miércoles, 25 de agosto de 2010

649.- MIGUEL ÁNGEL FEDERIK

Miguel Ángel Federik (A la izquierda en la foto)

Miguel Angel Federik. Poeta y ensayista argentino. Nació en Villaguay, Entre Ríos, en 1951, donde reside. Sus primeros versos son de los inicios de los años 70. Su libro "Una liturgia para Némesis" (1994) le valió el Premio "Fray Mocho", el mayor galardón a las letras que anualmente otorga su provincia. "La palabra poética de Miguel Ángel Federik es alta, conceptuosa, profunda; poblada de imágenes que llevan ya al universo mitológico, ya a una épica de colonos inmigrantes y de próceres que dejaron lo suyo en un preciso espacio comarcano, se ha constituido en necesaria referencia de la literatura poética entrerriana”, aprecia en su comentario Silvia Rodríguez Paz. Además, ha publicado: La Estatura de la sed (1971), Fuegos de Bien amar (1986); De cuerpo Impar (2001) e Imaginario de Santa Ana(2004).



NIÑA DEL DESIERTO

'Si no hay para ti un lugar en el mundo,
yo te llevaré en mis ojos'
(Anón. árabe)

Cuanta materia de realidad futura -me dije-
habrá en los ojos de esta niña que no pude
ver bien, parada en la arena del desierto
o parada en el fondo naranja de la pantalla
de CNN en español
al borde de la carretera que sube desde Az Zubayr
a Basora,
o que baja a los infiernos de Bagdad,
que ahora es un infierno,
y hago aquí unos puntos suspensivos
porque una vez hubo jardines en Bagdad
y esta niña parada entre mujeres vestidas
de negro tiene la edad de aquellos jardines
y ve pasar tropas camino de Bagdad
como si viera por primera vez otro mundo,
ya que es el otro mundo el que ahora está
pasando frente a ella
parada en el resplandor dorado de las arenas
de este día de la primavera boreal,
mientras voy al mapa del diario de hoy :
23 de Marzo de 2003 para fijar exactamente,
con precisión poética y felina el sitio exacto
en que la ampara la sombra de mi dedo
que ya sabe que una vez en Bagdad hubo
jardines verdes y dorados
y leones de mosaico, celestes y dorados,
protectores de templos o de tumbas
y es imposible vivir en un desierto ignorando
que los leones verdaderos
son celestes y dorados y esta niña en el camino
de Az Zubayr a Basora,
guarda en su pupila el ojo de la aguja
y ve pasar camellos solamente
como quien hiciera de su mirada la otra puerta
de la historia.


Los leones son celestes y dorados
porque cuando eran celestes y dorados
en el mundo real había leones de azafrán
y de canela
y una niña real no puede vivir en un mundo
de leones reales
ni con la imagen de ejércitos
pasando eternamente por su mirada,
porque los leones reales nunca fueron
de azafrán o de canela
sino celestes y dorados y una niña tiene
la mirada de una niña
y una niña parada en el desierto es una niña
parada en el desierto
cuya mirada quiero que se conserve
en este poema
puesto que si esa mirada hubiese
desaparecido antes de este poema
nunca hubiese habido leones celestes y dorados
y tampoco hubiese visto nunca
esta niña de oro parada en el desierto.


Cuanta materia de realidad -futura como
toda realidad-
está mirando esta niña -me dije- porque
de esos ojos cegados
por la luminosidad enemiga que cargan
estos carros de guerra,
saldrán canciones, novelas o biografías
que harán del mundo este mundo
y que me gustaría leer otro domingo de mañana
y en la paz de mi provincia,
-y que sin embargo ignoraré para siempre
por una cuestión de edad-
pero sabiendo contra todo pronóstico
o gnoseologia que los leones son celestes
y dorados porque son celestes y dorados
y no hay poder real que pueda derrotar
la ultra realidad que pasa
de tal modo en los ojos de esta niña parada
en el desierto,
entre mujeres de negro de la cabeza
a los pies paradas en el desierto,
porque la poesía ha sido siempre una niña parada
en el desierto
y una niña parada en el desierto es suficiente
testigo de su mirada.





EL TREN


Pasaba un tren y un viento prenatal
y del Tirol movía en el sueño ramitas nevadas
por Dinamarca
y la luz jugaba al zenku en las cadenas
del ribonucleico mientras el zepelín bogaba
sobre álamos recientes como islas
y había muchachas con melones en las ventanas
y algunos hablaban idish y había trigales
y carros rusos
y había apenas lo que había que era un río interior
y el liempo era curvo y a los topetazos de la '202',
el agua se desgajaba por ramblones de colores
y la transparencia era un sonido que la quietud
reunía a síncopas de 98 latidos por minuto,
dentro de la primera uva de los deslumbramientos
y esa pecera era mi madre que flotaba
en este mundo
-niña de los chales y los perfumes espejada
de asombro—
subiendo al tren que despertaba las colinas
bajo el alba.

Llegaba el tren a la arboleda y la '202' bufaba,
entre galgos barcinos y resinas de mariposas,
con aquellas aspersiones de hulla
o de goma arábiga
que educaron mis ojos al sur y a los celajes
del verano
y en las carnes del verano a la jangada
de faroles turbios
de la Nube de Magallanes en que mi corazón
volaría adscripto ya a primeros parapentes
de luciérnaga,
mientras el dragón cortejaba con chispas
las palmeras y se ahogaban a colapsos de mercurio
las Stentor o las Philips
y las corrientes cálidas tejían virreynatos en el aire,
ya poblado de sputniks, isobaras, jacarandaes
y calandrias,
y el tren dejaba el atardecer de la arboleda.

Llegaba el tren que llegaba y la magnolia
de la abundancia trasbordaba a la estación
sub-orbital de los carreros
en aquel puerto de llanura sólo de cardales
y de perros
y había salvas de amadores en las barandas,
cuando el bárbaro de las bolsas de afrechillo
saludaba al otro que traía las arenas del Gualeguay
y con ella los deshoves de las tarariras y de las ranas
y con ellos la genética de los pantanos
y con ella la mariposa que abre sus alas en Pekín
y con ella aquel recuerdo de la 'Mar Paranaensis'
y la mica de conchillas para las crines de las yeguas
que pastaban entre viznagales y sombras de paraíso.
Y la '202' llenaba de humo blanco aquel retablo
y al toque del silbato movía sus largas patas de cigüeña
y era como si iba a volar... y tal vez mas allá volara.

Llegaba el tren a la ribera de los eucaliptales
altos y recuerdo a la enana de la cinta izquierda
del estandarte
que fue violada ahí, bajo los lilas del amanecer
y a su canesú de lentejuelas en las mentas
de la cuneta dando brillo a la ribera nuestra
de la estación de los ingleses
mientras se la trincaba el 'Gaucho'
y el tren que no llegaba
llegaría con los cadillacs de Rock Hudson enlatados
junto al malo de Barrabás o aquel beso de 'Casablanca'
prohibido por el pizarrón de patroncita Santa Rosa
y la palabra ahogo y la palabra exilio, ya rebotaba
en las paredes de la fe de una burguesía ex
conservadora,
ex cucharitas de plata, ex mañanitas bordadas,
y el pueblo tenía un tren, un lobizón y dos farmacias.

Llegaba un tren y los hombres de azul desesperaban
ante señoras de marfil bajando del viejo Pakcard
y los avíos de las cestas cargadas con muslos o naranjas
y la bestia de adelante se adhería a la manga del agua
y el señor de botones se movía con arrogancia de tucanes
y los señores de gorra troquelaban cartones amarillos
y señores de visera gozaban la telegrafía sin hackers a la vista
y los señores Dick Bogarde llevaban rosas té en la solapa
y destilaban Koleston Nogal en las verdes salas de la espera
mientras el señor de la campana reinaba sobre catangos blue
y pomos y epigramas y franelas y sobrerrelieves dorados
porque el mundo aquí era de bronce... y había que lustrarlo.

Pasaba un tren amigos y entre mortadelas gigantes
y los tristes acordeones del fondo nos sentábamos,
mi imprudencia y yo, cerveza en medio,
a leer Papillon ante la mirada oficial de la "Ferroviaria".
Y era el espinillar y luego las lagunas con chajaes
y las pescaderías y el tiempo de esperar y los sauzales, pasaban
y las inmensas lunas amarillas contra cielos cobrizos, pasaban
y el tiempo de creer y los campos de Urquiza, pasaban
y cada tranquera era una vela que se consumía en el pasado
y entre Bay-Biscuits y malolientes marinerías de cabotaje,
aquella boa musical caía desde un reino de jaguares
y entrelazaba el mundo y Buenos Aires.
Y luego, después, entonces supe lo que implicaba:
haber llegado a Buenos Aires.

Pasaba un tren que pasaba y un día ese tren se hizo lagarto
y subieron los carriers y los panzers y los soldados
y están vivos aún los árboles de Marzo del '82
y el oliva de las charreteras hacía desaparecer
a los hombres de azul y a los hombres de gris
y los hombres de paja y a los hombres de maíz
y a los hombres de barro y los hombres de madera
y los hombres de jade y a los hombres de oro
y entonces lloviznaba y después llovía a cielo pleno
y todos los hombres eran marrones y la lluvia los seguía
y el tren se iba con la lluvia y era Marzo y llovía
y donde había contrabandos o melones ahora había soldados
y donde había gurisas de blusas transparentes,
/ahora había soldados
y donde había cebúes o piedras mora, ahora había soldados
y la '202' era un avión de juncos, una balsa de barro
/entre colinas
y nadie podía sentarse a las ventanillas del aire sin un arma.

Pasaba un tren, amigos, y otro día
ese tren pasó y subió y yo estaba en Curuzú Cuatiá
y el General no estaba y el tren paró, pitó y se fue
y nadie bajó por sus escalerillas asombradas
y todos debimos caber en esas auras, pero era prohibido salivar
o agitar las ramas del laurel o beber de ese cáliz o decir
que esa luna de la media tarde con forma de pisingallo
era una deuda y un salmo que ahora florece entre ángeles
/ y caballos
porque ese tren era la flor del mburucuyá de una generación
y marchaba hacia los esterales con su población de ánimas
por los morenos ojos del andén y los escapularios
de San La Muerte.
Y ese fue el aviso de mi tren que se esfumaría
/en arenales correntinos,
transfigurado ya, por el aullido interminable de las madres
/y de los perros.

Pasaba un tren, amigos, por aquella mar de latifundios y de alas,
pasaba un tren que no regresa y pasa y todo fue tan rápido
/¿será?
que fue como si era nada más que un tren que pasa
/en un poema:
una sílaba incendiaria perdida en un reino de formas y sonidos,
y que ahora es apenas un yacaré blindado, anfibio para el olvido,
que se hunde solitario en el pecho magnético del Sur,
contra las metalurgias eternas de la constelación del Centauro.





DE: IMAGINARIO DE SANTA ANA



38



Isabel era tímida y rural
como el borbotón del amanecer
en su vertiente.

Olía a huerta clara,
a dársenas de magnolia en sus praderas.

Le enseñé a saltar a la rayuela
y era un cumpleaños de arco iris con hoyuelos,
su risa entre mis brazos cuando llegaba al cielo.

En la irreparable cereza de sus pezones
llamé a las gemelas puertas del Paraíso.

Y ahora, que ya no es verdad,
lo recuerdo.




..............................................

2
Salvaje en la infancia llevo
como una tatuada ojera del infierno
la sombra aquélla grande del ombú
donde aún con la mirada,
yo también degüello los corderos.

Manta sanguinolenta en los corrales
secándose al sol como un consejo.

Eso han sido los sueños.

19
Hombres de sol a sol,
solares hasta la defunción como las yerras,
fueron sin embargo devotos del lucero.

Anillada la luna en cabezales
le bordaron espumas de tiento a su costado
y le dieron por todo escapulario
a sus pecheras.

Satanás y la hadas se disputaban
sus caballadas y sus huesos.




ACUÉRDENSE DE FORCLAZ

"Al fin San José lustissima tellus!
Canaán sin ajenjos ni gamuzas para los hijos del Valais.
Tributaria de Urquiza, ese lejano general
señor de saladeros y palacios, afecto a las mujeres
y a las oropéndolas de los carnavales venecianos.
Al fin la tierra: estas colinas brumas, mansas, moras
con los lamparones del cobre pobre de sus pedregales
y este río que pareciera descender desde canteras
de nubes y cristales y no de esa oscura cueva
que habitan pájaros y caracoles. Aquí levantaré mi molino,
en esta altura casi azul de la campiña.
Yo he soñado tal vez con estas arboledas."

"-Notre frere... Pardón: nuestro hermano Forclaz
-Q.E.P.D.- es un enviado del infinito y su misericordia.
Él ha venido a convertirse en un mártir ignoto
y destinado a hacerse sombras en estas pampas insólitas.
Al arrojarse desde el Atalaya
de su sueño de piedras, con velámenes
se ha hundido para siempre en el infierno
pero quizás amó las sementeras
que ustedes sólo labran. Su tumba le pertenece.
Yace en paz en medio de lo que fue adverso."

(Cuando sople el último viento, el viento capaz
de mover estas ingenierías inconclusas,
estas aspas remisas al poder de la trigonometría,
acuérdense de Forclaz.
Sus inmensos ojos puestos en la bóveda
como un dulce periscopio ensimismado
sólo vieron el logaritmo de los amaneceres en Capricornio,
una bonanza de golondrinas con su duelo sin colores.
Un día levantó sus manos de las cremalleras
y las escuadras y las espigas, sobre todo las espigas
que lo herían con todo el oro de sus agujas derrumbado
y se preguntó: -"¿Por qué el viento, Dios Mío,
por qué el viento?" -La respuesta duerme
entre los cirios sin bendecir.
Ha muerto de espanto ante la magia
Va cesante de ángeles por el aire quieto)

"...Cuando escuchen la pavura de los antiguos
sobre esta Terra Incógnita, acuérdense de Forclaz.
Mackandal y los tambores, acuérdense de Forclaz.
San Brandán y la ballena, acuérdense de Forclaz.
Copérnico y Elcano, acuérdense de Forclaz.
El abismo y la serpiente...¡Acuérdense de Forclaz!"








LA CIENCIA MODERNA
I

Según el Dr.Exner, 300 nadadores sordos sumergidos
en una pileta, nunca supieron donde estaban las orillas
y considerando aún exagerada la aserción de Spallanzam
de que la golondirna puede alcanzar una velocidad
de 89 metros por segundo, debemos merituar,
que el 17 de Mayo de 1896 en Conipiegne a las 7.35 a.m.
soltaron juntas golondrinas y palomas mensajeras
y mientras estas vuelos en círculos para orientarse,
las golondrinas partieron como un rayo hacia su nido
sito en la calle de Predicadores de Amberes,
y naturalistas y banqueros y armadores y amadores
comprobaron ese día que las palomas alcanzan
una velocidad de 57 Km./h. y las golondirnas de 257,58 km./h.


Los colombófilos flamencos tiritaron en la experiencia
porque en la Universal de París del '89 hubo nacido la idea
hoy absolutamente desterrada - post principitus inclusive-
de un correo aéreo fundado en las golondrinas,
cosa que ya imaginaron los antiguos romanos
y lo atestigua Motaigne en su Essays, Cap.XXIII, lib.II,
porque como Knaton El Egipcio,
la imaginación es superior a la inteligencia.


Y agrego:
emancipado del ciclo el halcón
se traga a las palomas mensajeras
e intercepta el mensaje confiado al aire,
y la golondrina ofrece menos cuerpo
la novela al tiro del enemigo
que es el halcón o el tiempo
y de ahí que los herméticos italianos
hayan superado a la rosa blindada
y a la poesía política.
Hoy podemos confirmar
desde la torre inclinada hacia el Este
que nadie reparó en Amberes aquel día
en el mensaje intertextual o el poder de la parábola
y menos aún que la ciencia natural del S.XIX
haya descubierto -sin saberlo- la diferencia esencial
entre la prosa poética y la poesía.




II

Apesta a prosa la entelequia de la rosa
y el caballero azul y Sinforosa
y tanto libro en síncopa de copla
que por no mirar endecasílabo la furiosa
corriente que alejandrina dan los cuerpos sudorosos
al aire tan barroco que apenas con la luz dibuja un rostro
y se pierde en el meandro en que orinan los cadáveres
su pas de deux en el escenario de este mundo de la cosa
y me entregan pudorosos el saldo de su horror,
su vomitable ignorancia de tanta concomitancia al paso
y apesta a prosa tamaña fe del desengaño,
apesta a prosa tanto cubículo adverbial,
tanta primosa riqueza intelectual
que apesta a prosa tanta cosa entre el hexámetro y el son,
entre Cesaría Evora y la espléndida fiesta del lenguaje
de la puntilla agreste de un vello agreste que florece
entre tus piernas que ya florecía con todas las mujeres del mundo.

Apesta a prosa preciosa - perdón por esta cosa-
tanto coso sustantivo, logarítmico y precioso,
tanto señor, tanto señora entre el hexámetro y son,
tanta pobreza para tu muerte y para mi muerte
tanto son sin ton ni son, tanta síncopa de copla perdida
en el borde de la copa que era un arpa y que tenía
cuerda, diapasón, garganta, aliento,
página de piel, bocado al viento, carne de agonía.





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