martes, 8 de marzo de 2011

3300.- DARÍO BELLEZZA



Dario Belleza. (Roma, 1944- 1996). Poeta, escritor y autor teatral italiano. La poesía de Bellezza está inspirada fuertemente en asuntos personales y autobiográficos, en especial su vivencia de la homosexualidad y su fascinación por los ambientes sociales más conflictivos. Un tema recurrente de su obra es la búsqueda obsesiva de un "bellissimo assassino" ("bellísimo asesino") entre drogadictos y prostitutos. Su obra denota la influencia de Pier Paolo Pasolini, Sandro Penna y de los poetas simbolistas. Entre sus libros de poemas se destacan: Invettive e licenze (1971), Morte segreta (1976), Serpenta (1987) y Libro d'amore, 1992.





PARA ROMA, 1986

Roma: las plazas austeras barnizadas
por la naciente primavera, en el aire
de cartón. La humedad moja
las viejas calles rellenas de basura
y jóvenes transeúntes inflados de nuevo
eros festejan alegres la vida:
el cielo es amplio, desgarrado
por nubes viajeras sin destino.
Yo no vivo más ni deliro.
Ya hacia un único punto me dirijo
oh muerte.
Pero en cualquier parte se puede comer,
en cualquier parte se puede gozar: ¡todavía!
El silencio es de los tiempos
y la buena muerte sonríe
al Ángel de la vida
como si fuese el espejo
de la memoria que falsea
la perspectiva que se renueva
como un film para volver a ver
la vida; por tanto no vivirla,
por tanto devolverla al Creador
que no crea más ninguna criatura.

(Traducción de Horacio Armani)







POR DESPERTAR ESTA MAÑANA MI...

Por despertar esta mañana mi
pereza salto con el pene en alto
hacia el mundo. Vuelvo a pensar en tu
hermoso sol despedazado anoche
y otra vez muero en esta ciega cárcel.
Me miro en torno: piedra ciudadana,
piedra tan sólo para mi desgracia,
mientras sería hermoso que naturaleza
premiase en días serenos esta vida
perdida. Entonces ya no me refrena
dolor o maravilla. Aferró
el duro miembro y lo sacudo en vano
hasta el más blanco luto.

(Traducción de Pablo Anadón)






Leo todavía a los poetas contemporáneos

Leo todavía a los poetas contemporáneos.
Para digerirlos, o no verlos más.
Espero todavía en el baño
o en la cocina descomponer el viejo
cuerpo, cuerpo viejo. Sería hábil
ahora en escribir versos irreprochables,
pero la muerte acucia, nada me interesa
sino su dura lección cerrada
en mi lóbrego cuarto.
No quiero odiar, escribir poemas
de odio visceral. Lo que resta
es árida concurrencia, desleal
pacto con el Mal.
Así huyo de mi mismo, de ti
solapado poeta que te has vuelto
cáncer de inicuas sanciones
morales, entre denuncia impotente
e impotente odio mortal
contra o hacia quien amabas:
el canto, o la herida, o los torvos
consejos, parándome quizás en la avenida
Vittorio en busca de un bolígrafo
para apuntar versos ridículos
infames, hilvanados de ternura.
El amor son cuatro luces (ojos)
que dan vueltas y lo echo todo
a rodar.






Poemas de Dario Bellezza

versiones y nota de Martina Bortignon

De Invettive e Licenze (1971)





En la luz tenue me lamo...

En la luz tenue me lamo
las heridas mortales y mi
alma-hoja ligera sale

en busca del Amo.

Quien está en la sombra sólo sabe
cuán mortal es el día
blanca estatua solar
que ya no cautiva mi
muerta mañana.








Dios se me moría en el mar...

Dios se me moría en el mar
azul, en el patín acuático donde
me había invitado a subir.

Pero fueron los celos, la normalidad
de los chicos lo que me impulsó a rehusar,
a encogerme de hombros delante
de las salidas
mordaces.

El olor del mar llenaba
los navíos y vos cantabas en los ojos,
risueña de victoria.








De Io, 1975-1982

Hay un llanto dentro de mí: la vida

Hay un llanto dentro de mí: la vida
gritando no deja rastros verosímiles,
desfigurada enlaza amor y muerte,
en la noche ingrata del sueño.

Entonces piensa uno en los pasados engaños:
sueña. Todo lo que en paz
más importa hay que combatirlo,
rechazarlo... ¿Qué hago yo aquí? ¿Me despido
de cansadas propuestas de Reyes Huraños
prometedores de vanos insultos al Dios,
o calamitosos al porqué de vida
infame e incierta? Yo lloro
las tétricas gradas de juventud
donde el adelanto de la mente
a los días, a las horas extremas
era semblante vivo
de nuestro destinado cruzarse
en tierra sembrada de frescos
verdugos, tiernas sileas
de esperanza
inquieta en su desmoronarse.





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