Alicia Morel
Alicia Morel Chaigneau (Santiago de Chile, 26 de julio de 1921) es una dramaturga, escritora, poetisa y ensayista chilena, más conocida por su trabajo en el campo de la literatura infantil y del teatro para niños y de marionetas. Inició su trabajo literario en 1938 con una autoedición familiar titulada En el campo y la ciudad, y desde esa primera publicación ha incursionado en varios géneros como la novela, poesía, relato, leyendas chilenas y cuentos infantiles; además, ha colaborado con otros escritores, como por ejemplo con Marcela Paz en Perico trepa por Chile, que en 2012 se adaptó al teatro.
Durante la década de 1950 nacen dos de sus personajes más conocidos, La Hormiguita Cantora y el Duende Melodía, cuyas historias «desde 1954 a 1957 se transmiten [como] audiciones radioteatralizadas para los niños en Radio Chilena y Radio Cooperativa Vitalicia, (...) aventuras que se publican en 1956 y 1957».
Fue una de las fundadoras del International Board on Books for Young People-Chile en 1964 —junto a las escritoras Lucía Gevert Parada , Marcela Paz y Maite Allamand, entre otras—, institución en la que fue su vicepresidenta durante los primeros años.
Durante su trayectoria profesional ha recibido varios reconocimientos, entre ellos la Orden al mérito del Consejo Mundial de Educación en 1989 y dos homenajes por su trayectoria en la 21º Feria internacional del libro infantil y juvenil en 2007 y en el Congreso iberoamericano de lengua y literatura infantil y juvenil (CILELJ) en 2010; durante este mismo año fue seleccionada para representar a Chile en el Premio Hans Christian Andersen.
Manuscrito de Alicia Morel.
Obras
Poesía
1938: En el campo y la ciudad.
1951: Como una raíz de agua.
1990: El árbol de los cielos.
2007: Color del tiempo.
Novela
1940: Juanilla, Juanillo y la Abuela.
1965: El jardín de Dionisio.
1978: Perico trepa por Chile en coautoría con Marcela Paz.
1988: El viaje de los duendes al otro lado del mundo.
2001: El fabricante de risas.
2001: La conquista del rocío.
2002: El viaje de los invisibles.
2010: Espejos Paralelos.
Cuento
1973: Cuentos de la Pícara Polita.
1978: Nuestros cuentos (antología de autores chilenos).
1983: Cuentos Araucanos, La gente de la Tierra.
1983: La noche en la ventana.
1985: Polita va a la escuela.
1996: Polita en el bosque.
1999: Las manchas de Vinca.
2004: Mozart cuenta la Flauta Mágica, cuento.
2007: Travesuras de Polita.
2008: El Cururo incomprendido.
2010: El secreto del caracol.
1991: Polita aprende el mundo.
1991: La Hoja Viajera.
1991: Cuentos de tesoros y monedas de oro.
1992: Una aguja y un dedal.
1993: Cuentos de la lluvia.
1994: Aventuras del Duende Melodía.
1994: El baile de los cantaritos.
1994: La cartera azul y Amigos del bosque.
1977:El Increíble Mundo de Llanca.
1995: El cururo incomprendido.
Traducción
1990: Traducción de cristian y los dauw de John Ruskin.
1981: Traducción de El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry.
1982: Traducción de La fiesta en el Jardín de Katherine Mansfield.
Otros
1956: La Hormiguita Cantora y el Duende Melodía.
1977: ¿Quién soy? (ensayo).
1984: Los viajes misteriosos de María (ensayo).
1986: La flauta encantada. Títeres y teatro para niños.
1990: Variaciones Literarias (ensayos sobre Virginia Woolf y Katherine Mansfield).
1991: Hagamos títeres. Texto de enseñanza y cinco obras para títeres.
1995: La Era del Sueño (ensayo).
1996: Leyendas bajo la Cruz del Sur.
2004: La Biblia contada para ti en coautoría con Jacqueline Balcells.
2005: La última polilla del otoño.
2006: Una mariposa en apuros, El baile del Picaflor.
2007: Polita en el bosque.
2009: El Paraguas mágico.
2009: Polita Aprende el mundo y Polita va a la escuela.
Como una raíz de agua
Autor: Alicia Morel
Santiago de Chile: Del Pacífico, 1951
CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1952-08-17. AUTOR: MISAEL CORREA PASTENE
Digamos que este es el tiempo primaveral de la mujer. Escriben versos y miles habrán que los sueñan y modulan sin escribirlos y menos sin darlos a la imprenta. El tiempo pesa, la mujer se aliviana; el tiempo es triste, la mujer se alegra; el tiempo llora, la mujer canta.
O acaso como todo está claro, y mayormente los libros, ¿la mujer los halla baratos? Está ya acostumbrada a pagar caro, porque las tiendas venden más caro las elegancias femeninas que las de hombres; o acaso, porque no las pagan ellas sino los hombres, sus padres o maridos.
Sea por lo que fuere, la producción impresa de mujeres es mayor que la de los hombres, aunque sus libros sean más pequeños y remononos que los masculinos. Sobre todo, poesías.
Sentimiento e imaginación son los componentes de la poesía. Los poetas intelectualizados después del siglo pasado aceptaban la definición de Núñez de Arce de que la poesía era música de las ideas y como tal, raciocinaban con imágenes y discurrían aladamente, deleitando la inteligencia y removiendo sentimientos en los lectores. Las poetisas hacían arrumacos a las flores y lloraban o reían sobre los niños. Las unas combinaban la razón con la imaginación; las otras escribían con el corazón destilando por las puntas de la pluma.
¿Han cambiado en este medio siglo veinte? Sin duda. Los hombres han inventado escuelas, que amontonamos con el título de Modernismo y en el cual la imaginación corre sin riendas como un loco que discurriera sobre el mundo, trastornando el orden de las cosas y construyendo imágenes descabelladas, mezclando en ellas lo divino y lo humano, lo racional y lo irracional, lo correcto y lo desaforado, en una mezcolanza que asombra a los espíritus lógicos y los desarticula. Y de tal modo los desordena que para muchos, la mejor poesía es la más ininteligible.
Pero dejemos esto.
El libro de poesías de Alicia Morel es la expresión sencilla de un estado moral aislado del mundo, individualista y solitario. Es el grito apagado de un alma contemplativa que se expande sobre las cosas con tristeza y desencanto, hurgando en su raíz los fenómenos vitales.
En “Helechos”:
“Después de la lluvia
Crecieron los helechos
En silencio.
Delicados
Se irguieron
Sobre sus tallos negros.
Llenaron el aire
Y cerraron sus ventanas.
Se adhirieron a mis ojos
Como manos heladas.
Al respirar
Los sentí en mi sangre
Como hierbas de agua.
Se ha secado el aire
Como un niño
Y están los helechos
Pegados a los vidrios
Como encajes muertos”.
El agua es su tema. En “Música de Otoño”:
“Oigo una música
Dulce y triste.
Son las hojas secas
Que cantan
Es el aire cansado
Que canta
Son los frutos abiertos
Que cantan.
En las granadas
Ríe la granada
Una risa colorada
En las higueras
Ríen los higos
Una risa arrugada.
Oigo una música
Dulce y triste.
Es el otoño que canta”.
Es poesía sencilla y tierna. Es coloquio de un alma solitaria que mira el mundo con ojo melancólico.
***
He recibido varios libros de política. La mayoría es propaganda a favor de un candidato. No vale la pena hablar de ellos. Seguramente no conquistaríamos un voto para el de nuestra elección.
Los cuatro candidatos muestran la dispersión del pensamiento de los hombres. Se trata de buscar –a mi juicio- no un político sino un administrador que gobierne la república y nos devuelva el orden y la economía que doce años de gobierno izquierdizante nos han quitado; se busca un hombre que sin teorías ni inclinaciones a grupos o partidos, gobierne el país y lo haga producir pan, que es lo que hace falta.
Me contento con los sueños de una poetisa que mira el reflejo del agua como un espejo que reproduce dulcificado el bosque.
Dibujo de Alicia Morel en lápices de colores.
CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1952-04-06. AUTOR: CARLOS RENÉ CORREA
La joven poetisa Alicia Morel ha realizado en este libro una síntesis armoniosa de su sensibilidad femenina, embellecida por el color y la forma de un verso breve, a veces imperceptible. Delicadas imágenes, orfebrería poética, se derraman en estos cantos mitad infantiles, mitad maternales. Se refleja, ante todo, una profunda sinceridad consigo misma, un deseo de cantar lo que verdaderamente la emociona. El paisaje, especialmente el otoñal, incita la pluma de la poetisa. En versos breves, musicales, de sedosas asonancias, Alicia Moral pinta su mundo interior. En el primer poema ya insinúa sus ambiciones:
“Si yo fuera la lluvia,
lloraría en los jardines despojados
larga, monótona, triste,
hasta deshacer el alma fría de los árboles”.
Al leer estos breves poemas recordamos algunos de Juan Ramón Jiménez, no porque Alicia Moral lo imite, sino por el ambiente de intimidad, de cierta contemplación lírica y suave de las cosas. Para ella “Las cosas se van – como si no existieran”. Ha ido penetrando en ese velado mundo de la intimidad y su espíritu profundamente cristiano se eleva a Dios desde la creatura. Así en su poema “Cada instante” nos dice:
“Un ángel invisible y radiante
se yergue en el silencio
y cuida la existencia
de cada cosa.
Hay un instante misterioso
en que todo existe
solo para Dios”.
Sus poemas suelen humanizarse demasiado y entonces la poetisa se entrega en diálogos y reflexiones que se tocan con la prosa. Si no hubiese sido tan explícita, ciertamente que el poema habría ganado en profundidad. Hay elementos que habitan en casi todas las páginas de este libro: el agua, los árboles; Alicia Morel, que se revela en esta como cuna poetisa de indiscutibles calidades, deberá en poemas futuros buscar nuevos caminos a su inspiración, robustecer el canto, ir tras una originalidad que la defina como una escritora que no ha despreciado su talento en versos intrascendentes. Este libro es ya un paso seguro en el camino de una labor depurada, auténtica.
Manuscrito de Alicia Morel
CRÍTICA APARECIDA EN LAS ÚLTIMAS NOTICIAS EL DÍA 1952-02-02. AUTOR: ELEAZAR HUERTA
Delicada, de finos matices, es la poesía de Alicia Morel.
No podría decirse que se trata de una poesía perfecta. Hay asonancias inoportunas en varios poemas. El verso, tenazmente corto, deriva en ocasiones en la monotonía. Pero estos mismos hechos, coincidiendo con la ingenuidad expresiva, se tornan en cualidades de primitivismo sencillo, a la par refinado. Se resumen en un hieratismo que aroma de lejanía las visiones más concretas.
La hermosura triste del mundo es un ir y venir del agua, que cae en la lluvia, empapa finamente la tierra y, en movimiento opuesto, sube por las raíces, se disfraza y hermosea luego y nos da flores y aromas.
Este ir y venir monótono de lanzadera queda reforzado –y no contradicho, según previne antes- por el verso corto, de telar, que corta la derivación hacia el sentido lógico de la frase y nos mantiene siempre en la verdad intuitiva.
Ascender ilusoriamente para volver a caer y caer siempre, sentir que este flujo y reflujo es nada más y nada menos que el vivir resulta bello y triste, puro. En cambio, a la poetisa le inquieta la sangre, torrente oscuro que circula sin comunión con el mundo, recluido, sin arriba ni abajo, y la charca, inmóvil. La posibilidad de un existir eterno, sin tiempo, sin el ritmo del agua, preocupa más que alegra a Alicia Morel:
“Y habrá que existir,
solo existir,
inmóvil desesperación…”
En cambio,
“La lluvia es hermosa,
y la melancolía
abrigada en la pieza”.
Sin rechazar por completo a ninguno, prefiero los poemas: “Si yo fuera la lluvia”, “Jardín”, en espacial su imagen final sobre la araucaria, “La noche”, “Helechos”, donde las impresiones infantiles se cortan inesperadamente con una oscura frase psicoanalítica sobre las madres, “Cada instante”, que devuelve frescura a un tema viejo: “La desolación” y “Ciclo del agua”, sobre todo el segundo tiempo, en que presente y pretérito están jugados con la tierna y eterna sapiencia del Romancero.
Al final de su libro, algunos poemas acusan su tono infantil. En esta ruta peligrosa se destacan “La música del otoño” con esa doble risa roja de la granada y la “risita arrugada” del higo, y los árboles.
“¿qué piensan los árboles?
Piensan
grandes sombras
en el suelo”.
Otros de los poemas infantiles apenas se elevan sobre lo siempre dicho y la poesía de circunstancias.
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