sábado, 12 de marzo de 2011

GIORGIO CAPRONI [3.344] Poeta de Italia


Giorgio Caproni 



Nació en Livorno (Italia) en 1912 y murió en Roma en 1990. A los diez años se trasladó con su familia a Génova, donde continuó sus estudios, especialmente de música, que debió interrumpir, primero para dedicarse a la enseñanza como medio de vida, y luego porque fue reclamado a las armas. Tomó parte en las hostilidades en el frente occidental, pero después se reunió con los partisanos en Val Trebbia, donde se sumó a la Resistencia. Al final del conflicto, retomó la enseñanza en Roma, colaborando además en numerosos diarios y revistas. En 1983 recibió el Premio Montale.

Es notable su tarea como traductor del francés: Proust, Apollinaire, Céline, Char, Genet, etc. Publicó las siguientes obras de poesía: Come un'allegoria (1936), Ballo a Fontanigorda (1938), Finzioni (1941), Cronistoria (1943), Stanze del funicolare (1952), Il passaggio d'Enea (1956), Il seme del piangere (1959), Congedo del viaggiatore cerimonioso e altre prosopopee (1965), Il «Terzo libro» ed altre cose (1968), Il muro della terra (1975), Poesie (antología, 1976), Erba francese (1979), L'ultimo borgo (1980), Il franco cacciatore (1982), Tutte le poesie (1983), Il Conte di Kevenhüller (1986), Poesie (1932-1986) (1989) y Tutte le poesie (1999). Sus obras en prosa incluyen: Giorni aperti (1942), Il gelo della mattina (1954) e Il labirinto (1984).




Claro

Dónde nos extraviamos… 
Nos separamos…
No
es una indicación.
No
es una interrogación.
Una exclamación, 
tal vez.
(O un desfallecimiento.)
Un viento
quebradizo socava la frente
ya desmantelada. 
¿Es miedo? 
. . . . . . . . . . . . 
El bosque se ha transformado
en un espantoso claro.


Todo 

Lo han quemado todo. 
La Iglesia. La Escuela. 
El Ayuntamiento. 
Todo.
Hasta la hierba. 
Incluso, 
junto con el cementerio, el humo 
tierno de la chimenea 
del horno. 
Indemne, 
amanece sola la arena 
y el agua: el agua que hace temblar 
mi voz, y refleja 
la desolación de un grito 
sin origen. 
La gente 
no sabes ya dónde está.
Quemada hasta la taberna. 
Hasta el autocar. 
Todo.
No queda ni tan siquiera el luto, 
ni el gris, para esperar la solitaria 
(inexistente) palabra.


Selección, traducción y nota de Carlos Vitale

NOTA DEL AUTOR

En junio del 78 fui invitado al Centre national d'art et de culture Georges Pompidou (Beaubourg) para una lectura de mis versos, junto con Mario Luzi, Delfina Provenzali y Vittorio Sereni.
Me hizo de intérprete André Frénaud, que después de mi lectura en italiano leyó las mismas poesías en su traducción francesa.
Fui a París el 4 (la lectura se realizó el 5) acompañado por mi hija Silvana, y allí me entretuve unos diez días, alojado en el Hôtel Odéon.
De ello nacieron estos apuntes, o pequeñas subpoesías, que me complace publicar aquí por simple necesidad sentimental y mnemónica.






EN MARCHA 

Cuánta hierba francesa.

El «Palatino» corre
hacia París.

Es de día.

Pasan aldeas góticas.
Bosques de profundo verde.

El presente se pierde
ya en el futuro.
El futuro
es ya tiempo pasado.

Aún estoy en el tren.
Ya
(desde hace un siglo) he regresado.



DOMINGO POR LA TARDE 

La primera impresión.
Pont du Carrousel. El espacio
color plomopaloma.

En el vacío dominical,
el desierto rumor
de un paso. La péniche
que silenciosa remonta
el Sena, con su lento motor.



EL CORAZÓN 

El corazón late en el centro
de París. Late
en la Concordia. Late
entre los árboles de los Campos Elíseos.

El corazón late en el corazón
del corazón de París.



UBICACIÓN

Rue de l'Odéon.
Odéon Hôtel. «OH.OH.»
Delante, la Librairie Rossignol.




ITINERARIO

Sacré-Coeur Blanche, a pie.
Los gorriones que se despiojan
—frenéticos— en las aceras.



MEMORÁNDUM

Brasserie du Morvan.
Al día siguiente, Beaubourg.
Luzi, Sereni, Frénaud.
La Provenzali. Esteban.




KODAK 

Mi hija como una novia.

Ah, vacaciones, sentados
a la sombra de una verde arcada
de la Tour Eiffel.

Hablamos
de nada.
O estamos callados.

Roma está lejos.

Un gorrión.

Una pareja excitada
que escribe una postal.

Toda una resonante bandada
(nos unimos) de saludos.



AXIOMA 

Quien va a París, va a casa.




AQUÍ 

La rampa en escalinata
que lleva al Sacré-Coeur.

Jardines
de un lado —del otro
blancos pisitos.

El aire limpio y arbolado.

El paro (¿o qué otro pájaro?) exaltado
tras una cáscara.

El rubio
—el azul— de dos niños.

Ser aquí de casa.

Tener —aquí— los vecinos.



BAUTIZO

Café des moucherons.

Lo hemos bautizado así,
bajo el castaño de la India,
entre el Luxembourg y el Panthéon.




TOTOR 

Place des Vosges.

Una paloma.

Tres o cuatro chicos
que juegan a la pelota.

Los jóvenes en el banco.

Estudian medicina.

Richelieu consintiente.

Victor Hugo indiferente.



VEJEZ O: 
MORTIFICACIÓN 

En el Luxembourg. Por la mañana.
La joven que en camiseta
me pregunta dónde está la letrina.





CIVILIZACIÓN

Saint-Germain-des-Prés.
La cabezota de bronce
— entre los laureles — de Apollinaire.

Un negro con dos americanos.
El prohibido el paso
— incluso con correa — a los perros.




EL FRANCOCAZADOR
NOTA DEJADA ANTES DE NO IRSE

Si no volviera, 
sabed que nunca 
partí.


   Mi viaje ha sido 
quedarme donde estoy, 
adonde nunca fui.



A RINA

sin ti un árbol
ya no sería un árbol.
Nada sin ti
sería lo que es.



MÁS ALLÁ DEL BIEN Y EL MAL

Más allá del bien y del mal. 

Oh, amor... amor...

...Y los besos
que cambian de sabor
de capital en capital.

(Traducción: Juan Carlos Reche y Juan Antonio Bernier)



BIGLIETTO  LASCIATO  PRIMA DI  NON ANDAR  VIA

Se non dovessi tornare, 
sappiate che non sono mai 
partito.

   Il mio viaggiare 
è stato tutto un restare 
qua, dove non fui mai.


A RINA

Senza di te un albero 
non sarebbe più un albero. 
Nulla senza di te 
sarebbe quello che è.


I BACI

Oltre il bene e oltre il male. 

Oh amore... amore...

...E i baci,
che cambiano sapore
di capitale in capitale.



EL MURO DE LA TIERRA

PALABRAS   (TRAS  EL  ÉXODO)   
DEL ÚLTIMO DE  MOGLIA


Quien haya sido el primero,
no se sabe. Le siguió un segundo. Un tercero.
Luego, uno tras otro, todos
tomaron el mismo camino.
Ahora no queda nadie.

                 La mía

es la única casa 
habitada.


Soy viejo.
¿Qué hago yo aquí
arriba, donde dentro de poco
ni siquiera yo estaré
para hacerme compañía?


Mejor -lo sé- es que parta
antes de que me vaya yo.
Y sin embargo, no me decido. Me quedo.
Me ata la hierba. El bosque.
El río. Aunque el río es un rumor
apenas y un frescor
tras las hojas.


De noche
me siento en esta piedra, y espero. 
Espero no sé qué, pero espero. 
El sueño. La muerte, diría, si también ésa 
-desde hace mucho- no se hubiera ido 
de estos parajes.


             Espero
y escucho.


          (El agua,
¿hace cuántos millones de años que el agua 
tiene este mismo sonido 
sobre las piedras?)


               Me siento 
perdido en el tiempo.

                 Fuera
del tiempo, quizás.


             Pero estoy
conmigo mismo. No quiero 
dejarme a mí mismo -salir 
de mí mismo como, 
por la noche, 
el alacrán en busca 
de otra oscuridad.


      El trébol
de la ciudad es demasiado 
denso. Y yo estoy ya ciego. 
Pero aquí veo. Hablo. 
Aquí dialogo. Yo 
aquí me respondo y tengo 
a mi interlocutor. No quiero 
tapiarlo en el silencio sordo 
de un bullicio sin sombra 
de alma. De palabras 
sin más alma.


      Claro que
(es el viento de los años que entra 
en la mente y turba 
las hojas) a veces
el corazón se me sube a la garganta si pienso 
en cuánto he perdido. En toda 
la alegre camarilla
de ayer. En los abrazos. Las bofetadas. 
En las risas locas, 
la noche, en la hostería 
tras las mujeres. Altas 
hasta quebrar los cristales.


Pero yo no me rindo. Aún 
no me he perdido. 
No estoy del todo solo 
cuando estoy conmigo.


        Y sólo
cuando esté tan solo 
que ni siquiera a mí me tenga 
como compañía, 
tomaré, también yo, 
mi decisión.


         Descolgaré 
la lámpara del muro 
una madrugada, y diré adiós 
al vacío.


Paso a paso 
bajaré hasta el valle.


Y entonces, ¿en nombre
de qué, y dónde
encontraré un sentido (que otros,
parece, no han encontrado)
si dejo este peñasco mío?

(Traducción: Juan Carlos Reche y Juan Antonio Bernier)



PAROLE (DOPO L'ESODO) DELL'ULTIMO
DELLA MOGLIA


Chi sia stato il primo, non
è certo. Lo seguì un secondo. Un terzo.
Poi, uno dopo l'altro, tutti
lian preso la stessa via.

Ora non c'è più nessuno.

                    La mia
casa è la sola 
abitata.

Son vecchio.
Che cosa mi tratengo a fare, 
quassù, dove tra breve forse 
nemmeno ci sarò più io 
a farmi compagnia?

Meglio - lo so - è ch'io vada
prima che me ne vada anch'io.
Eppure, non mi risolvo. Resto.
Mi lega l'erba. Il bosco.
Il fiume. Anche se il fiume è appena
un rumore ed un fresco
dietro le foglie.


La sera
siedo su questo sasso, e aspetto. 
Aspetto non so che cosa, ma aspetto. 
Il sonno. La morte direi, se anch'essa 
- da un pezzo - già non se ne fosse andata 
da questi luoghi.


          Aspetto
e ascolto.

        (L'acqua, 
da quanti milioni d'armi, l'acqua,
ha questo suo stesso suono 
sulle sue pietre?)

              Mi sento
perso nel tempo.

               Fuori 
del tempo, forse.

                Ma sono
con me stesso. Non voglio 
lasciar me stesso - uscire 
da me stesso come, 
la notte, dal sotterraneo 
il grillotalpa in cerca 
d'altro buio.


Il trifoglio 
della città è troppo 
fitto. Io son già cieco. 
Ma qui vedo. Parlo. 
Qui dialogo. Io 
qui mi rispondo e ho il mio 
interlocutore. Non voglio 
murarlo nel silenzio sordo 
d'un frastuono senz'ombra 
d'anima. Di parole 
senza più anima.


               Certo
(è il vento degli anni ch'entra 
nella mente e ne turba 
le foglie) a volte
il cuore mi balza in gola se penso 
a quant'ho perso. A tutta 
la gaia consorteria 
di ieri. Agli abbracci. Gli schiaffi. 
Alle matte risate, 
la sera, all'osteria 
dietro le donne. Alte 
da spaccar le vetrate.

Ma non m'arrendo. Ancora 
non ho perso me stesso. 
Non sono, con me stesso, 
ancora solo.

        E solo
quando sarò così solo 
da non aver più nemmeno 
me stesso per compagnia, 
allora prenderò anch'io la mia 
decisione.

       Staccherò
dal muro la lanterna 
un'alba, e dirò addio 
al vuoto.


A passo a passo 
scenderò nel vallone.


Ma anche allora, in nome 
di che, e dove 
troverò un senso (che altri, 
pare, non han trovato), 
lasciato questo mio sasso?




COMO UNA ALEGORÍA



MARZO

DESPUÉS de la lluvia la tierra 
es un fruto recién pelado.

El hálito del heno mojado
es mas acre - pero el sol sonríe
blanco en los prados de marzo
a una muchacha que abre la ventana.



RECUERDO

RECUERDO una iglesia antigua,
perdida,
a la bora en que el aire se anaranja
y la voz se nos quiebra
bajo los arcos del cielo.

Estabas cansada,
y nos sentamos en un escalon
como dos mendigos.

Sin embargo, la sangre hervía 
maravillada al ver 
cada pájaro en el cielo 
convertirse en estrella.



BORGORATTI

HASTA las llamas en flor 
en los balcones de este pueblo, 
débil recuerdo ya, 
olvida la noche.


Como una alegoría, 
una muchacha aparece 
en la puerta de la hostería. 
A su espalda un vocerío 
confuso de hombres, y el olor 
acre del vino.

(Traducción: Juan Carlos Reche y Juan Antonio Bernier)



MARZO

DOPO la pioggia la terra 
è un frutto appena sbucciato.


Il fiato del fieno bagnato
è più acre - ma ride il sole
bianco sui prati di marzo
a una fanciulla che apre la finestra.



RICORDO

RICORDO una chiesa antica,
romita,
nell'ora in cui l'aria s'arancia
e si scheggia ogni voce
sotto l'arcata del eielo.

Eri stanca,
e ci sedemmo sopra un gradino
come due mendicanti.

Invece il sangue ferveva 
di meraviglia, a vedere 
ogni uccello mutarsi in stella 
nel cielo.



BORGORATTI

ANCHE le vampe fiorite 
ai balconi di questo paese, 
labile memoria ormai 
dimentica la sera.

Come un'allegoria, 
una fanciulla appare 
sulla porta dell'osteria. 
Alle sue spalle è un vociare 
confuso d'uomini - e l'aspro 
odore del vino.










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