sábado, 9 de octubre de 2010

ÁLVARO MIRANDA [1.434]




Álvaro Miranda 


Nació en Santa Marta, Colombia, en 1945. Su primer libro de poemas, Indiada, aparece en 1971. En 1982, con ocasión de recibir el Premio Nacional de Poesía, la Universidad de Antioquia edita Los Escritos de don Sancho Jimeno. Su novela, La risa del cuervo, escrita en 1983, obtuvo el primer premio en Buenos Aires y fue publicada en el año siguiente por la Universidad de Belgrano. Reescrita durante varios años y editada nuevamente en Bogotá (Thomas de Quincey Editores, 1992), es galardonada por Colcultura, con el premio Pedro Gómez Valderrama. Simulación de un reino acopia su obra poética escrita entre 1965 y 1995, poemas que se hallaban dispersos en periódicos, revistas y libros colectivos. (Tropicomaquia, Indiada, Cuatro de Lebrija, Los Escritos de Sancho Jimeno y su más reciente obra, Simulación de un reino). Enrique Molina, poeta argentino, dijo: «La poesía de Miranda tiene un gran valor de originalidad. Toma el acento de un español de crónica antigua. El poeta maneja un idioma paródico, con humor, con fuerza expresiva y con gran contenido vital, al mismo tiempo que interpola elementos actuales, lo cual da un clima especial al libro. Es una expresión, diría, muy rotunda, muy fuerte, que hace recordar al Arcipreste de Hita».



AQUÍ PARECIÓLE AL REY SOL QUE DEBÍA GANAR OTRA BATALLA, LA DEL VERBO Y POR ESO SE EMPEÑÓ EN REPETIR DE OTRA FORMA  LO MISMO QUE ANTES DIJO



Segunda versión para la carisma Corte

Qué umbría tiene la España
que ni cabestros ni espuelas,
sólo pellejos os cuelgan
en los bocios y en las crestas:
quintales por posaderas
y tetas por las hombrías.
Qué malandrín hizo hechizo,
qué diablos tajó las glorias:
que sólo derrotas os quedan desde Flandes a Pavía.
Vengan pues mis señores
que la cena está servida:
manatí os doy por carne
y Useñorías:
por vuestras madres
¡Qué vaina!






DECIRES QUE AL SER REZADOS SIRVEN PARA COSAS QUE NO SE PUEDEN ESCRIBIR AQUÍ Y QUE FUERON ENCONTRADOS POR LA DONCELLA ANTONIETA DE ARREDONDO EN LOS PLIEGUES DE VESTIDO DE NOVIA, POSIBLEMENTE DEPOSITADOS ALLÍ POR UNO DE SUS PRETENDIENTES. MAS DICEN OTROS QUE FUERON DEJADOS AL OLVIDO POR EL SUYO NOVIO, EL SUYO ESPOSO, PARA CONOCER DE SU INGENUIDAD Y SU INOCENCIA, CUANDO CRUZABAN LAS SELVAS DEL BRASIL, RUMBO A RÍO, RUMBO A LA LUNA DE MIEL, EN UNO DE LOS MÁS SUNTUOSOS ZEPELINES QUE SE HAYA CONOCIDO POR ESTOS LARES.



Téngote una estirpe de anguilas encantadas
y el chapaleo de los chaparrones.
Téngote flores de nenúfares en silencio
y una sonata bajo el légamo.
Téngote una umbría un unicornio
y un manojo de rayos en mis ojos.
Téngote el almizcle de un caimán sobre el alumbre
y la hiel de un tinajo bajo crótalos.
Téngote una colmena ardiendo
y el coletazo del Sol sobre el Poniente.
Téngote la mandíbula de un grito
y las mamas lechosas de un manatí para tus labios.
Téngote el cogollo de una estrella
y un corcel de mármol que devoró la noche.
Téngote la aventura de un beso que es simiente
y un tálamo de plumas sobre el lomo de los cóndores.




AQUÍ SE DICE CÓMO ESTABA DOLIENTE DON SANCHO JIMENO PORQUE NADIE VENÍA DE CARTAGENA A AYUDARLO


Canta la rana, cojea la lluvia,
la mar es zozobra que salva el rocío,
preludio de nada que prende en el tiempo,
crueldad del asombro que queda en el grito,
cadáver, cadáver del día que muere perdido.
La noche se orilla,
borda el lucero la voz del arrullo,
estatua de un sueño que crece en el mármol,
piratas sin figado que viandan la historia,
malvados sin facha,
se suenan las ñatas,
se dan puntapiés,
se comen los mangos, chorrean las patillas,
el zumo es esmalte que prueba la sangre,
perfume que sube chirriando a los montes,
canción que se pierde en la boca más agria,
saliva que espesa con velos la tarde.





Mi ángel

El ángel vino a mí de pronto, me protegió
tenía el rostro de mi madre: “Hijo, has vuelto
a vivir”. Tenía algún tiempo más, supuse,
he de enmendar mis criterios, los actos deben
ser cambiados. Pero permanecí irreductible
hoy podría haber sido ayer o quizás mañana
nada cambiaría, en todo caso
hubiera sido un accidente más, una pequeña nota en los periódicos, algún obituario,
vendría el carpintero a reparar la madera
el vidriero cambiaría el vidrio por uno nuevo, brillante,
la trampa estaría servida otra vez
dando trabajo a otro ángel. “Ves, no quieres reconocer
cuando te equivocas”. “Lo sé, madre, es que siempre
he vivido equivocado. No sé vivir de otra manera”.




ENDECHAS DE LOS GALLINAZOS, SEGUIDORES DEL NEGRO -JORGE ELIÉCER- Y SOBRE SUS PLUMAS LA PULGUERÍA Y SOBRE ELLOS, PÚTULA, LA MIRADA TUERTA DE UNA ARPIA –LAUREANO–. LUEGO EL DISCURSO Y LA MARCHA DEL SILENCIO Y ESE SOL, RASTROJO TRAS RASTROJO, A PUNTO DE DORMIRSE EN LA CRESTA ROSADA DE LA TARDE.

Porque nosotros, siendo tuertos,
seguíamos al Sol,
lo seguíamos, siendo tartamudos
y luego hablábamos y luego lo seguíamos,
rastrojo tras rastrojo, siendo cojos,
lo seguíamos por ahí, por las mazmorras,
lo seguíamos siendo mancos, lo seguíamos
y luego hablábamos, siendo sordos
y luego por ahí, bien cotudos,
lo seguíamos por ahí, bien herniados
lo seguíamos, seguíamos al Sol,
cortándonos los callos,
lo seguíamos, espantados por aquel
minotauro que capaban, lo seguíamos,
por ahí, dolidos con las muelas bien cariadas,
lo seguíamos, legaña tras legaña,
limpios con creolina, lo seguíamos,
con tantos gusanos entre las barbas que brincaban,
lo seguíamos, por ahí, siendo sabios,
lo seguíamos, peándonos la gloria, lo seguíamos,
úvula, pútula, lo seguíamos... 

(Los escritos de don Sancho Jimeno, p. 125)




THE AMERICAN CONQUEST

I

Me jurabas, en la resurrección de la noche,
no nombrar en la escalera eléctrica de tu castillo,
ni tomar jugos fechos al itálico modo en licuadora.

Qué bello era para entonces caminar en el
vértice del silencio y observar como la llama
se transformaba en reverso de su fuego,
O mirar por dentro un silencio prematuro
O raspar las palabras polvorientas de caminos
O cabalgar entre la sinfónica lluvia del caribe
O comprar después, en un baratillo
de golondrinas becquerianas,
una gota de agua embalsamada
O una luna común y corriente
para que tú la arrullaras entre tus brazos.
Y así, pensando que la noche era
todo nuestro destino, soñabamos en bohemias chaplinescas.

Con el estrépito de nuestros pulsos,
con las miradas etcéteras de los pescadores borrachos,
planeábamos el magnicidio del Arenque Sagrado o la
perpetua consagración de Juan de los Anónimos,
dulce poeta, dulce, de la dulce Constanza.

Azul Azul Azul Azul Azul Azul Azul
era lo bello aunque el verano nos
gritara que una niña lloraba en su vientre una muñeca,
una muñeca de trapo y de maíz,
una muñeca aborigen como tú.

Luego te parabas delante del Padre Sol
e iniciabas la más rechoncha oración
por el eterno descanso del invierno.
Sólo cuando la libélula se ahogaba
en la múcura con agua, como una orquídea
entre un cielo profundamente devorador,
parabas tus ritos y ritualizabas conmigo.
Deleitosísimo era soñar chambonamente.


II

Rumbo del éxodo y la nostalgia.
luego llegaron ellos disfrazados como enanos
de circo; con sus pelucas y sus narices
postizas; con sus botas y sus diplomas
podridos por la lluvia y circundaron
de asfixia nuestra isla.
Desde las pulsaciones del Cóndor
oigo llegar tus canciones orquestadas con
el cro-cro-cró de las ranas patizambas de tu castillo.

Ahora, en estas tardes caniculares,
cuando el silencio me codea su extraña jerigonza,
cuando los tediosos astros
sólo me muestran la radiografía de su luz,
observo las iguanas que no hacen más que contar
y recontar las cananas de sus huevos amarillos.

¿Sabes por qué, Altísima mía?
porque los cirqueros suprimieron nuestros colores
para que existiera una sola bandera; porque los cirqueros
suprimieron nuestros sonidos
para que existiera un solo himno.

Te cuento, Altísima mía, que a nuestra
cordillera enruanada, donde las palomas
vuelan víspera de muerte, donde los micos pelan
sus guineos por las tardes, donde los fantasmas
lavan y planchan sus sábanas blancas,
llegó un papagayo de triste monocromía
anunciando tu partida.

Ahora que tu pañuelo de adiós se vuelve mi mortaja,
continuamente se repiten los silencios
en ésta succionante emboscada del éxtasis 

(Tropicomaquia, p.30).




DECIRES QUE LLEGARON COMO LOS FURTIVOS BESOS, BESOS DE LUZ Y LAS CRISÁLIDAS, LUEGO SE FUERON, SI, COMO GRÁVIDO SUEÑO PARA QUEDAR ARCANOS AL PIE DEL ÁNFORA GRIEGA Y LA MEMORIA.

La poesía, sí,
eleva la indolencia,
eleva, sí, inmemorial desgarro,
la poesía, sí, ala bajo la conflagración
de la inclemencia.

La poesía, sí,
luz de agua que late en la eternidad
de los naufragios,
tal el alma en sus desiertos blancos.

La poesía, sí,
vértigo que alucina en su hervidero la colmena,
si, toda la sombra en la indudable fe y los misterios.

La poesía, sí,
evaporado ángel que empuña encantamiento.
Qué gloria, sí, la insinuación a ras del brote.
Qué cielo, sí, la vacilación a tumbos con el viento.
Unánime luz entre los dedos, sí, el decir ingenuo,
sí, mortalidad de la fatiga,
con sus hordas, si con sus hordas de fuego
aprisionando el sobresalto.

La poesía, sí,
golpe del destino tras la suerte,
absolutamente jamás intento eterno,
mechón que alumbra en simulacro la memoria,
sí, la poesía…

(Los escritos de don Sancho Jimeno, p.130).








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