Eduard Encina Ramírez
Narrador, poeta y artista de la plástica cubano. Nació en Baire, Santiago de Cuba, en 1973. Licenciado en Educación. Miembro de la AHS y del Grupo Literario Café Bonaparte. Egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Ganador del Premio Cesar Galeano, 2004. Ganador del Premio Calendario de Literatura para niños, 2002 y Poesía, 2004. Entre sus libros se encuentran De ángel y perverso, poesía. Ediciones Santiago, 2000; Plaquet Oficio del cordero, décima, Ediciones Imago, AHS; El silencio de los peces, poesía para niños. Editora Abril, 2003; El perdón del agua, poesía. Ediciones Santiago, 2004; y Golpes bajos. Premio Calendario de Poesía, 2003. Editora Abril, 2004.
Golpes bajos
Entra en la escritura el enemigo
Bajo el acento su miel ambigua
nos asusta
Crece en el silencio la navaja
el café árido de la Isabelica
envenena los sentidos
Santiago en los labios del pez
ahogándose en el poema
Poema-pez Poema-enemigo
Esa frondosidad que nos oprime
Decadente realidad de los bordes
Ajenos al licor que nos trasciende
no con el cuerpo rasgando todo límite
no con el sustillo de lo semejante
a chorros en la conciencia
ajenos a toda inexplicable catadura
.desplazamiento hacia lo múltiple.
a toda fe que contamina
férreos y ajenos
así
somos la imagen sin otra superficie
la decadente realidad de los bordes
ajenos
siempre ajenos
y distantes
Anticuerpos
Harto de ser el que pone la espalda
y todo pre-existe
de sentir esas muchachas
sus pieles contra los bordes
sus alondras infinitas
siempre harto de lo semejante
¿por qué todo lo semejante?
hay algo en mí que se despide
prometieron la tierra lo intocable
y me creí ese violín donde la mano se agota
muy cerca parece comenzar el mundo
muy cerca están cambiando el cielo
cierro los ojos
nadie entiende esas figuraciones
no sabe nadie qué es el cielo
estoy harto de ser nadie
cantor / semejante
en el silencio de su bestia
hacia la inagotable pose de la hermosura
no estuve en sitio alguno antes de ganar
este cuerpo
no he sido pez no he sido alga siquiera
toda medida comienza donde estoy harto
y los ungüentos de la hierba amenazan el tarot
hay algo en mí que desconoce cuán necesario
es amar el obelisco de la discordia
la escasa libertad
si caer parece el definitivo diálogo
que va a desmentirme
¿en qué otra iluminación volverán los temores
a la imagen horrenda de la Madre?
el cielo me aplasta
soy un falso techo un invento de mí mismo
que ronda la mitad donde la palabra
se diluye
hay algo en mí que se expulsa
ciertas aves que dejarán la sorna
el dolor de la escritura derramándose
adentro
donde todo cae se escurre no significa
Instalación o breves apuntes para la entrada triunfal
Mira, Casandra, Madre mía, ese es el límite.
JORGE L. LEGRÁ
Casandra entra a las estaciones de la palabra. Desconocer es una prolongación casi un estado que nos contamina. Desconocer. Entrar en lo sutil y que nadie sospeche la sangre que abunda en tus labios cuando el otro te pulsa la sombra y dice que sí que en la altura siempre hay algún Dolador para rasgar el silencio la prolongación de lo que contamina. Casandra se estrena la isla y la pone a un costado dice «tírenla al mar para salvarla /ámenla / ármenla que la isla se indefine tiende a cero». Todo a la izquierda se desdibuja y Casandra es una instalación. Casandra bajo el país con la isla al hombro con los peces y las mandrágoras al hombro. ¿Qué va a hacer si el silencio nacional...? ¿Qué va a hacer con tanto cuerpo si la espera...? Solo el Dolador aguarda la escurre con la otra mano la diestra espesa del verde. La isla tiende a cero. No hay isla solo un palabrear y un caer que ya no reconocen. En la altura no hay verdad. Desconocer. Hacerse el descubridor pobrecito Rodrigo de Triana sobre los pechos de Casandra trae noticias de Jericó un poco de pólvora y un poco de aguardiente. Luego te confundo te pierdo en el mapa de Casandra que viene entrando al país a las estaciones donde nada puede oírse /ni las palabras / ni los pájaros de la alta noche siquiera. Nada puede repetirse y eso es lo que contamina. Mar / acrobacia / resistencia. Casandra sola en el agua mirando cómo se hunde el paisaje los baños los poetas los eternos moradores del silencio.
La tarde es un muro así que descuelga esas teticas
los firmes contrastes que te han puesto
para que habites la casa
Al borde te esperan
quieren mojarte la palabra
quieren trascender tu hierba
¿Qué has hecho Casandra?
La tarde es un muro
aunque parezcan más azules los eucaliptos
no por el espacio
no por la imagen posible o la intemperie
¿Qué has hecho?
La tarde se derrama
en el borde te esperan con sus lanzas
y tú eres el muro
Una vez más en este pedacito de la casa
—extensión o culpa—
coinciden las caídas las canciones
la pared de algún amigo su café anestésico
sobre el hombro
eso que puede / eso que es / que va a caer
en el limo de todos
Al fin / en fin / a fin
de cualquier modo nada escapará.
El lenguaje es una estación que se nubla
carga que distorsiona y finge cierta impotencia
para penetrar lo cierto
Ahora mismo puedo preguntarme qué es lo cierto
cuáles los pasos
sospechar porque estoy proponiendo ambigüedad
el cuerpo como antena del cuerpo
no extensión no dejadez
sino el cuerpo sustanciado
Una vez más
el cuarto como ausencia como pérdida
Casandra con el seno herido
con el eructo y la blasfemia del tiempo
que se acorrala
que se deshila en el principio
solo en el principio
cuando es dable nacer o abandonar la casa
Estos poemas pertenecen al libro Golpes bajos. Premio Calendario de Poesía, 2003. Editora Abril, 2004.
Génesis
Al principio éramos un par
de dioses ciegos.
Creímos en la luz
nos inventamos un cielo
un diablillo en quien juntar
las caídas.
Dioses al fin
regimos el camino sin recodos
éramos dos y una bandera
un par de Polifemos disputándose
la gloria y ciegamente creímos
que era bueno.
LA BURBUJA
Escribir desde Patmos indefine las orillas. El aire alumbra los temores que la razón no resiste. Miedo a ser la mano por donde la sangre alcanza su forma o el puño exprimidor de las palabras como postes azules/ amargos
Uno intenta vivir salirse en la burbuja hacia los soles conquistados pero siempre es difícil acariciar la luz que nos pierde luz al fin vencida en su propio reflejo. Caer en el círculo conservar la aureola cuando los ciclones arquean las palmas y ya no encuentras sentido
Aquí la voz siempre al lado opuesto pero una vez perdida es laberinto ansia coagulada lienzo en que la desidia muestra su mano casi transparente. Aquí la voz la nada en ti/ creciendo
De otro cuerpo el poema regresa a tu cuerpo y en Patmos un Ángel respira el fondo de una escalera. Ángel muerto/ no dividido. Aquí la voz el negro milita la aureola y escupe al canario que lo oscurece. Aquí la voz ¿Saltas?
Duele mostrar el rostro y saberte en el juego de no elegir la lluvia o el paisaje. Única orilla certeza única y el otro estorba los olores que dios te dicta. Atrás quedan siempre los tatuajes por donde cruza el odio sacudiéndose la inercia. Atrás se borra el camino y comienzas a deshilarte en palabra única/ reflejo
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