jueves, 3 de abril de 2014

LEONARDO DE LEÓN [11.444]


Leonardo de León 

(Uruguay, Minas, 1983) es profesor de lengua y literatura. Colaboró con las revistas culturales Iscariote (Maldonado), La letra breve (San José), y fue columnista de libros en la revista Megafón de Bs. As. Estudió cine y guionó y dirigió el cortometraje Pero la puta madre. Obtuvo Mención de Honor en el Concurso Paco Espínola de cuentos, el XVII Premio Nacional de Narrativa "Narradores de la Banda Oriental" (No vi la luna, Banda oriental, 2010), y el Primer Premio Pablo Neruda para jóvenes poetas. En 2012 publicó su poemario Confirmación del aliento (Paréntesis, colección Aedas). 






UNO

A veces las palabras
cuelgan como prendas del vacío
roídas por la ausencia
y de la piel sorda del papel
destila una clara tempestad.
Blanda
hueca anatomía
estático destello:
la página
se apropia del sonido como un cuello
envuelve la crudeza de su grito.
Se amolda a la tela del lenguaje
y deja bien tirantes las costuras.
El vacío se inflama
como una astilla por el río
que absorbe toda el agua y se vuelve
un río quieto de madera.
En esos días
la palabra cuenta la tormenta del vacío
sin decir una palabra.
Se dice
y se disipa.
Se impregna de la nada de su cuerpo.
Se anticipa a su final.






DOS

Mirar con el ojo sereno del tornado
mientras el mundo gira y se deshace.
Ser el centro imperturbable del caos
que llora el espiral de los escombros.
Hacer de la vida un túnel que se tiñe de polvo
y equidista la pupila:
feroz calidoscopio de la nada.
Sentir por última vez
la arrogancia de mirar lo que te queda.
Prolongar la fiebre hasta que arda
y se ahogue en la inercia de su fuego.
Flotar como un recuerdo
y al final
cerrar el párpado redondo del tornado.
Dormirse para nunca haber nacido.
Morir enteramente:
sin un mundo al que volver
de tu sueño o pesadilla.
Ser el último testigo de tu aliento:
nombre sin objeto
aire sin lugar.







TRES

Nunca deja de llover
porque el arroyo no cesa de caerse.
Tropieza con el látigo del sol
y se derrama en el vapor
de los azotes.
Cae mientras asciende:
leve catarata que se encrespa por la altura
y en la sed de un luminoso paladar.
Más tarde o más temprano
el alma del arroyo no resiste otra caída.
Se enrosca al espiral de la tormenta
oprime y se libera
destroza los colmillos en la lluvia.
Escampa al otro día y sin embargo
el arroyo condesciende a los azotes
de una luz que se repite.
El lomo del agua se levanta
felino y sin temor
encrespado en el augurio de otra nube
y otro ataque.
El agua se resigna y se enaltece
en la caída.






44

La copa del árbol
llena de árbol hasta el borde
se estremece
                     se mece
y lo derrama.

Alguien bebe
                     soñoliento
de su sombra.

Hay hombre con árboles adentro:
copas que se astillan en sus ojos
sombras que se mecen bajo piel.

Raíces que se pudren
pájaros muertos en la boca
verde anhelo que deshoja
roja savia que endurece.

El hombre debajo de un árbol
como el árbol
hacia dentro se derrama.

Bebe sediento
                      ensimismado
de su sed.

Publicado en el libro Confirmación del aliento (Paréntesis editora)







Sobre mí

Cae tu boca en mi tórax;
como cuerpo suicida desde edificio.

El golpe mata algo que no es tuyo.
Nunca vi gesto suicida y asesino
más bello y atroz.






Vagabundo del cosmos

Extraviaste los pasos monótonos.
La luna y los sueños a tu espalda
se perdieron siguiéndote.
Hiciste vagabunda a la noche espía
escrutadora eterna de tus pasos.
Nunca volviste a ver la luz en el menguante de la luna.
Olvidaste las calles grises, los manuales
para la risa, las confesiones, los engaños;
olvidaste el conjuro de parar el tiempo
con una sola palabra sincera.
Perdiste el tránsito porque olvidaste caminar.
Nunca tocaste otro camino.
Regresaste huyendo
por la misma senda secreta,
cercada por abismos de olvido y niebla.







Todo es mar

Los cuerpos son olas en el lecho oscilante,
mares juntos y crecientes.
Los baña el mar del aire en éxtasis.
El mar del mundo los asfixia
y los sentencia a una última lágrima, 
al océano condensado en pupila.
Pronto vendrá el ahogo,
pronto una ola como lápida,
pronto un sermón del viento;
un epitafio de grito de ave.







Lluvia asesina

Como artillería del cielo
la lluvia
me desmorona
sin heridas profundas.
Apenas la erosión de sus partículas
me (a)gota el tacto
y lo asesina.





Abismo (arte poética)

Cuando el aire es el
abismo,
respirar es la caída.
La grieta es honda
como profunda 
la inhalación que nos arroja al fondo.
Espero encontrar
al verso
en el vértigo del descenso.
Espero volver al cielo antes del golpe que disipe al cuerpo en la dura tierra.








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