JACINTO CORDERO ESPINOSA
Nacido en Cuenca, Ecuador en 1926.
Poeta y catedrático universitario. En la década del cuarenta integró el grupo literario Madrugada. Ha colaborado en importantes revistas del país. El estudioso Hernán Rodríguez Castelo, afirma: "La poesía de Jacinto Cordero Espinosa fue desde los comienzos grave por tono y ritmo; austera en sus recursos. Sustantiva. Con gran presencia de las cosas. Las cosas son sintagmas de sus versos."
BIBLIOGRAFÍA
Poesía: Canto del destino (Cuenca, 1948); Poema para el hijo del hombre (Cuenca, 1954); Despojamiento (Cuenca, 1956); Volviendo a los padres (Cuenca, 1956); La llamada (Cuenca, 1986); Alambrada (Cuenca, 1989). Consta en las antologías: Muestra de poesía cuencana del siglo XX (Cuenca, 1971); Madrugada: una antología de la poesía ecuatoriana (Guayaquil, 1976); Lírica ecuatoriana contemporánea (Bogotá, 1979); “Alambrada” (1989), Poesía viva del Ecuador (Quito, 1990); La palabra perdurable (Quito,1991) “Contra el solitario roquedal” (1992), “Juan Pablo. Elegía” (2004), “Los enigmas” (2005). Su obra consta en antologías nacionales y extranjeras.
Veo a las nuevas ciudades
alzarse contra las armas de la aurora,
el crepúsculo teñir los árboles,
el otoño dorar las ventanas,
la primavera despertar los amantes
y las flores que rodean
las pequeñas sepulturas de los niños.
("Alambrada")
PAZ
Paz que permaneces
sobre los rebaños
y los campos dormidos,
tu aire azul se levanta
del surco que abre el labrador.
Espigas y semillas
caen del borde de tus manos
ardientes como colinas.
La tierra se desliza
por los dedos abiertos de los muertos
y reverdece en las llanuras.
Sube en tu silencio
la savia hacia las hojas nuevas,
crece el árbol
hacia la hoja última
plateada por el día.
La sangre busca para nacer
en una onda hermosa
el corazón futuro.
Cava el amor
el río sagrado de la vida.
Todo viaja hacia tu nombre,
dulce sílaba de luz,
dorado como el pan,
como el círculo de una lámpara.
Todo halla tu forma
como el agua en un vaso:
el viento que sonríe en la hierba
y se aquieta em el rostro
del para siempre dormido,
el vuelo de ave
y el silencio del astro.
NO SOY SINO UN HOMBRE
No soy sino un hombre entre miles de hombres,
si tuviera mañana que morir
nada y todo desaparecería conmigo.
!Oh! corazón, isla palpitante de luz
rodeada por la niebla del tiempo,
hoja única abrillantada por la muerte,
la noche desconocida y milenaria
te ciñe como al borde de una lámpara.
Un día la tierra y la hierba
te cubrirán para siempre como a una semilla.
¿Alguien contestará a tu latido,
tu pregunta inmortal?
!Alma mía irrepetible y sola!
Ahora oigo tu rumor,
como la noche,
como el tiempo y como el mar,
descender por mi cuerpo,
tu tíbio coágulo de música
mueve mis manos que escriben en el papel
!Oh sagrada poesía!
Conduce mis pies que regresan
de la llanuras en el crepúsculo,
que han pisado la tierra pegajosa y tenaz
donde duermen los que fueron mis padres.
Toco la cabeza de un niño,
la forma de un seno
o un vaso
y reflejan su imagen solitaria
en las pupilas ciegas que llevo en mis manos.
Pan de mi mesa pobre
que apenas pesa en el paladar
y cae al corazón
con su aroma de siglos.
Amor que endureciste mi miembro
para vencer a la muerte,
de tus entrañas surge la cabeza de un niño.
!Alegría qué lejanas tus Banderas,
como un fuego en la montaña!
TODO FLUYE
Todo fluye mar como tus aguas,
nada se detiene,
esa estrella que brilló
en mis pupilas de niño
se perdió como una ola
en la vastedad del universo.
Llanuras quemadas del poniente
sembradas de espigas y de astros,
marejadas ardientes del verano.
Sus depojos golpean ahora
como la pluma de un ave
contra tus remotos acantilados.
ESFINGE
esfinge con senos de mujer,
tus terribles ojos me miran
desde la cueva
del viejo cuero del océano.
Tienes patas partidas de cabras
y tu piel es áspera
como el transitorio vestido de las víboras.
Bajo tus alas ineluctables
me arrojo
desnudo como un náufrago
el sagrado mar de la poesía.
PREGUNTA
Pregunté a la tierra
y solo me contestaron
las calladas bocas de las tumbas,
las llanuras ciegas.
Pregunté a la noche,
a su misterioso archipiélago
de islas de luz,
y la pregunta sin respuesta
socavo mi corazón.
Te pregunto ahora mar
y únicamente oigo tu monólogo eterno,
la resaca cubierta de espuma
de sus jaurías de lebreles.
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