La autora
Noni Benegas nace en Buenos Aires en 1947, donde cursa estudios Universitarios en la Facultad de Filosofía y Letras. En 1977 se instala en España y adquiere la nacionalidad española. Desde entonces reside en la península. Como poeta ha recibido los premios: Platero de Poesía del Club Español del libro de las Naciones Unidas, ONU-Ginebra 1982, con Trece Sonetos y Argonáutica, publicado en 1984 por Laertes, y el Nacional Miguel Hernández de Orihuela por La Balsa de la Medusa, en 1986, publicado por la CAM en el 87. Otras publicaciones: Poemas, Buenos Aires 1976 y Cartografía ardiente, Madrid 1995. Cultiva las modalidades de traducción y ensayo en artículos, catálogos y prólogos de libros y colabora en revistas y periódicos nacionales y extranjeros, como Letra Internacional, Lateral, Quimera, Stylística, etc. Ha participado en las antologías Norte y Sur de la Poesía Iberoamericana, coordinada por Consuelo Triviño en 1997 y en Nueva poesía Argentina, por Leopoldo Castilla en 1987. El pasado año la definitiva confección de Ellas tienen la palabra, en colaboración con Jesús Munárriz para Editorial Hiperión, cuya 2.ª edición ya ha visto la luz en el 98, ha supuesto una contribución crítica de primer orden en el panorama literario en lengua española.
La melancolía
Si soy feliz, ¿por qué yo no me entero?
¿por qué el matiz entre mejor y apenas
no alcanza a desligarme de mis penas
y estando bien también me desespero?
Si tengo mucho, ¿qué otra cosa espero?
y si poco, ¿por qué busco sirenas,
y bailo atada a un mástil con cadenas
al son de falsas letras que no creo?
¿Por qué no hago una playa de este piso
si tanto quiero arena, sol y luna
y mágica adivino tras la duna
la noche con sabor a paraíso?
Ese vaivén del alma es porque añora
el recuerdo de un algo que ella ignora.
De: Las entretelas sedosas
Oficio de vivir
Pierdo el tiempo, lo sé, pierdo los años
y no avanzo, es verdad, más que dormida
durmiente, demorada, hallo salida
en soledad, en sueños, sin extraños.
Me ayudan a escapar los desengaños,
los versos y la música escondida
olvido que allí fuera está la vida
con su triste horizonte de peldaños.
Implosivo es amor, tal como un globo
se inflama a cada soplo, poco a poco,
ya no puedo mirarlo con arrobo
ni ya puedo tocarlo, nada toco
Mientras sueño florece en mi retina
una vida más libre, clandestina.
De: Las entretelas sedosas
Los hilos dorados de la imaginación colectiva
La sospecha (era lo último
que podíamos generar)
nos empujaba a bautizar cada cosa
con dos nombres
De: La balsa de la Medusa
El castillo
Lo poco que sé se oculta con un disfraz que
le regalaron a mi madre hace infinitos años
y que provenía de Siam Me presenté a la
fiesta con él y pronto descubrí lo raído y miserable
que era Se pensó que en ello residía
el estilo (siempre que no se distingue el estilo
se lo supone inmenso puesto que no se ve)
Pero yo sabía que era prestado
aunque un recuerdo muy vago de quién era
ella me impedía reconocerlo como ajeno
El Castillo
se vendía de pie se enajenaban objetos preciosos
que la gente no alcanzaba a pagar ni tampoco
deseaba Por esto es seguro que aún hoy
permanece como entonces erguido y soberbio
con la remota intención de entrar en subasta
pero sólo para verificar el deseo de quienes pasan
De: Argonáutica
La casa
Cómo disolver una casa la estructura
de canela simple sólida en la memoria
los travesaños de letras de molde
y las ventanas que enmarcan un único paisaje
lívido de la infancia
Cómo estallar la ceniza y absorberla
por un agujero negro o mejor luminoso clarísimo
que brille hasta el fin y se apague
cómo no entrar ni salir que no haya un porche
ni una escalera ni una sala ni una madre
al fondo de un sillón y un hermano por siempre en el baño
descubriendo su adolescencia
Cómo una vez la casa quieta borrar
la ausencia del padre
instalada con rabia de polvo en el vacío
De: La Balsa de la Medusa
Interrupciones
¿Hasta qué punto su rostro guarda las impresiones
de la vigilia,
el paisaje visto a través de la ventanilla
descifrado por momentos;
hasta qué punto su rostro tiene interrupciones?
Sentada frente a mí
era un Buey Apis que era
una vieja actriz de Hollywood
pues anunciaba la vejez en sus rasgos
no definitivamente añeja
pero ya próxima.
De tránsito improbable
sos rasgos,
cerrado un aeródromo en desuso
con hierbas en la pista y viento
de techo del mundo.
Mas hay un canal
que las barcas remontan de cristal
fluido, remos y ruidos
y casas vivas en las orillas,
hay un hormigueo en su rostro
hecho de malicia y remolinos.
¿Sólo habrá visto lo que vió?
Si algo quedara en suspenso
entre dos canales
en el remanso de la mejilla...
¿Hasta qué punto su rostro tiene interrupciones,
si la interrupción no fuera paisaje o sonido
sino simplemente yo?
De: Cartografía ardiente
El lenguaje
Que el lenguaje fuera una cadena
porque el tiempo lo es
nos hizo dudar del tiempo
hecho de instantes
sustantivos que la memoria adverbia
como un torno en busca de la tierra
en un punto cualquiera del planeta
o el bailarían la danza
girando sobre si
Dijimos el tiempo por los instantes
el lenguaje por las palabras
para aliviarnos del lento trance
de cada instante
de cada palabra
De: Cartografía ardiente
Cajas destempladas...
Cajas destempladas
asesinas
mi esqueleto frío
plegado, sisado en cajas o cartones
en túneles o tornos
en cañones de escopeta
en estampido de cardúmenes
en jauría roedora
en papilla fértil
en deyección
sentina
y corredores últimos
la loba, el alma
la carnicera abstracta
el manillar de plata
Hemos llegado hasta aquí
¿quién? Yo y mi sombra
y los trapos con que tapo los espejos
o estallo el fino azogue
en mil estrías que me desvían
Esa soy, o sería,
quebrada y poca
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DEL LIBRO: -De ese roce vivo-
Fue un solsticio un apagón
eclipse
y cundió de pronto
qué paz mi dios
qué cantinela
qué despecho
qué coraje irte y volver
revolotear
alma primera
que vi volar
y aquietar
reposo
y al borde
nosotros
de tu foso
pura orquesta
cuando la sangre
se esquilmó y pasó
al azul
arteria quieta
y fuimos
sin habernos ido.
De puro extrañamiento
tengo la herida,
de puro borborito ensimismado
y atracón de pena
como anfetas
pero más largo, extenso, curvo,
un vuelo por allí
ese horizonte que sube y se disloca
y no parece haber medida
o límite
y sube y se dispersa
y sube y vamos todos
arriba
subiendo
allá nomás
¿Y por qué este miedo?
¿Y por qué esos ayes?
esta ceguera del ojo acuoso
de la muralla de llanto
y palabras ateridas,
por qué no tumbarla y hablar contigo
y pensar que así se siente,
sentido tiene
lo que a solas me digo.
¿Y cómo pequeñita ahora mi madre,
madonna de los sabios
pintores de Siena,
se cuela en mi sien
y me late?
Y esa vena es suya,
la del irrigo a la cerebela,
carabela hasta ti,
a no dejarte sola
en la extensión sin nombre.
Pensamos juntas,
es un leve aleteo,
me dices cuídate
y siento la conseja
como un breve apretón,
aquel que hiciste
dibujando con el gesto
una eternidad de tu mano,
para siempre
en la mía.
De ese roce vivo.
Allí anduvimos la lluvia,
el fog, la noche, la bruma,
el día con su alcancía,
la tarde, revelación,
la voz de a dos, desparpajo,
desdoblada en puro eco
de otra que me sostiene
como un hilo del balero
siempre inverso, siempre en verso
la versión del cielo cuelga
y es el suelo nieve o nube,
siempre siempre desparejo.
Ni me caigo ni tú flotas
así vamos, vuelve o viene
el espacio en otro espacio.
Qué dulzor me atraviesa
qué fragor tu continencia
ahora libre de violencia
ahora pura calma chicha
ya sin tiempo, sin fijeza
en un final que atraviesa
diste vuelta a tu favor
y quedaste, pura estela
liberada del reloj.
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