Róbinson Saavedra Gómez
Róbinson Saavedra Gómez (Temuco, CHILE 1907 - 1992). Poeta, profesor. Autor de los libros “Poesías: selección para niños” (1934), “Cancionero” (1938), “Cantata” (1947), entre otros.
[Alameda de las Delicias]
El alto campanario se deshoja en palomas
al alba, al mediodía, al atardecer.
Haciendo un hueco tal un nido fragante
la ciudad ha puesto aquí su corazón a florecer.
Desde la cordillera, como el sol que la empuja,
la Avenida de las Delicias corre hacia el mar.
Dobla el recodo de San Francisco, y como un remanso,
se detiene un instante para cantar.
Es aquí que se hermanaron hace ya mucho tiempo
la campana, la flor, la paloma, el perfume y el sol...
Cantata
Autor: Róbinson Saavedra Gómez
1947
CRÍTICA APARECIDA EN EL SIGLO EL DÍA 1947-08-03. AUTOR: ALFONSO RAMOS
Nada hay más difícil en nuestra existencia, que el ser conserve su alma de niño.
Lo recordamos una vez más, al cerrar la última página de “Cantata”, libro de versos de Róbinson Saavedra Gómez, el profesor-poeta que cuando dejó de ser niño, conservó el alma de niño para cantarle a los niños.
La actual sociedad no le concede ninguna importancia a los versos para los niños, porque ni siquiera la tienen los niños mismos.
Hay un interés común para que siembre trigo; los gobiernos ayudan a los agricultores desde todos los ángulos: bonificaciones, técnicas y semillas, a fin de que el fruto de la tierra sea siempre mejor y…se le pueda sacar mejor precio.
Pero el fruto del hombre y de la mujer, el fruto del amor, queda sujeto, únicamente, al cuidado particular de sus creadores.
Los niños, esencia y razón de existencia de una nación y responsabilidad de latidos, que constituyen una tarea superior para los más fuertes hombros y voluntades del pueblo, nacen, viven y se desarrollan, prácticamente, al margen del Estado.
EL POETA Y LOS NIÑOS
El poeta es quien comprende mejor que nadie el valor de los niños. El médico es un buen consejero, los literatos burgueses han hecho las mejores frases, y sobre los niños opinan ingenieros, pintores, confesores y toda la gama que forma el conjunto de la sociedad actual.
Pero solo es el poeta, el verdadero poeta, quien ve claramente el valor de un niño. Sabe que junto a los sufrimientos de su espíritu, está el material tangible de su cuerpo. Y que ese cuerpo necesita junto a las palabras, todo lo material que en la flor es el agua y la tierra y que en el niño es el pan y hogar.
Sobran las frases sobre los niños y falta el pan y hogar para los niños.
¡Es necesario repetir lo que, por repetido, pierde hasta el sentido de su significado? ¿Es necesario describir las escuelas y los libros frente a niños descalzos y desnutridos? No hay necesidad de decir todos los días que el sol alumbra, pero sí es necesario a veces pensar por qué alumbra el sol…
LA CONTRIBUCIÓN DEL POETA
Cuando el poeta con alma de niño es hombre que ha sido la torre de marfil, quisiera tomar una ametralladora y escribir hasta la última bala, la respuesta de su alma en el libro de las injusticias sociales.
Pero la lucha tiene una disciplina y se llama Partido Comunista.
La rebeldía que nace anárquica, toma su causa en razón de sus filas.
Y entonces el poeta contribuye a esta lucha con todo lo que tiene: sus palabras, materialización de su espíritu.
Y ya que no le puede dar castillos –porque los niños debieran vivir en castillos, servidos por príncipes de leyendas- le proporciona alimento en versos, para que el espíritu encuentre en las palabras toda la poesía de aquello que más tarde será común a su existencia: el martillo o el compás; la tierra o los libros; la música o los motores.
El profesor poeta, Saavedra Gómez, ha dado esto a los niños de Chile.
EL POETA TUVO UNA HIJA
Pero de todos sus libros, ninguno fue más apreciado que el que produjo el amor junto a la mujer. Nació la página más bella de su creación.
Era carne de su propia poesía a la que cada año le agregaba una estrofa de tiempo, para hacerla más sutil y más útil.
Y un día, el libro que no tenía copia, cerró para siempre de pronto la última página, cuando el primer capítulo de la niñez no se había terminado.
Se murió como se mueren todos los seres humanos. Y el poeta sintió el dolor, como lo sienten todos los seres humanos. Pero reaccionó distintamente.
No le hizo el mausoleo de las siete maravillas del mundo antiguo. No invirtió todos los préstamos en todas las flores del universo. No pudo su pobreza contratar la carroza tirada por una cuadra de caballos. No puso los grandes anuncios de fallecimientos.
Se recogió en sí mismo y levantó su monumento estrujando el último aliento y la última lágrima de esto que llaman cuerpo, de esto que llaman vida.
Y HE AQUÍ “CANTATA”
"…Me dijeron que te habías ido.
Me dijeron que te habías muerto.
Entonces salía a buscarte
con mis ojos vencidos y llorando.
Entonces salía a llamarte
con mis voces caídas y sangrando.
Pero no había nada sino las lágrimas
y mi derrotado corazón viviente
frente a la flor profunda de la muerte".
Es la rápida vacilación junto al abismo desconocido. Pero luego el poeta se repone. Ya no llora, está comenzando a construir sobre el recuerdo:
"No volveré a dejarte como esa obscura y larga
noche de mi existencia en que extravié tu ritmo.
Me tenderé a la sombra de tu perfil sin lágrimas
o volveré contigo hacia el polen del día.
Ha vuelto el tiempo ausente. El siempre igual amor
la mariposa ciega abre su luz y canta.
La estrella retorna vencedora. Tu nombre recobra su flor.
Salgamos ya de la lágrima
y acerquémonos a la dorada espiga".
No: es distinto. Los poetas sienten la muerte distintamente. Y cuando es poeta es un hombre con alma de niño, la muerte, oscura y negra, insondable y misteriosa, junta a los “Sonetos de la Muerte” de Gabriela, paralelamente esta “Cantata” de Róbinson Saavedra Gómez.
Niños de América: nuestro poeta está de duelo. El libro de su alma, ahora lo escribe el tiempo.
Poesía del tiempo
Autor: Róbinson Saavedra Gómez
Santiago de Chile: Esc. Nac. Artes Gráficas, 1959
CRÍTICA APARECIDA EN EL SIGLO EL DÍA 1959-08-09. AUTOR: YERKO MORETIC
La “difícil sencillez” ha sido obtenida por Róbinson Saavedra a través de un proceso que puede advertirse en el camino trazado por algunos de sus poemas anteriores no dedicados a los niños. Inclusive, la inserción en el presente libro de dos composiciones (“Sonata” y “Melancolía”), que datan de 1945 y 1947, proporciona una pauta parcial de dicho proceso. No se trata, por supuesto, sólo de una clarificación formal. Ella está estrechamente unida a la afirmación de una actitud cada vez más definida frente a la vida y la sociedad, sobre todo frente a los sucesos cotidianos pequeños que integran el devenir del hombre.
La diafanidad de la poesía de Róbinson Saavedra no implica en ningún caso impotencia imaginativa. Se origina en una revalorización fecunda de las mínima emociones y alegrías que van jalonando, segundo tras segundo, la gran emoción y la gran alegría del vivir.
No estamos tampoco ante un optimismo fácil, construido de espaladas a los dolores colectivos o individuales; ni es Saavedra algún insólito ser impermeable a los sufrimientos que, inevitablemente, aportan su cuota al subsistir humano. Ni siquiera la propia expresión poética deja de conllevar dolores específicos:
“Duele a veces, al corazón,
-en este tiempo que vivimos-
exponer a flor de piel y labios lo que se ama,
lo que se ha construido con lágrimas y sudores.
Quisiéramos esconder muy adentro lo que amamos
lo que sentimos más profundamente nuestro.
Sin embargo, el hombre sólo puede vivir
dentro de los hombres
y el amor no crece en el vacío,
sino en comuniones sucesivas
y en repetidas y compartidas transmutaciones…”
Dicho a manera de resumen, una noble y generosa comprensión del amor lleva a Róbinson Saavedra a comunicar a los demás sus límpidos sentimientos. Eso es, en esencia, su poesía: limpidez y generosidad.
Viaje hacia el prójimo
Autor: Róbinson Saavedra Gómez
Santiago de Chile: Arancibia Hnos., 1966
CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1966-12-24. AUTOR: HERNÁN DEL SOLAR
Poemas coloquiales. Acercarse al prójimo es, desde luego, hablarle en su idioma acostumbrado, o sea, el que a todo sirve, cada día, para la comunicación. El poeta quiere comunica aquí –lográndolo- un generoso repertorio de sentimientos dignos, de esos que elevan al hombre por sobre las flaquezas de su vida. Un poema nítidamente representativo del espíritu de la obra expresa que Saavedra Gómez, en su diálogo con lo mejor de su alma y con el prójimo, habla, con humildad, desde su poesía, que es en él “la sustancia y la forma de la ternura”.
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