viernes, 10 de octubre de 2014

CHUS FERNÁNDEZ [13.620] Poeta de Asturias


Chus Fernández 

(Oviedo, 1974) dio el salto a las letras en 2001, ganando el Premio Asturias Joven de Narrativa con Los tiempos que corren, al que le seguiría Defensa personal (Premio Tiflos de Novela 2002). Ediciones Trea publicó en 2011 Paracaidistas. Editor del fanzine Material de Desecho. 

Tras una estancia de dos años en la Residencia de Estudiantes de Madrid como becario de creación, disfrutó de una beca de creación artística en Barcelona concedida por Cajastur.




La mano de mi padre

vivíamos cerca del aeropuerto
lo que más me gustaba
era ver despegar a los aviones

mi madre los señalaba y yo me quedaba allí
quieto, mirándolos. mi padre negaba con la cabeza
y, tirando de mí, decía: en el suelo. Tienes que fijarte
en el suelo. pero yo seguía mirando los aviones

quería conocer los sitios que había conocido mi abuelo
muy pronto crecerás, me decía mi madre. y yo
hasta que ese momento llegase
me limitaba a verlos pasar
como el que ve pasar
la suerte de los otros

tenía nueve años y no sabía que las cosas podían salir mal
que algunos fuegos nunca llegaron a encenderse
y que todos terminan apagándose

no sabía que algunas personas están siempre en otro lugar
diferente del que pensamos, que huyen cuando se detienen
y echan raíces en cuanto empiezan a alejarse

éramos muy pocos en el entierro de mi abuelo

una vieja

con un uniforme verde
lloraba
se acercó hasta nosotros

yo cogía la mano de mi padre
mi madre la abrazó. le dijo: tranquila
la vieja se echó hacia atrás

y dijo: le quise. me quiso
fueron muchos años
estábamos solos
yo trabajaba allí
y aquella era su casa

mi padre me apretó la mano cuando la oyó. dio un paso hacia delante y miró hacia otro lado. yo también miré: una nube cubría el sol, los árboles cubrían el cielo, una cruz cubría los árboles, mi padre me cubría a mí y mi madre volvía a abrazar a la vieja

creí ver un avión
pero sólo era un pájaro
que volaba muy alto

miré otra vez a la vieja. del bolsillo de su uniforme colgaba una placa
al ver su nombre debajo del nombre de la residencia
recordé las postales que mi abuelo me enviaba todas las navidades
cada una de una ciudad diferente

en la última

me decía que le gustaba ir en el metro porque cada uno hablaba un idioma distinto
que la gente caminaba siempre muy deprisa, que los edificios eran muy altos
y los parques muy grandes, que algún día me llevaría

a los nueve años supe que para algunas personas los lazos son cadenas
que, mientras sueñan con una ciudad mayor
duermen en una cama más pequeña
que la libertad
es un cuervo en la cabeza
que devora
primero la corona
y después el pensamiento

Tomado de la revista La hamaca de lona, nº 16 de abril de 2005.




regreso

Tenemos el habla y la aurora
las raíces blancas en el costado de un vaso
el espejo que despierta y espera 
en cuanto alguien enciende 
la luz del pasillo

tenemos una caja en la que guardamos
la hierba plana y oscura sobre la que rodaba el balón
la mujer que se descalzaba antes de que empezase la película
y metía sus pies entre los asientos de delante 
cuyos dedos, moviéndose a un lado y a otro 
eran pequeños topos que asomaban la cabeza 
y medían con los giros de su cuello 
el tamaño de su horizonte 
en un espacio parecido al espacio 
que nos separaba 
a mi padre 
y a mí 
aquella tarde 
cuando sus ojos dejaron de estar en la carretera 
para estar en los míos (un volante es un mundo 
pero no es el mundo, pues sólo gira 
hasta donde puede girar) mientras mi madre 
desde el asiento de atrás, intentaba encontrar el sendero 
que a partir de entonces podríamos seguir

tenemos el azúcar 
disolviéndose, mezclándose
descendiendo suavemente hasta el fondo de la taza 
(no queremos estar despiertos, queremos estar de pie) 
la lengua buscando en la encía la muela extraída 
por la misma razón que el calor 
va de las manos a la memoria 
y vuelve con un gesto en el regazo 
un gesto que fue también un cuerpo junto al nuestro 
y ahora lejos tan lejos de nosotros 
regresa cada noche 
para traernos unas veces la fiebre 
y otras veces su falta 
igual que una roca es el sol que cae sobre ella 
y la humedad de la arena que yace bajo su peso

pero no se le puede llamar voz al grito

por eso 
aunque sea un lamento nuestra música 
que no sea un grito nuestro canto 
pues, del mismo modo 
que todo canto 
convierte en un nido el corazón 
ningún grito devuelve las hojas 
a la rama caída

mientras tanto, seguiremos así: 
escarabajos incapaces de ver el sol que alumbra su camino
ni la sombra que sobre ese camino ellos mismos proyectan 

si no hay día 
cuando termina la noche 
entonces qué hay

septiembre: la sal disolvía la nieve 
(tiembla el cuerpo, pero sólo porque el corazón 
al moverse, lo agita) 

septiembre: encontramos por fin 
los colores y en ellos la luz 
era la sangre que le da forma al cristal 

qué espero 
por qué espero 
por qué la espero

cómo pude perderme en un sitio tan pequeño
cómo pude perderla teniendo cogida su mano

en mi tiempo sólo hay tiempo
y recorro cada día la ruta 
que lleva de la raíz 
a la pulpa de la naranja

(no es blando el suelo
blandos son 
estos pies que lo pisan)

un pozo es la distancia que separa
la vena de la garganta, el tiempo 
que tarda el sonido en cruzar la oscuridad

no hay río sin orillas que lo arropen
ni bosque sin pasos que lo crucen
no hay arena que tenga forma sin arena
ni huella que le deba más al pie 
de lo que pueda deberle al agua

no compran hogazas los que duermen solos: 
piden los tomates por piezas y no por kilos y llevan
en sus dedos negros lo que falta en el papel; lo sé 
lo he visto: el reloj tan ancho en los ascensores 
y el oído profundo de los ciegos

¿a quién pertenece la carne enganchada en el anzuelo?
¿al animal cuyo mundo es más pequeño que su dolor 
o a la mano que tira de él desde lo alto? 

la brisa le devuelve a la sábana lo que se llevó la lejía 
y bajo cada pisada se escucha el llanto de una madre

digo garabato y ven un puñal quienes entran en sus trabajos
pero ven una fresa quienes salen al recreo 

está sucia el agua que mantiene vivas a las azucenas
y hay mordeduras en los dedos que las cortaron

pensad en las ventanas de una ciudad sumergida
los ojos de los niños alcanzados por la lava
y los brazos extendidos de sus padres 

y después, contened en vuestra lengua la bienvenida 
apartad de mis oídos mi nombre y buscad en el barro el clavel
pues toda mano es reencuentro y despedida y cuando la mía se abre
cinco serpientes se arrastran hacia vosotros (vibra la carne 
que cubre la infección y arden los dedos que la rozan)

frotad el suelo con la uva 
y el cielo volverá a tener el tamaño de vuestros ojos 
porque vosotros lo habréis mirado 

acercaos, venid 
dejaos caer sin temor a la caída 
posaos en mi corazón igual que se posan en la tierra 
las mantas del pájaro abatido 
hacedlo 
vamos 
buscad en mi pecho vuestra almohada
y sabréis dónde guardamos lo que perdimos

entrad en mi habitación
abríos paso a través de la maleza
volcad todos los cajones
subid al desván 
y deslizad la cuchilla 
entre los labios de las cajas
revolvedlo todo. buscad ahí 
entre las cosas que ya no nos servían 
y no supimos qué hacer con ellas 
entre lo que era demasiado pesado para cargar 
con ello y demasiado leve para cargar con nosotros 
subid. entrad. buscad entre lo roto 
lo gastado lo pequeño lo cojo y lo quieto 
buscad ahí lo que necesitéis para esta noche 
y os pueda hacer falta por la mañana

convertid  la memoria en una fuente 
y no ansiéis esperanza bajo el párpado 
(una pequeña gota no cabe 
en un cuenco tan grande) 
son cuerdas 
las cuerdas de la guitarra

has vuelto 

ve 

háblales de mí

diles que es más resistente el tronco que los cimientos
que las ramas oscurecen el techo de los coches
pero ningún coche extiende su sombra sobre las rosas 
diles quién eres en los pulmones del músico 
y háblales del silencio que nos envuelve 
en cuanto pasa la página, igual que la paloma 
sujeta durante demasiado tiempo a la cornisa
no puede comer mientras camina

ve. y diles todo esto 
cuéntales. es tu turno 

eres el dueño del miedo que se instala en el corazón de los navegantes 
el correo de los bosques por cuyos rincones extiendes la amenaza
llevas la luz al oído de los que duermen
y compartes con nosotros la tristeza de los perros

eres la voz de los que se perdieron 
conviertes el alma de unos en alimento de otros 
dependes del baile y de ti dependen las distancias

estrechas las manos del llanto y la furia
tuyo es el destino del fuego

ve y díselo 
yo sigo aquí 
te escucho
te veo 
en el techo 
y en la pared
de esta habitación 

si nuestros pies fuesen más largos
serían más cortos los caminos
si nuestras manos fuesen más grandes
serían más pequeñas las ciudades

abrimos un mapa y son hebras nuestros vínculos 
cerramos un mapa y anochecen tres cuartas partes 
de nosotros mismos 

un brote es un límite

(burbuja que asciende 
forcejea y se evapora)

pero también un límite es un brote 

(quién no quiere irse 
y quién no quiere quedarse
quién no intentó sumar su voz 
al rumor de este río 

quién querría saber 
lo que otros sabían 
y ahora sabemos: 

que nada hay  
más que esto 

y de esto 
sólo quedan 

los nombres 
y los huecos) 

otros vendrán 

y escribirán su nombre 
con el polvo de mis huesos 

eso es para mí la verdad

[sección final del libro inédito verán tu nombre quienes abran mi mano]




tejido

traen las estaciones los fundamentos de la alquimia / con este acordeón comparte su amplitud / no anhela el brillo sin lustre sino el destello que confirma / el ritmo y la adhesión origen sin pendiente // en su silla aguarda / el arribo del alba estridencia íntima murmullo / que el sudor arrastra desaparecido ya el punto luminoso de la calefacción encendida // quisiera guardar en el paladar un nombre a tientas busca / la hélice frescura y tajo / existencia es roce y este fluido bendice los cauces porque desconoce los límites / el jugo une sus hilos pero no se propaga el eco bajo el agua morir es / incorporar el tiempo / él también / amaba los bosques lloró frente al ataúd / y su tío al verle dijo sólo éste quiso a mi madre / el silencio / hace / del invierno porcelana y cada recuerdo tiene / la superficie perfecta de un azulejo / a veces la luz / vuelve / flexible la edad música es / equilibrio / de la materia y de los signos alteración // había tan poco que él valía / de la pinza hiere el barniz y no la llaga cuándo tornará / el ruido a ser acorde / nada / pide más / que el canto sea / una cierta textura // se evapora lo anterior / con la claridad se inicia la ceguera difícil asociar / el movimiento con el recorrido / la aproximación / no es la recompensa sino el precio / de la compañía / hay un caldo en las cuencas en el que macera la entereza no volverá / el vapor al suelo del molino // le gusta sentirse portador de la mañana / en la vigilia ser / reclamo de la aurora / cierra los ojos vuelca / la caja / al pasar frente a la terraza oyó a la madre / decir y ahora las minúsculas / en el parque alguien gritó por aquí no corras / no hay casa / le susurró al niño su compañera de juegos / un viejo cantaba mientras caminaba con las manos unidas a la espalda / tropezó / y no se interrumpieron sus pasos sino su voz estrechos los pulmones regresó la melodía / acogido por lo que recoge aprieta los puños / en mitad de la noche quebrado el sueño / por el rumor de la fiesta el niño observa a los suyos desde lo alto de la escalera / sucio está el cristal de la ventana puede mirar / pero no puede ver destiló sin motivo la tristeza de su madre vio el miedo desplegarse por las líneas de su padre y llegó tarde por esperarles en el portal / lentitud / éste será su legado // no descansa el remero / que no haya orilla no significa que no pueda hundirse de miel el refugio dulzura para el otro / telar / al que se adhiere y en el ojo la distorsión / de lo blanco depende el agujero / en los pies de las palomas descubrió los restos de la nieve / entre las briznas de hierba veía la hierba / y cuando al fin distinguía la abertura / apreciaba tan sólo aquella fragancia / cada mañana un paso / era aquel un buen propósito por dónde iba // dame luz un poco de tiempo // habla // y con cada sonido / suyo el silencio cuaja / otro día / en el supermercado el padre inclinado sobre la cámara frigorífica dijo esto es lo mío el despiece // confundió la trascendencia con la gravedad / y hoy liviano / hila el cordel // donde otros amarran pone a prueba su resistencia emerge / en lo que le supera la preparación / no tiene otro objetivo el aliento // con la tierra más clara rellenará cada huella y el fuego crecerá en el fondo del oído / cuando el nervio vibraba donde el esmalte liso le hablaron ese dolor / no tienes por qué sufrirlo / ve / todo hoyo tiene bordes a ellos debe su existencia / si el tejido fuese trasvase felicidad diría / sólo así el trino rienda // amargura es paraguas negro abierto bajo el sol del verano / tumbado en la camilla bajo la lámpara escucha es una pena no puede salvarse / el duelo asoma al final de la palabra raspadura esquela grapada a la cola de una cometa / ya no / rompen las olas contra el casco / por el azafrán vencido quieto y en silencio acaricia la madera / en la cesión vislumbra / una cierta serenidad / durante la radiación con el roble en los colmillos / olvida su derrota / en el zumbido arraiga liberado al fin de las ideas añora la osamenta el temblor en cada nudo // se esfuerza en mantener / abierta la brecha / cuando reluce la esfera / no se ven las agujas / también del humo / desaparece primero la parte más alta de todo al fin desligada / de quién la sombra / que se desplaza por el costado de los setos / por qué no oye el sonajero que cuelga de las ramas que bruscamente se retiran // en sus globos taconean las pavesas cabriola alojada en el rocío que su cuerpo desplaza al sumergirse / si encontrase otra altura para sus ojos volvería a escuchar el ronroneo de las hélices si una vez más / se ladease la canoa pan sería de nuevo y bajo el cabello se extendería la piel de las mandarinas // contra la tierra se alza levantarse es ir / en busca de un mínimo calor un paso la planta del pie le basta // todo el sufrimiento el suyo / podría expresarse así quisiera estar contigo ahora // paladea la bruma / la niebla señala el escritorio y borra las formas que aparecen al otro lado de la ventana / nada ya / de lo que desprenderse un nuevo albor lumbrea / y él / donde lo oscuro y cuando los árboles se retuerce / en su zarza envuelto / mira su carne / como la tuya está hecha / y como la tuya se deshace // voz queda // anuncia / cancela / la vida / resiste en la alegría inesperada / con que recibe un año tras otro la primavera



pero no tenía / de qué andar / había eso sí una humedad que hoy podría ser llamada / bonanza / porque el apoyo fue / desde aquella noche también impulso el primer puente / es / la visión / de la otra orilla el hueco / que abre la espina por su sangre será cubierta / ya no sé qué paz invoca bajo el ala del pájaro / en las cuerdas calor / para el que hace con cada una de ellas un nudo / a qué viene ahora / este escorzo qué raso / pretende para su costado qué manto / pide / bajo el que juntar las manos  

                     proyecto

                  es

                                       deseo

      de la forma que termina

                  siendo

                                             forma

      del deseo

                                         celebrar

quisiera / describir / una pequeña llama / palpitando / en el oscuro pasto de una pupila  


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