Leontia Flynn
(Nacida en 1974) es una poeta de Irlanda del Norte. Ella creció en Ballyloughlin, al sur del Condado de Down, entre las ciudades de Newcastle y Dundrum, cerca de la reserva natural de Murlough y Royal County Down Golf Club.
Estudió Literatura en Inglés de Queen University de Belfast, seguido de una maestría en la escritura y la política cultural de la Universidad de Edimburgo. Más tarde regresó a la Reina para completar un doctorado.
A partir de febrero de 2014, que es el poeta Seamus Heaney-in-Residence en el Hotel Bloomsbury en Londres.
Flynn ganó un Premio Eric Gregory en 2001. Su primer libro de poemas These Days (Jonathan Cape) se publicó en 2004 y ganó el Premio de Poesía Adelante a la mejor primera colección. También fue finalista del Premio Whitbread Poesía.
Bibliografía:
These Days Jonathan Cape 2004. ISBN 0-224-07197-1.
Drives Jonathan Cape 2008. ISBN 0-224-08517-4.
Profit and Loss Jonathan Cape 2011. ISBN 0-224-09343-6.
Hay pájaros en mi cuento
En el linóleo naranja y marrón que reviste el cuarto de juegos
mi yo infantil está jugando (pues sí) con muñecas.
Una ola de ternura salada se lleva a mamá de donde está,
la arrastra de golpe a una orilla lejana y vertiginosa
para devolverla a su lugar cuando le pregunto ¿puedes silbar?
Desde que cayó por la madriguera de conejo invisible
(a través del aislamiento, la histeria y los Cuentos de viejas)
para convertirse en madre y ama de casa, todo ha sido un poco raro.
Contempla un momento a su hija gordita, la penúltima,
luego frunce los labios: fiu-fiu, fiu-fiu, fiu-fiu.
Fiu-fiu, fiu-fiu, fiu-fiu, fiu-fiu, fiu-fiu.
En la descripción del puesto de trabajo se establece claramente
que cuando una niña pequeña te solicita que silbes, accedes.
Y mi respuesta épica cuando para y me pregunta por qué:
sigue silbando, mami, hay pájaros en mi cuento.
Desde que mi madre pasó a través del espejo invisible
a la maternidad a tiempo completo, cada día una corriente distinta erosiona
su noción de sí misma – pero ¡sí! piensa, ¡claro que hay pájaros!
Virando tierra adentro, todo alborozo y brillantes ojos hambrientos
bajo el sol del mediodía, volando sobre el estuario, ligeros como chispas.
(Leontia Flynn en Profit & Loss, Jonathan Cape, 2011)
(traducción de Steve Burdiel y Ángel Talián)
There’s Birds in my Story
On the orange and brown linoleum lining the playroom
my infant self is playing with (that’s right) dolls.
A wave of salt tenderness picks up my mum where she stands,
carries her off with a lurch to some far, giddy shore
then sets her back on her feet when I ask can she whistle.
Since my mother fell down the invisible rabbit hole
(through the isolation, hysterics and Old Wives Tales)
into stay-at-home motherhood, things have been pretty weird.
She regards for a beat her fat second youngest child,
then purses her lips: ‘Whee-whee, whee-whee, whee-whee.’
‘Whee-whee, whee-whee, whee-whee, whee-whee, whee-whee.’
The terms in the job description clearly state
that when a small child requests whistling, you oblige.
And my epic response, when she stops to enquire just why:
Keep whistling, mummy, there’s birds in my story.
Since my mother stepped through the invisible looking glass
into full-time mum-dom, each day some current frets
at her sense of self – but yes! she thinks, there are birds!
Wheeling inland, all whoops and bright hungry eyes
in the noon light, over the estuary, flying lighter than sparks.
El disquete
Príncipe entre los nombres imprecisos, el disquete
yace varado, entre nubes de polvo, en el primer cajón de la mesa.
Un náufrago en una playa de clips
o bajo un viejo extracto bancario – los pequeños importes
menguando a poco, luego a menos, luego a nada de nada.
Qué joven es para estar tan anticuado.
La pestaña metálica brilla todavía, la suave cubierta negra
elegante como un traje de mujer o un bolso de noche.
Lo cogeré con el pulgar y el índice
y lo introduciré con un clac en la ranura rectangular.
Del oh-tan-reciente y asombrosamente inútil pasado;
el momento anterior al momento anterior a ahora
cuyo código se ha perdido. Las palabras que golpeaban parpadeantes
como un pájaro frenético contra el cristal de la ventana
conducen de vuelta al gesto de la mano
suspendida sobre el teclado, como el espíritu sobre el agua.
Como los gritos y quejidos que surgen de la mina
tras el chasquido de la viga, el disquete
es la carta de amor encerrada en su sobre todavía.
Es la lápida – en blanco – que marca su extraña tumba.
(Leontia Flynn en Profit & Loss, Jonathan Cape, 2011)
(traducción de Steve Burdiel y Ángel Talián)
The Floppy Disk
Prince among misnomers, the floppy disk
lies stranded, in drifts of dust, in the top desk drawer.
A castaway on shingly paper clips
or under an old bank statement – the small withdrawals
dwindling to little, then less, then nothing at all.
How young it is to be so obsolete.
The stainless-steel clip shines, the neat black case
still sleek as a woman’s suit or evening purse.
I will take it between my finger and my thumb
and post it with a click through the squarish slot
Of the oh-so-recent, stunningly useless past;
the moment before the moment before now
whose code is lost. The words that tapped and flashed
like a frantic bird against a window pane,
translate back to the gesture of the hand
stalled on the keys, like the spirit on the water.
Like the shouts and groans that issue from the mine
after the prop has snapped, the floppy disk
is the love-note still sealed in its envelope.
It’s the marker – blank – above its own strange grave.
COLETTE
i.m. Séan Milne
Desde que su nombre cayó como una losa en aquella conversación de mujeres
el fantasma de la hermana de mi madre me persigue.
Se me aparece desde 1939
con un vestidito blanco y merceditas impecables
agarrando los guantes que se le caerán en la calle Donegal.
Se agacha a recogerlos. La calle Donegal, el Oeste,
es una habitación vacía en la Casa de la Historia de mi familia:
el silencio femenino, el lugar sellado de la ciudad.
Se baja de la acera, en esas calles de 1940 donde ya circula
algún que otro camión. Mi madre nace un año después.
Justo un año después, el mismo día. Su tarta de cumpleaños
está glaseada de negro y endulzada con cenizas negras;
las llamas de las velas son puntos de oscuridad
tan apagados como los ojos de su hermana muerta aquel día
en la calle Donegal. El nombre que cantaron: su nombre.
Colette, Colette. La expiación de mi abuela
para tan escandaloso desconsuelo
es postrar su vientre, como una flor, en el altar del cielo.
La Virgen sonríe y se inclina a consolar su frente.
Tras mi madre, da a luz a siete hijos.
Colette, Colette: tu nombre es un hipido de dolor,
un golpe sordo dentro de un armario vacío.
Semilla de la pérdida, que brota más allá del día
en que enterramos tus zapatitos, amarillos ahora con los años,
como un parto de nalgas en la tierra de la tumba de la abuela.
(Leontia Flynn en Profit & Loss, Jonathan Cape, 2011)
(traducción de Steve Burdiel y Ángel Talián)
COLETTE
i. m. Séan Milne
Since her name dropped like a stone in the women’s talk
I am haunted by the gohst of my mother’s sister.
She comes to me out of 1939
in a little white dress and and pristini Mary Janes
clutching the gloves she’ll drop on the Donegall Road.
She stops from the kerb. The Donegall Road, the West,
is a disused room in the family’s House of History:
the distaff wing, the city’s sealed-off place.
She steps from the kerb to the not-quite-lorry-free roads
of 1940. Next year my mother is born.
Next year to the day. My mother’s birthday cake
is iced in black and sweetened with black ashes;
the candle-flames are little points of dark
as dim as her dead sister’s eyes that day
on Donegall Road. The name they sang: her name.
Colette, Colette. My grandmother’s atonement
for being so provocatively bereaved
is to lay her womb, like a flower, on heaven’s altar.
The Virgin smiles and leans to soothe her brow.
After my mother, she begets seven sons.
Colette, Colette: your name is a hicup of grief,
and a hollow knowck inside an empty closet.
A sede of loss, it sports beyond the day
we tuco your little shows, now yellow with age,
like a breech birth in the soul of granny’s grave.
i.m. Séan Milne
Desde que su nombre cayó como una losa en aquella conversación de mujeres
el fantasma de la hermana de mi madre me persigue.
Se me aparece desde 1939
con un vestidito blanco y merceditas impecables
agarrando los guantes que se le caerán en la calle Donegal.
Se agacha a recogerlos. La calle Donegal, el Oeste,
es una habitación vacía en la Casa de la Historia de mi familia:
el silencio femenino, el lugar sellado de la ciudad.
Se baja de la acera, en esas calles de 1940 donde ya circula
algún que otro camión. Mi madre nace un año después.
Justo un año después, el mismo día. Su tarta de cumpleaños
está glaseada de negro y endulzada con cenizas negras;
las llamas de las velas son puntos de oscuridad
tan apagados como los ojos de su hermana muerta aquel día
en la calle Donegal. El nombre que cantaron: su nombre.
Colette, Colette. La expiación de mi abuela
para tan escandaloso desconsuelo
es postrar su vientre, como una flor, en el altar del cielo.
La Virgen sonríe y se inclina a consolar su frente.
Tras mi madre, da a luz a siete hijos.
Colette, Colette: tu nombre es un hipido de dolor,
un golpe sordo dentro de un armario vacío.
Semilla de la pérdida, que brota más allá del día
en que enterramos tus zapatitos, amarillos ahora con los años,
como un parto de nalgas en la tierra de la tumba de la abuela.
(Leontia Flynn en Profit & Loss, Jonathan Cape, 2011)
(traducción de Steve Burdiel y Ángel Talián)
COLETTE
i. m. Séan Milne
Since her name dropped like a stone in the women’s talk
I am haunted by the gohst of my mother’s sister.
She comes to me out of 1939
in a little white dress and and pristini Mary Janes
clutching the gloves she’ll drop on the Donegall Road.
She stops from the kerb. The Donegall Road, the West,
is a disused room in the family’s House of History:
the distaff wing, the city’s sealed-off place.
She steps from the kerb to the not-quite-lorry-free roads
of 1940. Next year my mother is born.
Next year to the day. My mother’s birthday cake
is iced in black and sweetened with black ashes;
the candle-flames are little points of dark
as dim as her dead sister’s eyes that day
on Donegall Road. The name they sang: her name.
Colette, Colette. My grandmother’s atonement
for being so provocatively bereaved
is to lay her womb, like a flower, on heaven’s altar.
The Virgin smiles and leans to soothe her brow.
After my mother, she begets seven sons.
Colette, Colette: your name is a hicup of grief,
and a hollow knowck inside an empty closet.
A sede of loss, it sports beyond the day
we tuco your little shows, now yellow with age,
like a breech birth in the soul of granny’s grave.