domingo, 8 de agosto de 2010

CRISTINA MORANO [343]


Cristina Morano 

Cristina Morano (Madrid, 1967). Escritora y diseñadora gráfica free lance. Ciber-activista y feminista.

En el año 2010, escribió el artículo sobre las mujeres de Cartagena, dentro de la serie “Radiografía de la mujer española” para la revista “Yo Dona” de El Mundo.

Como poeta ha publicado los libros Las rutas del nómada, Murcia, 1999; La insolencia, Madrid, 2001; El arte de agarrarse, Ed. La Bella Varsovia, El ritual de lo habitual, Ed. Amargord, 2010; y Cambio climático, Ed. Bartleby 2014. Ha sido antologada en, entre otros, “Generación blogger”, de David González (Madrid, Bartleby Ediciones 2010); y en "Esto no rima" antología de poesía indignada del 15M, recopilada por Abel Aparicio. Es uno de los poetas recogidos por Alberto Ga Teresa en su tesis doctoral “Poesía de la conciencia crítica” y en el libro “Disidentes”.

Acaba de publicar Hazañas de los malos tiempos crónica de sus años en el paro, en Editorial NewCastle, Murcia 2015.

Ha participado en el Festival Internacional de Córdoba: Cosmopoética, dirigido por Elena Medel.

Ha sido traducida al inglés, armenio, euskera y sueco.

Como diseñadora gráfica trabajó durante 14 años (1998-2012) en la agencia Tropa, colaborando en el diseño de, entre otros, Desde el puente de los años, sobre Paul Celan y su esposa en el Círculo de Bellas Artes de Madrid; el libro conmemorativo del Centenario de Carmen Conde para el Ministerio de Cultura; el catálogo de Sutura, hibridación y reciclaje, colaboración entre David Delfín y ORLAN para el Espacio AV; y en la serie de libros del Centenario de Ramón Gaya.

Uno de sus trabajos, el catálogo sobre Francesca Woodman en el EAV de Murcia, fue considerado "uno de los 10 libros más bellos de 2010" por Elena Foster, directora de Ivory Press.

Recientemente, una de sus portadas para la editorial Bartleby ha sido reseñada en las revistas “SModa” de El País y “YoDona” de El Mundo (sábado 21-3-2015).

Cambio climático. Madrid; Ed. Bartleby, 2014.


CRIATURAS

Como tú/ que estás uncida a mí/ desde el abismo.
Paul Celan

No tenemos cintura sino ijares
y arqueamos el lomo en el esfuerzo;
abiertos en canal seríamos
como estupendos bueyes: nuestra carne
molida en el estudio, en la mañana
sin luz de los obreros.

Cómo decir el cuerpo entonces.

¿Me quieres? Nosotros
no hablamos repitiendo,
y a ninguno nos brindan con la copa
dorada donde el tiempo burbujea.

Ya estábamos cansados al principio,
doblábamos el espinazo juntos
sabiendo que al volver nos esperaban
libros, palabras sin alcance;
y nos estábamos callados
el uno junto al otro entonces:

cachorros de lenguaje,
aún queda por decir esta belleza.


UNA CASA LIMPIA

Hay cosas que en la casa
siempre estarán un poco usadas.
Mi casero las cambia cuando viene
para mirar si hemos tirado abajo
su miserable propiedad
pues tiene que llegar a salvo hasta sus nietos.
Pero a mi compañero no le importa
se asea y desayuna o guarda libros
como lo hizo el primer día
cuando vino a pasar un sábado.
Aceptamos la casa como parte
del deseo de estar viviendo juntos
aun cuando presentimos
que estas  habitaciones
no debieran estar amarillentas,
y menos en un sitio tan valioso
como el cuarto de aseo y su bañera,
donde aquel día nos lavamos
uno a otro, agotados del trabajo.
No, no tendría suciedad ahí,
en este sitio de respeto
y aliento entre nosotros.


UNA COMIDA RURAL

Mañanas de domingo en el pueblo
con mi abuela lavando el animal
que luego cocinábamos:
me señalaba el músculo,
la flexibilidad del lomo,
y el sitio exacto en las costillas
donde quedaban restos de la pólvora.

Después nos reuníamos
y alrededor de la cazuela
se nos contaba cómo había corrido
delante del fusil, cómo los perros
relumbraban al sol del alba
con el lomo pegado a la pradera
y el hocico en las patas de su víctima,
ya herida pero aún más rápida y más fuerte
que toda la jauría.
                                   No se hablaba
de nada más en la comida
más que del crimen necesario
que nos permitiría otra vez
crecer, no pasar frío en noviembre.
Y toda la celebración tenía
ese respeto triste por los muertos
de quien se reconoce como animal famélico,
herido en otra especie, en otra caza.


Asia

Pasan los chinos a mi lado
por la acera, siguiendo el mapa
de su móvil. Van buscando
su nueva calle, llevan varios bolsos.
Su cabello es negro. Y el nuestro.
Llevamos parecidos los abrigos.
Hemos perdido toda traza de historia,
no hay antepasados distintos
en la casa del hambre.


Charnego

Me acuerdo de los días ya lejanos
en que compraba libros,
pasteles, muebles, o viajaba.
Pronto tendré que desmontar mi casa
y hacer con estos libros mis maletas.
Dónde acabaremos esta vez
y a qué nuevos dolores habrá que acostumbrarse.

¿Irán conmigo mi familia,
mis libros, mis cachorros,
o tendré solo un cuarto donde echarme
para esperar que rompa el día
más oscuro que acecha a mi linaje?

Mientras tanto, me guardo lo que tengo:
neveras, libros, cachorros,
amor, lengua, familia, tierra.
No son nada, equipaje, cosas tontas
para el que no tiene dinero;
las cargo algunas veces, otras debo olvidarlas,
buscando mi comida por el mundo.

Como los animales



EL PELO LARGO

Esta noche ha lavado
despacio
su pelo como un indio,
pero llega al amanecer
y huele al humo del tabaco,
como un vaquero de película.
Un día su cabello
será como ese Valle
calizo que también
la muerte y yo nos disputamos.

Me mira comprendiendo
que estoy aún más triste que feliz.
Encuéntrame después de la alegría,
le digo. Y se recoge el pelo
detrás de la cabeza igual que otros
afilan los cuchillos, archivan documentos,
con esa gravedad.




El ritual de lo habitual. Madrid; Ed. amargord, 2010.

01. SABRINA Y LYNNDIE, SOLDADOS NORTEAMERICANAS 
CONDENADAS POR TORTURAS EN IRAK

Le dice Sabrina a su esposa:
El veintitrés de junio
fotografié mi primer cadáver.
Desde entonces no puedo
recordar nada si no lo filmo;
no tengo memoria, Kelly,
tengo frames grabados en cedés:
puro plástico y electricidad,
lejos de la carne y de las vísceras.
Apacentamos grandes cerdos rosados
desde su madriguera al terror,
y vuelta a la madriguera. Necesito
un trago, luego fotografío:
lo hago normalmente
con las manos lavadas
cuando ya no soy yo
la que golpea/ la que obedece.

Piensa Lynndie: debería alejarme
de esta tropa, ni siquiera les conozco,
parece que Sabrina necesita
un dispositivo externo de memoria
para poder asir sus vivencias,
y en cuanto a Charles, espero
que no tuviera sexo conmigo
después de una de tantas
sesiones con los presos,
porque eso significaría
que mi hijo es fruto de una orden
(pues ésto nos ordenaron).
Habíamos cenado con el Presidente
cuando declaró “misión cumplida”
la toma de Bagdad, después
llevamos a cabo las instrucciones
específicas de los superiores.
"Eres bastante terca", me decía mamá,
"pero eso no significa
que no puedas cumplir órdenes".




05. Sor Juana: miembro de las Hermanas de la Caridad, 
destinada en el orfanato de Santa Florentina, en Murcia

Ellos lo saben todo.
Excepto a quién llamar
si en medio de una pesadilla
se despiertan por la noche.
Esa culpa.
La niña rubia da miedo:
se ríe como las viejas del burdel,
desdentada a los once años;
y la sudamericana que sale
cantando a la calle
no sé si es más lista
o más tonta que el resto
de los pequeños.

Aquí sólo sonríen los bebés:
los recién llegados,
pero a los dos días
ya saben dónde están:
están en el sitio
donde fueron abandonados;
esa consciencia del no-ser-para-nadie
es lo que se les mete en los ojos,
esa culpa.

Me llaman hermana.
¿Qué simboliza tanto dolor?
¿De qué es arcano el huérfano?
A veces, no lo soporto;
entonces no rezo, no sirve.
Me pongo a pelar patatas
y les hago ración doble.
No engordan nunca.


09. Belén: estrella mediática, trabaja en una cadena 
televisiva española de ámbito nacional

Aun en las masas proletarias,
hay gente que adopta
la cosmovisión burguesa
y actúa en contra, es decir, traiciona
los intereses de su clase.

¿Sabes? tanto trabajo no sirve
ni para echarse una chuleta
el domingo a la boca.
Vamos como los animales:
de la alcoba al fogón rascándonos las manos
hasta que los sabañones sangran.
De canija soñaba con tener una casa
en un sitio mejor y con verde;
ya estaba cansada en el sueño,
así que imagínate ahora.

El visón abriga más que el conejo,
la leche fresca sienta mejor que el café,
y la fruta de temporada
genera pieles traslúcidas.
Cuánto dinero. Cuándo
proletarios del mundo unidos.
¿Sabes? el país se escandaliza
de mi analfabetismo.
El país no ha contabilizado el número
de bibliotecas de las afueras,
el número de jardines botánicos,
el de parques con árboles, el de Museos
de las afueras. Yo sí.
Con esta mano,
con este dedo, corazón.


10. RIPLEY: LA GATA DE LA AUTORA

Les concedo la puerta blanca,
no la transpongo nunca. Pero mi hogar
es mucho mayor que eso:
su horizonte sónico comprende
desde los semáforos de Gran Vía
hasta el pobre río con sus árboles
y esas flechas de pájaros
que cruzan de súbito el paisaje.

Porque no entienden la casa
me encuentran Misterio.
Porque me ajeno calculando
la trayectoria del mirlo
después de la ventana,
o en la medianoche alcanzo la polilla.
Porque sus ojos necesitan luz
me llaman Arcano.
Como si fuera uno de sus dioses
–el Divino Cazador del Insecto–
me alimentan.
                               Me dan
sueño. Y el sueño es también la casa,
sus medidas comprenden mis fauces,
la musculatura exacta y las vibrisas
por donde reverberan ellos
a través del asfalto y de los parques.
Porque tengo mi sueño en mis manos
me suponen Sensualidad.


13. Ileana: emigrante rumana, contratada para recoger la cosecha en Andalucía

Esta es una tierra alegre,
el que no se calienta al sol
se alcoholiza y punto.
Me doblo en un ángulo de noventa grados
para recoger sesenta cajas diarias
de fresas, una por una. Mis compañeros
son mujeres por expreso deseo
de los empresarios; dice mi jefe
“Son más dóciles
y no tienen problemas de convivencia”.
Esta declaración no ha sido subrayada
por ninguna organización feminista.

Somos buenas reses. Sacamos
adelante los países. Sufrimos
y callamos, nuestras madres
nos enseñaron a no alborotar,
tampoco ellas protestaron, se limitaron
a trabajar por la nación. Nosotras
nos lanzamos a mejorarlo,
a cumplir sus patrones con mérito.
Asistimos a la noche sin música,
sin alegría nos acostamos; lejos,
en los claros sub-alpinos, se oye
cantar a las flores amarillas de la arzolla,
y las orquídeas de los Cárpatos
exhalan un fuerte olor a vainilla.

Soy licenciada en Medicina
por la facultad de Cluj Napoca.




El arte de agarrarse. Córdoba, Ed. La Bella Varsovia, 2010.



LAS CORDILLERAS DE LA NOCHE

17/07/2005
Aniversario de la muerte
de Billie Holiday

Tengo que apagar la lámpara para que apa-
rezca, para que se arrastre ante mí, gigan-
tesco reptil, en mitad de la noche,
Porque así surgen sus masas de piedra, y sus
bosques proceden de mi alma.
Gertrud Kolmar

Voy a hablar de otra forma.

Reescribo una y otra vez los versos,
pero de qué hablarán.
                                          Alargo
las manos y las cretas de la oscuridad
me cortan al asirme.
Lady Day cabalga el dragón,
e arqueado lomo de animales
que hemos imaginado
para describir el desastre:
la herida que no sigue una línea razonable,
pues no sangra, ni cura y cicatriza.

Hoy hablaré de otra manera,
termino de escribir un diecisiete
de julio del cincuenta y nueve:
el hígado de Billie Holiday
se colapsa tres veces esta noche.
Los médicos encuentran
inútil la reanimación.
Sólo hay un policía vigilándola,
                   por favor, cogedme la mano
                   mientras caigo.

Cuando agarro la oscuridad,
los peñascos me hieren en los dedos,
con los ojos abiertos miro
a través de las sombras,
hacia las cordilleras de la noche.
De sus bosques regresa lo pasado,
las funciones del cuerpo rotas
y esa forma brutal que la desesperanza
impone en las maneras de los solos.


LAS CORDILLERAS DE LA NOCHE II 
o EL ARTE DE AGARRARSE

Nuestro desvelo es nuestro bosque
Blanca Varela

Cuando tiendo los brazos, las crestas de la noche
me hieren en las manos.
                                         El arpón
del capitán Ahab fue su asidero,
cuando cruzó la oscuridad
siguiendo una blancura detrás del horizonte,
entrevista, incierta, deslizándose a la sombra.

Noviembre ruge mientras termino este libro,
como un ciego termino de escribir
tanteando la noche.
                                      Y lo que toco
al alargar los brazos es mi esposo
dormido con su larga espalda,
como de galgo blanco
saliendo por encima de las mantas,
encima de los restos del invierno;
cuando se marche
también su claridad será un filo en la sombra,
incierto animal deslizándose
a la sombra, imaginando
para describir el desastre,
los filos de sus crestas me cortan al asirme.
Desconfía, noviembre ruge.
Ya sé lo suficiente
para terminar este libro,
pero de qué hablará.

Escribo encima de mi esposo,
transformando en mi cuerpo las palabras
y lo lanzo contra la noche.

DIBUJO DEL MUNDO

Todas las mañanas hay un gato
desde el amanecer recorriendo la casa
paso a paso, invisible a mis oídos,
apurando el borde de los muebles,
oliendo atentamente suelo y ropa.

Mide así su territorio, lo sabe, lo calcula;
su trayectoria es el mundo, o mejor
el mapa dibujado del mundo.

Cuando yo me levanto me lo entrega,
acerca su cabeza a mis rodillas
y me traspasa de su lomo
la propiedad del universo:
la casa apaciguada y puesta en orden
del notario.
                              Después se da la vuelta
y se alimenta de restos de carne
como un depredador salvaje.



La insolencia. Madrid; Universidad Popular San Sebastián de los Reyes, 2001.

LA TIERRA SIN PIEDAD

IV

El tiempo es oro, dicen,
los minutos que una persona tarda
en enfadarse, yo me los ahorro.

Debo vivir sola.
Eso me pudre más,
podéis creerme, pero debo hacerlo
para que nadie salga herido
y todo el mundo acabe sus carreras,
trabajen, se acomoden
a la amistad de sus parejas.
Este país ha sido disecado
como un mono
para servir de distracción
a los turistas
y yo siquiera guardo algún recuerdo
de un tiempo que pasé corriendo
-sí, esa es la palabra: no luchar, ni follar,
correr, que bien lo he comprendido al cabo-.

Y los restos que va dejando
esta ausencia de compañía
son todos miserables y mediocres;
relucen con el lustre de las cosas sin uso
como la piel brillante de un reptil
muy frío, muy oscuro.


LA CIUDAD EN LA QUE VOY A MORIR

Hago mía la ciudad que habito
poniéndola a mis pies con insolencia;
que la pueblen automóviles,
que la inunden la lluvia, los turistas
o los universitarios.

Si alguien pudiera verme ahora,
esperando la noche como cualquier adicto,
contando los trabajos perdidos en un año,
no podría afirmar que lo esperaba,
que tuviera que ver con mi destino
lo perdido o ganado con los años.

Yo tenía un nombre
y una idea de qué hacer
con el tiempo que me correspondiera.
Pero el tiempo ha borrado,
ha erosionado ese nombre,
anulado la idea.

Me siento cerca del río
como si fuera a responderme. En su fondo
se acabarán un día mis trabajos,
en la delgada línea verde
que provee de ratas y mosquitos
a la ciudad en la que voy a morir.

Ni siquiera podría llamar agua
a esa pátina espesa
donde nadan vertidos de las fábricas,
aunque lo haya visto
sobrevolado por los pájaros,
y triplicar su cauce en el año de la tormenta.

Yo sé que un día volverá
a bajar así de nuevo:
saltando por encima de los puentes,
rompiendo las murallas de sus flancos
con una sola sacudida.
Que se lleve mi recuerdo y mis preguntas
ahogándome en la casa
que hoy habito sin sosiego.

Aquí
dejo escrita mi cólera hasta entonces.



EL PASATIEMPO DE UN INVIERNO 
EN PROVINCIAS

II

Nadie es bueno ni bello a las seis de la mañana.
Deberían venir a ver
lo que hay aquí.
Deberían madrugar un día de niebla,
venir a esperar el primer tren, autobús, metro
que les llevara a trabajar a una nave metálica,
crujiente.
Deberían encender los tubos de neón,
y sentarse frente a la pared
para escribir miles de cosas sin interés
en una máquina.
Deberían ver a los ancianos sin dentadura postiza,
sin lavarse desde hace meses,
a los analfabetos manchados de tinta,
a los que comemos un bocadillo
en el solar delante de la fábrica,
sin servilletas, ni agua.

No somos agradables,
pero deberían vernos.
Seguro que escribirían grandes frases,
no hierros como éste.


 El pan y la leche. Murcia; Fundación Emma Egea, 2000.

DIDO EN LAS MURALLAS

Obertura

Como de humo, como de nácar el cielo.
Mis huesos los andamios,
mi rostro el templo de la ciudad
que conforma a la Historia mas no a mi corazón;
hogar que no es posible construir
o que no existe para mí, animal
inútil para la supervivencia
feliz del animal.

Los barcos se ponen en movimiento.

Que amor nao me engana
com a sua brandura,
que de la antigua llama sólo resta amargura.
Pero también su marcha es mi triunfo,
acaso el único posible:
saber por fin de alguien
igual a mí en desasosiego,
iguales en insomnio,
iguales en la búsqueda.

Adonde me trajo el exilio,
más lejos no puede llevarme
la felicidad.

EL PAN Y LA LECHE

II

No pueden ser los mismos:
la niña que cabalga
sobre las olas en la playa
y el hombre que la lleva
en sus brazos riendo,
no son los mismos que desde hace rato
se pelean gritando en la cocina.

Aunque la foto sea el vivo espejo,
no es posible.


V

“…qu’il faille ce fer dans le sang”
 Ph. Jaccottet

Bajo los soportales de las tiendas
se meten a dormir los vagabundos,
las mujeres rodean los hoteles
con sus zapatos de tacón,
y hay ciertos niños buscando
tapones de botella en mi basura.
Éste es mi territorio y su dureza:
aquí corro feliz como un animalito
obediente,
aquí guardo la foto o los idiomas
que deshacen mis huesos como espuma.
He aprendido la táctica del hierro:
Apretar los dientes, no olvidar.
No decir nunca la verdad.
No confiar. No future.

Desde mi habitación, la madrugada
suena como si cientos de automóviles
se dirigieran a la playa
-y puede que así sea,
puede que en otros lados, alguien…
He aprendido a resguardarme de ese ruido
tonto y vulnerable del insomnio
para evitarle al cuerpo la inquietud
de estar en medio de un viaje;
pero otras veces desearía
estar más blandamente viva,
estar hecha de pan y de leche,
no de este hierro
que oye amanecer
o escribe unas líneas
mientras crece un tallo de rosa
cerca, demasiado lejos.


Las rutas del nómada. Murcia; Univ. de Murcia, Servicio de Publicaciones, 1999.

AMANECER DEL ANIMAL

Cuando abro los ojos comprendo
que continúo viva.
                                 A mi lado, las gafas,
el baño, la hidratante, los labios, el café
los autobuses, son seres vivos que reclaman
su alimento al instante. La ciudad entera
parece un animal carnívoro
que se saciara sólo destrozándonos.

Aunque pase la noche bebiendo,
aunque haya visto insectos en mis piernas
a causa del delirio,
todo seguirá igual por la mañana,
porque todos los días son un lunes
y todas las horas son la de la despedida.

Amanece, hay nubes en el cielo;
son de color rojo.


LA NOTA

Cuando llegué a casa a medianoche
me encontré un papel sobre la mesa,
quizás una nota de los compañeros,
un telefonazo en mi ausencia
de alguien que necesitara decirme,
no sé, te necesito, por ejemplo;
pero no era más que un aviso:
al día siguiente
teníamos que levantarnos pronto
para ir a sellar en el paro.


VERGÜENZA

El número de hijos de puta
aumenta cada día, pero es peor
el mayor número de tontos.
Yo me cuento entre los segundos,
a veces mi padre pregunta
si voy a hacer algo al respecto;
pero no suelo contestarle,
me limito a mirar la tele
sentada enfrente de su cara.
Debería decirle que lleva la razón,
que la gente me mira como
a una rara especie de animal,
como si se sintieran cómodos
en el papel del delator.
Me gustaría hacer algo para cambiar,
ser más inteligente, fumar con elegancia…
ese tipo de cosas que te hacen respetable.
Pero en el fondo nunca sería suficiente,
los platos se me siguen cayendo de las manos.


VV.AA. (TRAS)LÚCIDAS. Poesía escrita por mujeres (1980-2016). [Marta López Vilar ed.] Madrid; Bartleby editores, 2016.


04

Déjame que te diga
cuál fue mi última casa.
Me lavé la cabeza para despejarme
porque había llorado,
pero seguí llorando y me cubrí
el pelo y la cara con una toalla.
Entonces alguien me abrazó en silencio
y esperó al silencio.
Mi cabeza cubierta por la toalla blanca
como un sudario recliné en su hombro.
Esa fue mi última casa.





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