martes, 17 de abril de 2012

6544.- MARIANNE TOUSSAINT



Marianne Toussaint
Nació en Torreón, Coahuila, MÉXICO en 1958, estudió Letras Hispánicas en la UNAM. Hija de madre mexicana y padre francés, vivió parte de su infancia en el norte de África. Sus libros de poesía incluyen Esta cuchilla móvil (Papel de Poesía Ayuntamiento de Torreón, Coahuila, 1982), y Murallas (Mercado de Poesía, SOGEM-Sociculturtural, 1996). Además, sus poemas han sido publicados en las antologías Caligrafía de Ariadna (1987), y Golpe de dados (1991).
Ha sido becaria del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y del Centro Mexicano de Escritores. Actualmente radica en la Ciudad de México. Es miembro del consejo editorial de Milenio y Viceversa; profesora de la Escuela de Escritores de la Sogem y coordinadora de talleres literarios por el INBA, la UDLA, la Universidad del Claustro de Sor Juana y el IPN.


El paisaje era la casa, Ed. de la UAM,
Colección "Margen de Poesía". México 1996.



Para: Francoise Toussaint.



INFANCIA

Todo escapa borrado en su blancura.
Asesta el fondo
más allá de los ojos,
donde una niña
brinca en el abismo de su pie.



*



Una navaja rasgará la oscuridad,
confundirá los límites del hueco,
en el hocico profundo de la infancia.



*



Habita el polvo de arroz
bajo la sombra de las cosas pequeñas
y se desviste de sí misma
tocada por un ángel.




MAPAS DE HUMEDAD



MARRUECOS



I

El sol blande su cuchilla de luz entre las cimitarras
desde las almenas cae un olor caliente.

Demasiada claridad
sólo tengo tres años en la memoria.
De la montaña, baja el tropel de los caballos a la plaza
rostros afilados por el viento.
De fiesta, ellas ensordecen su penumbra,
encienden sus gargantas
son una sola perforando la tarde.

A lo lejos el rumor desaletarga el sexo de los varones
después callan
todo el día las mujeres callan.
Saben que de noche el animal asaltará los velos, abrirá los flancos,
ellas volverán a encenderse en una leve flama.



II

De nuevo el día es una esfera de insectos.
Mamá y yo nos detenemos
deambulamos por las calles hasta el correo
huele a tinta
la frescura postal es una burbuja dentro de la luz
se oye el golpe
los sellos
el crujido del papel
espero junto a mi madre con las nalgas frías sobre el mostrador de mármol.
Aspira el olor de las cartas
entorna los ojos
la pierdo entre las letras.


III

Un rayo de sol guillotina la vista en el desierto.
El aire nos mueve en su paisaje.
¿En qué imaginación somos sorprendidos como ajenos?
¿A qué ruta?
¿A qué punto del universo podríamos desprendernos?

Castigados por algún efrit
el viento, prisionero en el desamparo,
se estrella contra cortinas invisibles,
gira, afiebrado cambia todo de sitio,
gime a ras de arena conversando con serpientes y escorpiones.

Entra la calma del presagio,
se precipita sobre las caravanas esa lluvia mágica del simún.


IV

Bajo el iris amarillo del cielo
arde el lomo de casas y animales.
Ellas desandan una ceguera de luz
en la oscuridad de los ojos que las miran.

Caminan entre la sed
de sus calles encaladas.
La niña persigue en el cauce vertical de las palmeras,
las cicatrices del agua
sobre polvo.
Cuando parpadea, se concentra el sol en los alcatraces
bajo la ventana de los extranjeros.




PROVINCIAS DE LA NOCHE

Qué soledad la presencia de una hoguera
en el agua.
Sol caído
irrumpe en lo profundo.

El relámpago rasga una costura
en la oscuridad del ojo
llamea el espejo profundo de la retina.
Dicen las claves del cielo:
Toda ceguera es una momentánea comunión




ATRÁS DE SÍ MISMO

Qué espíritu lo contrajo hasta la sombra
para que en el dolor y su espesa pulpa
encontrara la única señal.

La mañana apretaba el sol entre sus llagas.

Aquella muchacha es una hondonada al confesarse
un cristal de aire brumoso los divide.
Toda la noche la sed atravesó su cuerpo,

Atrás de sí mismo
siempre
de espaldas a las palabras.
Atrás, de lo que es atrás de sí mismo
se resguarda
y respira en lo luminoso de las velas.




LA RESPUESTA DE DIOS

Acomodo espejos para verme la espalda.
Es mi correspondencia en límites con el espacio
y no la conozco;
sin embargo, todos los demás, hasta los gatos,
están apoderados de mi yo por la espalda.

La espalda de uno es como la respuesta de Dios;
siempre observándonos formando parte sin ser visto
presentido dificultosamente tocado
observado en los demás como el Dios del otro
el ajeno.
Sí, es Dios, la espalda que se mira en el de enfrente,
del que uno especula del que nada se sabe
al que se le guarda una prudente distancia por la calle.
Es la silueta recortada de la noche,
la que de improviso puede voltear girando como un trompo
y mostrar ser sólo espalda.
Es el mero espejismo de un encuentro.





EL DESEO

Tocados por sus inmensas manos de agua
somos una travesía sin retorno.





TERCERA PERSONA

Aquí las murallas son otra especie,
nos cerca la neblina
que sueltan los cerros, como animal de caza.

Nos envuelve la vaguedad del horizonte,
el enigma con el que despejamos el nosotros.

Sujeta sin ataduras ni raíces de varón,
era fuerte como el agua toda que lamía la periferia
era la melancolía que abrazaba mi fuerza.





LAZOS

Lloras para purificarte
de la espada que te educa y te traspasa.
Animal herido
deambulas acariciando un pájaro imaginario
sobre tu hombro.
Negra la mirada, avanzas
en la espesura del pájaro
que nos mira encima de tu infancia.

Sujeta sin ataduras ni raíces de varón,
era fuerte como el agua toda que lamía la periferia
era la melancolía que abrazaba mi fuerza.




INFANCIA

Todo escapa borrado en su blancura.
Asesta al fondo
más allá de los ojos,
donde una niña
brinca en el abismo de su pie.

&

Una navaja rasga la oscuridad,
confunde los límites del hueco,
en el hocico profundo de la infancia.

&

Habita el polvo de arroz
bajo la sombra de las cosas pequeñas
y se desviste de sí misma
tocada por un ángel.





NOCHES DE AZOGUE

Sobre la hierba
cayó su sombra abierta, vacía.
Oscuro y estrecho su recuerdo
como el centro de una caña vieja.

Eras la pesadumbre en el corazón de los pájaros.
Sin tu sombra
la luz del mediodía, estrella el pavimento.

¿Dónde está la culpa y el cincho que la oprime?

Entre el velamen dorado de las tardes
encontrabas la paciencia.

-El suicida espera,
su descanso es la certeza
de sumergirse en su destino-

Te acontece el temblor del inmediato.
Miras los espejos
con la petición de un desprendimiento.

He esperado una señal
Que pacte nuestro olvido;
Intentamos ser impecables
Pulcros desarmamos las fibras del deseo
El olvido desgastó en hilachos los días,
y el sol de agosto cumple cada año
Su equinoccio de aguas.
Su memoria traslúcida
Sol en los ojos y en el pelo
de los peces de oro que vimos desde el sueño.

Mañanas claras,
Planicie azul temblando entre los dedos
Nos cobijamos en la sombra de los pinos,
Bajo dinteles del aire.

Sabias del corazón y sus canceles.
Parecías una pared blanca y lisa,
Como extraviado en la inmensidad de la blancura.
Y sabía, que aunque en tus brazos
O de la mano
Iba perdida.

Comenzábamos desmenuzando el día
Revuelto en las migajas de pan sobre la mesa.

Venían los pájaros
A picotear el fruto,
mientras la muerte colgaba de las hojas.

Urdías un sueño y otro
Hasta formar una tela firme
Que amordazara tu voz.
Quitamos velo tras verlo
Hasta dejar un rastro de nudos.
¿Quién se rehace venido de la espuma?

Pájaros insomnes, toda la noche en la memoria del bosque.
En la herida de este espacio
Va un futuro verde cayendo.
Su prontitud lo desaloja del terreno vivo
sólo cae,
no recuerda otra cosa
que el abrirse paso en la precipitación.






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