domingo, 13 de marzo de 2011

3366.- FRANCIS SÁNCHEZ



Francis Sánchez Rodríguez
(Ceballos, Ciego de Ávila, CUBA, 20.09.1970)

Poeta, narrador, ensayista y editor.

Miembro fundador de la Asociación Hermanos Saíz de su provincia natal, en 1986, cuando fue electo responsable de la sección de Literatura. En 1996 ingresó en la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

Pertenece al grupo de intelectuales avileños católicos que en 1997 fundó la revista sociocultural trimerstral "Imago", en la que trabaja como redactor desde entonces. Es miembro fundador de la Unión Católica de Prensa de Cuba (UCLAP-CUBA) desde 1998.

Actualmente trabaja como Jefe de Redacción de la Revista Cultural "Videncia".


Ha publicado, entre otros:

Empapado por virutas (plaquette de poesía), 1985.
Revelaciones atado al mástil (poesía, finalista del Premio Nacional de la Crítica), 1996.
El ángel discierne ante la futura estatua de David (poesía, Premio “América Bobia”), 1999.
La poesía cósmica de Francis Sánchez (poesía), México, 2000.
Luces de la ausencia mía (poesía en décimas, Premio internacional “Miguel de Cervantes”, España), 2001.
Reserva federal (relatos), 2001.
Música de trasfondo (poesía, Premio “Poesía de primavera”), 2001.
Dulce María Loynaz: La agonía de un mito (ensayo, Premio "Juan Marinello"), 2002.
Cadena perfecta (cuento, Premio “Cirilo Villaverde”), 2004.
Nuez sobre nuez (poesía), 2004.
Un pez sobre la roca (poesía), 2004.
Caja negra (poesía), 2005.
Extraño niño que dormía sobre un lobo (poesía), 2006.
Ha preparado las Antologías poéticas:

Arribos de la luz (poesía), 2000.
Antología de la Décima cósmica de Ciego de Ávila (Frente de Afirmación Hispanista, México), 2002.
Estación interior (poesía), 2003.
La sombra en la espiga canta (poesía en décimas), 2004.
Jardines invisibles (poesía, Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico), 2005.
Además, está incluido en numerosas antologías de poesía contemporánea hispanoamericana, tanto en Cuba como en el extranjero.

Premios y menciones obtenidas:

Premio Concurso Nacional de Poesía «Regino Boti», Guantánamo, 1996.
Premio Nacional de Ensayo «Juan Marinello», 2000.
Premio de Internacional de Poesía «Miguel de Cervantes», Armilla, España, 2000.
Gran Premio del Concurso Nacional de Poesía «Regino Pedroso», 2001.
Primera Mención en el Premio Nacional de Edición, 2002.
Premio Nacional de Narrativa «Cirilo Villaverde», 2003.
2do Premio del evento «Memorias» de las Romerías de Mayo, Holguín, 2004.
( Dirección de correo electrónico: francileana@ciego.cult.cu )

Revista Videncia ( http://www.videncia.cult.cu/ )
Revista Arbol Invertido ( http://www.arbol.ciego.cult.cu/ )










REZO CORAL A ERNESTO

No me dejes morir perdido en mis espaldas
a través de esta hedionda cruz de amables costumbres.
Todo el tiempo hice trampas. Jugué a perder las cumbres
de los fuegos que asciendes y las nieblas que escaldas.
Huía contigo al monte alzándole las faldas
con los ojos de un niño —descascaraba un trueno.
Hazme de una costilla nueva, otra vez sereno
como el amplio naufragio del mar ante el crepúsculo.
Haz que la ofensa sea el melodioso músculo,
ágil lámpara oculta bajo carreta de heno.
Ah, tantas emboscadas nos tendiste en la brisa
para expulsar de nuestro eco a los mercaderes.
Nos quisiste pagar todos los alquileres
vencidos, la inocencia, la cebolla, la risa.
Mi sangre a veces sueña estropear la camisa
cuando exige el fotógrafo que alce la copa y brinde.
Recuerda un poco a Sancho, el tonto que se rinde
ante los destronados gigantes de la sombra,
y hazle espacio a mi angustia en la mágica alfombra
de tu asma, donde cruzas la alta y nevada linde.








MÚSICA DE TRASFONDO

No grites desde lejos, Alejandra, vas a intentar sin querer un lazo con tus párpados, para levantar la aguja del disco.
Nuestra huella de agua sobre la mesa está sobreviviendo al rostro. Acércate desde adentro con toda la rabia de lo que no nos pertenece.
A esta hora vaciaré en el polvo de las cortinas mis carnes negras como cien pájaros volando, y tendrás que enseñarme una acequia entre las uñas de doble raíz. Una perversa estrella de lata entre los cabellos sin peinar, así de fácil, algo por lo que valga la pena mentir, y buscar el fiel de una balanza en el silencio puro como vidrio molido. si no se te ha rajado la mano al tomar las piedras de mis ojos, deja fluir esa música vegetal, vamos a girar en un solo paso hasta que se nos abra la vergüenza y podamos caer libremente en los contornos, un oscuro óxido a través del deseo, sin miedo a no tener qué ámbar rayar con nuestro dolor, qué explicaciones ponernos para salir del baño a la sala, al azúcar en el café, a las miradas de los perros, y yacer desahogadamente entre esos almohadones como aves domésticas.
Deja que la aguja del silencio se deslice por la isla de nuestra lengua.
Aparta tus ojos de tu mirada propia, atiende a esta navaja que gime y se enrosca entre tus pies fríos.
Porque es un animal venido de este mundo, debes andar y decirle a todos que crees en los milagros por omisión. Míralo. Déjalo jugar con los restos de aquel velero, cómo respira a través de mis poros y mis manos vacías.








SOBREVIDA

Somos sombras errantes por colinas
a las que mañana ascenderá el mar.
Comemos y vestimos las palabras que nadie necesita.
Palabras corrompidas alrededor de todo,
será que lo que no tocamos se nos pudre
como un grito educado totalmente en la boca.
Por el cielo nos pasan endechas de trasmano,
países en el aire, países sin embozo,
quedan abismos donde cualquier nombre del rey
es frontera invisible o hálito cuadriculado.
Observamos necesidades ni mejores ni peores
que el último boscaje que emana del verdugo,
pájaro de la sangre en torno al cual abultan
para admirar el arte de ser indiferente.
Bajo nuestros pies halan siempre manteles
y no caemos del todo, nunca estamos del todo,
no tenemos los ojos tan bien puestos.
Los mártires han dado la vida por hacernos volver.
Los amantes se quitan la vida por amanecer despiertos.
El racimo de todo lo que se pierde somos.
Manjares que se quedan o estaban en el aire
desde antes del mar, somos.








NOTA DEL APRENDIZ SUICIDA HALLADA BAJO EL BÚCARO Y EL PAN

no se sientan culpables porque huya de esta casa,
viejos, después que siempre ansiaron conseguir
que aprendiera -yo solo- a encallar, a vivir.
no andaré más mi pecho como un toro la plaza.
he visto la semilla del valor suficiente.
quiero empezar de cero. virgen. aquí [tachado]
invoco el halo limpio del polvo que he sembrado
en el centro del llanto. me acerco a la tangente
del sueño sin retorno. ventana sin batiente.
lo acaricio [borrón] creerán que es increíble
el gran caleidoscopio, la música, un horrible
truco de saltimbanquis. pero es así la meta,
viejos, la suave y dulce m... [palabra incompleta]
solo, me hice por fin de un oficio [ilegible]







ZONA DE DESASTRE

la madurez, hermanos, se diferencia a una velocidad distinta.
distinta al deseo que nos trae en cerco al refrigerador vacío
toda la noche
como moscas que alteran por la pulpa de un cuerpo.
/ el cuerpo / herido vivo
o pasado mejor por la memoria.
no he dormido ni un solo asesinato entre insondables
viajes que me aíslan por haber protestado el mediano equilibrio.
me transformo, me vendo por provincias
-completaría el grito quien se quedase a conversar afuera del templo
con todos los jirones de su palabra muerta-:
sólo por media libra de carne más oculta.

anotaba un mapa donde crecía un puente roto, serpiente bajo piedra,
y hasta allí no sabía volar-acostumbrarme-encanecer sin un grito
/ el grito /
sin levantar la jarra de agua helada y darle señas al cuerpo
que -cómo, por qué- estoy en este lado de mi país
también
ácimo y febril cambiándome por fósforos y boinas.
pero ningún barco va a pasar hambre en mi ventana de Ciego de Ávila.
no va a pasar el hambre. los ministros no van a acomodar
sus lomos en el espinazo de mi desesperación, en esta i -sin puntico-
que es mi claraboya bajo el amanecer de occidente.
garrapateo, raspo, vivo de pie en provincia,
en la tierra inundada,
para ver acercarse los ojos de mis ahorcados y tenerles listo el discurso
antes de que duela, hermanos míos, antes de que el habla subterránea
penetre sus devociones y tengan qué deber, de qué gobierno defenderse
ante el refrigerador
toda la noche
detrás / encima / dentro del vacío
individual, sin nombre.
-manivela de incienso que giraba revés-
qué palabra tan dura, qué muerte líquida y ligada al hueso
para dejar continúe creciendo como un golpe de luz.
hay quien prueba que laboreo siempre,
y parece pudiesen quitarme así
la gota de verdad
fabricada,
por artificial,
cuando sólo aleteo debajo de la bombilla
-tú / yo tan gordo en zancos
y de espaldas al mar-,
solo no duermo.
abro y tiro
la puerta
con la ilusión de ver mi cabeza pasar
por el fondo de la jarra de agua caliente.








VISIÓN FORZADA

1

Alas de ángeles juntan las hormigas
entre llameantes quicios de mi sueño.
Aguas petrificadas y hondas cargan.

Bendita muchedumbre del viento en la raíz.
Se enciende por íconos el ojo de la pérdida.
Bendita medianoche a lomo de la nieve.

Se desgarra en silencio la memoria
y el grito, la luz caliente desborda las islas,
va borrando los bordes pulidos de las tazas.

Vive el horizonte como una hembra ciega
del enfermo contorno que persiguen mis ojos.
Hollar limpio con uñas rotas sobre el pecho.

Vive el árbol de sangre
en un salto al vacío.
La sed más entrañable.

Ansias como alas bebo
del fondo de una mano
quieta en curso de piedras pateadas hacia la sombra.
Quebrantable es el río, su ley menos soberbia
que la paloma insomne en la luz prometida.
Y las semillas de la fe —jaulas canoras
cuando la verdad aún no se contemplaba
sobre las superficies, no era aún
vieja agua de montaña entre aguas de aluvión—,
antorchas de palomas abiertas a ambos lados
murmuran todo el cuerpo cual vino sin espuma
a la altura del eco que taló mis entrañas.


2

Boca arriba me extiendo
en las playas eléctricas de un océano de latidos.
La noche / amurallado jardín /
perfuma grotescamente mi costado inferior.

De su vulgaridad escriben las estrellas
duras sílabas como vistazos de un pez entre ascuas;
la tempestad escriben en el báculo
que pesa la conciencia de un carcelero solo.

Espejos resonantes bajo el bosque
por el trueno humillado.
Garganta mía donde revienta la espesura
migas de abierto mar.

Hágase el dolor. Sea honda corona,
instante transitorio, el salto del insulto.
Vea no más que un juego, no más perdón,
disfraz del grito entrando sordamente a la música.

Desista por el filo de mí mismo
y, goteado, alumbre, hinche los girasoles.
La sospecha de que el abismo que toco
no va a desaparecer,
nunca va a ser el mismo.

Aquel que deletrea
mi sangre, lee sombras.


3

Albas sin antes ni después
amolaban quienes velan el huerto. Duermen
ablandándolas con el vino de la costumbre.

Todo arquero se encierra en el breve fluir,
en la ceñida torre del espasmo,
y sueña caer con la sed de su enemigo,
con la niebla vidriosa del mastín
domado junto al pozo.

Mis ojos reproducen la asfixia del mar mudo
el día en que descanza de las multiplicaciones.
Llaga inefable es el llanto del bautismo
entre estas uñas largas
desapareciendo infinitamente.

Vuelo de ida sobre el mar
cuando la desgajada voz de la tarde sueña
que el país era la espuma de unos ojos golpeados
contra las casas, y que estuvo en mí.
Ciñe aún su rumor
mi cintura de náufrago.

Tan leve la montaña
sin fe. Ajuar abierto.
Tan posible el acero frío de los crepúsculos
suntuoso entre mis carnes.

Me acostumbré a vivir a la sombra de un pájaro.
Me he sentado a vivir como al pie de una encina
un hereje blanco en canas hojearía inmensos tomos.
Y mi corazón no soporta mirar sino bajo las piedras.
Debajo de los árboles torcidos y las vasijas
hechas regazos de tanto huir contra la fuente.
Gobierno desde aquí invisibles ejércitos.
Acaudillo la juventud perdida. Multitudinaria
espiral de mi grito olvidado en el pozo.


4

Con estos mismos párpados de sal
libaremos el alba.

Escojo semilla a semilla
mi última transparencia.
Acopiamos ya todo lo que no sea el fuego,
todo lo que no sea pudor de las agujas
para abandonar la ciudad como un gran eco.

Abandonar adentro los muros del jardín,
la soledad. Las curvas
perfectas de otro cántaro.




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