viernes, 4 de marzo de 2011

3244.- STEPHEN SPENDER


Stephen Spender (Londres, 1909- íd., 1995) Escritor británico. Cursó estudios en Oxford, donde conoció a W.H. Auden, con quien formó parte en sus inicios del grupo de los llamados poetas «treintistas», que intentó incorporar una dimensión social y política a la poesía. Fue miembro del Partido Comunista, del que se separó tras la guerra de España, en la que estuvo comprometido con los republicanos. Dirigió, junto con C. Connolly, la revista Horizon (1939-1941) y, junto con M.J. Lasky, Encounter (1953-1967). De su obra poética cabe destacar: 20 poemas (1930), Viena (1934), El centro quieto (1940), Ruinas y visiones (1942), Regreso a Viena (1947), Los días generosos (1971) y Colección de poemas 1920-1985 (1985). Autor también de una autobiografía (Un mundo en el mundo, 1951) y de una notable obra ensayística: El elemento destructor (1935), El elemento creador (1953), ¿Modernos o contemporáneos? (1963), El año de los jóvenes rebeldes (1969), Sensibilidades inglesas y americanas (1972) y T.S. Eliot (1975). Tradujo obras de F. García Lorca, R.M. Rilke y P. Eluard






Escribir bajo los bombardeos (Poesía y guerra II)

Por supuesto, todo el esfuerzo se emplea en que uno
Se sitúe fuera del alcance ordinario
De los que llamamos estadísticas. Cien mueren
En los suburbios del extrarradio. Bien, bien, uno sigue adelante
En tanto esa cosa, el ‘yo’, continúe acomodado en
La cama de tablas, tan parecida a un féretro,
En ese cuarto de hotel cuyo papel pintado hace que estallen
Rosas en espirales de humo, uno puede ignorar
La presión de aquellos nombres bajo los dedos
Clavados a la noticia con tipos de plomo,
En el bar, la radio protestando al margen.
Pero supongamos que una bomba asoma
Su nariz en esta misma cama, con uno ocupándola.
La idea es obscena. Y, sin embargo, hay muchos
Para quienes la pérdida de uno en verdad
Ilustraría la expresión ‘impersonal’. Lo esencial es
Que cada ‘uno’ se mantenga aislado,
Acomodado bajo rosas, y que ninguno sufra
Por su vecino. Así el horror se pospone
En fracciones para cada uno, hasta sentar sobre él
Esa corona de incomunicable aflicción
Que es todo el misterio o no es nada.







SOUVENIR DE LONDRES

Mis padres discuten en la habitación vecina.
¿Qué tal dormiste anoche?. Desperté a las cuatro
y oí el viento turbio que corre por el suelo
levantando nubes de polvo como cenizas de una tumba.´

Yo desperté a las tres. Oí cómo la polilla
alimentaba a peligrosos gusanos. No dormí en absoluto.
No dormí nada. Así hablan los dos, a cuchilladas.

¿Cómo pueden dormir aquellos que comen de su miedo
y ven su tenebroso amor menguando mientras crece?
Las flores de sus vidas como la rosa de un anticipado amante
languidece y se abre en el tarro de una medicina.

Yo soy vuestro hijo, nacido de los malos sueños,
mis ojos se fijan con horror en el espejo de lo efímero
mientras paso ante él
y observo la excrecencia que cubre mi mirada.

Traducido al español por Jorge Ferrer-Vidal.






A MI HIJA

Su mano entera apresando mi dedo con su brillo
Mi hija, caminando ahora junto a mí.
Ya siempre sentiré un anillo de luz
Envolver invisible este hueso: cuando ella haya crecido
Tan lejos de este día como sus ojos que ahora están lejos.

Traducido por Jordi Doce








EXTRAÑANDO A MI HIJA

Este empapelado tiene líneas que se elevan
rectas cual barras, y en lo alto,
el cielorraso está diseñado con rosas rojas.
Sobre la pared frente a la cama
el espejo con su fija mirada encierra
seis rosas en el blanco de sus ojos.

Aquí en mi escritorio, con mi libreta de apuntes abierto
el extrañar a mi hija hace que esas barras
extiendan sus líneas hacia arriba a través de mi mente.
Esta página en blanco me mira fijo como espejo
donde rosas miradas fijamente anhelan pasar
a través de los pétalos de mi pluma.

Hace una hora, apareció una imagen
de una bestia que apretaba su hocico
entre las barras. Después, a través del tic-tac
del reiterante reloj
un segundo relumbró con el dilatado encandilar
de los desiertos. La puerta, en un verde espejismo,
se abrió. Entró mi hija.

Sus ojos estaban dilatados tal como ella los tiene,
la redonda mirada de su niñez era
blanca como la distancia en el espejo
o en una página blanca, un blanco poema.
Las rosas corrían veloces alrededor de su nombre.

(Traducción de William Shand y Alberto Girri)

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