable
lo valioso de mis besos en el río de un sueño navegable
Acacia en flor africana 4º devaneo
si aún pudiese coger de tu vientre la fragancia encarnada de las acacias
tendría aún indulgencia para digerir el compendio de las frases
doradas
que encantan el paso del tiempo,
si aún pudiese sentir en la arena tendida la brisa en cada instante de
amor
convocaría al surrealismo de mi alma y me dejaría
secuestrado,
quizás inmóvil en la silueta de tus labios tan bellos que son míos
y derramaría flores y sudores en tu prado por ti, por mí, por nosotros
y por vosotros
para que nuestros días forjasen un nuevo edificio en el semen de la
Patria.
Notas
[1] Del quimbundo: vendedor ambulante.
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