YOEL MESA FALCÓN
Manzanillo, Cuba (1945) Poeta, narrador y ensayista. Licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad de Oriente en 1975. Recibió el premio en el concurso Poesía de Amor, Varadero’ 85 y obtuvo en 1987 el premio UNEAC de poesía por su libro El día pródigo. Sus colaboraciones han aparecido en Unión, Cine Cubano, Casa de las Américas, Letras Cubanas, Juventud Rebelde, Bohemia, Azor, Asimetría y Semiosis. Ha publicado los siguientes poemarios: El día pródigo (1991), En el cofre de música el mar (1996), Todo el afán (2000) y Fabulaciones (2003). Su novela inédita Extraños en la noche fue finalista en los concursos “La ciudad y los perros” (2004) y “La Otra Orilla” (2006). Reside en México.
Para envidia de esa rata que me mira
me llevo un pedazo de queso a la boca
mastico
mañana
la ofrenda de la vaca saldrá de mí.
La rata es toda nervio
soy como ella
amansado por los hábitos
la serenidad
que la cultura impone
sobre el animal desasosiego.
Como queso y tú no
me tocó la suerte
tienes hambre
vas del rincón al hoyo
de allí al fondo de la tierra
tienes criaturas que alimentar
tienes más que yo
que sólo poseo mi mente.
Me miras
hambrienta
mientras yo como queso
bajo estrellas que parpadean.
Puede venir alguien
el ánima de un recién ahorcado
y quedársete mirando
como si pensara
por qué me maté
si éste está más jodido que yo
y míralo qué campante
hasta sonríe casi
mira las estrellas
como si fueran un tesoro
esos cristalitos
punticos de luz
ojos miles
de un dios demente.
Puede venir alguien y plantarse ante ti
como la aparición de todas las ausencias.
De sus ojos cascadas
de su boca silencios en forma de flautas
de sus poros la exudación del existir.
En quietud que será reproche:
si ya nada te ilusiona
qué haces aquí
en el reino de los ilusos
tú que eres como yo
ya
como yo…
Yoel está loco
me lo acaba de decir una piedra
después calló largamente
y es increíble
que si alguien la tomara en su mano
y la llevara junto a su cama como adorno
siga callando
sea el silencio
demuestre
una y otra vez su mudez
para el ser que tan gentil
se portó con ella.
Igualmente si un niño rompiera un cristal
sería estrépito de vidrios
pero ella misma incapaz de sonares
muerta como está
imperturbable.
Una lagartija se pasea por su lomo
y ella no le cuenta de los cientos de manos
las caricias o el desprecio
su historia de herramienta
su quietud
la indiferencia sólo comparable
al firmamento que se alumbra y oscurece
entre bostezos altísimos.
Así son las piedras
hablan una vez
−una única vez
en excepción y con voz
como sólo la roca puede
expulsar−
y luego callan para siempre.
Belleza del aura
que sólo ese niño que va en el cochecito ve
oculta
para el portador, cuyo cuerpo
ahíto de vulnerabilidad y padecimientos
le hace pensar que todo lo que existe
es la inevitable,
molestísima materia
y el tiempo
que le sirve de barca:
avanza por la calle
aterido de remordimiento y ansiedad
mientras lo siguen los ojos extremadamente abiertos
del niño, en deleite de los colores
de una imagen que quedará
sin remedio sepultada
por montañas de incoloro,
albísimo olvido.
Nadie te va a preguntar “¿qué te pasa?” a pasarte la mano por la cabeza
a ellos también el mundo los alfilera
y van pensando en ocupaciones, preocupaciones, amenazas del destino
y están tristísimos
y sueñan
con que el cielo se haga una mano compasiva
que acaricie sus cabellos
y les pregunte “¿qué te pasa?”.
Hasta el fin
Torturado hasta la muerte
verdugos estos trinos
la luz
el día que avanza con los ojos vendados
y me roza con sus dedos de seda
y sigue de largo preguntándose
si sabré entender su bendición.
No volveré a ser el que fui antes del suplicio.
Entonces
tenía los ojos enredados en los cabellos
mi boca ocupaba toda la faz:
era hermoso.
No quiero volver al mundo desfigurado.
Pensarán es una máscara
esto que forman los estigmas
de la prisión que es libertad.
Continuarán torturándome
día a día
las aves
el sol
el verdor.
Y otra jornada
también de ojos vendados
pasará junto a mí sin siquiera tocarme
ni pensar en lo que su mañana
su mediodía
su tarde y su noche han hecho conmigo.
Sólo con la muerte
me dejarán en paz.
Pero olvidados ya de mi cadáver
seguirán trinando
enverdeciendo
iluminando
para otros.
Voces abajo
Unas voces abajo
unos desconocidos
ruidos que hacen
risas, pausas
están alegres
porque el sol está con ellos
y traza una clave
su bella figura
para que la partitura empiece.
Unas voces
amadas por la ventana
y por el tímpano espía
que agradece la soledad
para sentarse al piano
y componer.
De qué hablan no importa
sólo los timbres
algún vocablo aislado
las risas
las pausas, recomenzar.
Y luego alejarse
el silencio
la ausencia de cuerdas
capaz de conformar
una viola da gamba
entre las piernas
sudorosas de sexo
de la tarde.
Ciertas azulidades
Venas azules
en mis piernas, no sangre azul
yo tan plebeyo
(ni siquiera tribuno de la plebe)
simple paso
cansino de los años en el árbol añoso
que no ceja en su afán
de tocar el tono vitralicio
con su última hoja,
su suspiro más alto.
Era ayer, luego post ayer, suma y amontonamiento
y los ojos de la madre asomando
entre todos esos trastos.
Estela cromática de haber estado.
Pobre gloria.
Testimonio
para quien quiera asomarse
a una desnudez
que hace mucho dejó de ser deslumbramiento.
A QUIEN YA NO PUEDE CONTESTAR EL ADIÓS
A Heriberto Hernández
¿Por qué?, pregunta el abismo
entre puertas que no dejarán de batir
incrustaciones de piedras en el líquido
una copa hermosísima con cicuta de ningún color
¿por qué continuamos aquí?
¿qué extraño aferramiento
a un aire que es tierra y tierra que es viento?
Pies enamorados, tímpanos prendidos al primer trino del alba
quizás haya donde te fuiste demonios más dulces que los de este planeta
un ángel ha puesto en tus manos una mandolina
y tú, que no sabías
cómo era todo más allá de esa frontera
maravillado, cegado
sentiste, en el primer instante del no-tiempo
cómo tus dedos iban a las cuerdas
y el espacio de la nada-todo
se poblaba de la narración sin fin de lo vivido
y de la más excelsa
música jamás soñada.
Quien en apariencia lo tiene todo rinde un homenaje a los espejos
boca y ojos del asombro
ante la simulación de renuncia.
Las paredes quieren explicar
los sitios que pisaste quisieran escribir una biografía imposible
el canto de cada hora, lo que revelaría un calidoscopio
que pudiera decir quién fuiste, quién eres, qué somos todos
y ésa es la forma que tienen de extrañarte
la luz y los salmos.
De difícil comprensión el poema que te han dado a leer donde estás ahora
y más arduo será el que habrás de escribir
con instrumentos que son brumas, conjeturas
para explicar estos manjares y delicias que abandonaste
visiones limitadas pero nuestro único carrusel
para alcanzar lo celeste.
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