lunes, 26 de diciembre de 2011

JAVIER MEDINA BERNAL [5.553]


Javier Medina Bernal 

(Panamá, 1978). Cantautor y escritor. Finalista del Premio Centroamericano de Literatura "Rogelio Sinán" 2006-2007 con el libro En la ciudad de la bahía: mariposas y rupturas. 

Premio Nacional de Literatura de Panamá Ricardo Miró 2011 y 2013, con las obras Hemos Caminado Siglos esta Madrugada (poesía) y No estar loco es la muerte (cuentos), respectivamente. 

Textos suyos han sido publicados en la Revista Cultural Maga, Revista Ceiba y Cuadrivium de Puerto Rico, entre otras. 

Ha representado a Panamá en festivales internacionales de música y literatura, entre los cuales destaca el Festival de Música de Iberoamérica-Llegando a Montevideo, Uruguay 2013, la Feria del Libro de Santo Domingo 2014, entre otros. Actualmente escribe la columna El Reverbero para la Estrella de Panamá. Forma parte del movimiento de cantautores de Panamá Tocando Madera. En enero de 2013 lanzó su primera producción musical llamada Universo-Capítulo Uno. 

En octubre de 2014 lanza su segunda producción discográfica, el disco de corta duración Para calmar la sed.

Página Oficial Javier Medina: http://javiermedina.net/
Video musical “Tu prisión”: http://www.youtube.com/watch?v=-ScONs_QoSg




Arco iris

El mar será una fuerza que todo lo destruirá al mínimo movimiento
de una ceja de los dioses, con cuya paciencia hemos acabado.
Enojados están con toda razón, pues no supimos manejar 
los artilugios que nos proporcionaron a través de lo años. 
Y hay quienes todavía se atreven a exigirles más. No sé cómo es 
que no se dan cuenta de la furia que nos espera. Deberíamos 
encerrarnos en nuestras casas, meternos debajo de la cama 
e intentar que nuestras oraciones los alcancen; o probablemente 
ya sea hora de aceptar la demolición, esperar resignados esos pies 
gigantes que habrán de pisotear nuestras ciudades, 
las manotas de los creadores que nos harán polvo, que nos harán 
nada, que por fin tomarán venganza y beberán nuestra sangre 
en copas de oro, mientras piensan en qué cosa nueva podrían 
inventar para enmendar el error que fuimos.



Atrapados, un homenaje a don Parménides

Es un tanto tedioso levantarse cuando el sol todavía está escuálido y los martillazos de la noche-tierra se escuchan a todo volumen. La gente duerme, pero la tormenta es un presagio inminente que no respeta el sueño de nadie, un cansancio en el cogote, un no-saber ante la máscara de lo negro. Hay personas que ignoran, respiran con tranquilidad y todo les parece dulce. Yo fui como ellos alguna vez y por eso los envidio. Mis manos dejaban huella y mis pies me llevaban a donde yo quería. Pero me fui transformando pedazo a pedazo, poro a poro, en este muñeco de plástico con cabeza de hule y ojos estáticos que miran a la nada desde su nada. Es cierto que en las primeras horas de oscuridad me siento un poco dueño de mis pensamientos, y aprovecho para preguntarme quién juega conmigo durante el día, quién controla mis movimientos, quién inventa y decide mis caminos; sin embargo, al transcurrir el tiempo, las falsas neuronas ya no aguantan más y empiezan a reclamar su constitución plástica. En ese momento sale el sol, débil aún. Siempre queda el resabio de la noche-tierra como martillo. Me quedo inmóvil, dando tumbos sobre cosas que no alcanzan nunca a tener sentido, y es así como todo empieza a convertirse en un juego de palabras pernicioso que ocurre dentro de mi mente, el único lugar en donde puedo moverme sin límite, aunque deje de ser cuando la noche-tierra acaba. Pero no existir no es tan terrible como la gente imagina. Todos le temen a esa palabra vacía, a ese cero, el hoyo negro que ni siquiera brinda el gusto del dolor que nos hace sentir vivos. No hay que preocuparse, siempre hay un sí-saber, desde la nausea de la oquedad, mirando a la nada desde la nada, llenos de todo.




Boomerang

Serás tú la mujer que me arañe el sueño por las noches, la que me arrebate de las manos el trago de ron y me saque de las cantinas, empeñada en hacer de mí un hombre de bien, de saco y corbata de lunes a sábado y pantalones cortos, camiseta veraniega, zapatillas gringas y disposición para dejar las libras de más los domingos en el sano Parque Omar (pajaritos, pajaritos cantando a la vida, sol radiante). Harás que rechace invitaciones a seminarios de literatura en el extranjero y que más de una vez diga que no a una presentación musical simplemente porque es navidad o año nuevo y hay que pasarla en familia con cuatro velas en la mesa, el pavo, el jamón y toda la cosa; o, en el peor de los casos, porque es el cumpleaños de tu madre o la boda de tu mejor amiga. Serás tú la que me haga pensar en la posibilidad de que el amor es para darlo exclusivamente a una sola persona y de que la fidelidad conlleva otros beneficios aparte de la salud venérea. La música, el arte, la literatura, la parranda y la bebedera que acompaña a cualquier disertación filosófica que se jacte de ser buena: de estos mundanos hábitos intentarás alejarme sólo para que yo vuelva a ellos con más fuerza y convicción. Serás la que al final eche de mi vida o se vaya por su cuenta, pero que definitivamente regrese a instalarse para siempre en mis canciones, en mis dibujos, en mis libros, en los tragos, en la cama junto a otras mujeres; dormidas, desnudas, todas se parecerán a ti.




Caparazón

Subir la palabra al cielo es lo que queremos los que nunca aprendimos a colgar la lengua o a mirar al suelo indefinidamente.
Siempre le diremos no al lodo. Prometimos hace mucho tiempo que las pulgas no habitarían la casa. Afuera con la sarna, gritamos al unísono. Soledad es principio, soledad es espalda pegada al colchón de la cama, salir al patio de la casa y contar universos en las hojas de los árboles, respirar el aire frío y quedarse quieto, pensar en los puentes que tenderemos mañana, las ventanas que cruzaremos, las pieles en las que a depositar nuestra larva hemos venido.




Dan ganas de saber

Dan ganas de saber qué pasó con esa vida de hombre al viento.
A qué pozo fue a dar, qué senos puso en su mesa el destino;
cuándo, en qué momento conoció el hambre, cuánto labio partido 
dejó atrás, rodando su tristeza, flotando boca arriba en las aguas 
del río; a dónde llegó finalmente, qué manos estrechó, cuáles rechazó 
en su llegada.
Qué cama envolvió su muerte.
Dan ganas de saber.





Despertar abierto

Se quitó las chancletas y apagó la luz. Era toda suya la cama. Se agarró al sueño como un gato y recordó que pertenecía a un grupo selecto de criaturas que suele esconderse bajo las piedras; un sapo hinchado, saltando en cada ocasión en la que resguardarse en la humedad deja de ser lo más importante, sin miedo de perder las verrugas ante el mundo. Bueno es siempre recordar clichés innegables: el tiempo lo cura todo pero también destruye con ganas, sonríe al ver escombros en las cabezas de los hombres que buscan bajo las piedras y coleccionan verrugas, no les gusta el salto, no les gusta la humedad, son secos, como hojas que han olvidado cómo lanzarse desde el árbol con gracia y sutileza. Encender la luz, encender la luz, encender la luz para recuperar la rama, encender la luz para recuperar la rama. No, dejarla apagada y aceptar el esqueleto, aceptar el esqueleto. Los huesos no brillan en la oscuridad, no es cierto, madre, los huesos no brillan en la oscuridad. Me engañaste mamá, los sapos no usamos chancletas, ni somos gatos aferrados a la cama. Sólo conocemos el frío de la mesa de disección.




Homenaje

Hay dos tipos de hombre en mi familia: los que toman su vida por las riendas y hacen lo que les venga en gana, y los que se casan, tienen tres o cuatro hijos con la misma mujer, se dejan mandar de ella y mueren arrugados como una ciruela pasa. Los primeros no duramos para siempre, pero morimos con la panza llena y la verga satisfecha. Dejamos mucho en este mundo, sobre todo historias para que los demás las cuenten y se rían en las cantinas, música de traganíquel en el fondo, cervezas de las grandes y aguardiente, vaso tras vaso.




Ese sonido

Siempre sordo,
sometido, sin sombra,
soñando situaciones salvadoras,
soldado, sangrando,
sanando sin saberlo.
Sollocemos,
seamos soberbios,
siempre.





Por los siglos de los días

Nunca se sabrá qué animal se llevó el todo de los hombres;
el misterio será nuestra compañía en veredas llenas de preguntas. Cuando la noche caiga, la pesadumbre entrará en íntimo diálogo con nuestras almas y a la mañana siguiente estaremos totalmente agotados. Ninguna brisa de extraña voz nos dirá que empecemos a caminar el desierto instalando nuestras tiendas de solar en solar,
como dicen las escrituras. Aquí nos quedaremos con la raza podrida y la mirada zampada en el suelo seco. Será una oportunidad para mirar las cosas de otra manera y reescribir la historia.





Tertulia

Una de las cosas más patéticas que existen son esas reuniones de poetillas, criaturas de huesos roídos, ojos llenos de duda, abandonados a la eterna inseguridad que los despeña en busca de la constante aprobación de sus escritos. En el fondo, pero no tan en el fondo, se odian. Esos versos del otro sólo serían grandiosos si fueran propios, pero sucede que no, que la métrica es inexacta, la aliteración es exagerada, eso allí es una cacofonía, se abusa de la prosopopeya, la prosa poética no tiene validez, etc. Claro está, la crítica se hace en un lugar muy remoto de la mente a donde ninguno de los que recita puede llegar, lo único a la vista son las cabezas asintiendo y algunas manos que irrumpen con el aplauso de elogio apenas acabado el último verso. Uno que otro ya se ha ganado un premio, ha experimentado esa gloria que dura más o menos diez horas y que de inmediato se convierte en tres segundos y luego en tres días y otra vez en nada. Absolutamente nada ha ocurrido. A lo sumo una foto en el periódico, una entrevista en la radio, felicitaciones de los amigos más allegados (la mayoría no se ha leído el libro ni lo hará, los que en efecto empezaron a leerlo lo han dejado sin terminar en una repisa del baño junto a las toallas, debajo del sillón o cerca de la cama del perrito que de seguro ya lo ha alcanzado con los dientes y ha hecho trizas sus palabras, palabras para perros, palabras para fauces). Pero los más de ellos no se han ganado ningún premio y el primer librito de poemas que publicaron lo leyó su madre, su ex-novia y una profesora de secundaria cuyo nombre siempre olvidan. Son estos los que más elogian, los que más aplauden, los que más envidian. Saben la nada que queda después del premio, pero quieren vivirla, quieren su foto en el periódico para brindar su mejor pose de poetas profundos dedicados a recrear el universo, condenados, encajonados en la muerte. En fin, quieren que les aplaudan con envidia, quieren sus palabras en los dientes del perro.




Verbum

Ponga muchos verbos en su vida. Será señal de que vive mucho.
Alex Grijelmo

Nado, entro, fertilizo, crezco, salgo, nazco, lloro, bebo, como, duermo, despierto, crezco, gateo, camino, crezco, balbuceo, hablo, lloro, río, lloro, río, lloro, crezco, crezco; veo, escucho, palpo, huelo, saboreo, destruyo, reconstruyo, aprendo, juego, corro, escribo, leo, asimilo, crezco, crezco, crezco; veo, aprecio, seduzco, amo, cortejo, doy, recibo, lastimo, sufro, acompaño, abandono, surjo, beso, toco, acaricio, tiemblo, vibro, palpito, eyaculo, escapo, regreso, desaparezco, viajo; estudio, trabajo, compro, vendo, soy, lloro, río, lloro, río, aprendo, desaprendo, escribo, leo, como, experimento, bebo, fumo, alucino, canto, vuelo, vuelo; aterrizo, sufro, enfermo, resisto, trago, escupo, rejuvenezco; busco, amo, cortejo, doy, recibo, lastimo, sufro, acompaño, abandono, surjo, beso, toco, acaricio, tiemblo, vibro, palpito, eyaculo, fertilizo, engendro, persisto, prevalezco; veo, cargo, lloro, crío, aconsejo, tengo, tengo, pierdo, pierdo, recupero, adquiero, obtengo, pierdo, sufro, sufro; duermo… duermo… duermo…. Despierto, empiezo, voy, voy, decrezco, amo, observo, decaigo, vegeto, añoro, recuerdo, medito, evoco, decrezco, menguo, sonrío, entristezco, añoro, renuncio, acepto; duermo, duermo, duermo; camino, sigo, alcanzo, tiemblo, salgo… decrezco… salgo… decrezco… salgo…. decrezco… exhalo…. estallo… emano… caigo… Permanezco.




Viaje

Les propongo algo de lo más divertido. Los hombres, párense frente a la tapa del baño, las mujeres siéntense en ella, abran las piernas y asomen la cabeza por el espacio, luego ambos por igual jalen la cadena y, justo cuando el agua empiece a girar, déjense ir. Es sumamente entretenido ver cómo el chorrito se desliza sobre el remolino de agua; se va y se va, dando vueltas como un desquiciado, feliz, impredecible, sin retorno; como el amor.



Hay una mujer que por más que me cojo 
no logro hacer mía.

Yo le doy y le doy y nada. No me pertenece. Gime, se retuerce, cierra los ojos, me dice cosas al oído, dulces, amargas, frases tiernas y obscenas. Inútil,  no me pertenece. 
¿De quién es esta mujer?
¿Es de otro? ¿Es de la vida?
¿Es del tiempo? ¿O es acaso el placer su único dueño?
Ese placer que le doy y que no viene de mí, que no nace en mí. La cama se la traga cada vez que yo me meto en ella. Es ese su mecanismo de defensa. Ombe, yo lo que estoy es triste porque no me puedo llevar nada cuando me muera, o porque no puedo quedarme dentro de nada, permanecer y crecer. Por ejemplo, crecer dentro de esta mujer y ser un lago, o un árbol, un gato, o simplemente latir pequeñito en su pecho y de vez en cuando hacer que broten lágrimas de sus ojos.
Eso es todo lo que quiero, por ejemplo…, digo.
En Europa tengo amigas que saben mucho, son psicólogas y filósofas. La primeras me dirían que sufro de depresión o que simplemente soy un macho latino incorregible.
La otras empezarían: Según Schopenhauer... Y luego seguiría una retahíla de cosas que en realidad no menciono porque se me escapan, no las alcanzo a entender. Me enoja cuando mis amigas europeas comienzan a conceptualizarlo todo.
Pero yo les tengo paciencia.
Mi primo, por su parte, me hablaría del ego, del desapego, del hombre como máquina y de paso querría prestarme un libro sobre los siete o nueve o quinientos pasos para la meditación y no sé que Osho cuartos.
Tienen buenas intenciones. Quieren ayudarme. Me estiman.
Pero después el miedo y todo muy intenso.
En fin, llevármela conmigo, o que me lleve ella.
Que nos lleve el diablo a ambos,
que nos lleve algo, lo que sea,
pero que nos lleve.  


39

Sólo los perversos mueren con los ojos abiertos,
me dijo mi madre alguna vez.
Anduve asustado
y ciervo por varias lunas y
le temí a todo desde entonces,
porque yo bien sabía que al morir
mis ojos quedarían abiertos
y que a mi madre le costaría cerrarlos.
Pero acaso le facilitaría las cosas a los gusanos,
ellos acudirían a mis ojos,
 a mi vientre,
a mis genitales marchitos;
siempre dispuestos los gusanos,
gordos,
blandos,
húmedos y hambrientos,
y ya no podría llorar más,
ya no habría música,
ni cerveza, ni mujer,
ni hermano muerto,
ni corazón roto, ni libros,
ni calor, ni padres borrachos, ni abuelas derruidas,
ni amores fugaces y extranjeros.

Me dije entonces: Seré un estanque lleno de hojas muertas,
limo,
sapos y salamandras,
y será el viento el que cuente, no la lluvia.
Pero yo no escucharé al viento.
Y dije: tú, niña, promételo,
di que nunca morirás,
y que, si llegas a hacerlo, será con los ojos cerrados.
Promételo.


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