miércoles, 11 de julio de 2012

7247.- JUAN CARLOS GALVÁN VELA


Juan Carlos Galván Vela
Escritor mexicano (Pueblo Nuevo, Guanajuato, 1960). Periodista, narrador y poeta, ex docente. Fue becario de la Universidad Quetzalcóatl en Irapuato durante el periodo 2002-2003. Obtuvo el 2º lugar del Premio Nacional de Cuento “Francisco J. Mújica” (1988) y el Premio al Mérito Periodístico “José Pagés Llergo” (1999) por su trayectoria. Fue reconocido como Periodista del Año (1999) por la misma Universidad Quetzalcóatl. Ha publicado los poemarios Precio de sangre, Le contaré al silencio todo sobre ti, Encuentro (colectivo), La melodía del universo, La noche como el deseo, Morir sin Dios, Nostalgias y Tu nombre lo repito en silencio. Durante 24 años en el periodismo, ha acumulado 21 premios que incluyen menciones honoríficas, tanto en lo periodístico como en lo literario. Hoy en día, sus textos se difunden en portales de España, Perú, Argentina, Estados Unidos, Canadá, Italia, Colombia, Bolivia, Polonia y México. Aparece en el directorio de la Red Mundial de Escritores en Español (Remes). Actualmente radica en Irapuato, Guanajuato.






Buenas perlas

Hay en tus labios la riqueza del sabor,
del saber,
del poder,
de la inmensidad como se extiende en el horizonte
          un sol,
cuando adormece el día.

Hay en tus labios el don de la palabra,
de consuelo,
de esperanza,
de alegría
          y la ventura es entonces el tesoro
que cualquiera anhela,
          porque te posee.

Hay en tus labios la firmeza de la autoridad,
del mando,
del reclamo,
de la exigencia,
cuando las promesas no se cumplen
          y los pactos se rompen,
          hasta retomarlos de nuevo.

Hay en tus labios el placer de descubrir
la morfología ignorada de un cuerpo,
de un pelo,
de unos labios,
de un mirar despierto
          que se abre como el sol,
cuando penetra por la ventana
y calienta mi piel,
          la de ambos.

Hay en tus labios la bondad,
la misericordia,
la pasión,
el aliento que da vida,
porque he descubierto las perlas
          que de ellos emanan.

Hay en tus labios el espíritu
que motiva a seguir adelante,
nunca atrás,
de frente,
hacia arriba,
empujando,
          siempre en tu busca.

Hay en tus labios el perdón,
que es otra forma de secar el llanto,
el arrepentimiento,
no lastimar,
no herir,
sólo consolar mi alma.

Hay en tus labios la inmensidad
          que se abre
                   infinita,
para recordarme que he nacido
y que iré un día a tu lado,
a tu presencia,
a tu reino,
hasta tu palacio
y ahí compartir de nuevo,
          otra vez,
ese tu amor infinito
          que engrandece mi vida,

desde que existes tú.






    
TE LO DIJE ANTES

La tormenta se desató.
No, sobre la lluvia no quiero hablar,
¿Te dije acaso que eres una mujer hermosa?
Me pregunto si tu atavío,
ese cambiar de imagen,
sorprenderme con una figura distinta,
tu pelo que invita a la caricia,
a perder mi rostro entre él,
negro... más profundo,
son realmente por mí, para mí.
¿Te lo dije?
No, no hablo de la lluvia...
Eres otra, distinta,
la misma tú pero diferente,
tal vez haya demasiadas presencias
en este lugar
para hablarte al oído y
debo reprimir el impulso espontáneo
de tocar tu cuerpo, de sentirte cerca,
de jugar con el pelo del que te hablo,
del que te escribo.
¿Te lo había dicho?
No, no estoy hablando de la lluvia...
¿Me permites que lo diga?
No, sobre la lluvia no quiero hablar,
hablo de ti...
y también de la lluvia.
Y tú,
¿Me escuchas?
¿Oyes como se desató la tormenta?








VOLVER EL TIEMPO

Inmersos en la noche,
juntos en ese amor de espera,
inconcluso,
aletargado siempre de caricias,
de ojos tras el cristal y
gente al acecho en la penumbra.
Pasos rápidos transitan
y nos cambian de lugar,
truecan la plaza oscura
por una calle desierta
o siempre habitada, circulante
cuerpo al aire
en espera de mejores caricias,
furtivas tras la blusa,
tras el disfraz de quien medita
o charla asuntos triviales.
Precaución:
volver tus formas a su sitio
            detrás del sostén,
                                   detrás de la blusa,
                                                           detrás del abrigo.
Cambio de estación
con acierto tuyo
y deseo de proseguir
en otro paraíso con ese amor nuestro.
Deseo hoy no llamado pecado,
mano tuya que busca con certeza,
ansiosa,
el objeto de tu amor,
mano que presiona,
            que frota,
                        que acaricia
                                   que desea llevarte dentro.
Luces que nos cubren
e iluminan nuestro abrazo,
circular de autos y
el tacto siempre ansioso
que te causa dolor,
            o placer,
                         o encanto,
                                   angustia,
                                               deseo.
Mano tuya que despierta
ante la mirada presurosa
del vaivén de la gente.
Deseo de morir
inconcluso, también
y volver todo a su sitio,
inmersos en la noche,
buscando fin a este amor,
tranquilidad y calma.
Reptar de manos suaves
            que aprisionan,
                        que juegan repentinos besos
mezclados con aliento
y ojos durmientes, extasiados,
blancos en la sombra,
o cerrados en la calle oscura,
meditando inclinados en espera
de ese último beso.
Cumbre que culmina en pezón,
en sostén blanco
corrido cual escenario:
paso al abismo abierto,
insatisfecho deseo.
Veinte horas y volver a casa,
fin incierto al despertar
antes de dejar un beso
en labios de otro amante.
Temor a que en ese tacto
desaparezcas con la misma noche...

Regresa a casa.





PERSPICAZ

Sospecho de dedos…
con vocación equivocada

Soy un artista,
¿cuál?
pintor, escritor,
escultor de pieles suaves,
incluso de mujer ajena.
Tacto caricia,
labios rojos
sobre un lienzo,
hoja siempre en blanco.

Sospecho de dedos
con vocación equivocada.

Mujer de grandes ojos,
pelo trigueño,
refugiada en gafas oscuras,
un autobús tardío,
espera y arribo,
diálogo femenino,
asegura ser ajena
por obvia evidencia.


Sospecho de dedos
con vocación equivocada



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