Maria Borio
(Perugia- Italia, 1985).
Sus poemas han aparecido en el Almanacco dello specchio 2009 (Mondadori). Es licenciada en literatura italiana, con trabajos de grado sobre Los instrumentos humanos de Vittorio Sereni y Satura de Eugenio Montale. Colabora con las revistas “Studi novecenteschi”, “Atelier”, “Stephen Dedalus” e “puntocritico”.
Las palabras nacen ahora
de una no-medida
y te sobrepasan.
Si creías en improvisaciones,
ahora vuelves a la confusión
de las que recuerdas
y querrías imaginar:
pero tus acciones son parcas
y la voz no toca las cosas
que nos atraviesan.
Con los deseos ya no se hacen
deseos, pero hay que hacerlo
y lo que sigue
y se olvida.
Sin un garbado placer
te das cuenta de que el cuerpo
tiene otra lengua
y cada palabra
es un invierno tenso.
Lo que incuba la magnolia
es la bandada en espera
de comida, y toda la luz
que en un día rebasa
predadores y presas.
No me digas “con el tiempo”,
no he tenido, no he dado,
confluencias y descartes
te han pagado cada encuentro.
Tu experiencia y mis ojos
son un proyectil en el tiempo.
*Traducción del original en italiano de Pablo López Carballo
Una vez estuve apunto de morir
a la orilla de este pequeño lago.
Ahora un animal cualquiera hace el acróbata,
el agua se abre, las plantas reflejadas
relevan el peso, voluntades invisibles
se alargan.
Escondido, hay un paisaje de cemento,
una red de hierro, las esfinges entre las zarzas
-más allá la pesca, los girasoles
y mi paso sin respuesta
que libera.
(traducción de Ruth Llana)
5 Poemas de Maria Borio
Traducción: Chiara De Luca
LA VOZ QUE HABLA desde la banda
te sujeta de la cabeza. Tú crees,
inconsciente, en un equilibrio.
Mi cabeza trabaja sobre los carriles y los diques
del kilómetro ciento treinta, en un vacío perfecto.
Viviría mi vida con un hombre que signifique
mil hombres como tú le pides al mar
otras imágenes porque te ayudan
a hacer que cada momento baste y, en otro
momento, quieres muchas oportunidades.
El mar es el techo de la habitación,
la banda limpia:
lo siento, momento tras momento,
voy perdiendo cada vez un poco de mí
con fantasías que regresan
y un poco menos de mí, donde bastas
a tu habitación en penumbra
que abre las imágenes como la banda
que golpea y nos detiene.
El tren me lleva hasta hacerme hablar.
TUS PALABRAS YA NO eran verdaderas.
Dos mujeres escuchan sentadas cerca
y yo, un poco como tú, un poco como ellas,
veo las uñas barnizadas sobre el bolso
y la gargantilla perfecta, la cura para el comercio.
Con tenacidad me digo,
hasta qué extremo mi cuerpo
tendrá que morir como ellas
que es más amor y más crueldad
mis pensamientos cuando todo lo vean
en una justicia intempestiva.
Tus palabras están en el medio.
El vagón en las galerías nos descubre:
su energía no me quiere
dejar lograr la paz, mientras se desplaza
sobre el tintineo de las pulseras
sobre los hilos del auricular en el pecho de un muchacho.
La energía entre estas mujeres me es familiar,
es el anonimato lo que impulsa las cosas.
No voy a dejarme confundir:
reinan efectos invisibles, corrientes de aire,
y también yo en el medio, si lo noto, para intercambiarlos entre mis dedos.
LLEGÓ EL CORREO, me miró
una mosca ciega, y me deja la duda.
Este engaño porque
hoy fueron indulgentes impresiones, vista fácil
y conducir hasta el trabajo, más veloz,
vivir con una intriga.
Tus zapatos y las ruedas son de goma ordinaria,
están firmes frente al campo,
son los corazones insondables
un movimiento lento entre las hojas,
un paso invencible desde la cancela hasta la puerta,
el encendido que el perro reconoce,
el perro que corre sobre la avenida,
la transparencia
la transparencia hace a los amigos más frágiles,
intercambiables en el vagón
que se lleva la curva y las columnas
como la hierba, la atención,
la acera con los bordes descoloridos.
Quedaron demasiado desnudos
tus ojos dentro de los míos,
y a los dos lados del vidrio
hoy hice un nudo.
SENTADOS AQUÍ en nuestras mesas
sé que podríamos ser
jóvenes toda una vida.
Necesitamos poco,
la comida del campo,
la humedad que sala y seca.
Trabajas con espléndidas palabras,
pienso que van a salir
de jaulas de madera como los palomos
en centenas, los palomos grises
que pasan velozmente en el aire
y hacen sacudir las tablas de la jaula,
uno, dos, tres, y son cien, mil
alas ya en lo alto como si el cielo
pudiera volcarse.
Un resplandor verosímil que es fragilidad para todos.
El huevo se parte lentamente,
lo sólido se rompe y la película vibra,
lo cercano parece obvio,
lo lejano crece, se clarifica.
Fueron los hoyos en la calle,
nuestros países necesarios,
era lo que era, las palabras que pasan
a través de tus ojos y hacen
un cubo sobre la pantalla, un círculo.
Lo sientes a lo largo de la grieta,
el ocaso sale de esta habitación,
los pájaros hicieron una vida y se rompen
AQUÍ ESTÁ LA NIEBLA que no te hace hablar,
es espesa sobre las casas,
sobre los cristales resbaladizos que suenan sobre el tragaluz,
sobre la barandilla de cobre,
mineral como un espejo:
es regresar muy atrás, cuando el correr
era hacer la niebla para esconderse
bajo el tobogán de las cocheras
en el punto más oscuro,
cuando éramos niños, en cuatro,
y jugábamos a quién hacía la pis más larga
en la oscuridad. Nadie te encuentra.
Me parece verte aparecer
con tus manos largas y tus rodillas sucias,
finges ser como el perro sin raza, enfermo,
que seguía las puertas de todas estas casas.
Lo siento cuando la niebla se eleva
hoy también sobre el jardín
como si siguiera los múltiples giros de la atmósfera
y nos hiciera sentir juntos allá arriba
con él que tiene el mantillo húmedo de noviembre
sobre el pelo y los ojos de estrella
mientras cuentas las veces que se ha hecho querer.
Son las ocho de la mañana: déjame bajar
todavía sobre la rampa en cono
en el túnel de las cocheras,
sé que al menos una puerta de fierro está abierta
y también hay un rincón más oscuro
entre las manchas de gasolina y de humedad.
La niebla se aclara, se evapora
la mina de los sentimientos
donde tú, en este sexo o en otro,
dices que la enfermedad no es nada diferente.
Pero te imagino feliz
al menos en aquel punto, y si eres feliz
lo eres, no imaginas a otro.
(versión original en italiano)
5 Poesie di Maria Borio
LA VOCE CHE PARLA dal nastro
ti ferma la testa. Tu credi
incosciente a un equilibrio.
La mia testa lavora sulle rotaie e sugli argini
al chilometro centotrenta, in un vuoto perfetto.
Vivrei la mia vita con un uomo che significa
mille uomini come tu chiedi al mare
altre immagini perché ti aiutano
a far bastare ogni momento
e in un altro momento vuole molte occasioni.
Il mare è il soffitto della stanza,
il nastro pulito:
lo sentissi, momento su momento,
perdendo un po’ di me ogni volta
con fantasie che tornano
e un po’ meno di me dove basti
alla tua stanza in penombra
che apre le immagini come il nastro
che batte e ci ferma.
Il treno mi porta fino a farmi parlare.
LE TUE PAROLE non erano più vere.
Due donne ascoltano sedute accanto
e io, un po’ come te un po’ come loro,
vedo le unghie laccate sulla borsa
e il girocollo perfetto, la cura per gli scambi.
Con tenacia, mi dico,
il mio corpo fino a quale estremo
dovrà morire come loro
che è più amore, e più crudeltà
i miei pensieri quando vedranno tutto
in un’intempestiva giustizia.
Le tue parole stanno nel mezzo.
Il vagone nelle gallerie ci scopre:
è la loro energia che non mi vuole
far fare pace, mentre si sposta
sul tintinnio dei bracciali
sui fili dell’auricolare al petto di un ragazzo.
L’energia fra queste donne a me familiari
è l’anonimato che spinge avanti le cose.
Non lasciarmi confondere:
regnano scopi invisibili, le correnti dell’aria,
e anch’io nel mezzo, se mi accorgo, a scambiarle sulle dita.
È ARRIVATO IL CORRIERE, mi ha guardato
mosca cieca, mi lascia il dubbio.
Questo inganno perché
oggi siete stati indulgenti –
impressioni, vista facile
e guidare fino al lavoro, più veloci,
vivere con un intrigo.
Le tue scarpe e le ruote hanno gomma ordinaria,
sono ferme di fronte al campo,
sono i cuori insondabili –
un moto lento tra le foglie,
un passaggio invincibile dal cancello alla portiera,
l’accensione che il cane riconosce,
il cane che corre sul viale,
la trasparenza
la trasparenza fa gli amici più fragili,
interscambiabili nel vagone
che porta via la curva e le colonne,
come l’erba, l’attenzione,
il marciapiede dai bordi slavati.
Troppo nudi sono rimasti
i tuoi occhi nei miei,
e ai due lati del vetro
oggi ho fatto un nodo.
SEDUTI QUI ai nostri tavoli
so che potremmo restare
giovani tutta una vita.
Abbiamo bisogno di poco,
il cibo preso dalla campagna,
l’umidità che sale e asciuga.
Lavori a splendide parole,
io penso, che stanno per uscire
da gabbie di legno come i colombi
a centinaia, i colombi grigi
che schizzano nell’aria
e fanno sbattere le assi della gabbia,
una, due, tre, e sono cento, mille
ali già in alto come se il cielo
potesse capovolgersi.
Uno splendore verosimile è fragilità per tutti.
L’uovo si spacca lentamente,
il solido è franto e la pellicola vibra,
il vicino sembra ovvio,
il lontano cresce, chiarifica.
Erano le buche sulla strada,
i nostri paesi necessari,
era quello che era, le parole che passano
dai tuoi occhi e fanno
un cubo sullo schermo, un cerchio.
Lo senti lungo tutta la crepa,
il tramonto esce da questa stanza,
gli uccelli hanno fatto una vita e si rompono.
ECCO LA NEBBIA che non ti fa parlare,
è fitta sopra le case,
è i cristalli scivolosi che suonano sul lucernaio,
sulla ringhiera di rame,
minerale come uno specchio:
è tornare molto indietro, quando correre
era fare la nebbia per nascondersi
sotto lo scivolo dei garage
nel punto più buio,
quando siamo stati bambini, in quattro,
e giocavamo a chi fa la pipì più lunga
nel buio. Nessuno ti trova.
Mi sembra di vederti apparire
con le lunghe mani e le ginocchia sporche,
ti fingi come il cane senza razza, malato,
che seguiva le porte di tutte queste case.
Lo sento quando la nebbia si alza
anche oggi sopra il giardino
come seguisse molti giri d’atmosfera
e ci facesse sentire insieme già lassù
con lui che ha il terriccio umido di novembre
sul pelo e gli occhi di stella
mentre conti le volte che si è fatto amare.
Sono le otto di mattina: lasciami scendere
ancora sulla rampa a cono
nel tunnel dei garage,
so che almeno una porta di ferro è aperta
e c’è anche l’angolo più buio
tra le macchie di benzina e di umido.
La nebbia schiarisce, evapora
la miniera dei sentimenti
dove tu, in questo sesso o in un altro,
dici che malattia non è niente di diverso.
Ma ti immagino felice
almeno in quel punto, e sei felice,
tu sei, non immagini altro.
5 Poemas de Maria Borio
Traducción: Chiara De Luca
LA VOZ QUE HABLA desde la banda
te sujeta de la cabeza. Tú crees,
inconsciente, en un equilibrio.
Mi cabeza trabaja sobre los carriles y los diques
del kilómetro ciento treinta, en un vacío perfecto.
Viviría mi vida con un hombre que signifique
mil hombres como tú le pides al mar
otras imágenes porque te ayudan
a hacer que cada momento baste y, en otro
momento, quieres muchas oportunidades.
El mar es el techo de la habitación,
la banda limpia:
lo siento, momento tras momento,
voy perdiendo cada vez un poco de mí
con fantasías que regresan
y un poco menos de mí, donde bastas
a tu habitación en penumbra
que abre las imágenes como la banda
que golpea y nos detiene.
El tren me lleva hasta hacerme hablar.
TUS PALABRAS YA NO eran verdaderas.
Dos mujeres escuchan sentadas cerca
y yo, un poco como tú, un poco como ellas,
veo las uñas barnizadas sobre el bolso
y la gargantilla perfecta, la cura para el comercio.
Con tenacidad me digo,
hasta qué extremo mi cuerpo
tendrá que morir como ellas
que es más amor y más crueldad
mis pensamientos cuando todo lo vean
en una justicia intempestiva.
Tus palabras están en el medio.
El vagón en las galerías nos descubre:
su energía no me quiere
dejar lograr la paz, mientras se desplaza
sobre el tintineo de las pulseras
sobre los hilos del auricular en el pecho de un muchacho.
La energía entre estas mujeres me es familiar,
es el anonimato lo que impulsa las cosas.
No voy a dejarme confundir:
reinan efectos invisibles, corrientes de aire,
y también yo en el medio, si lo noto, para intercambiarlos entre mis dedos.
LLEGÓ EL CORREO, me miró
una mosca ciega, y me deja la duda.
Este engaño porque
hoy fueron indulgentes impresiones, vista fácil
y conducir hasta el trabajo, más veloz,
vivir con una intriga.
Tus zapatos y las ruedas son de goma ordinaria,
están firmes frente al campo,
son los corazones insondables
un movimiento lento entre las hojas,
un paso invencible desde la cancela hasta la puerta,
el encendido que el perro reconoce,
el perro que corre sobre la avenida,
la transparencia
la transparencia hace a los amigos más frágiles,
intercambiables en el vagón
que se lleva la curva y las columnas
como la hierba, la atención,
la acera con los bordes descoloridos.
Quedaron demasiado desnudos
tus ojos dentro de los míos,
y a los dos lados del vidrio
hoy hice un nudo.
SENTADOS AQUÍ en nuestras mesas
sé que podríamos ser
jóvenes toda una vida.
Necesitamos poco,
la comida del campo,
la humedad que sala y seca.
Trabajas con espléndidas palabras,
pienso que van a salir
de jaulas de madera como los palomos
en centenas, los palomos grises
que pasan velozmente en el aire
y hacen sacudir las tablas de la jaula,
uno, dos, tres, y son cien, mil
alas ya en lo alto como si el cielo
pudiera volcarse.
Un resplandor verosímil que es fragilidad para todos.
El huevo se parte lentamente,
lo sólido se rompe y la película vibra,
lo cercano parece obvio,
lo lejano crece, se clarifica.
Fueron los hoyos en la calle,
nuestros países necesarios,
era lo que era, las palabras que pasan
a través de tus ojos y hacen
un cubo sobre la pantalla, un círculo.
Lo sientes a lo largo de la grieta,
el ocaso sale de esta habitación,
los pájaros hicieron una vida y se rompen
AQUÍ ESTÁ LA NIEBLA que no te hace hablar,
es espesa sobre las casas,
sobre los cristales resbaladizos que suenan sobre el tragaluz,
sobre la barandilla de cobre,
mineral como un espejo:
es regresar muy atrás, cuando el correr
era hacer la niebla para esconderse
bajo el tobogán de las cocheras
en el punto más oscuro,
cuando éramos niños, en cuatro,
y jugábamos a quién hacía la pis más larga
en la oscuridad. Nadie te encuentra.
Me parece verte aparecer
con tus manos largas y tus rodillas sucias,
finges ser como el perro sin raza, enfermo,
que seguía las puertas de todas estas casas.
Lo siento cuando la niebla se eleva
hoy también sobre el jardín
como si siguiera los múltiples giros de la atmósfera
y nos hiciera sentir juntos allá arriba
con él que tiene el mantillo húmedo de noviembre
sobre el pelo y los ojos de estrella
mientras cuentas las veces que se ha hecho querer.
Son las ocho de la mañana: déjame bajar
todavía sobre la rampa en cono
en el túnel de las cocheras,
sé que al menos una puerta de fierro está abierta
y también hay un rincón más oscuro
entre las manchas de gasolina y de humedad.
La niebla se aclara, se evapora
la mina de los sentimientos
donde tú, en este sexo o en otro,
dices que la enfermedad no es nada diferente.
Pero te imagino feliz
al menos en aquel punto, y si eres feliz
lo eres, no imaginas a otro.
(versión original en italiano)
5 Poesie di Maria Borio
LA VOCE CHE PARLA dal nastro
ti ferma la testa. Tu credi
incosciente a un equilibrio.
La mia testa lavora sulle rotaie e sugli argini
al chilometro centotrenta, in un vuoto perfetto.
Vivrei la mia vita con un uomo che significa
mille uomini come tu chiedi al mare
altre immagini perché ti aiutano
a far bastare ogni momento
e in un altro momento vuole molte occasioni.
Il mare è il soffitto della stanza,
il nastro pulito:
lo sentissi, momento su momento,
perdendo un po’ di me ogni volta
con fantasie che tornano
e un po’ meno di me dove basti
alla tua stanza in penombra
che apre le immagini come il nastro
che batte e ci ferma.
Il treno mi porta fino a farmi parlare.
LE TUE PAROLE non erano più vere.
Due donne ascoltano sedute accanto
e io, un po’ come te un po’ come loro,
vedo le unghie laccate sulla borsa
e il girocollo perfetto, la cura per gli scambi.
Con tenacia, mi dico,
il mio corpo fino a quale estremo
dovrà morire come loro
che è più amore, e più crudeltà
i miei pensieri quando vedranno tutto
in un’intempestiva giustizia.
Le tue parole stanno nel mezzo.
Il vagone nelle gallerie ci scopre:
è la loro energia che non mi vuole
far fare pace, mentre si sposta
sul tintinnio dei bracciali
sui fili dell’auricolare al petto di un ragazzo.
L’energia fra queste donne a me familiari
è l’anonimato che spinge avanti le cose.
Non lasciarmi confondere:
regnano scopi invisibili, le correnti dell’aria,
e anch’io nel mezzo, se mi accorgo, a scambiarle sulle dita.
È ARRIVATO IL CORRIERE, mi ha guardato
mosca cieca, mi lascia il dubbio.
Questo inganno perché
oggi siete stati indulgenti –
impressioni, vista facile
e guidare fino al lavoro, più veloci,
vivere con un intrigo.
Le tue scarpe e le ruote hanno gomma ordinaria,
sono ferme di fronte al campo,
sono i cuori insondabili –
un moto lento tra le foglie,
un passaggio invincibile dal cancello alla portiera,
l’accensione che il cane riconosce,
il cane che corre sul viale,
la trasparenza
la trasparenza fa gli amici più fragili,
interscambiabili nel vagone
che porta via la curva e le colonne,
come l’erba, l’attenzione,
il marciapiede dai bordi slavati.
Troppo nudi sono rimasti
i tuoi occhi nei miei,
e ai due lati del vetro
oggi ho fatto un nodo.
SEDUTI QUI ai nostri tavoli
so che potremmo restare
giovani tutta una vita.
Abbiamo bisogno di poco,
il cibo preso dalla campagna,
l’umidità che sale e asciuga.
Lavori a splendide parole,
io penso, che stanno per uscire
da gabbie di legno come i colombi
a centinaia, i colombi grigi
che schizzano nell’aria
e fanno sbattere le assi della gabbia,
una, due, tre, e sono cento, mille
ali già in alto come se il cielo
potesse capovolgersi.
Uno splendore verosimile è fragilità per tutti.
L’uovo si spacca lentamente,
il solido è franto e la pellicola vibra,
il vicino sembra ovvio,
il lontano cresce, chiarifica.
Erano le buche sulla strada,
i nostri paesi necessari,
era quello che era, le parole che passano
dai tuoi occhi e fanno
un cubo sullo schermo, un cerchio.
Lo senti lungo tutta la crepa,
il tramonto esce da questa stanza,
gli uccelli hanno fatto una vita e si rompono.
ECCO LA NEBBIA che non ti fa parlare,
è fitta sopra le case,
è i cristalli scivolosi che suonano sul lucernaio,
sulla ringhiera di rame,
minerale come uno specchio:
è tornare molto indietro, quando correre
era fare la nebbia per nascondersi
sotto lo scivolo dei garage
nel punto più buio,
quando siamo stati bambini, in quattro,
e giocavamo a chi fa la pipì più lunga
nel buio. Nessuno ti trova.
Mi sembra di vederti apparire
con le lunghe mani e le ginocchia sporche,
ti fingi come il cane senza razza, malato,
che seguiva le porte di tutte queste case.
Lo sento quando la nebbia si alza
anche oggi sopra il giardino
come seguisse molti giri d’atmosfera
e ci facesse sentire insieme già lassù
con lui che ha il terriccio umido di novembre
sul pelo e gli occhi di stella
mentre conti le volte che si è fatto amare.
Sono le otto di mattina: lasciami scendere
ancora sulla rampa a cono
nel tunnel dei garage,
so che almeno una porta di ferro è aperta
e c’è anche l’angolo più buio
tra le macchie di benzina e di umido.
La nebbia schiarisce, evapora
la miniera dei sentimenti
dove tu, in questo sesso o in un altro,
dici che malattia non è niente di diverso.
Ma ti immagino felice
almeno in quel punto, e sei felice,
tu sei, non immagini altro.
Maria Borio
(1985) è nata e vive a Perugia. È dottoranda in Letteratura Italiana. Ha scritto saggi su Sereni e Montale. Collabora a varie riviste tra cui Allegoria, Moderna, Poesia, Studi novecenteschi, Strumenti critici, Il Reportage. E’ redattrice del sito Le parole e le cose e di Nuovi Argomenti online. Sue poesie sono uscite sull’Almanacco dello specchio Mondadori 2009, su Poesia, Atelier, L’Ulisse.
Le vene continuano a vivere
e una bellezza esce fuori
dalla trama delle coperte.
Le tue parole mi hanno lasciato
alle pareti bianche
come una vita che non fa male
- forse solo la stanza capisce
il senso muto, il riflesso nervoso…
La tua camicia riporta il suono
del fiume e delle strade,
le fontane spente d’inverno
quando l’acqua si gela.
È stato un attimo più forte
mentre i gesti delle ore di oggi
già si staccano.
Non siamo più eroismo.
Tutta la città impazzita
è nel tuo corpo, la vedo,
la vita leggera di cui ho avuto paura
che fa breccia e si calma
tra le pieghe del letto,
dietro ai muscoli uniti
entra in un’arca invisibile, ci libera.
(Testo inedito letto in occasione della manifestazione “Ritratti di poesia”, Roma 2013)
Minola
1
La punta della penna non si è fermata,
ha seguito geroglifici non miei.
Anche tu – o un teatro molto più semplice
di pose e messaggi.
Ciò che esiste comunica nella presenza
che dice e sola vale?
Seguo sempre i geroglifici
come dovesse battere un futuro
interminabile e lo dovessi palpare
con le mie forze più crudeli
perché dicono “non ci sarai,
non amare la presenza,
i tuoi segni che spaziano su tutto il foglio
e il suo volto fitto di espressioni,
il bisogno di lanciare segni e avere
subito risposta”.
Ma quando sopra la carta piena
ritrovi una figura
e sembra che si muova,
che parli, che sia un bambino
dalla bocca grande e poi un uomo
dalle mani enormi, che esca
allo scoperto e diventi te,
cade il gioco.
Sono come sei e puoi restare come me.
2
I
Amore, il mio bene a volte è ingenuo,
un’attesa – la mobile fascia
di immagini che già dicono
come saremo, dove. È qui
perché ho un attimo che scuote il futuro,
che ci sposta in avanti ogni giorno
come i passeri hanno imparato
ad avvicinarsi ai vetri sempre quando lascio
le briciole di pane e non temono più
i riflessi e i movimenti
dietro, anche dentro le mie pareti
mentre li guardo.
Li guardo e tu arrivi vero e nudo
e mi vedi allo stesso modo
e mi tieni con lo sguardo
perché solo pensarsi
era più fragile di questo…
II
È fragilità, è toccarti –
come l’osso del palato
sembra ancora cartilagine
e le giunture si slegano
quando il corpo perde, si inabissa –
è fragilità, è capirti.
Lontano si vede l’autostrada,
i campi la separano da uno, molti
me, un tempo parallelo.
Tutto rallenta, dal grigio al bianco
passa oltre. E io –
la parola io è così vera –
l’hai vista bene, saliva nell’intreccio,
non si vedeva più:
lo scambio che misura,
dato nel dare, apparso nell’apparire –
qualche volta, essere come i passeri
sul bordo a capire
i centimetri.
3
Mi sembra strano in questo giorno
quasi alla fine della settimana
mettersi a guardare
le cose e il mondo,
le cose che potrebbero essere diverse
dal mondo e il mondo
che potrebbe esistere anche senza le cose.
Le cose – è stato detto – parola imperfetta,
male educata perfino quando dice
né questo né quello
né alto né basso – e il mondo che è
questo quello alto basso.
Le cose e il mondo dovrebbero dare
lo stesso – perché una poesia identifica
e unisce, quando deve parlare
delle cose e del mondo,
se deve parlare.
Ho vissuto il mondo nella sfera -
le foglie diventano alberi,
le pietre case, la stoffa protegge,
la pioggia non bagna sempre allo stesso modo.
E se le cose prendono nome
all’improvviso la linfa esiste platano,
l’arenaria condominio,
il lino ritorto è la giacca,
le gocce enormi che macchiano il catrame
arrivano prima di un temporale forte ma breve.
Guardo i nomi, sono ancora qui dentro,
stanno per sbilanciarsi sul
mio amore mio
che non può parlare né suggerire,
ma lascia un’emozione in ognuno
di voi, per finire con me
all’interno, ma sempre meno
sempre meno fino a sparire,
nessuna traccia di me,
un alone che dal platano torna all’albero
dalla linfa alla foglia dall’arenaria alla terra dall’edificio
alla casa, da io e te
a una donna e un uomo,
dal nostro conoscerci sui desideri
all’amore – dal mondo al mondo
a un altro mondo, senza storia
eppure lungo nella storia, un mondo
attraverso tutta questa verità
che c’era prima, che c’è sempre stata.
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