Maria Alexandre Dáskalos
Hija del poeta angolano Alexandre Dáskalos, Maria Alexandre Dáskalos nació en Huambo (antigua Nova Lisboa), en 1957. Cursó estudios de Historia en la Universidad Agostinho Neto, entre 1979 y 1981. Allí comenzó a investigar sobre África y, en particular, sobre la historia de su país. En 1992 se radicó en Portugal. Obtuvo la licenciatura en Historia en 2000, y el grado de máster en Historia de los siglos XIX y XX (2005), por la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Nova de Lisboa, ciudad en la que ha trabajado como periodista e investigadora en el Instituto de Historia Contemporánea.
En 1991 dio a conocer su primera obra como poetisa, O jardim das delícias. Entre sus libros publicados se encuentran: Do Tempo Suspenso (1998), y Lágrimas e Laranjas (2001), ambos de la Editorial Caminho, Portugal.
En su ensayo «Bajo el signo de una nostalgia proyectiva: la poesía angolana nacionalista y la poesía poscolonial», la escritora y crítica saotomense, Inocência Mata, afirma que con la escritura de João Maimona, Paula Tavares y Maria Alexandre Dáskalos (a quienes ubica entre los más importantes poetas angolanos de la actualidad), «a la poesía rescata de la latencia y de los susurros el habla del país real», con «elementos sígnicos que enuncian todavía la posibilidad de una patria amada, no obstante la crudeza de la condición humana».
Selección, traducción y presentación: Olga Sánchez Guevara
Nació en mí una fuente
nada sabía de esa agua
hasta que encontré los márgenes
de esta escritura
que quise que fuese lisa
como una piedra mármol
Almendros silvestres
en flor
rasgando el verde
de la mata de invierno.
Plenitud de la madurez
como reloj de arena
marcando los cuarenta años.
El alma es como la arada.
¿Cuando volverán nuestras manos a deshilar
El haz amarillo de oro?
¿Qué otras manos que las nuestras siembran
El miedo y el silencio de la muerte?
¿Por qué este frío? ¿Por qué tan larga la noche?
¿Cómo se hace el mundo? ¿Cuándo comienza el mundo?
[Traducció de Joan Navarro]
Primer amor. Viví ahí.
Primer amor. Viví ahí.
Casa grande de ventanas abiertas
hacia el verde, llave de nuestro corazón.
Niños del buen Dios con historias diferentes
y el mismo temor y seguridad.
Todo tenía mucho color
como las casas recién pintadas
y las calles bajo la sombra de los árboles.
Desde los jardines veíamos los nuevos modelos de carros
de los años setenta.
Había conciertos para piano sin orquesta.
Y a veces, mujeres rubias, muy rubias,
cantaban músicas que desconocíamos.
Posábamos para los fotógrafos
jóvenes vírgenes esperadas a la salida de las clases
y oíamos If you are going to San Francisco.
Las fotografías de esa época están en casa de las tías
y nuestros ojos de tierra o de agua o de noche
no son lo que eran: por eso siguen siendo los mismos.
Ondulan las cortinas levemente
con la última brisa
más allá del seto junto a los muros bajos
oigo el bullicio de los árboles
inmensos y antiguos
y me recuerda un andante
de las Fantasías de Schumann.
Primer amor. Viví ahí.
El muchacho corría corría
no podía saber
de la diferencia entre las flores.
El muchacho corría corría
no podía saber
que en su tierra hay
fresas dulces y perfumadas
el muchacho corría corría
huía.
Nadie lo acogió en su regazo
nadie le detuvo la muerte.
¿Dónde caerá el rocío si las piedras se quedaran sin dueño
y sin historia
y sólo las cosas torpes y destruidas
cubrieran los campos y tornaran ceniza el verde?
Oigo ejércitos del norte del sur y del este
fantasmas lanzando el manto de las tinieblas
los rostros exiliándose de sí mismos.
Oigo los ejércitos y sofocan todo y cualquier sonido.
—¿No oyes la lluvia allá afuera, la voz de una mujer,
el llanto de un niño?
—Oigo los ejércitos, oigo
los ejércitos.
Quiero reconstruir todo - dijo alguien
y oímos caer los árboles.
Y vimos la tierra cubierta de acacias
y las acacias eran sangre.
Estamos al borde de un camino
—¿qué camino es este?
Inventan de nuevo el vuelo de los
pájaros.
Aquí ya se oyó abrirse el botón de la rosa
Resignación
De la resignación nada sé.
El mar está encrespado
soy un barco.
Guardo los zapatos, cierro las puertas
paseo bajo la lluvia.
Espero el viento
hay que recoger los frutos.
Tú descansas serenamente
hoja leve, por tierra,
fin de cacimbo2 .
Los héroes no vuelven.
Duermes, no quieres estar vivo.
Y ahora sólo me quedan
los poetas griegos.
El silencio dice: olvida.
Y la espina de la rosa enterrada en el pecho
es mía.
Los dioses no ayudaron en esto.
Maria Alexandre Dáskalos nasceu no Huambo (antiga Nova Lisboa), em Angola, em 1957. É filha do poeta e nacionalista angolano Alexandre Dáskalos.
Devido aos graves problemas decorrentes da guerra civil, em 1992 vem para Portugal com a mãe e o filho, reiniciando, em Lisboa, os seus estudos em História. Actualmente, é jornalista na RDP África e mestranda em História Contemporânea.
Para além de escrever para periódicos, publicou em Portugal, pela Editorial Caminho, Do Tempo Suspenso (1998), Lágrimas e Laranjas (2001). Obras anteriores: O jardim das delícias (1991); Do tempo suspenso (1998).
Fonte da biografia e foto: html.editorial-caminho.pt
O garoto corria corria
não podia saber
da diferença entre as flores.
0 garoto corria corria
não podia saber
que na sua terra há
morangos doces e perfumados,
o garoto corria corria
fugia.
Ninguém lhe pegou ao colo
ninguém lhe parou a morte.
Os anjos choram.
Uma cidade caiu
e os homens perderam-se nos trilhos
das casas agora desabadas.
As mulheres de joelhos em cima do
nada
já não sabem rezar.
Os anjos choram
e o balsamo de todas as
feridas
não chega até nós.
E agora só me restam
os poetas gregos.
O silêncio diz — esquece.
E o espinho da rosa enterrado no peito
é meu.
Os deuses nao assistiram a isto.
cheguei às portas secretas
atravessei as passagens interditas
e
no labirinto que negou os meus passos
vi tesouros que não eram meus
O IMPÉRIO
Algures um barco a afundar-se. Algures no Índico onde
tudo começou. As
tetravós envoltas em lãs saboreando a maresia, depois as
sobrinhas-netas
adolescentes. Usam cachos nos cabelos fartos. Blusas
brancas com
babados, golas subidas a arrematar em renda de frioleiras.
0 comandante passeava de quando em quando pela ala
das senhoras e
conversava-se sobre os trópicos. 0 barco estava cheio
de homens.
... Na mesma paisagem cactos gigantes. A flor de cacto-
cardo e flor da
noite. De novo o deserto e logo a montanha. Leite morno
e mais tarde
queijo curado. Lá fora no jardim as couves-flores
apoquentavam pela
ferrugem. Na cozinha os homens mexiam as saladas.
Intermezzo. Lento
ma no troppo. Ainda me lembro do primo afastado que
chegou e disse:
"sobrevoava aquela terra encarnada" — descia noutro
planeta. Depois
abrimos os baús de retratos a óleo e a carvão e desfilaram
as fotografias
em Pangim e Bombaim. Retratos e passado.
Circum-navegação.
De madrugada estavam estoirados e incapazes de refazer
o puzzle. Não
sabíamos da dificuldade: recomeçar no que se foi para
sair mais tarde ileso
e impune.
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