Yukio Mishima
Yukio Mishima (三島由紀夫 Mishima Yukio?), cuyo verdadero nombre era Kimitake Hiraoka (平岡公威?) (Tokio, 14 de enero de 1925 - ibídem, 25 de noviembre de 1970), fue un escritor y dramaturgo japonés, considerado uno de los más grandes escritores de la historia del Japón.
La muerte de Mishima ha estado siempre rodeada de mucha especulación. Cuando se realizó su seppuku, acababa de terminar el libro final de su tetralogía El mar de la fertilidad —compuesta por las novelas Nieve de primavera, Caballos desbocados, El templo del alba y La corrupción de un ángel (esta última editada póstumamente, ya que el mismo día de su muerte se la envío a su editor)— que constituye una especie de testamento ideológico del autor, que se rebelaba contra una sociedad sumida en la decadencia espiritual y moral. Fue reconocido como uno de los más importantes estilistas del lenguaje japonés de posguerra.
Mishima escribió 40 novelas, 18 obras de teatro, 20 libros de relatos, y, al menos, 20 libros de ensayos, así como un libreto. Una gran porción de su obra se compone de libros escritos rápidamente sólo por los beneficios monetarios, pero incluso no teniendo en cuenta estos, seguimos teniendo una parte sustancial de su obra.
Hijo de Azusa Hiraoka, secretario de Pesca del Ministerio de Agricultura. Pasó los primeros años de su infancia bajo la sombra de su abuela, Natsu, quien se lo llevó y lo separó de su familia inmediata durante varios años. Natsu provenía de una familia vinculada a los samurái de la era Tokugawa y mantuvo aspiraciones aristocráticas —el nombre de juventud de Mishima, Kimitake, significa 'príncipe guerrero'— aun después de casarse con el abuelo de Mishima, un burócrata que había hecho su fortuna en las fronteras coloniales. Tenía mal carácter y se exacerbó por su ciática. Ella tenía tendencia a la violencia, incluso con salidas mórbidas cercanas a la locura que serán posteriormente retratadas en algunos escritos de Mishima. Ella leía francés y alemán y tenía un exquisito gusto por el kabuki.
Exento del servicio militar por sufrir tuberculosis, no participó en la guerra, suceso que él mismo entendió como una humillación. Generacionalmente, es considerado parte de la «segunda generación» de escritores de posguerra, junto con Kōbō Abe, aunque fue durante los años 1960 cuando escribió sus obras más importantes. Dentro de estas obras, destaca su tetralogía El mar de la fertilidad —compuesta de las novelas Nieve de primavera, Caballos desbocados, El templo del alba y La corrupción de un ángel (esta última editada póstumamente)— que constituye una especie de testamento ideológico del autor, que se rebelaba contra una sociedad sumida en la decadencia espiritual y moral.
Su ensayo más importante, Bunka boueiron ('En defensa de la cultura'), defendía la figura del Emperador, como la mayor señal de identidad de su pueblo. Más tarde, formaría la Tatenokai ('Sociedad del Escudo'), con un fastuoso uniforme que él mismo diseñó y en el que pretendía reencarnar los valores nacionales de su Japón tradicional.
La mañana de su muerte, el 25 de noviembre de 1970, Mishima envió la última parte de esta tetralogía a su editor. Después se dirigió junto con los miembros de su grupo a un cuartel del ejército que ocuparon, y tras un discurso a la tropa, él y su compañero Masakatsu Morita se quitaron la vida mediante el seppuku. Mishima realizó su seppuku en el despacho del general Kanetoshi Mashita. Su kaishaku ('asistente') intentó decapitarlo tres veces sin éxito. Finalmente, fue Hiroyasu Koga quien realizó la decapitación. Posteriormente, Masakatsu Morita intentó realizar su propio seppuku. Aunque sus cortes fueron poco profundos para ser fatales, hizo una señal a Koga para que también lo decapitase.
Con su muerte, desapareció uno de los críticos más lúcidos de la sociedad japonesa de posguerra y un artista superdotado que marcó señaladamente un rumbo en la historia de la literatura japonesa contemporánea.
Estudios y primeros trabajos
A la edad de 12, Mishima comenzó a escribir sus primeras historias. Leyó vorazmente las obras de Wilde, Rilke, y numerosos clásicos japoneses. Aunque su familia no era tan rica como las de los otros estudiantes de su colegio, Natsu insistió en que asistiera a la elitista Escuela Peers, donde acudía la aristocracia japonesa, y de forma eventual, plebeyos extremadamente ricos.
Después de seis desdichados años de colegio, continuaba siendo un adolescente frágil y pálido, aunque empezó a prosperar y se convirtió en el miembro más joven de la junta editorial en la sociedad literaria de la escuela. Fue invitado a escribir un relato para la prestigiosa revista literaria, Bungei-Bunka ('Cultura literaria') y presentó Hanazakari no Mori ('El bosque en todo su esplendor'). La historia fue publicada en forma de libro en 1944, aunque en una pequeña tirada debido a la escasez de papel en tiempo de guerra.
Mishima fue llamado a las filas de la Armada japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando pasó la revisión médica coincidió con que estaba resfriado, con lo que el doctor de la armada dictaminó que tenía síntomas de tuberculosis y debido a ello fue declarado incapacitado, frustrando su sueño de ingresar como piloto kamikaze.Por ello, se sintió culpable por haber sobrevivido y haber perdido la oportunidad de una muerte heroica.
Aunque su padre le había prohibido escribir ninguna historia más, Mishima continuó escribiendo en secreto cada noche, apoyado y protegido por su madre Shizue, quien era siempre la primera en leer cada nueva historia. Después de la escuela, su padre, simpatizante del nacionalsocialismo, no le permitió ejercer una carrera de escritor, y en lugar de ello lo obligó a estudiar la ley alemana. Asistiendo a clase durante el día y escribiendo durante la noche, Mishima se graduó en la elitista Universidad de Tokio en 1947 en Derecho. Obtuvo un trabajo como funcionario en el Ministerio de Finanzas japonés y se estableció para una prometedora carrera.
Sin embargo, acabó tan agotado que su padre estuvo de acuerdo con la dimisión de Mishima de su cargo durante su primer año, para dedicar su tiempo a la escritura.
Literatura de posguerra
Mishima comenzó su primera novela, Tōzoku ('Ladrones'), en 1946 y la publicó en 1948, colocándose en la segunda generación de escritores de posguerra —una clasificación en la literatura japonesa moderna que agrupa a los escritores que aparecieron en la escena literaria de posguerra, entre 1948 y 1949—. Le siguió Kamen no Kokuhaku ('Confesiones de una máscara'), una obra supuestamente autobiográfica sobre un joven que debe esconderse tras una máscara para encajar en la sociedad. La novela tuvo un enorme éxito y convirtió a Mishima en una celebridad a la edad de 24 años.
Mishima fue un escritor disciplinado y versátil. No solo escribió novelas, novelas de series populares, relatos y ensayos literarios, también obras muy aclamadas para el teatro kabuki y versiones modernas de dramas nō tradicionales.
Su escritura le hizo adquirir fama internacional y un considerable seguimiento en América y Europa, siendo muchas de sus obras más famosas traducidas al inglés y otras lenguas europeas.
Viajó ampliamente, pretendido por muchas publicaciones extranjeras y siendo propuesto para el Premio Nobel de Literatura en tres ocasiones. Sin embargo, en 1968 su primer mentor Yasunari Kawabata ganó el premio y Mishima se dio cuenta de que las posibilidades de que fuera concedido a otro autor japonés en un futuro próximo eran escasas. También se cree que Mishima quiso dejar el premio a Kawabata, de más edad, como muestra de respeto para el hombre que lo había presentado a los círculos literarios de Tokio en la década de 1940.
Vida privada
Tras Confesiones de una máscara, Mishima trató de dejar atrás al joven hombre que había vivido sólo dentro de su cabeza, continuamente coqueteando con la muerte. Intentó vincularse al mundo real y físico, realizando una estricta actividad física. En 1955, Mishima practicó entrenamiento con pesas, y no interrumpió su régimen de entrenamiento de tres sesiones por semana durante los últimos 15 años de su vida. Del material menos prometedor forjó un impresionante físico, como muestran las fotografías que se hizo. También llegó a ser muy hábil en kendō, el arte marcial japonés de la esgrima.
Aunque consideró brevemente el enlace con Michiko Shoda, quien se convertiría después en esposa del emperador Akihito, se casó con Yoko Sugiyama en 1958. En los tres años siguientes, la pareja tuvo una hija y un hijo.
En 1967, Mishima se alistó en las Fuerzas de Autodefensa de Japón (el ejército japonés) y tuvo un entrenamiento básico. Un año más tarde, formó la Tatenokai ('Sociedad del Escudo'), milicia privada compuesta sobre todo por jóvenes estudiantes patriotas, que estudiaban principios de artes marciales y disciplinas físicas. Estos también fueron entrenados a través de las Fuerzas de Autodefensa de Japón bajo la supervisión de Mishima.
En los últimos diez años de su vida, Mishima actuó en varias películas y codirigió la adaptación de una de sus historias, Yûkoku ('Patriotismo').
Muerte ritual
El 25 de noviembre de 1970, Mishima y cuatro miembros de la Tatenokai visitaron con un pretexto al comandante del campamento Ichigaya, el cuartel general de Tokio del Comando Oriental de las Fuerzas de Autodefensa de Japón. Una vez dentro, procedieron a cercar con barricadas el despacho y ataron al comandante a su silla. Con un manifiesto preparado y pancartas que enumeraban sus peticiones, Mishima salió al balcón para dirigirse a los soldados reunidos abajo. Su discurso pretendía inspirarlos para que se alzaran, dieran un golpe de estado y que devolvieran al Emperador a su legítimo lugar. Como no fue capaz de hacerse oír, acabó con el discurso tras unos pocos minutos. Regresó a la oficina del comandante y llevó a cabo su seppuku. La costumbre de la decapitación al final de este ritual le fue asignada a Masakatsu Morita, miembro de la Tatenokai, pero Morita no fue capaz de realizar su tarea de forma adecuada: después de varios intentos fallidos, le permitió a otro miembro de la Tatenokai, Hiroyasu Koga, acabar el trabajo. Entonces, Morita también llevó a cabo su seppuku y fue decapitado por Koga.
Otros elementos tradicionales de la muerte ritual fueron la composición del jisei no ku —un poema escrito por uno mismo cuando se acerca la hora de la propia muerte— antes de su entrada en el cuartel general.
Mishima preparó de forma meticulosa su muerte durante al menos cuatro años y nadie ajeno al cuidadosamente seleccionado grupo de miembros de la Tatenokai sospechaba lo que estaba planeando. Mishima se aseguró de que sus asuntos estuvieran en orden e incluso tuvo la previsión de dejar dinero para la defensa en el juicio de los otros tres miembros de la Tatenokai que no murieron.
Obras principales
Confesiones de una máscara (仮面の告白; Kamen no kokuhaku), 1948. Novela.
Sed de amor (愛の渇き; Ai no Kawaki), 1950. Novela.
Los años verdes (青の時代; Ao no jidai), 1950. Novela.
La Perla y otros cuentos (真夏の死; Manatsu no shi), 1953. Relatos. Incluye «Patriotismo» (憂国; Yukoku).
El color prohibido (禁色; Kinjiki), 1954. Novela.
El rumor del oleaje (潮騒; Shiosai), 1956. Novela.
La mujer del abanico: seis piezas de teatro Noh moderno (近代能楽集; Kindai Nougaku Shuu), 1956. Teatro.
El pabellón de oro (金閣寺; Kinkakuji), 1956. Novela.
Después del banquete (宴のあと; Utage no ato), 1960. Novela.
La escuela de la carne (肉体の学校; Nikutai no gakkou), 1963. Novela.
El marino que perdió la gracia del mar (午後の曳航; Gogo no eikou), 1963. Novela.
Los Sables (三熊野詣; Mikuma no moude), 1965. Relatos.
Música (音楽; Ongaku), 1965. Novela.
Madame de Sade (サド侯爵夫人; Sado Koushaku Fujin), 1965. Teatro.
El sol y el acero (太陽と鉄; Taiyou to tetsu), 1968. Ensayo.
Lecciones espirituales para jóvenes samuráis (若きサムライのための精神講話; Wakaki Samurai no tame no seishin kouwa), 1969. Ensayo.
El mar de la fertilidad (Tetralogía final) (豊饒の海; Hojo no umi), 1964-1970.
Nieve de primavera (春の雪; Haru no yuki).
Caballos desbocados (奔馬; Homba).
El templo del alba (暁の寺; Akatsuki no tera).
La corrupción de un ángel (天人五衰; Tennin gosui). Póstumo.
Su grandilocuencia le llevó a participar en representaciones teatrales, espectáculos públicos y películas como Yukoku (llamada «Patriotismo» en el mundo occidental y «El rito de amor y de muerte» en Japón), corto de 29 minutos que él mismo escribió, dirigió, protagonizó y produjo. En él, representó su propio seppuku.
Obras sobre Mishima
Mishima. Una vida en cuatro capítulos, película de Paul Schrader, 1985.
Vida y muerte de Yukio Mishima, por Henry Scott Stokes en 1974.
Mishima o la visión del vacío, ensayo de Marguerite Yourcenar.
Mishima, biografía escrita por John Nathan, su traductor
Mishima, o el placer de morir, análisis psicológico de Mishima por Juan Antonio Vallejo-Nágera en 1978.
Un parque, ópera de Luis de Pablo (2006) sobre un relato de Mishima.
Reflexiones sobre la muerte de Mishi
Icaro
¿Acaso pertenezco al cielo?
¿Por qué, de no ser así,
el Cielo me ha determinado
con su incesante mirada azul,
induciéndome a avanzar y
elevando mi mente
hasta las cúspides,
me ha lanzado
a las últimas alturas
por encima de lo humano?
¿Por qué, si el equilibrio
y el vuelo han sido estrictamente calculados
con la mejor razón,
de tal modo que por imperio de
lo correcto-
por qué, no obstante, la vehemencia
por el ascenso
parece tan cercana a la locura?
Nada me satisface. La novedad
terrena muere pronto.
Pero yo soy impulsado más alto y
más alto, en la inestabilidad, hasta
llegar al resplandor del sol.
¿Por qué esos rayos de la razón
me queman, me destruyen?
Las poblaciones
y los arroyos serpentinos,
allá abajo,
son tolerables
mientras más nos alejamos.
Porque quieren persuadirme,
me ruegan, me argumentan
para que ame a los humanos
cuando son tan insignificantes
desde lejos- si el amor
nunca será la meta,
ni lo ha sido; ¿Podría entonces
yo pertenecer al Cielo?
No envidio la libertad del ave
ni ansío la cómoda naturaleza,
tampoco busco en la nada
la salvación
ante la extraña aflicción
por las alturas; antes bien,
mientras más me elevo
entro a las inmensas profundidades
del Cielo azul.
Desprecio todas las joyas naturales
porque están muy lejanas
del supremo placer.
Me deslumbra el vértigo
incandescente
de las alas de cera.
¿O acaso, después de todo,
pertenezco a la tierra?
¿Y por qué, si fuera así,
la Tierra se afana
en hacerme caer, y
no me deja pensar ni sentir?
¿Por qué La Tierra, indolente y
blanda, me llama con golpes
de platillos de acero?
¿para mostrarme que soy blando?
La Naturaleza me lleva al hogar
para que yo caiga,
mas no para que vuele.
La Naturaleza pertenece
a las cosas ordinarias.
¿Qué es más genuino, desde lo alto,
que mi pasión imponderable?
¿El azul del Cielo
es nada más que un sueño?
¿La Tierra, a la que pertenecí,
tramó, a nombre de lo efímero,
la intoxicación blanca y caliente
que acaba en un solo momento
con las alas de cera?
El cielo me castigó
por no haber creído en mí,
o por haber creído
demasiado; me comió el ansia
por encontrar la lealtad, o por
soberbia creí saberlo todo.
¿Y sólo por que he querido volar
a los confines
de los mundos conocido y
desconocido? Mundos
que se hacen uno
en el fragmento azul
de una idea.
Yukio Mishima (1925-1970)
Una semblanza y un poema sobre uno de los más raros escritores del siglo pasado.
Por: Harold Alvarado Tenorio
A las diez y cincuenta minutos de la mañana del veinticinco de noviembre de mil novecientos setenta, Yukio Mishima, acompañado por cuatro cadetes de su Sociedad del Escudo, uno de ellos aparentemente su último amante, Masakaatsu Morita, fueron a visitar al Comandante de la Fuerza de Defensa de Japón. A una señal suya los cadetes tomaron como rehén al jefe, mientras Mishima exigía que el regimiento No. 32 se reuniera en el patio para escuchar una arenga. Antes de las doce salió al balcón e invitó a los soldados a unirse a su causa y levantarse contra un sistema, la democracia japonesa, que había privado a la nación de su ejército y su alma en la figura simbólica del emperador-dios. Los silbidos y las burlas de los ochocientos soldados sólo le permitieron hablar por siete minutos. De regreso a la oficina del Comando prisionero se hizo el seppuku, introduciéndose una pequeña espada en el costado izquierdo que luego bajó por el abdomen. A una señal de Mishima, Morita alcanzó a darle dos golpes en el cuello pero la cabeza no cayó, entonces otro de los cadetes, Furu-Koga le quitó la espada de las manos y decapitó a Mishima. Morita se arrodilló, se clavó la espada en el vientre, mientras Furu-Koga de un solo golpe maestro le quitó la cabeza. Terminado el incidente, los dos estudiantes cadetes sobrevivientes pusieron las cabezas sobre sus cuellos y se inclinaron ante ellas con las manos juntas. Quitaron luego la mordaza al Comandante y le permitieron inclinarse también. Luego rompieron a llorar.
Así narra John Nathan (Mishima/A Biography, 1974), los últimos minutos de la vida de uno de los más singulares escritores japoneses contemporáneos, y quizás, el más conocido hoy en Occidente. Un prestigio que es resultado sin duda de la extraordinaria calidad de sus novelas, ensayos y piezas del teatro, el cual dio el toque definitivo al personaje que hizo de sí mismo, un samurai del siglo XX, luego de haber vendido su imagen como el más occidentalizado de los escritores de la posguerra.
Hijo de una familia de seudoaristócratas arruinados, Yukio Mishima fue educado de la manera japonesa más tradicional. A poco de haber nacido, su abuela, una mujer que había sufrido de histeria durante toda su vida, se encargó de la crianza del niño hasta que éste entró en la escuela superior, época desde la cual todo su destino fue planeado por su padre, un hombre en extremo autoritario, que siempre se opuso a que su hijo se hiciera un escritor. Para un caballero japonés, la literatura es una ocupación deshonrosa, y sus productos, mentiras que conducen a la degeneración moral.
Mishima, que antes de ser famoso se llamó apenas Kimitake Hiraoka, hizo todo lo que estuvo a su alcance para satisfacer los deseos de su padre, desde estudiar en la Escuela de Nobles, donde se graduó en 1944, cursar derecho alemán en la Escuela Imperial donde se recibió en 1947 y por último, presentar los exámenes superiores para ingresar al Ministerio de Economía, donde trabajó los únicos nueve meses de su vida como burócrata. No obstante haber cumplido con estas tares para satisfacer a su familia, Mishima había escrito ya al menos ocho novelas cortas, tres largos ensayos sobre literatura clásica y un pequeño volumen de poemas.
La primera novela que Kimitake Hiraoka escribió después de renunciar a su carrera burócrata en 1948, fue la autobiografía Confesiones de una máscara, donde se retrata como un homosexual latente y como un hombre incapaz de sentir pasión o sentirse siquiera vivo, como no fuera mediante fantasías de corte sadomasoquistas hediondas a sangre y muerte. A partir de esta novela, el resto de su obra tanto narrativa como dramática tendrá el mismo leiv-motiv: pensar en la propia muerte, segundo a segundo, para poder sentirse vivo.
En 1956, al cumplir los treintaiún años Mishima alcanzó la cúspide de la fama y la gloria. Sus novelas se vendían por miles y eran traducidas a otros idiomas, su vida se había hecho un asunto cotidiano para los periodistas y todo lo que hiciera o dejara de hacer iba a ser desde entonces objeto de la más difundida atención. Fue esta la época cuando decidió viajar por el mundo, casarse, tener hijos y llevar una vida excéntrica, que contaba entre sus rarezas la construcción de una casa absolutamente occidental y la dedicación al físico culturismo. Mishima visitó New York, París, Atenas y Río de Janeiro donde pudo al fin dar rienda suelta a su homosexualidad, que como se sabe, para los japoneses no significa lo mismo que en Occidente. Uno de los memorables momentos de esa cultura fue la sociedad Edo, cuyos más admirados personajes fueron siempre famosos bisexuales.
Si bien puede ser cierto que luego de su aparente occidentalización y la no obtención del Premio Nobel, Mishima, por causa, quizás, de una lenta pero continua pérdida de su contacto con el público y una disminución evidente en las ventas de sus nuevos libros, decidiera volver los ojos a sus latentes angustias de vida fijándose en la historia de la Liga del Viento Divino, un grupo de samurais que se hizo el seppuku como respuesta a la occidentalización de las instituciones sagradas emprendida por el gobierno de 1888 luego de la restauración Meiji, tras la lectura de la biografía de Nathan, uno tiende a concluir que Mishima, con su dramática muerte, selló para siempre su historia con un incidente que difícilmente puede ser olvidado, al menos por las gentes del siglo XX.
Así, entonces, garantizaba, al menos para la inmediata posteridad, una continuidad para la máscara que creó de sí mismo, producto sin duda de la convicción de que el arte no imita la vida sino que la crea. Porque aunque tardía, esa idea, inventada por los renacentistas europeos, no había llegado sino con Mishima y sus maravillosos libros a un Oriente que vive, en el arte, de una imitación casi que servil de los modelos. El éxito del Japón y de China, en estas postrimerías del siglo, proviene del perfeccionamiento de esa gran habilidad de los orientales para imitar tanto el modelo hasta convertirlo en cosa viva, suplantación idéntica, y no un golem, del original.
Mientras en Occidente todo está resultando un remedo de las enormes realidades creadas desde los años de la Reforma y las Revoluciones, en Oriente, sus sociedades están superando los arquetipos e ideologías borrando para siempre, de copiarlas y ampliarlas y distribuirlas masivamente, las supersticiones de originalidad que pretendían aquellas otras de Occidente. Hoy, gracias a los orientales, nada se parece a nada y todo a todo.
Mishima lo supo desde su juventud y niñez. Hay que obedecer hasta la humillación todo mandato, porque luego de cruzado ese mar de la abyección, a todos nos llegará la hora de quitarnos la máscara. Y ya, para entonces, habremos alcanzado la inmortalidad, la vida que nunca tuvimos.
CAFÉ BLANCHE
Creyendo que la mejor cura contra la melancolía
eran esas superficies radiantes y abiertas
fuiste hasta las memorables ruinas
y viste la estatua de basalto
que del cuerpo de Antonio hicieron.
Grecia era el testimonio, bajo esa copiosa
y virulenta luz, de cómo solo lo externo
tiene propia existencia.
Ética y belleza
eran una y lo mismo.
Tallar el cuerpo era
tallar también el alma.
Curar el odio a si mismo
era curar la soledad.
De vuelta a casa, liberado ya del pasado,
con aquellas camisas de colores chillones,
tus negros pantalones de tres prenses,
tus zapatos puntiagudos y habaneros,
el desnudo pecho mostrando la cadena
de oro macizo y los cinco medallones
entrabas al Blanche y pasabas las noches
bebiendo cubatas y quemando porros.
Todas y todos eran tuyos.
Te enamorabas, sin duda.
Amabas tanto los ritos de la carne,
su lenguaje y sus palabras
que incluso ahora, cuando escribes,
no sientes, tampoco, interés alguno
por el “acto final”.
He aquí el poema que escribió la noche anterior de su suicidio:
Las fundas de las espadas se agitan
tras años de espera.
Hombres valientes parten
a caminar sobre la primera helada del año.
Con este poema arengó a las tropas cuando los soldados se burlaron de él y momentos antes de hacerse el harakiri.
Una poesía extraña para el entendimiento de la mentalidad de los europeos pero llena de compromiso con su ideal artístico y vital.
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