lunes, 21 de enero de 2013

VÍCTOR CASARTELLI [9020]



VÍCTOR CASARTELLI (Asunción, PARAGUAY   1943)
Escritor paraguayo. 
Es autor de cuatro poemarios: TODOS LOS CIELOS (1987), su primer libro, LA TRANSPARENCIA DE LOS DÍAS (1990; Premio El Lector), LA VIDA QUE VIVIMOS (1992) y LA EMOCIÓN QUE NO CESA (2001). Tiene también poemas publicados en revistas literarias y antologías nacionales y extranjeras

Asimismo, ha participado de encuentros de escritores y de conferencias y debates sobre diferentes aspectos de la cultura en variadas ocasiones, tanto en el país como en el extranjero (Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, España, Colombia, Israel, Alemania, Egipto, Italia, Francia).
Actualmente es Director de Relaciones Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Ocupó los siguientes cargos:

-Presidente de la Sociedad de Escritores del Paraguay (períodos 1993-95 y 1995-97)
-Director de la Biblioteca Municipal de Asunción (1993-1997)
-Miembro del Consejo Nacional Asesor de la Cultura del Ministerio de Educación y Culto
-Asesor Cultural del Ministerio de Relaciones Exteriores
-Asesor Cultural de Radio Nacional del Paraguay
-Director del Departamento de Fomento del Libro y la Lectura del Ministerio de Educación y Culto.

Pertenece a diversas entidades: Sociedad de Escritores del Paraguay; PEN Club del Paraguay; Academia Paraguaya de la Lengua Española; Instituto Cultural Paraguayo - Alemán; Instituto Cultural Paraguayo - Venezolano.

Distinción intelectual: Académico de Número de la ACADEMIA PARAGUAYA DE LA LENGUA ESPAÑOLA y Miembro Correspondiente de la REAL ACADEMIA ESPAÑOLA.

Distinción por su labor cultural: Condecoración del Gobierno paraguayo con la ORDEN NACIONAL DEL MÉRITO en el Grado de Comendador.



BALANCE

(Con un verso del poeta griego Costas Cariotakis)

 Estoy  tan solo ante el otoño frío;
 me acosan los recuerdos,
 la bulla y el sosiego
 de aquel hogar perdido.
 Las ruinas de mi vida, los escombros
 que fui desperdigando en el camino,
 hoy hieren los dolidos corazones
 de aquellos que venir al mundo no han pedido.

 Hago un recuento del amor que he dado
 y en la balanza pesa el debe poderoso:
 la incumplida alegría -mi único legado-
 hará crecer tristezas y temores
 en los que me sucedan,
 y desde el infinito viaje he de apelar a sus dolores
 para que ascienda sobre mi su grito.






POESIA

a Li Tai Po, que estará

bebiendo vino en las estrellas
Esta pasión secreta que nos mueve
a descifrar los símbolos, los sueños,
para cifrar con ellos la certeza,
¿es pasión en verdad o es la quimera
de urdir algunos versos con la trama
del amor, el dolor y la belleza?
Temblando ante la flor que se abre al mundo;
extático ante el beso o la mirada
que se prodigan los amantes núbiles
o sollozando sobre el pecho frágil
de los desamparados,
mi propia voz responde,
malabarando el verbo que se vuelve
–para mi corazón desguarnecido–
canción a la hermosura,
saeta del amor,
amparo en la tormenta.






ENTRE EL PERRO Y EL NIÑO, UN CORDEL

a J. A. Rauskin

Pasan despacio y son dos perfiles distintos en la esparcida luz sobre la acera. Tampoco idéntica lumbre les fulge en la sien; porque aún está en ciernes la razón en el niño y desde siempre maduro el instinto en el perro. Pero entre ambos tiembla un nexo divino, que jamás será traílla ni soga opresora, sino simple cordón umbilical por donde fluye un diálogo secreto y discurren, invisibles, el candor y la pureza en deífico engarce: el cordel. "El niño lleva un perro", dicen. Pero es el perro quien delante guía y conduce. Y quien, cuando el aire gira regresante, en ademán alerta olfatea, huele, husmea y, de súbito, para. Ya levanta las orejas: observa, escucha, atiende. Y con suave tirón, tal vez caricia imperceptible, conduce al niño hacia otra vida, hasta aquélla que late escondida, guarecida, temerosa del fragor impiadoso de la carrera humana: entre rotos ladrillos de un muro en ruinas, algún insecto erige todavía el mundo verdadero. Y niño él, ahora con ojos tan abiertos de tanto azoro, ya es descubridor de un mundo cierto que nítido pervive entre el acoso de la arcilla transitoria.

Perro pastor, pastor lejano, sin rebaños que velar, vuelto acaso compañero apacible y misericorde, sin atisbo de asombro en sus pupilas, ahora velando un niño lúcido, plácido entre la inquieta jauría, allí donde la súplica es balido, y ladrido la palabra dura.

(De: Todos los cielos, 1987)






LUNA DE ASUNCIÓN

Anocheces brillando en las cornisas
y en los buques dormidos en el puerto,
y amaneces marmórea, opacada
entre el claror del cielo allende el río.







IMAGEN RENOVADA

Cuando vengas al Sur
en busca del paraíso perdido,
no te olvides, viajero del norte,
de traer la filmadora
y la kodak instantánea,
pues no bastan los ojos
para mirar
la gracia de los niños
espiritados
que se afanan como limpiaparabrisas;
la burdel belleza de las adolescentes
tratadas;
el divertido disfraz del indio
de los indios;
la colorida lámina del payaguá
extinguido;
la humeante negrura de las ollas
populares,
aquí,
en este perdido paraíso.

(De: La emoción que no cesa, 2001)





BAJO OTRO CIELO

I

No son falsos los días
ni apócrifas las noches
para mentir un sol
o fingir una luna:

pero no es éste el sol de mis veranos
ni la luna siguiente como aquella
que ilumina las copas de los mangos.


II

Es falso el paraíso
que me ofrecen las luces
vanas -si no banales-
de estas calles extrañas:

bajo un tajo procaz el muslo ajado
precede a una impúdica sonrisa
que escupe una mentira almibarada.


III

Sin brújula, transido,
extravío mis pasos
en el espúreo andén
de un fragor subterráneo:

miente un perfume el tufo indefinido
que la ola humana exhala en esta bóveda.
¿Dónde el límpido aroma de azahares?


IV

No. No miente
la abollada barra de este decrépito bar:
si es julio -y éste es el Sur-,
el invierno afuera
exige el gabán gastado;
muy adentro el calor fingido
de la no ficticia
caña quemada,
piadosamente quema
el frío de la nostalgia.


V

Impunemente,
este sonido extraño,
con voluntad de duros inmigrantes,
aturde los oídos
y asedia al casto pentagrama de la selva.
Pero siempre resisten los vocablos
en el agreste escudo de su canto.
Y si en cierta pesadilla
de algún retorno ya imposible
el asalto final se precipita,
queda la opción suicida del olvido
en el despeñadero
de las copas de vino.


VI

Las mansas palomas de esta plaza
ya no fingen en mis retinas
una remota bandada de torcazas.
Tampoco mienten los plátanos desnudos
algún espectro ardido de lapachos.

Toca a su fin
esta ardua sucesión de ficciones:
como leño ardiendo,
crepita en mi bolsillo
el boleto de regreso.






CERTEZA

Ignorar es vivir. Saber, morirlo
Vicente Alexandre
Saber, sé. Sé que este otoño
que levanta su torre de agónica soberbia
sobre las foscas ruinas del verano
sucumbirá mañana en la catástrofe
del invierno irrevocable. Así, tan sólo un soplo antes,
ardió la primavera en la hoguera del estío.

En vano el hombre intenta detener
ayeres que continuos le suceden. Desde el soplo de luz
que le alienta a emerger de la tiniebla
de donde viene, en ese mismo viento
ondeando como un gallardete, llega.
Pero apenas una hora
y, avanzando en el círculo perfecto en que gravita,
pasa hollando su sombra que entonces ya declina
y sigue raudo hacia el despeñadero
para hundirse en la misma oscuridad
de la inmortal materia de donde procediera.

Sólo su amor perdura.
Y la misericordia,
que alguna vez acaso una lápida cincele
en la esquiva piedad de la memoria.

(De: Todos los cielos, 1987)



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