Jacqueline Kolosov
Jacqueline Kolosov (nacida en Chicago) es una poeta americana, autora de libros para niños, y profesora.
Ha publicado en poesía MODIGLIANI'S MUSE (WordTech Communications, 2009), y la novela para adultos A SWEET DISORDER (Hyperion Books, 2009MODIGLIANI (WORDTECH Comunicaciones, 2009). Su poesía ha aparecido en periódicos y revistas literarias como The Southern Review, Shenandoah, Poesía, Pasajes Norte Orion, PRISM International, The Review Malahat, Ecotone, y Western Humanities Review, y sus honores incluyen una beca de la Fundación Nacional para las Artes. Se crió en Chicago y sus alrededores y se graduó de la Universidad de Chicago, con una licenciatura y una maestría, y la Universidad de Nueva York con un Ph.D. Enseña actualmente en la Texas Tech University. Vive en el oeste de Texas con su esposo, el poeta William Wenthe, y su hija Sofía.
Publicó este año su tercer poemario, Memory of Blue (Salmon, 2014).
Avivando
Mientras los estorninos juguetean, la mañana
madura al lado de tomates aún sin cortar.
Basta torcer su tallo y el verano
cae en mis manos, otro perfume
de bálsamo de limón y salvia de la huerta
entre mis dedos, la cara de mi madre
bajo una pañoleta. Agosto madura,
los tomates se prodigan junto al mundo de hadas
de las rosellas. Como siempre, los mirlos
y gorriones se deleitan con los globos más gordos,
translúcidos, de la jalea que mi madre
hierve con cucharadas de azúcar arenosa,
y que ahora unto a las tostadas,
descalza en mi asiento, mis rodillas llenas de caramelo
bajo la carpa de sol del patio. Pero los tomates
siempre los comimos frescos y enteros.
Desde hace semanas tú y yo
hemos comido tomates como si el botín
de la cosecha no fuera a terminarse nunca. Mis pechos, también
colmados de tomate, el tazón de mi vientre
denso con una curva que solo continuará
ahondándose en los meses que vienen. Echada
en cama esta mañana, puse mis manos
sobre la cuesta, las palmas y las puntas de los dedos
buscando el rumor de nuestra hija. Avivando–
así dijo el doctor—la ilusión
por la niña que vendrá. Imagina:
el próximo Agosto cargaremos a nuestra hija
hasta el jardín. Alzaremos
la fruta hasta su cara:
la haremos entender los tomates.
Quickening
Amid the camaraderie of starlings, morning
ripens along with the tomatoes on the vine.
A single twist at the stem, and summer
falls into my hands, another garden’s
perfume of lemon balm and sage
between my fingertips, my mother’s
kerchiefed face. August ripens,
tomatoes lavishing beside currants’
fairytale orbs. Always, the robins
and the sparrows picnicked on the fattest
of the translucent globes my mother,
with sandy cupfuls of sugar, simmered
into jam I spread on toast, sitting
barefoot and caramel-kneed beneath
the patio’s canopy of sun. But tomatoes
we always ate fresh and whole.
For weeks now, you and I
have been eating tomatoes as if the harvest’s
bounty will never cease. My breasts, too,
are tomato-heavy, the bowl of my belly
dense with the curve that will only continue
to deepen in the months ahead. Lingering
in bed this morning, I lay my hands
along the rise, palms and fingertips
listening for our daughter. Quickening,
the doctor called it, the desire
for the coming child. Imagine:
next August, we will carry our daughter
into the garden. We will hold
the fruit to her face;
we will teach her tomatoes.
Dos felicidades
Mira la luz gris-plateada de esta tarde
que estira las ramas de los arces hacia el atardecer;
nuestro gato negro-tinta escabulléndose en la grama.
En algún rincón del profundo sueño invernal de los patios,
un perro ladra. Y en el espejo tríptico,
titila la vela de adviento, un narciso
de verde tallo que asoma en un vaso.
Entretanto, pienso
si debo dejar un rastro de panecitos
sobre la calle empedrada del Musée Rodin;
en mi canasta, los restos de una baguette salpicada de semillas,
un disco de queso intacto, uvas granates.
Dos felicidades encontrándose, dos consuelos.
Como el brillo infantil de la amatista que mi abuela
llevaba al lado de su alianza de oro rosa.
Ahora mismo, la luz tras las ventanas
es azul como un vitral de Chartres,
la catedral que no he visto en quince años.
Quietos los rezos de los pábilos blancos.
Quieta la ascensión de las palomas, cuando suben y suben,
hasta perderse entre las vigas del campanario.
Quieto un vaso tan imposiblemente azul que silencia
las arenas del reloj de los siglos.
Two Happinesses
Take this afternoon’s silver-gray light
of maple branching towards evening;
our cat, ink-dark, skittering across the grass.
Somewhere deep within the winter-sleep of yards,
a dog barks. And within the mirror’s triptych,
the flickering of advent candle,
green stemmed narcissus rising from a glass.
And at the same time, I’m thinking
of leaving a path of breadcrumbs
along a cobbled street near the Musée Rodin;
in my basket, the remains of a seed-flecked baguette,
an untouched round of cheese, purple grapes.
Two happinesses coming together, two comforts.
Like the childhood shine of my grandmother’s
amethyst worn beside this rose gold wedding ring.
Just now, the light beyond the windows
is blue as the stained glass of Chartres,
cathedral I haven’t seen in fifteen years.
Still the prayers of the white tapers.
Still the ascent of pigeons, higher, higher,
until they seem one with the belfry’s rafters.
Still a glass so impossibly blue as to silence
the sands of the centuries’ hourglass.
Traducciones de Francisco Larios
http://circulodepoesia.com/
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