martes, 20 de marzo de 2012

6271.- VÍCTOR MANUEL MENDIOLA

VÍCTOR MANUEL MENDIOLA
Nació en la Ciudad de México en 1954.
Ha publicado entre otros libros de poesía:
Vuelo 294 (1997), Las 12:00 en Malinalco (1998), Papel Revolución (2000) y La Novia del Cuerpo; Flight 294/Vuelo 294 (Estados Unidos, 2002); Papier Révolution (Canadá, 2002); Tan Oro y Ogro (antología, 2003) y Tu mano, mi boca (2005). Ha publicado los libros de ensayos: Sin Cera (2001), Breves Ensayos Largos (2001) y Xavier Villaurrutia: La comedia de la admiración; las
antologías: Antología de Poesía Mexicana, Cuadernos Hispanoamericanos (1996), Poesía en Segundos (2000), Sol de Mi Antojo, antología de poesía erótica con tema homosexual (2001), La mitad del Cuerpo Sonríe, antología de poesía peruana contemporánea (2005), Tigre la sed, antología de poesía mexicana (2006). En 1981 fue becario del Centro Mexicano de Escritores bajo la dirección de Salvador Elizondo y Juan Rulfo. Es editor de Ediciones El Tucán de Virginia. Estuvo como
escritor residente en Banff, Canadá. Fue becario del Sistema Nacional de Creadores y presidente del PEN Club de México (1997-2000). Dirigió el Festival Internacional Letras en el Golfo de 2000 a 2006. Obtuvo el Premio Latino de Literatura 2005 por el libro Tan oro y Ogro, que otorga el Instituto de Escritores Norteamericanos de New York. Recientemente la editorial inglesa
Shearman Books publicó en inglés una selección de sus poemas entre los cuales se encuentra Tu Mano, mi Boca que fue reseñado por el Times Literary Supplement.



En la tarde

ANOCHE comprendí
que n

o tenía lengua ni boca
cuando te encontré.
Desde mi oscura silla
me quedé mudo
viendo correr
el bien del día.
Pensaba: cómo
acariciar tu pie,
cómo mirar
de nuevo la alegría que vi
en la sed de tu melancolía,
una alegría donde te pensé.
Pensaba: si me arranco un dedo,
lo uso de oreja
para oír todas las cosas
que suben en tus ojos
y en tus trenzas.
Y ahora te oigo
en el iluso huso de las horas
y escucho el peligroso sonido
de las rosas
cuando piensas.





Rousseau recuerda a Yadhiga

YO te vi
en una selva del futuro
rodeada de animales
y un helecho.
Había dos leonas
y el estrecho tronco de un árbol,
viejo pero puro.
Recostada en el rojo
satisfecho de tu diván,
soñabas en el muro de un día,
que era como el claroscuro
de una noche;
soñabas en tu lecho
la selva de oro
donde los leones
sueñan con las leonas
y las pavas reales
se divierten con su gallo.
Yo te vi en una selva
de espadones verdes,
bajo el olor
de las guayabas,
andar en sueños,
huir a caballo.





Puerta

NO sé hacia donde debo caminar.
En el inexplicable recorrido de los días
levanto un muro y mido su ancho y su altura
para dibujar en el muro
una puerta con sentido,
una puerta genuina
que dé al mar con todos los deseos de nadar,
una puerta
que me hable en el oído y que diga:
la noche
está ahíta
y en las estrellas
hay un mar neumático;
y los delfines
nadan pisos flojos.
Una puerta
en la que una pajarita
abra las alas
bajo un sol acuático
y me tumbe el sombrero
y los anteojos.





Blanco sobre
blanco

Al hacer el amor
pienso que la blancura de tu cuerpo
pierde sentido sobre
la blancura del mío
como si fuera inútil
que un color se disuelva
sobre el mismo color.
Pero un minuto más tarde comprendo
que las calladas olas pálidas
de nuestros cuerpos
sí tienen un sentido,
porque cuando se encuentran
son el paisaje
de un ruido tan cerrado,
móviles ondas quietas,
y que nos apretamos
de la misma forma
que se aprieta un cristal
bajo la presión del viento
rompiéndose en un abrazo
de astillas y hendiduras,
fragmentándose
en un silencio de agua y aire
dentro de nuestra carne
en la noche del cuarto.

Y que tiene sentido
romper tu espejo contra el mío
para mirar
en las quebradas piezas reunidas
mis pies o hallar tu boca
en la blanquísima repetición
de nuestros cuerpos.




TU MANO, MI BOCA


1. Un plato es una mano ahuecándose con sed o con hambre.

2. Un plato es una mano abriéndose en su pozo para recibir o para arrebatar.

3. Aunque me ilusiona su aspecto bondadoso, el plato –esta mano– no tiene escrúpulos.

4. El plato da, finge generosidad; pero el cuchillo está detrás de él.

5. El plato es un hueco duro y temible. A pesar de su aspecto medido y amable, la sangre y el hueso están en lo hondo.

6. No importa si estoy bien o mal vestido, no importa si soy bien o mal educado, cuando el plato descansa enfrente de mí, me domina y me hace –aunque me vuelva un niño o una mujer– el hombre armado.

7. Un plato sobre la mesa es una luna sobre un bosque de miedo.

8. Sobre la mesa,
en la madera dura,
inmóvil sangra
el plato de la luna.

9. Una taza es un hueco indeciso entre abrir y cerrar, entre sincerarse y ocultar.

10. La taza juega o se equilibra entre dos aguas o entre dos continentes simultáneos. Es bella, pero mentirosa.

11. Un vaso es un hueco con miedo; teme perder su contenido.

12. Un vaso se alarga hacia arriba alarmado.

13. Con su aspecto alzado, el vaso presume una altivez que no tiene.

14. Si el vaso se deja llevar por el miedo o el egoísmo, se cierra, se vuelve una botella; le surge una cicatriz como un nudo. Un ombligo.

15. Cuando un vaso trastrabilla, quién sabe por qué motivo mi vida titubea llena de espanto.

16. En el cuello estrecho de la botella –como una bolsa atada, como un sexo cerrado– no hay comunidad ni palabras en común. Hay una medida que guardar, una pepita o una semilla que mantener oculta. El vaso se cierra no sólo para guardar. No quiere compartir, a menos que paguen el precio.

17. Cuando un plato se rompe algo esencial se quiebra. El amor o la familia. Cualquier promesa o pacto. Cualquier abrazo. Hasta el beso se seca. Sabe mal.

18. Estar asombrado o tener miedo: abrir los ojos como platos.

19. En la superficie de un plato puedo mirar el cielo de mi casa o del mundo. El Tao comienza en el plato o en la mano. Después viene el balcón.

20. En la superficie de un plato puedo encontrar, en una sombra blanca, tu rostro.

21. Hay una sombra blanca en el plato, una pálida sombra en el pulido pozo. Un fantasma que me mira todos los días en la cerámica.

22. En el hueco medido de un plato están tus huecos, los centímetros de tu mordida, la hora escondida de la digestión.

23. Junto al plato, el cuchillo eleva una oración a la encía dentada.

24. Junto al plato, el tenedor guarda silencio, torcido y alerta, como la mirada del diablo.

25. En su inocua presencia, la cuchara lengüetea el caldo con su pequeña, mustia cara cómplice.

26. En su redonda extensión, el plato te mira; te lleva hacia adentro.

27. El plato tiene la ceguera de los ojos puestos en blanco. Tú eres el agujero de su mira apuntando a la presa.

28. Un plato es la nube de humo de un cañón o la luz que exhala un cadáver. Piénsalo bien.

29. En el centro del plato pones, con ingenuidad y pacíficamente, la carne de un buey, un cerdo o un cordero. ¿Te la crees? ¿Piensas que estás afuera de la ley feroz de la saliva que envenena o del diente que rompe y rasga?

30. En el centro de un plato pones la rapidez de una lechuga. El aire sopla en la verdura.

31. En el comedor escuchas la percusión, el temblor, el temor, el tambor de los platos.

32. En el centro de un plato miras cómo las cebras se deshilachan en negras blancas hebras. En todo plato hay una cerámica de África. El león está detrás.

33. El plato sostiene al buey, al cordero y a la verde hoja larga, expuestos entre el grito y el colmillo.

34. El plato tiene la apariencia de una superficie, pero es la trampa de una bolsa retráctil. Una garra como un guante de sangre. Un estómago.

35. De niño veía la sombra blanca del plato y me quería hundir en su borroso lago de sangre.

36. El plato es una planta carnívora.

37. En esa planta mides tu hambre y tu sed; el peso y la largura de tu paso; los kilos de presión en tu mordida.

38. Sentarse a comer con alguien, estar en la mesa, hacer sonar apenas, o mucho, los platos: representar la digestión de adentro en el teatro de afuera.

39. Los ruidos de mi estómago y del tuyo en este momento fueron las palabras de amor de hace dos horas frente de nuestro plato.

40. Sobre la superficie de la mesa relumbra el pozo mudo de mi plato, su ruido azul de boca me atraviesa.

41. Te miro a los ojos; te miro con hambre, te miro con mi boca; quiero guardarte; déjame abrazarte con mi estómago.

42. Cuando decimos “te amo” o “te quiero” no deberíamos señalar la sonrisa o el cabello, tampoco la espalda; sería mejor hablar como nos hablamos en el silencio de la cama o del baño. Los sentimientos me hacen mentir.

43. En el dominio del plato puedo decir: necesito husmear tu pie, probar tu áspera axila desdoblada, aspirar las fosas de tu cuello caliente, tocar el anillo de tu cuerpo, comer de ti, comer de tus huecos. Roer tu hueso, tu adentro. Déjame.

44. Cuando nos dejamos de amar, ya no comemos juntos ni nos comemos. El teatro de afuera extravió el teatro de adentro. No somos un plato que corre en la velocidad de su placer sino un vaso estrechándose sin acento ni rima.

45. En un plato no sólo pones tu alimento; depositas los gramos y las pulgadas de tu cuerpo. Tu carne y tus huesos. Sobre todo tus huecos.

46. Una ecuación: deseo = hambre, o a la inversa; pero quizá sería mucho mejor: amor = plato = boca = estómago.

47. El plato es una boca abierta. Dale de comer.

48. Vi a dos caracoles hacerse dos bocas en mis narices sobre mi plato. Era el beso más apasionado de la historia del cine.

49. Te pienso y te divido con el cubierto de mi lengua. No necesito cuchara ni tenedor ni cuchillo.

50. El plato es tu boca cuando te acercas a mí. Escucho las cuentas de tus pequeños dientes.

51. El plato me enseña tu hueco más delicioso. Por eso meto mi dedo en tu comida.

52. Cuando beso tu boca, beso tu hueco más hondo. Y sé dónde comienza y dónde termina.

53. Ni tus ojos, ni tu nariz, ni tus oídos tienen esa hondura, ese vacío que me encierra y que me llena. Tus letras, tu lengua son mi testigo.

54. Dame de comer de tu plato, entrégame tu mundo de adentro, dame tu hambre.

55. Va mi boca a tu plato a comer de tu mano.

56. Pongo la mitad de un tomate en la superficie del plato; veo la cresta alzada de un gallo blanco cuando revisas tu hacienda. Con mirada bondadosa cuentas vacas y pollos.

57. Pongo una rama de eneldo en mi plato; veo tu mano crecer sobre mi mano.

58. —Voy al mercado. Arranco aceitunas del estante; desgajo tres ramas; atravieso con los ojos la rapidez inmóvil de un salmón, petrificado en la botella oceánica de hielo dulce en la sección de Pescados y Mariscos. La espuela de un tiburón, las tenazas de un cangrejo. Ordeno tres piezas.
Regreso, cargado, a mi casa. El buche lleno.
A fuego lento, no más de veinte minutos, cuezo mi presa. La preparo para ti.
Mantequilla. Dos ramas de eneldo. Tiene que gustarte.
Ven, acércate, escucha está música de sangre y fuego, come conmigo. Ven a mi casa, siéntate a comer en mi mesa. Déjame entrar a ti, antes de entrar en ti.

59. Tu plato es una fosa deliciosa. Entiérrame.


Editorial Aldus. México, 2005.




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