lunes, 4 de marzo de 2013

PAZ DÍEZ TABOADA [9348]




Paz DÍEZ TABOADA
(Vigo, Pontevedra, 1942)
Aunque nacida en Vigo, pasó su infancia en Compostela, la ciudad de su memoria sentimental y poética. Licenciada en Filología Románica y doctora en Hispánica, ha sido y es profesora de Lengua y Literatura Españolas de Enseñanza Secundaria y Universitaria. Y, desde hace muchos años, reside  en Madrid.

Además de estudios, artículos de investigación y divulgativos, libros de texto y otros trabajos propios de su quehacer profesional, ha editado a Gil y Carrasco, Bécquer y Valle-Inclán. Con su marido, Miguel Díez, es autora de Literatura Española. Textos, crítica y relaciones (2 vols., Alhambra, 1981 y 1984), Antología de la Poesía Española del siglo XX (Istmo, 1993), La memoria de los cuentos (Espasa-Calpe, 1998), Antología comentada de la Poesía Lírica Española (Cátedra, 2005).

Ha publicado los poemarios: Voces tomadas (1990), El fuego oscuro (1991 y 1993), El curso de la sombra (1994 y 1997), Rumor de vida (1996), Lucerna (1998) y Caída libre (2003)



   

Caída  libre
   




   



Me quitarán la ventura,
     no el corazón esforzado...
        Antonio Machado



I.   M A R C H A S   F O R Z A D A S


Cruzo un desierto y su secreta
    desolación sin nombre...
  José Ángel Valente



1. CLASE DE LATÍN EN LA CALLE DE LA TROYA

Cuando me lleve mi contraria estrella
      lejos de ti, me soñaré contigo...
Carolina Coronado
                

     Esta tinta olorosa me retorna,
con su aroma dulzón, a aquellos tiempos
de latines ingenuos y azulados,
de desinencias y conjugaciones:
lupus, lupi, vederunt o vedere,
ego nominor Leo... -¡qué difícil!-.
     A punto estaban de sonar las doce.
Por la ventana abierta subía el vocerío
de un mediodía orondo, rodando calle abajo.
Isolina y Chiruca berraban, desabridas,
por el precio tan caro que hoxe ten o peixe.
¡Qué bonus, bona, bonum! Pero pronto las horas
tocarán para mí eo, is, ire...
     -Las hojas olorosas, profesor, me las llevo
-le dejo su latín- a la tierra reseca
en donde apenas llueve. Ellas tienen la llave
para abrir la memoria de aquel dies, diei.
Su aroma romperá el hormigón del tiempo
y, con el corazón, -audio, audis, audire-
oiré en La Berenguela dar las doce.





2. EN EL ANDÉN

     Han perdido los sueños las señas de mi casa
o quizá se olvidaron de acudir a la cita.
Lo que me prometieron se salvó, pero, en cambio,
quedó, solo y desnudo, sentado en el camino,
sin que nadie acudiera a remediar el caso.
     Mientras espero el tren de madrugada,
cubren el horizonte tropas vociferantes,
uniformadas de oropel. Caminan
tras de su viejo dios -ese becerro-...





3. TÚNEL

     Avanzan, con los árboles que escoltan los raíles,
los perros ululantes de la ira.
Como avanzan las olas, se estrellan en los vidrios
las calimas tozudas que ocultan el paisaje.
     Rueda, rueda y, rodando, se remejen,
con maletas y bolsas, los proyectos perdidos
en la estación de la ciudad de piedra,
donde el humo luchaba con la lluvia.
     Esto fue ayer. Entonces los trenes respetaban
la líquida saudade del viajero,
la alegría brumosa del retorno
y la lágrima sola en la mejilla.
Hoy su silbo se pierde por el mapa
de esta devoradora oquedad sin futuro.
     (La negra boca bajo el monte áspero
     se abre ante un horizonte sin salida).





4. DOMINGO DE DOLOR

     El tranvía transporta las velas soñolientas
-hace ya mucho tiempo que los aires lo acunan-.
Una campana triste le abre paso entre el tránsito
y el olor a fritanga.
(Calamares, anillos de promesas inciertas).
Domina en los jardines el pardo, y la pobreza.
Abrigos humillados dejan a la intemperie
los miembros ateridos.
La esperanza se arropa con vergüenza y tristura.
Domingo de dolor. (Casi toda la vida).





5. POBREZA

     En una sola mano cupo mi pobre ajuar
cuando partí una tarde de la ciudad de piedra.
En esta tierra seca, ajena y hostigante,
se ha ido engrosando el parco patrimonio.
Ahora ya cuento por docenas sábanas
-para enjugar el llanto- y vasos en que bebo
el odio a tragos y el dolor a sorbos.
Se cubren las paredes de cuadros y se apilan,
apagando los ecos, los libros resignados...
     Pero, en cuatro mil tomos, no hay ninguno
que diga en dónde hallar la paz perdida.





6. PÉRDIDA

     Tenía aquel camino un horizonte abierto
y, sobre los ribazos, pequeñas flores cándidas.
     ¿Cómo encontrar ahora en el mapa su huella,
si se apagan las luces sobre el telón de fondo?





7. ESCAPADA

     Primero fue el amor, pero partió de viaje
hacia una meta oculta en la región del viento.
Así siguió vagando por un amplio dominio
hasta fijar los límites con áspera alambrada.
     Primero fue el amor. Desconcertado y tímido,
marchó siguiendo un vuelo difuso y disconforme.
Cuando quiso tornar al punto de partida
ya se alzaban las sombras contra el cielo estrellado.
     Como torres, mejor, como gigantes fieros
aspaventando el aire con afanes torcidos,
figurones informes -tristes, malditos monstruos-
recorrían en pelo los pasillos de casa.





8. NAVEGANTE E INSOMNE

     Anda sin rumbo y achicando llantos,
tensando trapos con la mano herida,
pues decidió marchar por espacios sombríos
donde juegan los monstruos con las cartas marcadas.
Se ha dejado arrastrar por las corrientes
que socavan, silentes, el misterio.
     Mejor así. Sin duda, es conveniente y justo
que a quien eligió el viaje se le convierta el suelo
en continuo temblor, en fluyente camino,
en tremante marea que, salobre y rizada,
le recuerde que tiene vocación andariega
entre hielos y espumas.
     Navega, pues, desde que la memoria
repobló sus absortas galerías,
ahítas de rencor, con los difuntos
que, ambulantes, esquivan el descanso
bajo la fría sombra de la piedra.
     Pero es mejor así. Y, aunque grite socorro,
desea navegar entre viejos fantasmas
y no piensa en volver a tierra firme nunca,
pues ¿cómo marcharía por plazas y jardines,
cómo, por los salones, quien viene chorreante,
náufraga de la furia de los mares del norte,
mordida por las sombras, cubierta de salitre,
sin sextante ni brújula,
perdidos el timón y la bitácora...?





9. ENTRE SOMBRAS

     Entre dos luces anda mi perfil desvelado,
desde el atardecer hasta alcanzar el alba.
De noche va mi senda, por la noche camino
una andadura torpe, braceando entre sombras.
     Retratando confusos volúmenes o masas
que se despliegan, ágiles, burlando mi objetivo,
recorro las cornisas y aleros, adoptando
la postura del riesgo, mientras la ciudad duerme.
     Cuando la luz avanza y se fijan los límites,
cuando el sol despereza los músculos dormidos,
yo corro las cortinas de la niebla y me embozo
con las estolas agrias de la melancolía.





10. COMO UN HILO

     Fue la esperanza larga. Estrecha y larga
como una jabalina. Por el aire
volaba y se perdía entre las sombras,
cuando el tiempo pesaba sobre el hombro.
     A veces me alcanzaba por la acera
y marchaba delante de mis ansias;
pero sólo una vez cogió mi mano
y me obligó a seguirla a contraviento.
     Ahora ya, carcomida, adelgazada,
intenta dar un paso y está a punto
de partirse una pierna. Sin embargo,
se escapa -toma un taxi- y se me pierde
días enteros sin volver a casa.
     La encontré ayer entre los Giacometti,
después de tanto trago de mal tiempo,
jugando, alegremente, a disfrazarse
de acabada y audaz obra maestra.







Los últimos tiempos



1.

¿Cómo fue...? Fue un relámpago
que desapareció, dejando sólo
un pálido perfil sin esperanza.
Y me pregunto ahora por qué el día
se estrelló en un reguero
de brillantes esquirlas puntiagudas.
He arañado la sombra y las paredes.
He manchado la voz y la mañana.
Y he roto el arco rojo del ocaso
que dibujaba un sueño verdadero.




2.

Vacié papelera y ceniceros,
tiré las flores mustias...
Sacudí las alfombras, extendí los tapetes,
recogí los periódicos y di cuerda al reloj...,
pero no pude disipar el plomo
de la mañana incierta,
ni poner la memoria en la hora en punto
para que no marcara,
para nunca jamás, las horas muertas.





3.

¿Cuál es el ignorado territorio
donde no entran el odio y sus harapos,
en donde la zozobra se diluye
en otra luz... Ese sereno ámbito
en donde el tiempo, en donde el gozo
vibran y los pasos
avanzan jovialmente...
y no van recorriendo los pasillos
los fantasmas que acechan, con su único ojo,
la marcha de mis pasos?





4.
Me desperté gritando, y el espejo
me asustó con la imagen de una loca asustada.
Una mujer ya vieja con el pelo revuelto
y el gesto disgustado por una imagen turbia.
Pero nadie oyó nada y la calma seguía
manteniendo los pliegues del silencio, cerrados.
Brillaba en el florero una luz que el espejo
doblaba en dos estrellas.
Me desperté en la noche y el reloj -¡ya te he oído!-
resolvía el problema con los pasos contados. 
El gris, todo era gris... Tanta ceniza
lavó su angustia en el claror del alba.





5.

¿Cómo será una luz sin perfiles de sangre, 
sin las manos crispadas sobre el muro?
¿Cómo será, si llega, el día sonrosado 
en que la sombra deje de tomar posiciones?...





6.

Se enlazan vuestros rostros
sobre el cristal de fondo.
Toda el agua es salobre
y cualquier vino es agrio.
Detrás de los cristales,
más allá de las luces,
se proyecta un desfile
de máscaras triunfantes.





7.

Quizá fueran los sueños que habitaban 
los márgenes gozosos del proyecto,
quizá un viejo temblor, aprendido en la infancia,
quizá el dulce sonido de la lluvia,
quizá tus ojos que me iluminaron
-linternas sordas- el paisaje umbrío...
Allá, donde no se oyen voces envilecidas,
donde no suenan gárrulas palabras,
donde la imagen cruda de la chusma
empalidece y cede. Allí es ahora.
Cierro mirada y ansia, y me deslizo
dulcemente en los brazos del silencio.





8.


                          Ed è súbito será...
                                Quasimodo


En este instante en que se cuela el día
por el vértigo oblicuo de la sombra,
paro la voz, enciendo un cigarrillo
y contemplo las huellas en la arena
del quehacer cotidiano que se evade.
Sube ya la marea borrando todo rastro
y estrechando el anillo del silencio.
Aún queda un resto, un último recodo
que habré de recorrer sin esperanza.
Luego se cerrará la luz. El día
caerá súbitamente, desplomado.








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