Rogelio Sotela Bonilla. Abogado, Escritor y Poeta Costarricense. San José, Costa Rica el 15 de mayo de 1894 - San José el 13 de Julio 1943
Nació en San José, Costa Rica el 15 de mayo de 1894. Muy joven, siendo un estudiante, tuvo que dedicarse al comercio para ayudar a su madre viuda; sin embargo, nunca dejó de cultivar su inteligencia y en todo momento trató de hallar por sí solo una sólida cultura.
Profundizó los secretos de la lengua española, y un día se presentó como Profesor supernumerario en el Liceo de Costa Rica, mereciendo el título de Profesor de Estado en Castellano y Literatura.
A tiempo que iniciaba sus funciones como Profesor en el Liceo, cursaba sus estudios en la Escuela de Derecho, graduándose de abogado en 1924.
En mayo de 1924, durante el Gobierno de don Ricardo Jiménez Oreamuno, fue nombrado Gobernador de San José. Ese mismo año (1924), don Ricardo Jiménez lo nombró Secretario de la Delegación Diplomática que asistió a las fiestas del Centenario de Ayacucho, en Lima. A finales de 1925 fue Gobernador de la Provincia de Puntarenas, en donde se motivó a escribir uno de sus versos más hermosos: “Lo que me dijo el mar”.
En mayo de 1926, ocupó el cargo de Fiscal de Corte y Guerra.
En 1928 fue electo Diputado al Congreso Nacional, cargo que volvió a desempeñar en el período 1936-1940.
El poeta Sotela fue Secretario del Ateneo de Costa Rica y dirigió por muchos años la revista Atenea, órgano de ese Centro. Fue fundador, propietario y director, de una de las radioemisoras más importantes del país en la década de los treinta, la que llevó el mismo nombre de la revista que dirigió: Radio Atenea.
Colaboró con muchas de las revistas de América y de Europa y fue un constante trabajador del espíritu como poeta, orador, periodista, profesor, y como parlamentario y diplomático.
A la edad de 20 años (en 1914), fue laureado en los Juegos Florales con su poema EL TRIUNFO DEL IDEAL, y más tarde lucen en su biblioteca, junto con este galardón, numerosos trofeos y medallas ganadas en las lides del espíritu, tanto en Costa Rica como en el extranjero.
Compañero de Omar Dengo en la Sociedad Teosófica y de don Roberto Brenes Mesén en la Logia Masónica, aportó varios trabajos que hoy día todavía se estudian.
El 12 de octubre de 1933 lo nombraron Miembro correspondiente de la Academia de la Lengua Española.
En 1936 fue llamado por el Rector de la Universidad de Panamá para dictar diez conferencias sobre Literatura Hispano-Americana y, en 1942, la Oficina del Coordinador de Washington lo invita a dar conferencias en distintas Universidades, haciendo una gira por los Estados Unidos de Norteamérica como Embajador de la Cultura. Cuando la muerte lo sorprende, en julio de 1943, ocupaba el cargo de Secretario de la Universidad de Costa Rica.
Vida Personal
El 22 de diciembre de 1917 contrajo matrimonio con Amalia Montagné Carazo y fueron seis sus hijos: Rogelio (+), Rodrigo, José Enrique, Orlando (+), Rima e Hiram Sotela Montagné.
Obras Literarias
Como producto de su trabajo literario, dejó numerosas obras de poesía, prosa, filosofía y didáctica, publicadas en el siguiente orden: 1916 – La Senda de Damasco (poesía). 1919 – Cuadros Vivos (teatro). 1920 – Valores literarios de Costa Rica. 1922 – Recogimiento. 1923 – Escritores de Costa Rica. 1925 – La doctrina de Monroe desde un punto de vista subjetivo. 1926 – El Libro de la Hermana (poesía). 1927 – Crónicas del Centenario de Ayacucho. 1927 – Literatura costarricense. 1928 – Complementos gramaticales a los programas de castellano. 1929 – Apología del dolor. 1930 – Silabario (en colaboración con el Prof. Napoleón Quesada). 1934 – Motivos literarios. 1935 – Rimas Serenas (poesía). 1935 – Segunda edición de Recogimiento. 1937 – Segunda edición de Apología del dolor. 1941 – Tercera edición de Apología del dolor. 1942 – Segunda edición de Escritores y poetas de Costa Rica. 1949 – Sin literatura (obra póstuma).
En la actualidad sus poesias se han recopilado en un solo volumen titulado “Poesía Completa de Rogelio Sotela”, que se puede adquirir en la actualidad en las librerías de la UNED de Costa Rica. En su página web oficial se encuentran online muchas de sus obras.
Todas las tardes he venido
a sentarme aquí, frente al mar…
Y así, cada tarde he podido
aprender una lección más.
Acerco no sólo el oído;
el alma también va a escuchar
lo que me ha dicho cada tarde
la enronquecida voz del mar:
Y habla el mar:
-Hombre que te preocupas tanto
por toda pena que te dan,
ve esta visión de lejanía
y esta amplitud horizontal
y aprende así a abrir tu alma
serenamente al Bien y al Mal.
Yo destejo como Penélope
lo que había tejido ya
y como si fuera mal hecho
siempre lo vuelvo a comenz
Así los artistas debieran
repujar la obra en que están,
y todos sabor que en la vida
la perfección cuesta encontrar.
Preciso es nacer muchas veces
y aun tantas veces llorar
y sentir que son los tropiezos
y las penas, un auxiliar,
pues va modelándole el alma
entre sollozos, como el mar.
Y mira: tú te ensoberbeces
porque no puedes alcanzar
lo que quieres, y te fatigas
y pronto matas tu ideal…
Fíjate en mí cómo hace siglos
vengo en esta lucha tenaz
por deshacerme de este cauce
que me limita sin cesar;
y doy mis tumbos a la playa
a ver si la puedo pasar
y la impotencia me devuelve
hacia donde mi sino está.
Ah!, pero yo siento que mi impulso
algún día conseguirá
lo que se propone. Ahora
se rompe en espumas no más…
Por último quiero decirte
lo que no han visto los demás:
fíjate qué distintos nombres
a mis aguas los suelen dar:
espuma, ola, fuente, río,
y en el fondo, todo es mar!
¿Pues no soy yo agua en la espuma
y soy en la fuente termal,
lo mismo en la laguna quieta
que en catarata torrencial?
Agua en la nieve que te enfría
y agua la lava del volcán,
agua de mis senos profundos,
toda, de mi regazo va.
Vosotros a todas las cosas
diferentes nombres les dais,
y ésa es la sola diferencia,
¡cuestión de nombres nada más!
El viento y la nube y el árbol,
el sol y tú mismo, serán
lo que sólo han sido de veras:
aguas de una fuente abismal…
Porque todo viene igualado
del mismo Seno Universal
y Dios es el mar insondable
a donde todos volverán…!
Puntarenas 1934.
Del Libro “Rimas Serenas”
Para Amalia Montagné Carazo
Yo juntaré mi pensamiento casto
al pensamiento celestial de ella,
cual si juntara bajo el cielo vasto
dos distintos fulgores una estrella.
Tendré su mano pura entre mi mano,
como un pájaro trémulo y caído
que busca rimas en lugar de grano
y va a sorber azul entre su nido.
Juntaré mi tristeza ennoblecida
a su tristeza angélica y serena,
como una luz de luna desprendida
sobre el blanco temblor de una azucena.
Le ceñiré mis lauros y la nombro
la Reina espiritual y pensativa
para ufanarme con su frente esquiva
coronada por mí, sobre mi hombro!
Frente de hostias y de luz, pequeña,
como una estrella que cayó del cielo
para venir hasta su sien que sueña
bajo el ala ondulada de su pelo…
Veré sobre la paz de su mirada
la más honda promesa del Halago,
y allí estará mi alma reflejada
como un astro sereno sobre un lago.
Y como es un ánfora su cuello
en donde el alma de la Grecia busca
la línea inmaterial del arte bello,
será para mi amor ánfora etrusca.
Y mi mano en el ánfora, amorosa,
ávida de posarse en lo impoluto,
soñará en la caricia temblorosa
tallar sobre un marfil de Benvenuto!
* *
Signo de caridad, en mi camino,
será la buena amada que venero,
y para que arda ante su altar divino
será mi corazón un pebetero.
Altar de la Harmonía,
donde en ún cáliz de ilusión consagro
el rito espiritual de mi poesía,
en donde el ideal se hace milagro
y el amor se hace blanca epifanía.
Porque la amada que mi verso enciende
es fuente donde todo bien se hilvana;
ella el sentido de lo azul comprende,
sus alas blancas como un ángel tiende
con una santa devoción de hermana.
Yo la tendré junto al ensueño mío
para que haga más noble mi esperanza;
mi alma será la flor y ella el rocío
y estará el corazón en su acechanza
como están las riberas para el río…
Y así estará mi fe en su compañía,
y así estarán su bien y mi tristeza,
fundidas su humildad y mi alegría
como un hilo de agua que corría
con el hilo de agua que tropieza…
Y ser ella la espuma y yo la fuente,
y ser la musa que me dio sus galas
para seguir los dos serenamente
como van en un pájaro las alas!
Diciembre, 1917
Esta poesía publicada en el libro
La Senda de Damasco, en 1918
también se publicó en el Libro
“Rimas Serenas” en 1934
Humildad
¿Que alguien alza la voz y nos humilla?
¿Que alguien nos da una cruz y nos maltrata?
Está bien… que otros hagan de verdugos;
más bello es el dolor porque él nos salva.
¿Que nos hieren y que alguien nos acecha
a ver si nuestro débil pie resbala?
Está bien… será pródiga la herida;
como la tierra, en surcos se abre el alma.
¿Y qué más quiere el pecador? Le damos
el cariño ideal que no se gasta.
Por cada injuria que me lanzan, canto;
y por cada injusticia, tu me abrazas!
Yo nunca olvido tu humildad. La ostra,
-tú me lo has dicho-al dar la perla, sangra.
Enséñame bastante a ser humilde,
a ser humilde, bien humilde, hermana.
-Hermano, ser humilde, bien humilde,
así como la tierra o como el agua…
Darse todo a los hombres como el surco
y desprenderse cual la lluvia clara.
Ser en todo camino fuente pura
y dar sombra y quietud al que se cansa,
y no ver el dolor que nos hicieron
y ungir el mal de bien y de esperanza!
1920.
Del Libro de la Hermana
Oblación
Señora, para vos es mi secuencia:
a vuestros pies arrojo mi mandola,
y espero que dignéis vuestra aquiescencia
y a que mi canto en vuestro honor tremola.
Por vuestro nombre dulce y sugerente,
porque sabéis vibrar como poema,
tejeré con mis versos la diadema
que siempre llevaréis sobre la frente.
Pero temo, señora, que mi canto
No tuviera el prestigio del encanto
Para exaltar vuestra gentil nobleza,
Porque tal vez, al escanciar ni urna,
os pusierais, Señora, taciturna
y os hiciera llorar con mi tristeza!
Nota: Este poema fue publicado en el
periódico “El Imparcial” el 6 de agosto
de 1916 con el título “De Amalia Montagné”
Un cuento del Quijote
Madre, este poema obtuvo una medalla;
el hijo vencedor quiere que ella
por ser un premio de la Rima, vaya
sobre su corazón como una estrella.
…Dicen que rompía molinos de viento,
que era un gran gigante que hizo muchos daños,
que en caballo al cielo llego en un momento…
Abuelita sabe! Cuéntenos el cuento!
No iba a saberlo teniendo sus años!
Las cabezas rubias de los niños eran
trigales de oro junto de la lumbre,
mientras la abuelita para que durmieran
contestaba aquello de que la inquirieran
con una sonrisa de honda mansedumbre.
—Era un don Quijote leal y caballero,
de verdad un hombre, no un gigante extraño,
que siempre libraba todo desafuero,
que andaba la vida con un escudero
sin otro pecado que su propio engaño.
Para defenderse de la villanía
llevó escudo y lanza, armas de combate
que Bien le sentaban para su hidalguía,
mas, fue tan osado con su bizarría
que todos lo hallaron loco de remate.
—Pero mire, abuela, cuentan que en el cuento
a caballo un día caminó en el viento
llevándose a un Sancho por las nubes, y era
en un Clavileño hecho de madera…
—Ah, sí… Fue una noche que por su locura
jinetes subieron borrando sus huellas…
Sancho iba en el lomo, mano en su cintura,
y juntos llegaron por fin a la altura
donde cara a cara vieron las estrellas.
Tan alto corrían, tanto caminaron,
que los dos palpaban cosas infinitas;
pasaron las nubes y las saludaron,
mas arriba fueron y se desmontaron
en donde pacían las Siete Cabritas.
Sancho luego hablaba de lo que veía
en esa otra parte brillante y lejana:
la tierra en lo alto a él le parecía
grano de mostaza, y se percibía
cada hombre que andaba como una avellana.
Bajó del caballo, fuese a las cabritas
siendo de improviso cabrero del cielo;
al acariciarlas se estaban queditas
y eran “verdes, rojas, de mezcla”, bonitas,
mucho mas bonitas que las de este suelo.
Luego hasta la tierra volvieron montados,
y como os lo cuento ellos lo contaban.
Pero fue lo raro que iban vendados
y que se estuvieron quietos y sentados
sin alzarse un palmo de donde se hallaban.
Como se extrañaran, explicó la abuela:
cada hombre en la vida tiene un Clavileño
y vive en aquéllo que ferviente anhela;
si cree que tiene alas de seguro vuela,
que así ha de pasaros montando el Ensueño.
—Y siendo el Ensueño cosa de madera
entonces, abuelita por qué no lo encuentro?
—No habéis de inquirirme, porque yo dijera
que para ir a lo alto hay una Quimera
pues todos llevamos un Quijote adentro.
Ah! Pero vosotros no tenéis idea
de la vida cierta de tantos Quijotes…
Estáis muy pequeños; mejor que así sea,
pues no habéis llorado una Dulcinea
ni os habéis hallado con unos galeotes.
Los niños al lado de la abuela hacían
un ingenuo esfuerzo por oír el cuento
porque ya los ojos se les adormían,
y así, cabeceando, todos parecían
trigales de oro que moviera el viento.
Después, en la alcoba, con gentil empeño,
la abuela les daba todo su cariño,
y mientras velaba, vio qué el mas pequeño
estaba estrujando, febril en el sueño
un viejo caballo que le trajo el Niño…
Primer Premio.
Certamen de “El Imparcial”, 1917.
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