jueves, 1 de diciembre de 2011

5257.- RAFAEL ALBERTO ARRIETA


Rafael Alberto Arrieta
(ARGENTINA, Rauch, 1889 - Buenos Aires, 1968) Poeta y crítico argentino. Pasó su infancia en Europa y estudió Letras en las universidades de Buenos Aires y de La Plata. Fue profesor de Literatura y rector del Colegio Nacional de la Universidad de La Plata. Su poesía es heredera de la corriente modernista fundada por Rubén Darío. Su obra lírica se inició con Alma y momento (1910), a la que siguieron El espejo de la fuente (1912), Las noches de oro (1917), Fugacidad (1921), Estío serrano (1926) y El tiempo cautivo (1947). Caracteriza su obra una sutil captación de la realidad cotidiana y la preferencia por las formas métricas tradicionales, con un estilo distinguido y elegante que evita los excesos. Una antología de su obra lírica se ha publicado bajo el título genérico Poesías.










Lied

Eramos tres hermanas. Dijo una:
"Vendrá el amor con la primera estrella..."
Vino la muerte y nos dejó sin ella.

Eramos dos hermanas: Me decía:
"Vendrá la muerte y quedarás tú sola..."
Pero el amor llevóla.

Yo clamaba, yo clamo: "Amor o muerte
Amor o muerte quiero!"
Y todavía espero...







LA LIMOSNA DE SOL

Era una desapacible
Mañana obscura de invierno;
Todo parecía viejo.

Apoyada contra un muro
Pide limosna la niña.
El frío puso esas rosas
En las pálidas mejillas.

Cerrados tiene los ojos...
¿Cuáles fueron las estrellas
que al nacer arrebataron
las pupilas a la ciega?

La niña extiende la mano
Con la palma hacia los cielos.
Y las agujas del aire
Le van pinchando los dedos.

-¡Piedad, señores, piedad
para la desventurada!

(Pasó un señor elegante
sacudiendo sus solapas)

-¡Compasión para una pobre
huerfanita, compasión!

(Pasa una pareja hablando)

-¡Una limosna señores
para quien no puede veros!

(Pasaron algunos niños
diciendo horrores del maestro)

-¡Un cobre para la ciega
que no tiene para pan!

(Pasaron varias señoras
murmurando)

Quedó desierta la calle,
Desierta como la mano
De la cieguita, desierta
Como un corazón malvado.

Y entonces, de entre las nubes
Un rayo de oro salió
Que puso en la mano abierta
Una limosna de sol...










LA VISIÓN OPTIMISTA

Mi vecino, al pasar esta mañana,
me dio los buenos días y dejó en mi ventana
tres rosas de su huerto, fragantes, deliciosas,
húmedas de rocío. Desde un cristal, las rosas
cual tres imaginarias, ideales
cabezas fraternales,
sobre mi mesa asisten a mi trabajo. Siento
el solidario apoyo de su aliento
común, en que la idea se perfuma
de bondad y al surgir besa la pluma.

¡Oh, clara, fresca y suave compañía
que me hizo bueno en todos los actos de este día!
Pues fue mi corazón como un a fuente,
pródigo, musical y transparente;
fluyó de mis palabras recóndita dulzura;
ni la violencia ni la crispadura
mancharon el espíritu o la mano
llenos del oro del cariño humano,
y, ¡oh noche!, en esta hora bella y santa
del ensueño, mi amor se aviva y canta.
Vecino: si los hombres supieran obsequiarse
con rosas de su huerto al saludarse;
si al pasar, como usted esta mañana,
nos dejáramos todos la flor en la ventana...
¡Cordialidad sencilla, propósito clemente,
comunidad viril en la belleza!
¡Armonía del músculo, la frente,
y la delicadeza!









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