Álex Portero Ortigosa
Nació en Madrid, el nueve de Septiembre de 1978.
Ha pasado la mayor parte de su vida estudiando el pasado hasta acumular una ingente cantidad de diplomas, todos ellos prolijamente adornados con bonitos escudos de prestigiosas universidades y vistosas cenefas, que le acreditan como experto en historia antigua, historia medieval, filología románica y mitología. El único propósito de ese enfermizo encono académico era llegar a tiempo y preparado a la invención de la máquina del tiempo, pero como siempre, ha calculado mal.
Todo ese brillante expediente le habría convertido en alguien respetable si estuviéramos en el siglo XIX, hoy, como mucho, pasa por ser un ser excéntrico absolutamente improductivo en un mundo digital, con la cabeza llena de fantasmas, una bizarra iconografía personal, y una desaforada tendencia al exceso.
Imaginad qué puede resultar de la psique -por llamar de alguna manera a esa sustancia pulp que habita su cabeza- de quien ha crecido leyendo a Dante y Santa Teresa en invierno, al Marqués de Sade y a Byron en primavera, a Céline y a Virginia Woolf en verano, a Göethe en otoño y a Oscar Wilde todo el año. Insomne desde los dieciocho años, eremita a tiempo parcial -siempre y cuando no haya amigos y buena música que le tienten- y ferviente acólito del culto a la figura de Stanley Kubrick.
Por supuesto no piensa cambiar, y para demostrarlo sigue aprendiendo lenguas muertas, haciéndose tatuajes y escribiendo con la inquina y la disciplina de uno de esos profetas enloquecidos y salvajes que pueblan la literatura universal.
Ha publicado la novela Música silenciosa (2008) y los libros de poemas Fantasmas (2010), Irredento (2011) y La próxima tormenta (Origami, 2014). Algunos de sus poemas han sido inluídos en la antología 12+1 Una antología de poetas madrileñ@s, todos en la editorial Endymion.
Le encantan las solapas de los libros y las breves autobiografías porque en ellas puede escribir de sí mismo en tercera persona, como Julio César, Napoleón, Cher, o los malos de cómic.
Está convencido de que es un fauno y como tal se comporta.
No te resistas,
no luches,
sólo consigues que redoble mis esfuerzos,
tu frialdad alimenta a mis orejas puntiagudas,
eriza los pelos que cubren mis patas de cabra,
cada gesto de rechazo que realizas
pertenece a una coreografía que obedece
a la música de mi flautillo.
Fantasmas (2010)
La vieja
La vieja de la esquina sabe
Bajo su feo mantón negro
Con su grotesca cara de bruja
Que la estás mirando
Y lo que tú no sabes
Es
Que
Ella
Hace mucho tiempo
Te vio a ti primero.
Irredento (2011)
Inmortales
Sólo a tu lado encuentro la cadencia necesaria para incendiar mi imaginación.
Te amo con la furia del que odia a muerte,
por desnudarte mirándome a los ojos
y ser –cuando lo haces- todas las deidades que temo.
Recorro tu piel como quien traza líneas sobre la nieve
-perdiendo la noción del espacio a cada paso-
haces que gire como un animal herido
buscando un refugio bajo el que tenderme,
me lanzas sonrisas como quien lanza maldiciones,
busco incienso entre tus labios y lo encuentro,
vino chipriota en tu entrepierna
racimos de frambuesas,
oro sobre las cúpulas de los templos que dibujas en el aire cuando gimes.
Soy el peregrino que arde si le tocas,
deudor infinito de las yemas de tus dedos
quien apaga la última vela de la catedral
y se ofrece en sacrificio cuando ha oscurecido.
Quedan acaso rastros de canela sobre mi frente,
huellas de cera en el inconsciente que marcan un camino perfecto
que atraviesa eones,
abismos, mareas, grietas, simas, cordilleras,
y que termina, ya lo sabes,
donde se confunden tus dedos y los míos,
donde guardas el calor que me reservas.
Tú y yo,
bailando sobre la hierba con flores enredadas en el pelo,
riendo como un par de diablos escapados del infierno,
inmortales,
enloquecidos,
dos salvajes,
que desafían al amanecer.
La próxima tormenta (Origami, 2014).
Narciso
Narciso contempla su nada
en la superficie del agua negra que cubre el asfalto,
peina bajo la lluvia los cabellos que perdió hace tiempo
y se desnuda en medio del tráfico
en un agónico último acto de seducción.
Ya no le importa que las bacantes le hayan olvidado,
ni recuerda el tacto firme de los guerreros sedientos de sexo.
Narciso esquizofrénico es serpiente
que se arrastra patética por las aceras
regalando piel muerta a los desconocidos
con los que cree cruzarse.
Danza para sí y no recuerda los pasos,
envejece subido en un extraño carrousell
que no le permite encontrar el espejo adecuado,
su imagen es incapaz de fijarse,
gira y gira,
no puede verse
ni comprobar,
maldito sea,
que toda la vida ha estado
enamorado de un monstruo.
La próxima tormenta (Origami, 2014).
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