sábado, 2 de octubre de 2010

HONE TUWHARE [1.340]



Hone Tuwhare 

Nació en la zona rural de Northland, en Nueva Zelanda, en 1922. Pertenece al pueblo Aotearoa. Algunos de sus libros de poemas son No Ordinary Sun y Shape Shifter con el que ganó el Premio Montana NZ.



Viento del Este

no brames a tus hermanos
para que tengan un áspero despertar.
Silénciame
hasta el árbol en flor de un Martes
y la huerta silvestre
donde la encontraré.

Mímala para que siembre
entre el mudo campo del corazón
palabras más adorables
de las que yo nunca haya hecho chispear desde piedras
tan rojas como griñones.

Mañana del Martes traes
apretar de manos y maravillarse
a la salida del sol.
Y que mío sea ese día
para saludar tan ávidamente:

tanto que ella pueda levantar los ojos entornados,
y olfatear tan delicadamente como la sal
de tu llegada
que últimamente fue del mar, el gemido del mar,
y las festoneadas rocas, O Viento del Este.






Muchacha en el parque

La muchacha en el parque
vio un cielo descomplicado
alzando los hombros entre
un saco de denim azul oscuro.

La muchacha en el parque
no alcanzaba a tocar
los botones de frío acero.
La muchacha en el parque
vio a la luna deslizarse
entre los brazos de un árbol muerto
y sintió a la vasta noche
importunando.
Cuán enorme parece, dijo,
y son grandes los árboles.

Las estrellas la escucharon
y descendieron parapetándose
sobre las copas y ramas
como búhos sin pestañear.

Los árboles solemnes,
tan musculosos como su amante
inclinados oscuramente para captar
la salida de la luna y el desvarío
en sus ojos:
la luna es grande, es muy grande
dijo ella con voz aterciopelada.

Un búho currucuteó.
los árboles chirriaron y se codearon
entre ellos y las estrellas
llevaron lejos a la indefensa luna
que sólo tiene una costilla...

La muchacha en el parque
no se preocupa: su cuerpo se balancea
al canto de oscuros bordes
de las tormentas.




Lluvia

Puedo escucharte
haciendo pequeños orificios
en el silencio
lluvia

Si fuera sordo
los poros de mi piel
abriría para ti
y cerraría

Y yo
podría conocerte
por tu lamedura
si fuera ciego

el especialísimo
olor tuyo
cuando el sol hace galletas
con el suelo

el perseverante
sonoro tamborileo
que haces
cuando gotea el viento
Pero si yo
no te escuchara
oliera o sintiera o viera

tú todavía
me definirías
dispersarías
me lavarías
lluvia





Amigo

¿Recuerdas
esa franja silvestre de tierra
con el árbol solitario vigilando la punta
desde el mar de afilada lengua?

El fuerte que construimos con ramas
arrancadas del árbol ahora es muerta madera.
El aire que era denso con el zumbido de los brotes
del toetoe sucumbe al final ante la
rueda de la gaviota gris.

Las raíces engastadas
del mangle no cosechan una fiesta más fina
de anguilas de vientre de plata y caracoles marinos
cocidos en una vasija oxidada.

Permíteme
reparar los extremos rotos
de días compartidos:
pero quería decir
que el árbol que trepábamos
que dio bebida y alimento
a sueños juveniles ya no existe.
recogidas en los labios sus hojas
de finos extremos silbaban – ahora no estampan
sedosos brocados sobre el suelo
de agrietada arcilla.


Amigo,
en este mundo desolado
e insomne, estrecho
tu mano para confirmar al menos
que todas nuestras fantasías enjoyadas fueron
reales y portaban espléndidos atuendos.

Quizás el árbol
otra vez echará frescas raíces:
da suave sombra a un mundo con problemas
y dañado.

Traduciones de Rafael Patiño
REVISTA PROMETEO






TPENSAMIENTOS SOBRE UN PROVERBIO SUFÍ



Hace mucho tiempo, yo era un átomo. Unidad dividida, magníficamente reunida.

Lleno de potencial, estaba cerca de mi esencia. Morí como átomo y evolucioné a otra forma. Me convertí en una piedra cerca del deshielo.
Me enfriaba.


Morí como piedra y me convertí en planta acuática. Como una planta, aprendí a cazar y a comer carne. Morí como planta y me convertí en pez. Como un pez

me crecieron alas,
volaba a ras sobre aguas crecidas. Entonces aspiré al círculo,
alto sobre tierras de torres reverdeciendo.


Cuando morí como planta, a otra rama de mí, que me agradaba, le crecieron piernas y

se arrastró fuera del mar – gateaba en cinco. ¿O eran seis o siete?
No importa, yo tenía brazos, piernas y dos manos con las que aprendí
a recoger piedras, afilar palos.


Aquella otra rama voladora de mí trató de sacarme los ojos. Se burlaban de mí

por no elegir una vida voladora. Ignoré las burlas, me
escondí para evitar el peligro. Aprendí a tirar piedras. Y pronto,
con desarrollada precisión, pude derribar a los que me atormentaban.
Me los comí con plumas y todo, sólo aprendiendo más tarde a guardarlas
para adornarme.


Evolucioné de planta a animal. Morí como animal

y me convertí en humano. Ahora... Nunca crecí menos al morir, ¿comprendes?


Quiero convertirme en piedra de nuevo, pero no de las frías

como la noche eterna - el lado no iluminado de la luna.
Para una piedra es tan buena una forma como otra. Compacta y
lisa hasta convertirse en un millón de susurrantes granos de arena sólo
disolviéndose tranquilamente hasta cualquier polvo ancestral; y todo a
buen tiempo, también, precisamente, y con una elegancia resignada.




NO ES UN SOL CUALQUIERA



Árbol, deja caer tus brazos:

No levantes tu silueta en súplica
A la nube, de halo brillante.
Que tus brazos carezcan de dureza y
Resistencia, porque ahora no se trata de una simple hacha
A desafilar, ni fuego a apagar.
Tu savia no subirá de nuevo
Atraída por la luna...
No inclines más tu cabeza en deferencia
Al habla del viento, ni tiembles al cosquilleo
De la lluvia que te recorre.
Tu antiguo, denso follaje, no será coronado
Con el encantador vuelo de las aves
Ni escudará
Ni refrescará el ardor de amantes ensimismados
Del sol monstruoso...
Árbol, deja caer tus brazos desnudos,
No extiendas vanas súplicas a la radiante esfera.
Este no es el destello del galante monzón
Ni el estallido de los vientos alisios...
El desvanecido verde de tus mágicas
Emanaciones no hará puros de nuevo
Estos cielos contaminados, porque este
No es un sol cualquiera...
Oh árbol, en montañas sin sombra
Llanuras blancas y
Al fondo del mar monótono,
Tu fin, al fin está escrito.




HAIKÚ



Lo proclamo,

mi amor por ti
no es minimalista:


es animalista






Hone Tuware was born in Kaikohe, New Zealand, in 1922 and died in 2008. He was a poet and playwright. Books published: No Ordinary Sun, 1964; Come Rain Hail, 1970; Sapwood and Milk, 1972; Something Nothing, 1973; Making a Fist of It, 1978; Selected Poems, 1980; Year of the Dog, 1982; Mihi: Collected Poems, 1987; Short Back & Sideways, 1992; Deep River Talk: Collected Poems, 1994; Shape-Shifter, 1997; Piggy-back Moon, 2001; Oooooo......!!!, 2005. He has been recognized as the New Zealand's most distinguished Maori writer.





THOUGHTS ON A SUFI PROVERB



A long time ago I was an atom. A one-ness in two, superbly put together.

Full of potential, I was close to my essence. I died as an atom and
progressed to another form. I became a stone just off the melt. I was
cooling off.


I died as a stone and became a water-plant. As a plant, I learned to trap and eat meat. I died as a plant and became fish. As a fish I grew wings flying low over the heaving waters. Then I aspired to circle high above greening turret-lands.



When I died as a plant, another branch of me I liked grew legs and

crawled out of the sea – on all fives. Or was it sixes or sevenses?
No matter, I had arms, legs, and two hands with which I learned
to pick up stones, sharpen a stick.


That other flying branch of me tried to pick out my eyes. They mocked me

for not choosing a flying career. I ignored the jibes, ducking out of
sight to avoid danger. I learned to throw stones. And soon, with a
developed accuracy I could bring down my tormentors.
I ate them feathers and all, only learning later to save the feathers to
adorn myself.


I progressed from a plant, and became animal. I died as an animal and became man. Now. . . never did I grow less by dying, you understand?



I want to become stone again, but not the kind that is as cold as the

forever night – the unlit side of the moon.
For a stone is as good a shape or form as any other. Compact and
smoothened to become a million whispering grains of sand just
crumbling quietly away to whatever ancestral dust; and all in
good time, too, precisely, and with a resigned elegance.





NO ORDINARY SUN


Tree let your arms fall:
Raise them not starkly in supplication
To the bright enhaloed cloud.
Let your arms lack toughness and
Resilience for this is no mere axe
To blunt, nor fire to smother.
Your sap shall not rise again
To the moon's pull…
No more incline a deferential head
To the wind's talk or stir to the tickle
Of coursing rain.
Your former shagginess shall not be wreathed
With the delightful flight of birds
Nor shield
Nor cool the ardour of unheeding lovers
From the monstrous sun…
Tree let your naked arms fall
Nor extend vain entreaties to the radiant ball.
This is no gallant monsoon's flash—
No dashing trade wind's blast….
The fading green of your magic
Emanations shall not make pure again
These polluted skies—for this
is no ordinary sun...
O tree in the shadowless mountains
The white plains and
The drab sea floor
Thine end at last is written.




HAIKU



But, I protest

my love for you
isn't minimal :
it is animal


http://www.wpm2011.org/es/node/563



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