martes, 10 de enero de 2012

5614.- DELFÍN PRATS



Delfín Prats
La Cuaba. Cuba. 14/12/1945. Poeta, narrador y traductor. Graduado de idioma ruso en la Facultad Preparatoria de la Universidad de Moscú. Miembro de la UNEAC. Con su libro Lenguaje de mudos (poesía, Ediciones Unión, 1969) obtuvo el Premio David en  1968. Premio de la Ciudad de Holguín 1991 (cuento) y De la Crítica 1987, con Para festejar el ascenso de Ícaro, (poesía, Letras Cubanas, 1987), Cinco envíos a arboleda (cuento, Ediciones Holguín, 1991), El esplendor y el caos (poesía, Ediciones Holguín, 1992, y Ediciones Unión, 2002), Abrirse las constelaciones (poesía, Ediciones Unión, 1994), Lírica Amatoria (poesía, Ediciones Holguín, 2002) y  strip tease  (Ediciones La Luz, 200? )




Abrirse las constelaciones
                                   
A Cintio y a Fina

el héroe permanece...
R. M. Rilke


No los reduzcas
                           al espacio
demasiado estrecho de tu verso
(Tu verso es un árbol
                              alzado en mitad de la sabana
contra el que se cierne
                              la apretada soledad de la noche)
No los encierres en tu casa
(Tu casa es un refugio
                      y sólido
pero en su hondura
persisten resuenan
ecos de pasos y voces ancestrales)
No los reduzcas tampoco a la ciudad
(El verso, la casa, la ciudad
son límites, muros que será preciso violentar
para escapar al aire más vasto de la Isla)
La Isla es el compendio, en fin,
de tu verso, tu casa y tu ciudad
Pero no los restrinjas a la Isla
Ellos se asomaron mucho más allá
Ellos vieron
                   del otro lado del horizonte
abrirse las constelaciones





Sitio predilecto

En este sitio hemos estado creciendo
Al amparo amigo de las bestias
Hicimos el amor entre sus hembras
Mamamos de sus ubres la leche de los caracoles y los ritos
                  En  el río gajos blancos
Se clavan en la tierra:  cuerpos niños
Y risas insolentemente desnudas
Aquellos años revueltos como la charca
                  de los cochinos
                  ¨ He hecho mi fusil
Con una penca que arranqué de la mata de coco
                          un brazalete con un trapo rojo
De Mamá que había detrás del armario
Mañana me voy con los rebeldes ¨
Las mujeres ríen y gritan
Envueltas en un sopor de alcanfores
           y círculos concéntricos de leche
Yo me he sentado sobre la cabeza de mi hermano
Las mujeres visten sus trajes verdes
          y a ti te gustan los muslos rubios de mi tía
Se van en una carreta roja que cruje
Y ya cruzan el puente que haces
            del arco de tu cuerpo sobre el río
Cuando les digo adiós son humo:
     reparten chocolate y galleticas de sal
 los muertos me visitan esta tarde.





Siempre estuvo el agua o su recuerdo

Siempre hubo alguien entre tú y yo,
siempre hubo algo, poderoso, intercediendo,
siempre estuvo el agua o su recuerdo,
o una presión  suavísima de telas,
colaborando, sumisa, clandestinamente
a nuestro placer.






Loada la sombra

Apenas si la sombra
accede a conceder relieve a esos objetos
en pugna con su realidad fantástica:
los manubrios de un velocípedo,
la línea del balcón, las persianas
simétricas, que te ocultan.
Loada la sombra
que ha de cubrir tus ojos,
como la muerte cubría las pupilas
                      del guerrero homérico.






No vuelvas a los lugares donde fuiste feliz

No vuelvas a los lugares donde fuiste feliz.
Ese mar de las arenas negras
donde su ojos se abrieron al asombro
fue sólo una invención de tu nostalgia.
Extraviado en medio de la noche
no puedes recordar;
has perdido los senderos del sueño
y despiertas buscándola en el ocio
y el juego de los soldados y su lengua,
extraña a tus oídos, había sido para ella
un descubrimiento en este día hecho
para crecer en la memoria de ambos
como las montañas que entonces los rodearon.
Di adiós a los paisajes donde fuiste feliz.
Vive la plenitud de la soledad
en el primer  instante
en que asumes la separación,
como si ya su estatua
en ti elevada por el amor,
para la eternidad fuera esculpida
contra sus ojos, más grandes
y más pavorosos que el silencio.






Pero en el viento su rumor llegaba

Ámala, pero ámala
como si todo hubiese concluido y pasado,
como si desde el futuro más remoto
 recordaras el vino de tus mejores años:
el verano de mil novecientos ochenta
el catorce de abril
cuando fue tuya
en un hotel cercano del mar
cuyas ventanas no daban al mar
pero en el viento su rumor llegaba
y ella venía a ti como una ola
muriendo a las orillas de tu cuerpo





HUMANIDAD

Hay un lugar llamado humanidad
un bosque húmedo después de la tormenta
donde abandona el sol los ruidosos colores del combate
una fuente un arroyo una mañana abierta desde el pueblo
que va al campo montada en borrico
hay un amor distinto un rostro que nos mira de cerca
pregunta por la época nueva de la siembra
e inventa una estación distinta para el canto
una necesidad de hacer todas las cosas nuevamente
hasta las más sencillas
lavarse en las mañanas mecer al niño cuando llora
o clavetear la caja del abuelo
sonreír cuando alguien nos pregunta
el porqué de la pobreza del verano y sin hablar
marchar al bosque por leña para avivar el fuego
hay un lugar sereno un recobrado y dulce lugar llamado
humanidad




TODA LA LUZ DE ABRIL ENTRE TUS OJOS

Edifiqué sobre tu cuerpo
torres levanté desde allí bajo la luz de abril
fue nuestro mes: el más alto premio para mí
que había extraviado los senderos de la dicha
y la encontraba ahora
entre la gente tu cabeza era más bella
que mi más bello sueño
te había buscado a través del asedio de los otros
y te encontré contra mi cuerpo
mi piel se sobrecogió junto a la tuya
pero los espléndidos días se han apagado entre nosotros
la plenitud de un momento está llena de dolorosa sombra
no hablaré ahora de esa plenitud
nunca existieron los lechos los cuerpos desnudos
el vino la música desesperada

Amigo mío qué difícil olvidar ese gozo
y dejar que se extinga
toda la luz de abril entre tus ojos





DEL OTRO LADO DE LA PARED
DEL SUEÑO

Sobre ideas de Howard Lovecraft
Se hunden, oh hijo mío, se hunden
los ciclópeos monolitos de basalto del Este,
del otro lado de la pared del sueño
que amasamos en las tardes del mentido invierno.
Vamos atravesando la bahía, tu pie
hace huella en la arena, yo voy
jugando con tu imagen, no con tus años.
Voy situando fragmentos de ambos en otras latitudes
libres del ojo riguroso del shoggoth.
Se hunden, oh hijo mío, se hunden
los ciclópeos monolitos de basalto del Este.
Oh, reinos de insondable horror,
oh, reinos de inconcebible anormalidad,
cerebros cautivos por una edad de sombras
que dramáticamente ahora se derrumba,
dramáticamente el muro se derrumba,
del otro lado de la pared del sueño,
y una multitud de olas de acariciada eternidad
va imprimiendo sobre la arena apetecida
la señal de los nuevos tiempos.
Qué negra nana, oh hijo mío,
nos cantaron durante años, qué negra nana
la de la persistencia de los monolitos
que ahora se hunden irremediablemente.
Qué negra nana
para dormir al hijo de Lavinia Whateley, no humano,
agonizando sobre el libro:
“Yog-Sothoth conoce la puerta.
Yog-Sothoth es la puerta.
Yog-Sothoth es la llave y el guardián de la puerta”.
Voy situando minutos de ambos, tuyos y míos,
en latitudes libres del ojo del shoggoth, espejos
donde se queman nuestros rostros, espadas
cruzadas en la noche, tu risa,
donde gravita, puro, el arco de la alianza.
Oh, hijo mío, sobre las playas del mentido invierno.
Y la belleza del mundo es irritante afuera
en las provincias y en las islas y en los febriles campos.
Oh, hijo mío,
sobre la yerba que la gente joven está pisando ahora
rabiosamente.








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