martes, 3 de julio de 2012

7199.- DANIEL OBLITAS




DANIEL OBLITAS (Nació en Lima en 1983 y murió en Buenos Aires en 2011)



Nací en Lima –Perú el 6 de febrero de 1983
Resido en la Argentina hace 10 años.
Llegué a este país en un bus naranja oxidado.
En los tres largos días de viaje no paramos de beber chicha
ni de entonar canciones del Zambo Cavero.
El chofer también bebía y los caminos se hacían abismales
las ruedas patinaban sobre el barro pantanoso de las rutas sin asfalto.
Y yo pensaba en ella, en ese aroma del mar pacifico
También recordaba con odio a esa vieja cristiana de su madre
que le decía que yo era un hereje bueno para nada.
Y en el milico de su viejo que me miraba con desconfianza
por saber andar con los cholos cantando huaynos.
En ese bus todos huían de algo, sus rostros lo decían
yo también, pero no determinaba cual de las dos razones
era la causante de mi partida.
Hasta que llegué a Retiro y me recibió mi padre, en su casa nos esperaba el asado y el vino.
Nos sentamos a la mesa y él masticando un trozo de carne
me dijo que en este lugar había que hacer patria con las fuerza de nuestros brazos
mientras lo escuchaba
pensaba que debía haberme quedado con mi madre
allá en las aguas del pacifico.
Hasta que la noche se hizo presente y buenos aires me atrapo.
Me vi envuelto en una tribu de desacatados que trafican gestos de amor en lo cotidiano.
Este lugar es parte de mí, como lo es el cajón vibrante de los negros de chincha.
Como la mazamorra morada y el suspiro de una Lima
que no dejo de recordar.





Durmiendo de día

al abrir los ojos
los sueños se pierden
como una descarga eléctrica
y el humo que sale de mis pestañas
se desvanece con los fantasmas en la luz

duermo de día
espero la noche
mi cama se niega a soltarme
con sus frazadas me atrapa
tomando la forma de mi cuerpo

despertar solo
es como perderse en un desierto 
el agua que crees ver
no es más que la misma arena
que te raspa la garganta

pero al lado de tu cuerpo
la naturaleza es aun más salvaje
y tengo ganas
de que cada respiración
sea como un tornado
que vuelve a enredarme los cabellos





La resignación

como miembro vitalicio
de la clase laboral
me resigno a estar en el mostrador
saludando cordialmente a los parroquianos

pero les confieso:
me gustaría ser el hijo de Al Capone
vivir de su patrimonio
apadrinando fiestas indecorosas

dándole de beber
a cualquier sediento
cansado de su condición






Aneurisma 

Ellos ya me creen dormido
hablan de sondear la arteria
abriéndome la espalda a pinchazos
y el mar golpeándome el pecho
en este quirófano invernal

adormecida carne
servida en la camilla
donde la hoja del bisturí
mortaja con su ciencia

y más allá de toda esta anestesia
sé que volveré a ver mi horizonte
de pie ante el suelo que me enseño a caminar

abatidos los parpados
descienden como cascadas
de una blanca luz artificial
en áridas montañas
grises por un cielo seco



mientras un viento me tira de los pelos
abrazo una gigante piedra
y le pido que me lleve
a un pacífico océano
donde pueda sumergirme
y luego volver a la superficie

al despertar
cobijado por las frazadas
la ventana trasluce la noche
con un sosiego celeste
y siento el céfiro labial
de un beso húmedo

De : Céfiro Labial (Huesos de Jibia 2011)




Hospital naval

la embarcación de cemento
sobre el asfalto se muestra impotente
y ni los vientos más tormentosos pueden moverlo

en sus ventanas esféricas
el afuera se refleja
como giros sucesivos

las chicas de traje blanco
y guantes acrílicos
nos incrustan sus jeringas
cargadas de anestesia

mientras mis venas absorven el suero
me veo aislado en este navío
como uno de los muchos tripulantes
que aguardan echados en camas altas
para irse nadando en un sueño
o salir caminando







Durmiendo de día

al abrir los ojos
los sueños se pierden
como una descarga eléctrica
y el humo que sale de mis pestañas
se desvanece con los fantasmas en la luz

duermo de día
espero la noche
mi cama se niega a soltarme
con sus frazadas me atrapa
tomando la forma de mi cuerpo

despertar solo
es como perderse en un desierto
el agua que crees ver
no es más que la misma arena
que te raspa la garganta

pero al lado de tu cuerpo
la naturaleza es aun más salvaje
y tengo ganas
de que cada respiración
sea como un tornado
que vuelve a enredarme los cabellos




Mirando el techo

me quedo en la cama
por un momento intemporal
dejando que el afuera
gire alrededor de otros

en un cubo tridimensional
cavilo boca arriba
y esa placa de cemento
que cubre el cielo
me pesa

a veces algún bicho
se posa en la pintura
y según la posición de mi cuerpo
decido si lanzarle o no
algún zapato

las persianas filtran
radiaciones solares
iluminando las partículas de polvo

se cuelan también las ondas disonantes
con tono tenebroso
de una masa en movimiento
y yo naufrago en las frazadas
sin intención de levantarme





Regocijado en la pereza

no pretendo alterar algo
ni dejar descendencia
pero quiero seguir mirando

rascarme la barriga
mientras el sol
atraviesa mis ventanas

el viento hace flamear las cortinas
también mis hojas
y las vibraciones de los parlantes
marcándome el ritmo cardiaco

haciendo nada
mientras todo está encendido
mudo el televisor
transmitiendo la hecatombe

navego en el computador
sobre una silla giratoria
deseando un aire acondicionado

Céfiro labial (Huesos de Jibia) es su primer obra publicada.






daniel oblitas . hospital naval, in memoriam 
(1983-2011)


la embarcación de cemento
sobre el asfalto se muestra impotente
y ni los vientos más tormentosos pueden moverlo

en sus ventanas esféricas
el afuera se refleja
como giros sucesivos

las chicas de traje blanco
y guantes acrílicos
nos incrustan sus jeringas
cargadas de anestesia

mientras mis venas absorben el suero
me veo aislado en este navío
como uno de los muchos tripulantes
que aguardan echados en camas altas
para irse nadando en un sueño
o salir caminando




Apenas uno de los muchos bellos poemas de Daniel, de su libro, Céfiro labial. Incluso en éste, sobre su trágica enfermedad, Daniel inventó un mar. Que sigas nadando en un sueño, sin dolor ya.






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