Hilda Concepción Henríquez de Flores
Nació en la ciudad de San Salvador, el 2 de julio de 1942. Se graduó como Profesora de la Escuela Normal de Maestras "España", en el año 1960. Trabajó como docente en Educación Básica, durante treinta años. Su afición a la literatura la lleva a escribir su primer libro "La ventana encantada", que nos pone en contacto con el entorno de su tiempo (1942-1958) en un ambiente rural a orillas de la ciudad capital.
Su poesía despierta sensibilidad, haciendo retornar a un mundo real del pasado, lleno de encanto.
LA NUEVA LUZ
Mi vida se volvió nueva y ahora
Una inefable luz en mi reposa,
Mi pulso de armonía se colora
Un renacer alado en mí rebosa.
Una infinita voz he descubierto
Palpitando en la estrella que lejana
Revela el encantado eco de un huerto
Cuyo acento es palabra y filigrana.
Como si el alma me sonríe siento,
Cuando la voz inmensa de las cosas
Me habla con el lenguaje de las rosas.
Éste bien de los cielos que presiento
De la poesía es numen sublime,
Ahora anida en mi alma y me redime.
LA MUERTE DEL ARCO IRIS
Un manto de carbono insostenible
Abraza a la ciudad con saña
Implorando al cristal, los árboles se mueren
Y se llevan del agua los misterios.
En las calles se asfixia la sonrisa de los niños.
El trajín aleve del metal,
Ondeando su fiebre cotidiana
Me asedia y me doblega.
Frente a mi ventana
La muerte del arco iris se desnuda
Coronada por pálidos celajes
Y un réquiem de nostalgia ensombrecido.
Para recrear el principio de la vida
Invoco un cáliz de palabra y tiempo,
Busco la puerta de signos y presagios,
Develo el fuego de rosas y raíces.
TODO EL SILENCIO DEL MUNDO
Aquí,
su vida era palabra de esperanza.
era una casa intensa
germinando sueños y preludios.
De su remanso verde nacía la aurora.
Yo, viajera sedienta,
mi languidez hundía
en su oasis de catedral sonora.
El árbol fue testigo
de guerras y huracanes,
de flamas y galaxias.
Sintió infinitos soles besándole la frente.
El amor florecía junto a su cuerpo mítico.
El árbol ya no está.
Una mano tremenda menoscabó su entraña.
En su lugar creció un páramo olvidado
y un vacío donde cabe
todo el silencio del mundo.
EL AMOR A LOS DELFINES
Amo a los delfines
Porque son más
inteligentes que las armas.
LOS NIÑOS DE IRAQ
La palabra de una flor sombría
me seduce.
Traspasa mi lengua
un verso alegre y triste.
Alegre como la vida,
Alegre como la paz.
Triste como el canto mutilado del cenzontle.
Triste como la esencia lívida
de los niños en Iraq.
EL VENDAVAL
Conmueve mi memoria
un vendaval que me persigue.
Desde su corazón un rostro blanco
me ama,
y yo lo amo.
En su espesura
también crece un rostro gris,
Mirándome con fuego.
Cuando despierto
soy sólo cenizas.
PÁJAROS DE FUEGO
Mientras la sed de tus ojos
se hundía en mi ternura,
muchos ojos ajenos nos miraban,
querían vivir
el misterio que unía nuestras vidas.
Ser la promesa bajo el dintel del tiempo,
la entrega total en cada aurora,
el ardor de la piel
tornándonos de fuego.
Ahora,
los mismos ojos se preguntan
por qué la soledad del parque
y los pájaros tristes
buscando nuestra risa.
Por qué mi piel desnuda
y la nostalgia deshojándome las horas.
Se derriba mi voz si alcanzarte.
Vencidos por la ausencia
Ya no se ven nuestros rostros
En los cristales del día.
DOS MUERTES
El desvelo de los gallos
va dibujando la noche.
Van pasando los luceros
floreciendo entre las sombras,
llevan en hombros su risa
envuelta en hilos de luna.
Pero al doblar el camino
los esperaban saetas
de colmillos afilados.
Una guirnalda de espanto
ha detenido a los gallos
al ver el cristal deshojado
que lloraban los luceros.
LA VISITA
Su presencia
penetró nuestra casa
sitiando nuestras vidas con miles de inviernos
y miles de noches que no tenían alba.
Esparció por todos los rincones
y aún sobre nosotros, mantos de tinta y sombra.
En el aire vagaba su presencia de hielo.
El eco de su verdad
acechaba las horas.
Sentada a la cabecera de la cama,
toda ella invisible,
esperó por el cuerpo de mi madre.
ELOGIO A MI VIDA
Yo tengo en el alma
una fuente de alegría.
En cada amanecer
la aurora me renueva.
La luz de mi mirada
es un fulgor supremo.
La plenitud de los mares me posee,
acrecienta mi alma y me serena.
De la eternidad tengo lo eterno,
por lo infinito también soy infinita.
Una pasión anima mis entrañas
como la euforia de la fértil tierra.
También me anima
la mansa realidad del agua pura.
Yo guardo dentro de mí
el ritmo perfecto que anima la materia.
Y en la cima de todo lo que soy,
El sublime prodigio de la razón.
Yo soy humana.
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