domingo, 1 de agosto de 2010

315.- JUAN ANTONIO BERNIER



Juan Antonio Bernier (Córdoba, España, 1976). Ha publicado los libros de poemas La costa de los sueños (Córdoba, El Átomo, 1998), Así procede el pájaro (Valencia, Pre-textos, 2004) y la plaquette Luces dentro del bosque (Granada, Cuadernos del Vigía, 2000). Por su último libro recibió el premio “Ojo crítico” de RNE en 2005. Ha sido incluido en las antologías La lógica de Orfeo (Visor, 2003), Edad presente (Fundación José Manuel Lara, 2003), Veinticinco poetas españoles jóvenes (Hiperión, 2003) Los círculos del aire (Algaida, 2008) y Deshabitados (Maillot Amarillo, 2008). Desde 2004 es coordinador del encuentro internacional de poesía Cosmopoética (Premio Nacional al Fomento de la Lectura 2009). Recientemente ha sido incluido en la antología de Luis Antonio de Villena La inteligencia y el hacha. Un panorama de la generación de 2000 (Visor, 2010) y ha publicado la antología Un silencio radiante. Ocho poetas búlgaros contemporáneos (Cosmopoética, 2010) en colaboración con Rada Panchovska y Liliana Tabákova. Licenciado en Filología Hispánica, actualmente trabaja como profesor de español en el Instituto de Lenguas Románicas G. S. Rakovski de Burgás (Bulgaria).



Árboles con tronco pintado de blanco

1.

Mira el tejado,
ahora.
Míralo luego,
dentro de diez años.

Está lleno de piedras.

Lo que ha habido en medio
no ha sido sino
un sueño de lombriz.

Ahora mira la luna
contra el cielo añil.
Parece un holograma.

2.

¿Has notado la rima?
Parece un holograma.



EL INVIERNO, DE NUEVO

La hierba del solar ha crecido con fuerza.
No ha habido un solo día de este otoño
en que los elementos
le hayan dado la espalda.

Desde aquí puedo verla. Es un regalo
frente al dolor inerte de los muros.
El viento, el sol, las nubes, le han sido favorables
(también ellos, con su espalda de sombra).

En esta edad anómala y terrible,
pienso en mi amor;
se parece a esta hierba.





AMANECE EN EL BOSQUE

Me acerco hasta la puerta. El aire es frío
como el gélido lienzo de una cama vacía
y, aún conmocionado, lo acojo quedamente.

Hay pájaros cantando que, invisibles,
reclaman la atención hacia las hojas
que el bosque solicita. A ras de suelo
lo roza una neblina sin raíces.

Procuro no pensar. Quisiera devolverle
la familiar mirada con que el bosque nos mira.

Atento a lo contiguo, observo -me demoro-
la neblina inconsciente.



ANCIANO EN LA ESPESURA

Un anciano atraviesa la espesura,
camina entre las ramas del silencio
bajo un cielo crispado que desciende
con su lento nublar sobre la tarde.

Como una red tupida de hojarasca
esparcida a la sombra de este bosque,
así es su corazón ya deshojado
que acaricia la luz con mansedumbre.

Con su hatillo de días y el semblante
de quien no ha visto nada en el sendero,
un anciano atraviesa la espesura,
le da, con su mirar, significado.

(Poemas provenientes de Así procede el pájaro,
Valencia, Pre-textos, 2004)



IN LIMINE

He escrito estos poemas para ti
con palabras que usamos a diario.
Late en ellos la calma de las horas
que en la hierba tendidos malgastamos.
No busque quien los lea otro sentido
que un fluir sinuoso hasta tu abrazo.





A la hora del inútil paseo

A la hora del inútil paseo
el aire va arrojando
las hojas amarillas
de árboles sin nombre
sobre la carretera
que húmeda descansa
como cola de gato.

Si en esta hora desierta
tomase el pensamiento
su forma más sencilla,
adoptaría forma de cielo,
de tejado, de lana, de revólver,
no sin antes tomar
la forma de algún rostro
que sentimos lejano.



El cielo en su lugar

1.


El cielo, más profundo
si está lleno de pájaros,
parpadea un instante
si lo observo obstinado.

2.

Miro, con ojos entreabiertos.
La cúpula del cielo
se cierra sobre sí
como una flor carnívora.

3.

Con los ojos cerrados,
este cielo es la media
de los últimos cielos.



VIII

La ventana, el estante.
Gramáticas de lenguas qaue anidaron
en nuestro corazón.
Cuadernos casi enteros consagrados
a la búsqueda humilde
de una sola verdad,
distinta a cada instante;
negándose a sí misma.

La mesa, el lapicero.
La música mostrando
el camino a seguir,
el bosque en que perderse
donde la casa roja.


EL FRUTO CIERTO

1

Nuestro vivir acendrado:
— como el fruto del almendro
que en su vaina ha madurado—:
nuestro vivir hacia dentro.


2

Para quién este fruto
sino para el futuro.

Rebosante de savia
bajo el cielo de agosto,

para quién este verde
sino para el presente.

3

Pureza del árbol desnudo
que se sueña suficiente.


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