domingo, 3 de junio de 2012

6953.- JULIO OBESO GONZÁLEZ


Julio Obeso González (1958, Gijón, ASTURIAS) es cofundador de la revista poética Criterios, miembro de la asociación Poesía Caudal y de la tertulia Palabras tendidas, además de colaborador en foros y páginas literarias de internet.
Obtuvo el primer premio en el II Concurso Internacional de poesía Erótica El Búho Rojo.
Ha publicado el poemario Poesía asimétrica en Cuadernos Caudales



si atravesamos la distancia
por razones que no cuentan
y de vuelta
al sumar por los dedos
nos falta algún cuervo
una fosa común
y no es bastante fortuna
¿de qué privarnos?
tomar decisiones
justo antes del umbral
disimulando sobre el felpudo
cualquier arruga
que no esté del revés el alma
ni el carmín
de cintura para abajo
curva la demencia
y borra de los ojos
bienvenidas

A LMR, tras la lectura de su libro “Lugares”









la pena ama
el ronroneo:
¿quién cuidará
ahora de mis dedos
acostumbrados?

fue capaz
de mirar espíritus
con vídrios centesimales
asustarnos con su histeria
de insectos

ya/ francas las
puertas
que sólo se abren
con el lomo/

un hondo araño
este domingo
no serán las mismas
lentejas
sin su secreto
ni gozne la
ventana prohibida

digo yo que los ángeles
tendrán un cojín exacto
el mismo ratón de cordeles
y sabrán provocarla
arrastrando planetas
cambiando la voz
juntando sus cuerpos
para que parezca
que todo el amor de la casa
no es sólo para ella






las noches totales    ¿existen?
la ninguna luz           ¿qué pretende?
sé que los grillos
   príncipes o carboneros
aún cantan en la oscuridad
más pura                    ¿cantan?
                                     ¿no es pavor el roce de sus élitros?
                                     ¿gritos entrecortados
                                      que piden una llama?
                                     ¿qué belleza posa el poema
                                      en el último segundo de la agonía?
no quiero insectos felices
cuando me muera
deseo que rabien
como mi rabia
que den brazadas inservibles
tan mudos
que nadie sepa la hora
grillos comedores
de lo más afín al hueso
buenos rapsodas
que reciten de memoria
porque la noche no dejará leer
ninguna hoja






Credenciales

El buitre se espanta por el ruido de la cámara, sin llegar a perder de vista
a la presa que madura rápidamente.
El animal está sin fuerza, con su mano de animal intenta un gesto pero no puede.
El fotógrafo piensa en el hallazgo como un golpe de fortuna.
El buitre también.
El animal no sabe distinguir esos signos, porque nunca tuvo.
Espera del día una sombra amable.
El reportero está calculando la luz.
El buitre se la sabe de memoria. Los ciclos abren un surco en la presencia,
un gen que se porta.
-“Si abriera un poco las alas…”-
-“Si abro un poco las alas…”-
-“Si abre las alas, vendrá”-
El animal aún respira. Su madre está veinte pasos más allá, a los mismos que el fotógrafo;
a veinte saltos el buitre.
La escena dura lo suficiente como para que se cree una relación entre ellos.
Un triángulo de afinidades.
La tierra suda, pero no interpreta un papel relevante.
El aire está de paso.
El animal está quieto por el hambre, sin solución, inmóvil. El buitre tiene hambre
y quiere tomar medidas, se balancea. El fotógrafo siente vacío, busca un ángulo:
“Si abriera las alas”.
Los tres en el mismo plano. Dos juegan sus bazas.
La foto será premiada.
El fotógrafo busca un paraje conocido. Se suicida.
El buitre muere dos años después.
Puede que el animal les regalase ese tiempo.





Lo dejado

sintiendo el dolor bajo una nueva fórmula
en dosis insoportables que le fragmentaban
concluyó el deseo de morir a espaldas de sí mismo
de la luz de abril
en un acto reflejo acuchilló al tiempo que pasaba ajeno
por eso las dos sangres el desconcierto
los análisis repetidos por increíbles
un milagro no serviría
ya que dios sólo concede gracia al mundo en general
a toro pasado pero no a las vacas de hoy ni a los hombres
eligió con cuidado la última frase aquella su memoria:
”pude vivir sin amor pero no sin amar”
del charquito bebían pájaros nativos
perros de ese momento y los caminantes






Inquisición

"salvo la muerte nada es más mentira o triste"
dijo Galileo a tres jueces
con amarga sonrisa desde su boca acostumbrada
a los planetas móviles
"por supuesto: soy inocente"
(como curiosidad decir que en el techo
se proyectaban exactos círculos
que girando entraban en la noche
provocaban el sueño y el canto
mitigaban el dolor de espaldas)

cuando el miedo al fin
vuelve pálidos sus labios
los tres son titanes insomnes
coronados de tortura
¿reo?-asiente-
¿confeso? -asiente-
¿no sonríes? -no asiente-
entre sus dedos rueda una cuenta de cristal
que se parece mucho al mundo





Sin sombra


hay un espacio después de la vida
atragantado de nada
nacemos poblados por sabios leucocitos
pero dónde tras el el último ¡ay!
o amor mío
o ¡al fin!
¿somos tan grandes después de vacíos?
y entonces
incapaces de dar sombra
¿contra qué se proyecta lo aprendido?
nunca amé menos de lo que me odiaron
¿darán algo por eso
algún puesto
o castigo?




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