miércoles, 6 de octubre de 2010

1408.- JOHN JAIRO GUZMÁN ABELLA


John Jairo Guzmán Abella, Armenia (Colombia), 1967. Licenciado en Español y Literatura egresado de la Universidad del Quindío. Primera Mención en el Concurso Nacional de Poesía Luís Vidales, 1996. Mediante Concurso Nacional de Poesía, obtuvo beca para participar en el VII Festival Internacional de Poesía Prometeo en Medellín, 1997. Pertenece al Consejo Editorial de la Revista de Poesía Luna Nueva desde 1997. Primer Puesto en Concurso Regional de Poesía para Docentes del Eje Cafetero, convocado por Suteq en 2007. Actualmente ejerce como profesor de lengua castellana en la Institución Educativa Casa de Armenia.
Ha publicado los libros de poesía:
Persistencia de la vigilia (Colectivo de 4 autores, LitoCultura, Tuluá, 2001),
Tríptico de silencio (Tramar Ediciones, Armenia, 2003),
Malsana la fe de los humildes (Ediciones del Círculo Invisible, Armenia, 2006, 2008).
Del otro lado de la Ventana (Fondo Mixto de Cultura del Quindío y Casa de la Cultura de Tuluá, Valle, 2007).
Coautor del libro de crónicas Memorias tulueñas, (Cámara de Comercio de Tuluá, 2001) y del libro de ensayo sobre contaminación medioambiental La paradoja del Homo Faber (Ediciones del Círculo Invisible, Armenia, 2008).
Incluido en la Antología Nacional de Poesía Canto a Contraluz, hecha por Federico Díaz-Granados (Arango Editores, Bogotá, 2001); Antología de Poesía Vallecaucana del Siglo XX Poéticas del desastre, compilación de Julián Malatesta (Gobernación del Valle, Cali, 2000). De igual forma aparece en la Antología Poética del Quindío en el siglo XX, realizada por Carlos A. Castrillón para la Gerencia Cultural del Quindío, 2000 y en el volumen de literatura de la Cátedra de la quindianidad (Nodier Botero, Editorial Universitaria de Colombia Ltda. Armenia, 2003).


Poemas

(Del Libro Malsana fe de los humildes)




LÍMITES

El gato avanza sobre el tejado
Con gracia no exenta de mil precauciones.
Su paso preciso y el ánimo vigilante
Hacen suponer remotos tiempos entre matorrales
En que el horizonte enmarañado
Escondía presas menos austeras
que ratones y grillos.

Al gato
Los hombres lo hicimos nuestro
Y con ello lo convertimos en el primer felino
De costumbres refinadas
y una mirada impávida
Capaz de sembrar el temor en los débiles.

Si los pájaros de colores
Se han visto excluidos del paisaje,
No es, como algunos opinan,
Culpa de las preferencias gastronómicas
de los gatos.
En realidad, pájaros de colores y gatos,
Hacen parte de la interminable lista
De especies animales
A las cuales el amor del hombre
Ha ido exterminando lentamente.




NO QUIERO ALBERGAR EN MI CASA

Al perverso.
Mucho menos consiento
La presencia de los santos.
Tienen en común,
Los ojos de santos y perversos,
Un brillo febril
Que nos devuelve el mundo
Empequeñecido y distante.



(Del libro Del otro lado de la ventana)


LUZ DÍA

Sin duda alguna
Preferimos los finales felices.

En el fondo
Todos dudamos de los finales felices.

Muy en el fondo
Nos atora la certeza
De una eternidad forjada con palabras.




ÁLBUM FAMILIAR

En un álbum familiar
Que conserva mi madre con celo,
Tropiezo mi propia imagen
A los nueve años de edad.
Posaba complacido
Para un fotógrafo del parque
En una motocicleta de juguete.

Miro esa expresión de júbilo
-tan ajena-
Y pienso en los amaneceres
Que han sido desde entonces
Un continuo descorrer de velos.

Un álbum familiar
Es un mapa hecho a tientas,
Un trozo inútil en la piel del río
Condenado a entonar
La despiadada melodía del reloj.



En el corazón de la ciudad
el río apesta.
Bajo los puentes habitan hombres que
se han hecho a un lugar en el mundo con rudeza.
Los parques hieden a berrinche
y los moribundos
ocupan los andenes de los almacenes
sin que merezcan solidaridad distinta
a la que expresa el tintineo de unas monedas
en el hórrido hueco del hambre.

En el corazón de la ciudad
se respira un tufillo putrefacto
que los vecinos combaten
con olorosas esencias
y riegos para la buena suerte.

(De “Del otro lado de la ventana”)




Me defiendo

A Harold Marín F., que creía saber.

Me sabe a silencio la boca que consumes
en palabras huérfanas de mesura,
próximas al desvarío
y lejos del amparo de la luz,
refugiadas en una oscuridad amenazante.

Que nadie se diga mi tutor o mi sustento
si no alcanza a pagar con su sudor
lo que le cuesta al mundo mantenerlo vivo.
Que nadie se diga mi amigo
si cree que su presencia
es el pan que falta en mi mesa.

No me apabulla una voz esquiza
en delirio mesiánico.
Alzo mi voz y canto
porque sé que la poética
puede anclarse azarosamente
en la psiquis de los hombres
en menoscabo de la pasión por la guerra.

No obstante,
siempre habrá hombres que tienen
un romance con la muerte
y una pesadilla en cada espejo.

(De “Malsana la fe de los humildes”)


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